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Putin, Trump, Macron... qué esperar de la 'ofensiva internacional' de Merkel
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Putin, Trump, Macron... qué esperar de la 'ofensiva internacional' de Merkel

Tras la tortuosa formación de un gobierno de coalición que ha mantenido bloqueada la Cancillería, Berlín pisa el acelerador, con una veintena de encuentros o conversaciones con líderes mundiales

Foto: El primer ministro australiano Malcolm Turnbull habla con Angela Merkel durante su visita oficial a Berlín, el 23 de abril de 2018. (Reuters)
El primer ministro australiano Malcolm Turnbull habla con Angela Merkel durante su visita oficial a Berlín, el 23 de abril de 2018. (Reuters)

La parálisis política en Berlín se ha acabado. Tras seis meses de las penosas negociaciones para formar gobierno, Angela Merkel ha vuelto a la escena internacional. Y a todo trapo. La canciller tiene múltiples frentes abiertos, de la reforma de la eurozona y el establecimiento de un sistema común de asilo en la UE a los enquistados conflictos en Ucrania y Siria, pasando por las disputas comerciales con Washington y la delicada relación con Moscú. Y quiere soluciones. En su cuarta y última legislatura, la mujer más poderosa del mundo está sentando las bases de lo que será su legado.

La cita estrella de su agenda internacional es la de este viernes en Estados Unidos. Apenas unos días después de la visita de Estado del presidente francés, Emmanuel Macron, Merkel acude también a Washington a reunirse con Donald Trump. La canciller aspira a que este segundo encuentro bilateral al otro lado del Atlántico discurra de forma menos accidentada que el primero, del que apenas se recuerdan dos tropiezos. La aparente negativa de Trump a darle la mano mientras los medios les pedían un apretón para las cámaras y la estupefacta cara de la canciller cuando el presidente sugirió en rueda de prensa que ambos tenían algo en común, haber sido espiados por su antecesor, Barack Obama.

Foto: La canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Emmanuel Macron, ofrecen una rueda de prensa. (EFE)

Merkel aseguró la semana pasada que la relación de Alemania con Estados Unidos es "un gran tesoro" que hay que proteger pese a las divergencias. Agregó que el objetivo de su visita a Washington es "dejar claro que la cooperación transatlántica es importante" para Alemania, "incluso cuando hay diferencias de opinión". En concreto, sobre la mesa están Siria, la OTAN, el comercio internacional y el gasoducto ruso-alemán Nord Stream 2.

Alemania no está directamente involucrada en la guerra de Siria. Pero le va mucho en ello. Porque colabora en las operaciones de la coalición internacional contra el Estado Islámico y porque tras la crisis de los refugiados de 2015 y 2016, acoge a más de medio millón de sirios. La estabilización y pacificación del país árabe resulta clave para frenar la presión migratoria sobre Alemania, que desde 2015, ha recibido a más de 1,3 millones de peticionarios de asilo. Además de rebajar una tensión multimillonaria sobre su sistema de acogida y de bienestar social, el Gobierno alemán quiere atajar las consecuencias políticas de la llegada masiva de extranjeros: el auge de Alternativa para Alemania (AfD), una formación xenófoba y nacionalista que obtuvo en las generales de 2017 el 12,6 por ciento de los votos y se convirtió en la tercera mayor fuerza en el Bundestag tan sólo cuatro años después de su fundación.

placeholder La canciller Angela Merkel a su llegada a la reunión semanal del Consejo de Ministros en la Cancillería, en Berlín, el 25 de abril de 2018. (EFE)
La canciller Angela Merkel a su llegada a la reunión semanal del Consejo de Ministros en la Cancillería, en Berlín, el 25 de abril de 2018. (EFE)

Evitar una guerra comercial

Otro asunto vital para Alemania es el comercio internacional. O mejor dicho, evitar una guerra comercial con Estados Unidos. La UE logró desactivar temporalmente los aranceles punitivos que Trump impuso al acero y el aluminio de varios países el mes pasado. Pero la espada de Damocles sigue pendiendo sobre Europa, que tiene que llegar antes de mediados de año a un acuerdo con Washington. Además, esto podría ser sólo el principio. El presidente estadounidense se ha quejado en varias ocasiones de la cantidades de coches alemanes que se ven en las calles de su país. Y llegó a aventurar una tasa del 35% para vehículos importados. Alemania, con su imponente sector exterior, está muy interesada en que un mercado tan importante como Estados Unidos permanezca abierto. Pero su superávit comercial -que también ha criticado Trump- juega en su contra. Merkel ha reiterado en los últimos meses su apuesta por los mercados "abiertos" y el comercio internacional "libre y justo".

Además, la conversación entre Trump y Merkel pasará inevitablemente por el acuerdo nuclear con Irán, que el estadounidense quiere abandonar y la alemana -como el resto de líderes europeos- quiere que se mantenga vigente. También el gasto militar alemán, que Trump ha criticado en repetidas veces al considerarlo demasiado bajo. Asimismo saldrá a colación el Nord Stream 2, un gasoducto que pretende unir directamente Rusia y Alemania por el fondo del mar Báltico. El problema es que Estonia, Letonia, Lituania, Polonia y Ucrania han denunciado abiertamente el proyecto por sus consecuencias políticas y económicas (les resta relevancia geoestratégica y les hurta ingresos vía derechos de paso). Y Estados Unidos se ha sumado a las críticas. "Los Estados Unidos se oponen al gasoducto Nord Stream 2. Consideramos que socava la seguridad energética y estabilidad de Europa en su conjunto", aseguró en enero en Varsovia Rex Tillerson, entonces secretario de Estado estadounidense.

Foto: Un instrumento de supervisión en un gasoducto en Beregdaroc, Hungría, uno de los principales puntos de entrada del gas ruso a la Unión Europea. (Reuters9

Con Macron van para tres las reuniones bilaterales de Merkel desde que juró por cuarta vez como canciller alemana hace algo más de un mes. Fue a París -como es tradición- nada más ser nombrada a mediados de marzo. Macron le devolvió la visita en Berlín hace una semana. Y está previsto que ambos vuelvan a encontrarse el 10 de mayo en Aquisgrán, con motivo de la entrega al francés del Premio Carlomagno, un galardón que se entrega a personajes que han realizado contribuciones clave al proyecto europeo. Juan Carlos I y Felipe González han obtenido este reconocimiento.

La agenda bilateral con Macron se entiende, principalmente, en clave europea. Ambos son conscientes de que es necesario y urgente reformar la UE y la eurozona para asegurarla de cara a los shocks del futuro. Parece, tras los dos recientes encuentros, que ambos mantienen coincidencias, pero, como reconoció la semana pasada la canciller, también hay "puntos de partida distintos". Ambos, añadió la alemana, tienen sin embargo la "voluntad" de presentar una propuesta conjunta para principios de junio y devolver al eje franco-alemán, venido a menos durante el mandato de François Hollande, su carácter de motor integrador del bloque.

placeholder Merkel y el presidente francés Emmanuel Macron en el edificio del Humboldt Forum en Berlín, el 19 de abril de 2018. (Reuters)
Merkel y el presidente francés Emmanuel Macron en el edificio del Humboldt Forum en Berlín, el 19 de abril de 2018. (Reuters)

La reforma de la eurozona

Entre las coincidencias destaca el proyecto para ampliar el fondo de rescate y convertirlo en la versión europea del Fondo Monetario Internacional (FMI). Las diferencias son de calado. Abarcan del establecimiento de un sistema de garantías bancarias -que Berlín lleva meses bloqueando- a la creación de un presupuesto común para la eurozona con un ministro común de Finanzas, del que Merkel recela (aunque no ha dicho que no). Además, deben ponerse de acuerdo sobre una propuesta de sistema común de asilo para Europa, un asunto terriblemente espinoso porque es una prioridad para Alemania pero el texto final debe también ser aceptado por gobiernos euroescépticos y nacionalistas como el polaco y el húngaro.

Asimismo, Merkel y Macron quieren avanzar en la Unión de la Defensa y en el embrión de una política exterior común y coherente, dos proyectos complejos y de largo recorrido que se van a ver puestos a prueba desde dentro y fuera de la UE. En este punto es importante que París y Berlín traben un sólido criterio común, lo que implicará cesiones por ambas partes. Francia y Alemania deben responder a una en los asuntos clave, no solo los ya mencionados, sino también en otros como la crisis de Corea del Norte.

Foto: Soldados de las fuerzas armadas alemanas en una ceremonia, antes de su despliegue en Lituania, en enero de 2017. (Reuters)

Y luego está Vladímir Putin. Merkel ha hablado al menos dos veces con él por teléfono este abril. Pero cree que ya es hora de hablar en persona. La canciller avanzó la semana pasada que se reunirá "en breve" con el presidente ruso porque Moscú es "necesario" para un "orden pacífico" mundial. "El gran tema, Siria, exige que nos veamos directamente en breve", argumentó la jefa del Gobierno alemán, que no evitó considerar en esa misma comparecencia a Rusia de "corresponsable" del ataque químico en Duma, un enclave rebelde en Siria, que Occidente atribuye al ejército del presidente sirio, Bachar al Asad. Es preciso "buscar el diálogo", pero sin ignorar las "diferencias" y el "conflicto".

placeholder La canciller ha hablado por teléfono con Vladímir Putin en al menos dos ocasiones durante este mes. (Reuters)
La canciller ha hablado por teléfono con Vladímir Putin en al menos dos ocasiones durante este mes. (Reuters)

Ucrania y el Nord Stream 2

En la bilateral con Putin serán inevitables otros dos asuntos internacionales que atañen especialmente a Moscú y Berlín. El primero es Ucrania y el enquistado conflicto en sus provincias más orientales entre los rebeldes apoyados por Rusia y el ejército de Kiev. Merkel defiende la soberanía nacional y la integridad territorial ucraniana y ha apoyado en repetidas ocasiones al presidente ucraniano, Petró Poroshenko, de tendencias proeuropeas, pese a que también ha reconocido la falta de avances de Kiev en las reformas políticas comprometidas y sus problemas de corrupción.

Foto: Una doctora y un paciente miran por la ventana de un hospital en el centro de Kiev, en enero de 2016. (Reuters)

El segundo asunto será el Nord Stream 2, con el que Merkel busca asegurar el acceso alemán directo y fiable al gas ruso. Pero a la vez la canciller no quiere alienar a sus socios en el noreste de Europa (cuya dependencia energética de Moscú es aún mayor) y no perjudicar económicamente a Kiev, que con la construcción de esta infraestructura dejaría de embolsarse unos 1.800 millones de euros al año en concepto de derechos de paso del gas, según un estudio del Centro para la Reforma Europea.

Trump, Macron y Putin son sin embargo sólo los interlocutores más relevantes de la intensa agenda internacional de la canciller. Desde que juró su cargo a mediados de marzo, algo más de un mes, ha mantenido encuentros bilaterales también con el primer ministro sueco, Stefan Löfven, la primera ministra de Islandia, Katrín Jakobsdóttir, el primer ministro irlandés, Leo Varadkar, el presidente ucraniano, Petró Poroshenko, el primer ministro danés, Lars Løkke Rasmussen, el presidente serbio, Aleksandar Vucic, la primera ministra neozelandesa, Jacinta Ardern, el primer ministro indio, Narendra Modi, el primer ministro australiano, Malcolm Turnbull, el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, el alto comisionado de la ONU para los Refugiados, Filippo Grandi, y el primer ministro de Albania, Edi Rama.

La parálisis política en Berlín se ha acabado. Tras seis meses de las penosas negociaciones para formar gobierno, Angela Merkel ha vuelto a la escena internacional. Y a todo trapo. La canciller tiene múltiples frentes abiertos, de la reforma de la eurozona y el establecimiento de un sistema común de asilo en la UE a los enquistados conflictos en Ucrania y Siria, pasando por las disputas comerciales con Washington y la delicada relación con Moscú. Y quiere soluciones. En su cuarta y última legislatura, la mujer más poderosa del mundo está sentando las bases de lo que será su legado.

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