Escapando de Corea del Norte

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La nueva vida de los desertores norcoreanos

Jeong Min-woo, 29, antiguo oficial en el Ejército Popular de Corea (del Norte), cruzó al sur en 2013. Su uniforme fue confiscado por la inteligencia surcoreana, pero persuadió a sus amigos que seguían en el país para que le enviasen otro. No se considera un desertor: se marchó para tratar de ganar dinero para la supervivencia de su familia, y así se lo hizo saber a sus compañeros del ejército para que le dejasen marchar. (Reuters)

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Gorra del uniforme de Jeong Min-woo. (Reuters)

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Baek Hwa-sung, 33, en Seúl, escapó a China en 2003. Durante su fuga, mantuvo un diario que, dice, le recuerda quién es. "Mis diarios son un registro de mi vida. Prueban que estoy vivo", afirma.

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Los diarios de Baek Hwa-sung. (Reuters)

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Kim Ryen Hui, 48, posa frente a una ventana en Seúl. Originaria de Pyongyang, nunca quiso desertar: cruzó a China clandestinamente para recibir tratamiento de hígado, pero dice que su contacto la engañó y terminó en Corea del Sur. Ahora hace campaña para que le permitan regresar. (Reuters)

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Lee Oui-ryuk, 29, huyó en 2010. Con él se trajo su carnet de identidad en el que se afirmaba que su grupo sanguíneo era A, cuando en realidad era 0. "Durante más de veinte años viví creyendo que mi grupo sanguíneo era otro", dice.

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Kang, 28, no quiere ser identificada porque sus parientes siguen en Corea del Norte. (Reuters)

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La madre de Kang logró hacerle llegar este abrigo a través de la frontera tras su deserción. (Reuters)

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Ji Sung-ho, 35, sobrevivía durante su infancia robando carbón de los trenes hasta que cayó a la vía y perdió una pierna y una mano. Huyó en 2006 con estas muletas caseras. (Reuters)

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Para construir las maletas caseras de Ji, varios amigos y parientes tuvieron que robar trozos de madera, exponiéndose a duros castigos. Por eso se ha negado a deshacerse de ellas: "Hay un montón de amor en ellas", explica. (Reuters)

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Song Byeok, 48, era un artista propagandísitico en Corea del Norte. Su padre se ahogó intentando cruzar el río Tumen en 2000. Song huyó al año siguiente. (Reuters)

Huir de Corea del Norte al sur es altamente peligroso. Las represalias son terribles, y los castigos pueden extenderse a familiares y a descendientes del fugado hasta tres generaciones. 

Pese a ello, cada año, más de un millar de norcoreanos cruzan ilegalmente el río Tumen—en pasos escogidos poco profundos, en verano, o sobre su superficie congelada en invierno— y escapan a la provincia china de Jilin, de etnia mayoritariamente coreana, donde se benefician de la existencia de redes de apoyo que les ayudan a llegar a otros países —entre ellos Mongolia, Filipinas, Tailandia, Vietnam, Laos y Japón—, y de allí a Corea del Sur. La otra ruta, el cruce a través de la Zona Desmilitarizada, es casi suicida: 250 kilómetros de largo y cuatro de profundidad, cercados con alambre de espino, estrechamente supervisados por patrullas y francotiradores, con medidas de vigilancia electrónica y fuertemente minados.

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