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Brexit: los inmigrantes no europeos que decidirán el destino de la UE
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"Todo lo que escucho son cosas negativas"

Brexit: los inmigrantes no europeos que decidirán el destino de la UE

Mientras el problema se va de las manos, cada semana se celebran ceremonias en las que inmigrantes consiguen la nacionalidad. ¿Cómo votarán en el crucial referéndum?

Foto: El primer ministro David Cameron habla con mujeres inmigrantes durante una clase de inglés en un centro de Leeds, el 18 de enero de 2016 (Reuters).
El primer ministro David Cameron habla con mujeres inmigrantes durante una clase de inglés en un centro de Leeds, el 18 de enero de 2016 (Reuters).

Martes, mediodía. Con la estricta puntualidad británica, a las 12.00 horas, un camión con un letrero de más de tres metros de alto que reza 'Vote Leave' (Vota por Salir) aparca enfrente de Europe House, la oficina de la Comisión Europea en Londres. A Nigel Farage, líder del euroescéptico UKIP, siempre le gustaron las puestas en escena. Una avalancha de medios internacionales le rodea para preguntarle por sus últimas declaraciones: “Negar la entrada al país a cualquier persona del mundo que haya sido diagnosticada con VIH y tenga que ser tratado con retrovirales que cuestan hasta 25.000 libras al año por paciente”. “No voy a pedir perdón por exponer un asunto que creo que se debe tratar”, explica sin perder en ningún momento la sonrisa.

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Farage es realmente el responsable de que los británicos celebren el próximo 23 de junio un referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea. Es también el artífice de que la inmigración se haya convertido en la protagonista indiscutible del debate. Pero la campaña oficial por abandonar el bloque no quiere contar con él por considerarlo una figura tóxica y repelente de votantes indecisos.

Entre ellos se encuentra Gustavo. Trabaja en la recepción de Europe House. Curioso ante tanto fotógrafo, sale a la calle a ver lo que pasa. “Aún no se lo que voy a hacer, la verdad. Nunca he estado interesado en política ni elecciones ni nada de eso, pero creo que esto diferente”, explica. Gustavo, de 25 años, nació en Colombia, pero podrá votar en el plebiscito al tener pasaporte británico.

Mientras los políticos discuten cómo resolver un problema que, a su juicio, se ha ido de las manos, cada semana se celebran docenas de ceremonias en todo el país en las que, tras jurar fidelidad a la reina, los inmigrantes consiguen la nacionalidad. Cada año se asignan alrededor de 200.000 pasaportes. Más que por sentimiento patriótico, la mayoría reconoce que ha solicitado los papeles por puro pragmatismo. La primera ceremonia se celebró en 2004 y estuvo presidida por el príncipe Carlos. El 40% que obtuvo el diploma provenía de Asia y el 32% de África. Los porcentajes no han variado significativamente desde entonces. La pregunta es: ¿Cómo van a votar ahora estos “nuevos británicos?

“Yo es que todo lo que escucho a mi alrededor son cosas negativas de la UE. No te sé especificar ahora, pero se dicen muchas cosas. Aunque luego pienso en cómo podría afectar un Brexit a amigos y familiares que no tienen residencia permanente y no quiero que les echen”, explica Gustavo.

“Yo no tuve que hacer el examen para pasaporte porque era muy chiquito. Vine aquí con 5 años. Me siento británico y colombiano, pero la mayoría de mi gente es colombiana”, matiza. “Si voto por la permanencia sería por puro egoísmo de poder viajar. No quiero quedarme encerrado en esta isla. Pero entiendo que haya gente que le siente mal que los que vengan de fuera abusen del sistema. Creo que todo lo de las ayudas se tendría que mirar más para los inmigrantes”, apunta. “Pero también te digo que sin inmigrantes y diversidad cultural, Londres no sería lo que es. Hay muchos trabajos que llaman sucios que no quieren hacer los británicos”, explica. En caso de un Brexit, Gustavo no vería peligrar su puesto porque no trabaja directamente para la Comisión Europea, sino para una empresa de seguridad que da servicio al edificio.

Al suroeste de Londres vive Prajakta, que acaba de ser mamá de un niño precioso. “Dicen que se parece a su papá, pero yo creo que se parece a mi”, explica orgullosa. Su marido, colombiano, obtuvo el pasaporte británico en 2013 después de pasar algunas pruebas. Llevaba más de diez años en el país y tuvo que demostrar, entre otras cosas, que tenía trabajo, que sabía inglés, que no había dependido de las ayudas sociales –los llamados benefits- y que había permanecido en el país legalmente.

Pese a pertenecer a la Commonwealth, Prajakta, que nació en India y llegó a Reino Unido en 2007 para estudiar un Máster, también tuvo que pasar por interminables trámites de diferentes visas hasta que obtuvo el pasaporte el pasado mes de abril. “En cuestiones prácticas, pertenecer a la Commonwealth sólo te permite votar en las elecciones. Pero nada más”, señala.

“No creo que la inmigración en sí sea un problema. El verdadero problema es cómo lo están presentando en el debate”, afirma. “Y lo que ocurre es que la gente se queja sobre la inmigración europea y el Gobierno, para reducir el número de inmigrantes, lo que hace es poner cada vez más trabas a gente como yo. Y no me parece justo que gente formada tenga más impedimentos para venir al país que otros”, explica.

Prajakta, al igual que su marido, votará por la permanencia en el bloque porque considera que es mejor para la economía del país y les ofrece más posibilidades a la hora de viajar. Y aunque no considera que debe imponerse un sistema de visas dentro del club, le parecen bien las medidas que se han propuesto tanto para limitar el acceso a subsidios a los inmigrantes comunitarios como para expulsar a aquellos, “vengan de donde vengan”, que no hayan conseguido un trabajo en un plazo de tiempo razonable.

El carismático Boris Johnson, convertido en la estrella de la campaña euroescéptica, ha prometido que, si el Reino Unido sale de la UE, tan pronto como 2020 se podrá aplicar un plan de inmigración basado en puntos similar al australiano para acabar con el “derecho automático” de los comunitarios a vivir y trabajar en suelo británico

En este sentido, Timiko, una australiana que consiguió su pasaporte británico en 2010, asegura que actualmente ya existe un modelo muy similar al australiano para los extracomunitarios. “Tienes que demostrar tu nivel de inglés, cualificación, ingresos…. Cada vez lo ponen más complicado”, recalca. “El sistema australiano es muy estricto y poco humanitario. Australia es un país muy rico y podría ayudar más a los refugiados, por ejemplo”, asegura.

Timiko votará por la permanencia en el club. “Es difícil predecir qué sería lo mejor a largo plazo, pero a corto, definitivamente es mejor estar dentro”, dice. “Si nos quedamos en la UE hay que atenerse a los principios de libre circulación. Pero tal vez se debería restringir la libertad de movimiento durante algunos años a los nuevos países que se integren en el bloque. Y las ayudas reclamadas por un inmigrante de la UE deberían venir de su país de origen no del Reino Unido”, matiza.

'Hoy en el trabajo he hablado con diferentes analistas, agentes de bolsa, gerentes de cartera y todos iban a votar por el Brexit... por primera vez me he puesto nerviosa'

Por su parte, Gabriela, de Venezuela, también aboga por la permanencia. “Creo que es mejor para las relaciones comerciales, la libre circulación de personas y la paz. A mi no me gustan los lugares insulares y en un futuro sí me gustaría trasladarme a otro país con mejor clima”, explica.

Dedicada al mundo de las finanzas, llegó a Londres en 1999 y aunque cree que la permanencia en la UE ofrece más ventajas que desventajas, se muestra muy crítica con la burocracia de Bruselas y no entiende “cómo puede haber miles de funcionarios en la Unión Europea que están cobrando más que un primer ministro sin tener una décima parte de las responsabilidades, sin tener que rendir cuentas al público general y muchas veces siendo invisible a la mayoría”. “Mi marido, que es inglés, dice que es un precio mínimo que hay pagar por mantener la paz en Europa”, recalca.

Gabriela defiende el liberalismo económico y la libre circulación de personas dentro del bloque. Pero, al mismo tiempo, asegura que “una inmigración sin control puede afectar la economía del país”. “Pasó en Venezuela en la década de los 70 y 80. Caracas era la ciudad más próspera de Latinoamérica, pero comenzaron a llegar inmigrantes sin control montando favelas por todos los sitios, sin tener empleos, se crearon grandes desigualdades sociales y comenzaron los problemas que como todos saben solo se han intensificado con los años”, matiza.

¿En Reino Unido podría ocurrir lo mismo? “No. Evidentemente en los países europeos la redistribución de ingresos esta mucho más evolucionada. Hay un sistema de impuestos, de servicios sociales y no hay tanta corrupción”, aclara. “Pero sí deberían implantarse más medidas para que la gente no abusara del sistema. Tanto para inmigrantes como para británicos. Porque yo soy la primera a la que molesta que si estoy trabajando día y noche, haya luego otros que sin hacer nada aún cuando tienen la capacidad de trabajar reciban tanto del estado”, añade.

A pesar de que entre sus amigos la mayoría defiende la permanencia en el club, no tiene muy claro lo qué pasará finalmente. “Hoy en el trabajo he hablado con diferentes analistas, corredores de bolsas, gerentes de cartera y todos iban a votar por el Brexit... por primera vez me he puesto nerviosa”, dice.

Martes, mediodía. Con la estricta puntualidad británica, a las 12.00 horas, un camión con un letrero de más de tres metros de alto que reza 'Vote Leave' (Vota por Salir) aparca enfrente de Europe House, la oficina de la Comisión Europea en Londres. A Nigel Farage, líder del euroescéptico UKIP, siempre le gustaron las puestas en escena. Una avalancha de medios internacionales le rodea para preguntarle por sus últimas declaraciones: “Negar la entrada al país a cualquier persona del mundo que haya sido diagnosticada con VIH y tenga que ser tratado con retrovirales que cuestan hasta 25.000 libras al año por paciente”. “No voy a pedir perdón por exponer un asunto que creo que se debe tratar”, explica sin perder en ningún momento la sonrisa.

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