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Las últimas horas de Kabul, en primera persona desde el Palacio Presidencial
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Emirato talibán, semana 1

Las últimas horas de Kabul, en primera persona desde el Palacio Presidencial

Desde su trabajo en el Gobierno, Abdoul vivió la vertiginosa caída de Kabul desde el propio Palacio Presidencial; cómo el presidente tenía que huir y los talibanes se hacían con el poder

Foto: Los talibanes, en el Palacio Presidencial. (Al Jazeera)
Los talibanes, en el Palacio Presidencial. (Al Jazeera)

"Ese día salí de casa a las 8, después de mi cafecito. Fui al trabajo, saludé a mis compañeros, a mis jefes. Todos fuimos al trabajo con normalidad. Un día normal. A las 11 ya se había acabado todo. Habían llegado los talibanes".

Desde su trabajo en la oficina de Administración y Servicios del Consejo de Seguridad Nacional del Gobierno afgano, Abdoul vivió la vertiginosa caída de Kabul desde el propio Palacio Presidencial; cómo el presidente tenía que huir y los talibanes se hacían con el poder. Con la entrada de los islamistas en el Palacio el pasado domingo, Afganistán empezó una nueva era, la del segundo Emirato talibán.

Foto: Talibanes en Kandahar. (EFE)

Una tras otra, en apenas dos semanas, las capitales de provincia iban cayendo ante el avance talibán. Los reportes que iban llegando al Palacio eran cada vez más desesperados. El jueves caía Ghazni, 140 kilómetros al sur de Kabul. El sábado, Pul-e Alam, a poco más de 60 kilómetros. Ese día fue el último que el presidente afgano, Ashraf Ghani, grabó un mensaje para el pueblo, en el que aseguraba que se habían puesto en marcha "consultas" con líderes políticos y socios internacionales para encontrar "una solución política que aporte paz y estabilidad al pueblo afgano". El domingo, día laborable en Afganistán, Abdoul acudió al trabajo, como cada día. Unas horas después, los talibanes estaban ya a las puertas de la ciudad.

"Nunca creímos que este día llegaría tan rápido. Fue muy dramático, y al mismo tiempo era no poder aceptarlo, no creíamos que estaba pasando", recuerda Abdoul por teléfono a El Confidencial. "A las 11 lo vi desde la ventana de mi oficina, todos los que estaban dentro del palacio salieron. ¿Qué está pasando?, ¿Qué está pasando? Llegaron los talibanes".

La fuerza talibán, envalentonada en un 'momentum' de victorias continuas sobre el Ejército, llegó a las puertas de Kabul con el camino expedito. Sobre el papel, la toma por la fuerza de Kabul, una ciudad de 5 millones de personas, no debería ser fácil: un núcleo urbano densamente poblado y protegido por el grueso de lo que quedaba del humillado Ejército afgano. Los talibanes se apostaron en los barrios periféricos, afirmando que no entrarían "por la fuerza" en la capital para evitar víctimas civiles. Se pusieron entonces en marcha los engranajes en el Palacio Presidencial.

"Fue muy duro, yo estaba llorando. Vi a los soldados, que con tanto orgullo que tenían, de que están en el Palacio, ayudando al país, protegiendo al presidente... Y yo los vi, que tenían que deponer las armas, vi en sus ojos qué tan difícil era dejar sus armas... Pero el presidente dijo, claramente ya no podemos hacer nada más si los talibanes quieren atacar, en el palacio hay ocho mil personas trabajando, si atacan, miles de personas van a morir; por eso les dejamos que entraran [en el Palacio]", relata Abdoul.

"No tuvimos tiempo de nada, no tuvimos la oportunidad de destruir documentación que nos identificara, tuvimos que dejarlo todo corriendo"

Kabul ya estaba perdida, pero desde el Gobierno se intentó un último esfuerzo para negociar una suerte de 'gobierno de transición' o 'de unidad'. Desde la más absoluta debilidad, el intento era casi fútil. Los talibanes no esperaron. Poco después de las 18:30 hora local (16:00 hora española), el portavoz de los talibanes, Zabihullah Mujahid, lanzó un comunicado ordenando a los combatientes talibanes entrar en los primeros barrios de las afueras de Kabul, "para evitar el caos y saqueo" por la retirada de las fuerzas policiales y del Ejército afgano. "Los ciudadanos de Kabul no deben tener miedo por los muyaidines [combatientes], nuestras fuerzas entrarán en la ciudad de Kabul muy fácilmente", añadía el comunicado.

"No tuvimos tiempo de nada, no tuvimos la oportunidad [de destruir documentación que les identificara]. Tuvimos que dejarlo todo corriendo, claramente los talibanes van a encontrar esos documentos, esos datos, y buscarnos. Tienen cómo es mi cara, el color de mi cabello, de la barba, mi número de teléfono, mi correo... Tienen todos mis datos. Y más ahora que algunos de nuestros compañeros ya están trabajando para los talibanes", asegura Abdoul.

"Los talibanes ya estaban a las puertas. Los talibanes acordaron que ellos vendrían, pero que antes habría que hacer una 'transición pacífica', pero no esperaron y llegaron a las puertas del Palacio para matar al presidente, esos eran sus planes".

placeholder Milicianos talibanes en Kandahar. (EFE)
Milicianos talibanes en Kandahar. (EFE)

Los talibanes se encontraron el Palacio desierto. Miles de personas se agolpaban en la carretera al aeropuerto, intentando huir en alguno de los pocos vuelos comerciales que todavía salían. Las embajadas occidentales evacuaban a su personal a contrarreloj, los helicópteros 'Chinook' sobrevolaban los tejados. El más absoluto caos. El Palacio presidencial apenas dista seis kilómetros del aeropuerto, pero Abdoul no consiguió llegar a tiempo. "Kabul era como una película de 'zombis', todo lleno de coches, era muy difícil llegar a casa, coger el pasaporte y salir, me quedé... Y luego los talibanes ya estaban en el poder y tuve miedo de salir y ser reconocido".

En medio del caos y el miedo que empujaba al aeropuerto a miles de personas, un vídeo difundido por la cadena catarí Al Jazeera recogía cómo un primer grupo de talibanes, fuertemente armados, entraban en el Palacio, paseando por los salones y las oficinas. Unos milicianos barbudos entraron y se sentaron en los sillones en el despacho del ya expresidente Ashraf Ghani, en el corazón del Palacio, mientras comparaban su éxito con el retorno del Profeta Mahoma a la Meca y repetían, recitando versos del Corán, "cuando Alá ayuda, el triunfo llega". La bandera nacional negra, roja y verde se arriaba y se sustituía con la talibán, blanca con la 'shahada' ("no hay más dios que Alá y Mahoma su profeta"). Con el Palacio, se derrumbaba el símbolo del 'nuevo Afganistán' que Occidente dejaba a toda prisa y pretendía que anduviera solo.

"Fue muy duro [ver esas imágenes]. Recuerdo cada oficina, los salones donde teníamos reuniones, conferencias... Y ellos están ahí. No deberían estar ahí, no pueden estar ahí", lamenta, todavía en estado de negación. "Fue muy duro verlo: estos hombres sucios, que no saben sentarse en una silla, no saben cómo hablar, no saben nada de cómo es gobernar una ciudad... Y están allá. Es muy doloroso. No voy a aceptar que ellos me representen. Nunca en mi vida. No voy a aceptar que cambien la bandera".

Huida del presidente

El presidente Ashraf Ghani huyó esa misma noche. Según se ha filtrado a la prensa local, primero en avión a Tayikistán, que presuntamente habría rechazado ofrecerle asilo, y el miércoles se anunció que recalaba en Emiratos Árabes Unidos. En un mensaje ese mismo domingo, presumiblemente ya en una localización segura, Ghani concedió la derrota, afirmando que los talibanes "han ganado el juicio de la espada" y que había huido del país para evitar un baño de sangre. "Hoy me enfrenté a una dura elección, enfrentarme a los talibanes armados que querían entrar en el Palacio o salir del país al que he dedicado mi vida para protegerlo en los últimos 20 años. [...] Con el fin de evitar un baño de sangre, pensé que era mejor salir". La agencia rusa TASS, citando a un empleado sin identificar de la embajada, afirmó que el presidente y colaboradores cercanos habían huido acompañados de varias maletas llenas de dinero.

"Es mejor que huyera. Yo personalmente no quiero ver cómo matan a mi presidente. Sería como atacar nuestro orgullo. Imagínate que lo veo en las noticias, las imágenes de mi presidente asesinado, como pasó con el expresidente [el comunista Mohammad Najibulá, ajusticiado por los talibanes en 1996 cuando tomaron por primera vez el poder. Fue torturado, castrado -según algunas fuentes- y ejecutado al día siguiente, su cadáver arrastrado por las calles de Kabul y expuesto colgado de un semáforo].

Cuando los talibanes estaban entrando en la ciudad, mientras el Palacio entraba en pánico, Abdoul cuenta que las fuerzas especiales de protección del presidente (PPF) intentaban calmar a los empleados, afirmando que no estaba pasando nada... "Pero ellos ya sabían que iba a pasarle algo al presidente. La única opción era sacarlo inmediatamente. Trataron de llevarlo y dejarlo en el aeropuerto, la única zona segura [de Kabul] porque estaba controlada por los estadounidenses, pero los estadounidenses no dejaron que el helicóptero se quedara allí en el aeropuerto, así que el presidente dijo de volar fuera [al extranjero]". Sobre las presuntas maletas de dinero, Abdoul, leal, niega la posibilidad. "Yo lo vi salir, fui de los últimos que cerraron y salieron del palacio, lo vi salir con otra gente del Consejo de Seguridad Nacional y no lo vi salir con ningún bolso de dinero. No estaba planeado, el presidente no tenía planeado huir".

Las declaraciones públicas de otras autoridades afganas apuntan también en esa línea. En un mensaje de vídeo, el presidente del Alto Consejo para la Reconciliación Nacional de Afganistán, Abdullah Abdullah aseguró que el "expresidente" Ghani no dimitió, sino que fue obligado a dimitir, y le culpó de la caída de Afganistán. "Mi esperanza es que Alá y el pueblo de Afganistán decidan sobre el expresidente, que abandonó el país y puso a la nación en esta situación", dijo Abdullah. "Nos ató de manos y vendió el país. Malditos sean él y su banda", afirmó el entonces ministro de Defensa, Bismillah Khan Mohammadi. Mohammadi, "listo para morir por su país", se habría desplazado al valle del Panjshir, donde se están atrincherando la incipiente resistencia afgana contra el régimen talibán.

Profundamente divisivo, acusado de falsear dos polémicas elecciones presidenciales, incapaz a la hora de la verdad de obtener la lealtad de la miríada de señores de la guerra de Afganistán y cada vez más aislado en los dorados salones del palacio, Ghani ha sido la cabeza de turco más clara de la caída de Kabul. Estados Unidos lo criticó personalmente, culpándole a él y al Ejército afgano de "no luchar", facilitando el vertiginoso avance talibán.

Foto: Un soldado afgano en Kandahar. (EFE)

"Biden dice que nuestras fuerzas no pelearon y mira, perdimos 69.000 soldados. ¿Cómo puedo decir que nosotros no fuimos a pelear contra los talibanes? Aparte de eso, 50.000 personas civiles en esos 20 años", critica Abdoul. "Nos abandonó de la noche a la mañana", critica, y cuenta un ejemplo del propio Palacio: "Teníamos una propiedad que era parte de la oficina y al lado estaba la CIA, que alquilaban todas las casas de alrededor y ya nadie podía entrar sin permiso, ni nosotros para entrar a nuestra oficina. Ese campo, enorme, lo dejaron en una hora. Cuando yo entré, vacío, todavía estaba todo funcionando, hasta el aire acondicionado. Fui a la cocina y estaba todavía caliente. Así lo dejaron. También dejaron sus bases sin avisar, el campo de Bagram, por ejemplo, que tiene un aeropuerto más grande [que el de Kabul], lo dejaron por la noche, se fueron, sin avisar ni hacernos una introducción... Nada. Esa salida crea un vacío, un espacio, que nosotros tenemos que llenar de repente. Claramente, nosotros podemos perder, porque ellos [EEUU] han creado la oportunidad para perderla".

Emirato talibán de Afganistán, semana 1

El segundo Emirato talibán de Afganistán está hecho, y los talibanes han dado a entender que quieren gobernar, esta vez para largo. "Cuando gobernaron Afganistán del 1994 a 2001 fue un absoluto desastre, no sabían gestionar nada, ni siquiera hablaban dari, 'lingua franca' en Kabul. Pero en la última década se han vuelto mucho más sofisticados en ese área, aprendiendo explícitamente a llevar estructuras administrativas", explica Thomas Johnson, investigador de la Universidad de Monterey, California y autor del libro 'Narrativas de los talibanes'. En esta semana, los talibanes han demostrado haber aprendido las reglas de la propaganda, vendiendo una cara más moderada e incluso asegurando que se respetarán los derechos de las mujeres "dentro de la sharía".

Un 'pragmatismo' y promesas de moderación pensados para obtener el ansiado reconocimiento internacional que les evite convertirse, como fueron en 1996-2001, un estado paria. El jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, hablaba de "perseguir un diálogo por razones prácticas" con los talibanes, mientras que el portavoz del Departamento de Estado de EEUU, Ned Price, afirmaba que "un futuro Gobierno afgano que (...) no dé refugio a terroristas y proteja los derechos básicos de su pueblo, incluyendo los derechos fundamentales de la mitad de su población —mujeres y niñas—, es un Gobierno con el que seríamos capaces de trabajar". Todavía ningún país, ni siquiera los más abiertos al entendimiento con los talibanes como China, Rusia o Pakistán, han reconicido oficialmente el gobierno talibán. "Parece que no quieren ser el primero que rompa filas pero, aunque no utilicen la palabra oficial, China por ejemplo va a trabajar con ellos", sostiene Laurel Miller, directora del programa Asia en el instituto de análisis Crisis Group.

De momento, Estados Unidos ha congelado casi 9,5 billones de dólares (unos 8.100 millones de euros) en activos pertenecientes al Banco Central de Afganistán para evitar que caigan en manos de los talibanes. El Fondo Monterario Internacional también ha bloqueado, al menos temporalmente, los préstamos concedidos al gobierno afgano, augurando una fuerte crisis económica y financiera para el nuevo régimen.

En esta primera semana, mientras los ojos occidentales estaban en las caóticas escenas de la evacuación del aeropuerto, con los talibanes controlando los accesos y las tropas estadounidenses desplegadas dentro del aeródromo, las calles de algunas ciudades afganas se han enfrentado a sus primeras protestas contra el régimen talibán. Con los agentes de policía clásicos sutituidos por milicianos armados con fusiles, los talibanes han respondido con violencia y disparos que han dejado al menos tres muertos.

Foto: Protestas en Afganistán (EFE)

Ahora Abdoul vive como muchos kabulíes, oculto en casa esperando a que un grupo de talibanes llame a su puerta. Como exfuncionario del Gobierno, teme ser ajusticiado. "Si has trabajado para el gobierno central, si te encuentran te matan", afirma. Según un reciente informe de una agencia de inteligencia noruega elaborado para Naciones Unidas, líderes talibanes han comenzado a elaborar una 'lista negra' de nombres y habrían ordenado a los milicianos 'dar caza' a aquellos que trabajaron con las fuerzas occidentales o en puestos clave de la Administración afgana. "Los talibanes están intensificando la persecución de todos los individuos y colaboradores del antiguo régimen y, si no tienen éxito, atacan y arrestan a las familias y las castigan de acuerdo con su propia interpretación de la ley islámica".

Este sábado, la reportera de la cadena CNN abandonaba finalmente el país. Con ella, se van algunas de las cámaras más importantes de la información internacional y dejan Kabul sin más ojos que observen si los talibanes cumplen o no sus promesas. Empieza ahora el nuevo Emirato.

* El nombre de Abdoul ha sido cambiado en este artículo por razones de seguridad.

"Ese día salí de casa a las 8, después de mi cafecito. Fui al trabajo, saludé a mis compañeros, a mis jefes. Todos fuimos al trabajo con normalidad. Un día normal. A las 11 ya se había acabado todo. Habían llegado los talibanes".

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