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La historia del futbolista afgano de 17 años que cayó del avión al huir de Kabul
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La historia del futbolista afgano de 17 años que cayó del avión al huir de Kabul

Zaki Anwari no veía futuro para un país controlado por los talibanes. Las imágenes virales de su muerte han horrorizado al mundo

Foto: Foto: EC Diseño.
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Cientos de afganos se agolpan en las pistas de aterrizaje del aeropuerto internacional Hamid Karzai para intentar subirse a un avión de transporte del Ejército estadounidense, de 140 toneladas de peso, que ya está en rodaje. Dos helicópteros Apache vuelan bajo, intentando dispersarles.

Vestido con una túnica verde, Zaki Anwari, de 17 años, se abre paso entre la multitud hasta alcanzar el avión. Se agarra al tren de aterrizaje y aguanta allí mientras el avión acelera a casi 200 kilómetros por hora.

Unas horas antes, mientras salía el sol sobre un Kabul bajo el control de los talibanes, Anwari, un alumno de último año de secundaria y mediocampista ofensivo del equipo juvenil nacional de fútbol, llamó por teléfono a su hermano mayor para decirle que si no huía de Afganistán, no volvería a jugar.

“No lo hagas, vuelve, tú eres listo, no vayas”, le rogó su hermano Zakir.

“Tengo que intentarlo”, respondió Zaki.

placeholder Zaki Anwari tenía 17 años y era una promesa del fútbol afgano. (Dirección General de Educación Física y Deportes de Afganistán)
Zaki Anwari tenía 17 años y era una promesa del fútbol afgano. (Dirección General de Educación Física y Deportes de Afganistán)

Ya son millones los que han visto las imágenes que muestran lo que pasó después, imágenes que definen la caótica retirada de Estados Unidos de una guerra de dos décadas de duración que resonaba de forma inquietante con los ataques del 11 de septiembre que la desencadenaron. Mientras el C-17 Globemaster III ascendía sobre Kabul, Zaki Anwari cayó.

La tripulación decidió, en el momento, que despegaría para intentar escapar de la muchedumbre que se agolpaba en torno al avión. Anwari, apodado el Escudo por su habilidad para evitar que le robasen el balón, no pudo agarrarse más.

“Se está cayendo gente”, se oye decir a un observador en un vídeo grabado desde la pista en el que se muestra a la gente corriendo hacia las siluetas que se precipitan al suelo. “Dios mío, Dios mío”.

Según los organismos de ayuda, ese día murieron al menos dos jóvenes más: uno se precipitó del avión más o menos a la vez que Anwari y otro murió aplastado cuando replegaron el tren de aterrizaje. Varios jóvenes más podrían haber corrido la misma suerte si no hubieran saltado justo antes de que las ruedas se separasen de la pista.

Foto: Marines estadounidenses prestan asistencia en un puesto de control de evacuación en el aeropuerto de Kabul. (EFE) Opinión
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Todos pertenecían a una generación de afganos que no ha vivido bajo el régimen talibán y estaban lo suficientemente aterrorizados como para agarrarse a un avión militar que ya aceleraba si eso conllevaba una posibilidad de escapar.

No solo ha caído Kabul. Ha caído una generación entera que creía en, y trabajaba por, un Afganistán progresivo”, escribió en Twitter la poeta Shafiqa Khpalwak, afincada en Kabul. “Confiaban en el mundo. Y ansiaban un futuro mejor”.

La reconstrucción relatada a continuación se ha elaborado a partir de entrevistas con amigos de Zaki Anwari y testigos de los hechos, así como la revisión de vídeos, expertos en aviación y fotos de lo ocurrido.

Las Fuerzas Aéreas de EEUU han declarado por escrito que están llevando a cabo una investigación para “entender mejor cómo sucedieron los hechos” y “evitar que algo así vuelva a ocurrir”.

El fútbol, actividad despreciada por los talibanes, se convirtió en un símbolo de la reintegración de Afganistán en el mundo

La mayoría de los 38 millones de habitantes de Afganistán no habían nacido la última vez que los talibanes controlaban el país. Con 17 años, Anwari y sus compañeros de equipo habían tenido una infancia que para sus padres fue inimaginable.

El fútbol, actividad despreciada por los talibanes, se convirtió en un símbolo de la reintegración de Afganistán en el mundo. Los niños y niñas de colegios ubicados en ciudades como Kabul, Kunduz o Kandahar declaraban su lealtad a equipos de otros continentes, como el Barcelona, el Manchester United o el Chelsea.

Zaki Anwari entró en el equipo nacional y jugó como centrocampista en el mismo estadio en el que, años atrás, los talibanes, con sus turbantes negros, habían llevado a cabo ejecuciones por decapitación, lapidación y fusilamiento y habían colgado las extremidades amputadas de ladrones de las porterías.

Ante el retorno de los talibanes, Anwari pasó a formar parte del torrente de atletas de élite que buscaban salir del país. Algunos futbolistas que intentaban escapar han sido apaleados en controles de carretera talibanes. Otros han sido visitados en sus hogares por talibanes amenazadores. El martes, la Federación Internacional de Futbolistas Profesionales, una agrupación mundial de atletas, anunció que había ayudado a llevar a 77 mujeres futbolistas y a sus familias a Australia en avión.

Foto: Joe Biden (d) y Boris Johnson durante la cumbre del G7 en junio. (Reuters) Opinión

Zaki estaba decidido a escapar por sí mismo. A principios de mes, a medida que los talibanes se acercaban a la capital, Anwari y sus amigos habían debatido sobre qué podían hacer. Según uno de sus amigos, el joven futbolista había declarado, mientras comían ternera con arroz, que “todos deberíamos irnos. Si vienen, yo me iré de este país”.

Anwari nació en Kabul dos años después de que la coalición militar liderada por Estados Unidos derrocase a los talibanes y justo antes de que Afganistán celebrase elecciones y estableciera una constitución nueva. Era un ciudadano de la ciudad más socialmente liberal del país, y su vida había transcurrido a lo largo del lento proceso de globalización de la sociedad.

Zaki era el hijo de un empresario retirado y alumno del Instituto Francés, un centro de élite ubicado en un campus aislado cerca del palacio presidencial. Fue capitán del equipo del centro, y en 2015 ya jugaba en clubes locales luciendo el dorsal número 10, igual que varios grandes futbolistas: Diego Maradona, Pelé y Messi, su ídolo. Tomando como ejemplo a Messi, utilizaba vídeos de YouTube y entrenaba hasta tarde intentando imitar el regate del argentino y su ojo para los pases.

Anwari y sus amigos comparaban historias aterradoras sobre lo que la generación de sus padres había sufrido bajo el régimen talibán. En 2017, la guerra se inmiscuía cada vez más en su mundo. Ese verano, un terrorista suicida detonó una bomba en una intersección al lado del colegio, y Zaki y sus amigos huyeron despavoridos.

Una victoria talibana dejaría hechos añicos todos sus sueños, de fútbol y más allá. “Era joven y nunca había visto a los talibanes”

Abdullah, amigo de Anwari, explicó que el colegio permaneció cerrado una semana. “Zaki estaba muy conmocionado”, recordó.

En 2018, el joven acudió a clase con una sorpresa en la mochila: su flamante camiseta roja del equipo nacional juvenil de fútbol. “Nos invitó a todos a hamburguesas para celebrar”, contó Abdullah.

Subió fotos a Facebook llevando la camiseta, con expresión confiada y decidida. En otra foto, en la que sale vestido con traje, escribió: “Tú eres el pintor que pinta tu vida. No le des el pincel a nadie más”.

El estado de ánimo del joven futbolista empeoró a lo largo del mes de agosto, a medida que avanzaban los talibanes. Acudió a su hermano Zakir para decirle que una victoria talibana dejaría hechos añicos todos sus sueños, de fútbol y más allá. “Era joven y nunca había visto a los talibanes”, matizó Zakir. “Tenía miedo”.

Foto: Soldados británicos evacúan civiles afganos en Kabul. (Getty)

La noche que los talibanes llegaron a las puertas de Kabul, Anwari llamó por teléfono a Frotan, su compañero del equipo nacional, y le preguntó: “¿Cómo haremos para seguir jugando al fútbol?”.

“Todos nuestros sueños se habían desvanecido de golpe”, contó Frotan en una entrevista.

El lunes por la mañana, al día siguiente de que los talibanes tomasen Kabul, Anwari le dijo a su hermano Zakir que iba a llevarse el coche familiar para limpiarlo. A las 10:57 de la mañana llamó por teléfono a Zakir, y se oían de fondo los motores y el ruido de la multitud.

“Estoy en el aeropuerto”, avisó Zaki.

“No tienes visado ni billete. Vuelve a casa”, le espetó Zakir.

“Ya estoy cerca del avión”, respondió. “Esta es una oportunidad para confiar en Dios”.

"Ante el rápido deterioro de la situación de seguridad en torno a la aeronave, decidieron abandonar el aeropuerto"

Cerca de allí, el C-17 estadounidense, cargado de equipamiento, acababa de aterrizar en las pistas militares del aeropuerto internacional Hamid Karzai. El día anterior, un avión de este mismo modelo había evacuado a 823 afganos que treparon por la rampa de carga y se apelotonaron en el enorme interior de la aeronave.

Ese día, cientos de ciudadanos más, y entre ellos Zaki Anwari, se habían colado en el aeropuerto y se agolpaban en las pistas, con la esperanza de conseguir lo mismo. Antes de que la tripulación del C-17 pudiese bajar su cargamento militar del avión, los afganos se lanzaron sobre la aeronave, desesperados por subir a bordo.

En medio del caos, el piloto del C-17 tomó una decisión: el avión tenía que salir de Kabul inmediatamente, sin pasajeros.

"Ante el rápido deterioro de la situación de seguridad en torno a la aeronave, decidieron abandonar el aeropuerto lo antes posible", explicó un portavoz de las Fuerzas Aéreas.

Foto: Salem Wahdat saluda al rey Juan Carlos en Madrid en 2012, durante la presentación de Cartas Credenciales del embajador de Afganistán Massoud Khalili.

Según Cedric Leighton, un coronel de las Fuerzas Aéreas retirado y fundador de una consultoría de seguridad, esta era la mejor de todas las malas opciones disponibles. "Tienes que tomar una decisión como tripulación: ¿qué es más importante la seguridad de mi tripulación, del avión y de la carga o la seguridad de los que están colgados en mi avión?", planteó. "No sabes quién es esa gente".

El avión dio la vuelta y comenzó a rodar por la pista, flanqueado por Humvees blindados y dos helicópteros que volaban bajo por encima de la multitud. La muchedumbre se recompuso rápidamente, vitoreando y gritando, mientras cientos de hombres se agolpaban alrededor de las gigantescas alas del avión y de sus cuatro estruendosos motores.

Anwari había conseguido posicionarse a la cabeza de un pequeño grupo de hombres con un estado físico que les permitió subirse al tren de aterrizaje del avión a medida que este comenzó a acelerar. A su alrededor, todos trataban de agarrarse a cualquier parte del avión. Un hombre incluso había optado por agarrarse a los soportes que sujetaban la rueda delantera.

A medida que el C-17 cogió velocidad, muchos se soltaron y salieron corriendo por la pista. Otros que corrían al lado del avión gritaban

En vídeos grabados por personas allí presentes, se ve a Anwari agarrado al exterior del avión, mirando al frente, con los músculos tensos y la mirada endurecida, totalmente concentrado. A su alrededor, otros hombres agarrados al avión saludaban entusiasmados a la multitud o miraban al frente, claramente asustados.

A medida que el C-17 cogió velocidad, muchos se soltaron y salieron corriendo por la pista. Otros que corrían al lado del avión gritaban o daban puñetazos al aire mientras el rugido de los motores se intensificaba y el avión aceleraba.

“Pero ¿dónde vamos?”, gritó uno de los hombres que aún se agarraba al avión. “El viento nos va a tirar”, advirtió otro, y más hombres abandonaron sus precarias posiciones para salvarse.

Zaki Anwari no se soltó.

Un par de horas después, su hermano Zakir recibió una llamada. La voz al otro lado del teléfono preguntó: “¿Conoce a Zaki Anwari?”.

*Contenido con licencia de ‘The Wall Street Journal’.

Cientos de afganos se agolpan en las pistas de aterrizaje del aeropuerto internacional Hamid Karzai para intentar subirse a un avión de transporte del Ejército estadounidense, de 140 toneladas de peso, que ya está en rodaje. Dos helicópteros Apache vuelan bajo, intentando dispersarles.

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