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"Los talibanes los van a matar a todos": la verdad que Occidente quiere olvidar en Afganistán
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Retirada de las tropas Occidentales

"Los talibanes los van a matar a todos": la verdad que Occidente quiere olvidar en Afganistán

El repliegue total es inminente. Tras la evacuación de la base militar de Bagram, apenas quedan ya soldados norteamericanos en el país

Foto: Foto de archivo de tropas estadounidenses en Afganistán. (Reuters)
Foto de archivo de tropas estadounidenses en Afganistán. (Reuters)

Montañas de basura y chatarra. En los alrededores de la histórica base militar de Bagram, poco antes de que el último soldado estadounidense arríe la bandera de barras y estrellas en Afganistán, las tropas norteamericanas están dejando un rastro de toneladas de chatarra militar abandonada, todo lo que no pueden ni trasladar de vuelta a casa ni ceder a las tropas afganas y que no debería llegar a manos de los talibanes: tiendas de campaña rajadas, vehículos destrozados a nivel de chatarra de desguace, materiales inutilizados para que apenas se pueden vender al peso… Son los últimos restos del brutal despliegue logístico de la retirada casi contrarreloj de las tropas de EEUU de una guerra que se ha prolongado durante 20 años y que ahora abandonan con la rapidez casi de una huida.

El repliegue total es inminente. Tras la evacuación de la base militar de Bagram, epicentro de la respuesta militar estadounidense en el país desde 2001 hasta el pasado viernes, apenas quedan ya soldados norteamericanos en el país, de los más de 13.000 que había en 2020. En las últimas semanas se ha acelerado el proceso, con el 4 de julio, fiesta nacional estadounidense, en mente. Un aniversario más adecuado que la fecha límite inicial anunciada por el presidente Joe Biden, el 11 de septiembre, para el fin de la guerra más larga de la historia de EEUU, y también una de las más costosas, que deja un agujero presupuestario de dos billones de dólares. Una fecha también para esquivar las preguntas incómodas en medio de la algarabía por el 4 de julio de la reapertura de EEUU tras la pandemia de coronavirus. "No voy a responder a más preguntas sobre Afganistán, mirad, es 4 de julio, tengamos un fin de semana festivo, están pasando cosas buenas", respondía Biden a las preguntas de los periodistas tras anunciarse el cierre definitivo de la base en Bagram. Oficialmente, el repliegue definitivo será a finales de agosto.

Foto: Donald Trump. (Reuters)

Hay muchas preguntas sin responder desde que el presidente anterior, Donald Trump, firmó en 2018 un acuerdo con los talibanes para sacar a sus tropas de Afganistán, como paso previo a un diálogo de paz entre el gobierno afgano y los talibanes. Biden ha respetado el acuerdo, pero hay muchas verdades desatendidas sobre Afganistán que dejan atrás: casi la mitad de los distritos del país están en manos de los talibanes, quienes han logrado avances territoriales históricos en la última semana, se suceden los atentados terroristas incluso en Kabul, deserciones masivas de unas fuerzas de seguridad afganas desincentivadas y la reactivación de las milicias civiles que se están armando ante lo que ven como incapacidad del gobierno en Kabul, mientras la miríada de señores de la guerra pertrechan sus armas y miden sus escasas lealtades hacia el presidente Ashraf Ghani.

El escenario es tal, que en apenas seis meses podría caer el gobierno centralsegún un informe de inteligencia estadounidense obtenido por el WSJ— y desatarse incluso una nueva guerra civil. Estados Unidos se retira ahora sin haber conseguido estabilizar el país y sin apenas resultados que ofrecer.

"Cuando llegaron las tropas, todos pensábamos que iban a dejar un país mejor cuando se fueran. Sin embargo, ahora se van. Imaginábamos que ellos traerían al menos seguridad. Al final hemos visto que todo era un juego, así nos sentimos. Y los talibanes están otra vez empoderándose, se sienten ganadores, que han vencido a Occidente", dice Jahir Din a El Confidencial. Él es uno de los casi treinta afganos que trabajaron como intérpretes para las tropas españolas en Afganistán. Acompañando a la salida de EEUU, la OTAN anunció que retiraría cerca de 7.000 tropas no estadounidenses del país. El pasado 13 de mayo regresaron a España los últimos 24 militares desplegados en Afganistán tras 19 años de misión. Una semana antes, Canadá arriaba también su bandera en Kabul. El 29 de junio, los últimos miembros del segundo contingente occidental más numeroso, Alemania, dejaban sus bases. Italia y República Checa lo hacían un día después.

La reconquista talibán

Atrás dejan a miles de afganos que han colaborado de un modo u otro con las tropas occidentales y que ahora temen que esa colaboración les cueste la vida ante el avance talibán. Se desconoce cuáles son exactamente los compromisos que los talibanes aceptaron en el acuerdo firmado con Estados Unidos (más allá de asegurar que el país no se convertirá en refugio seguro para el terrorismo internacional, como cuando acogieron a Bin Laden), pero en los últimos días, los talibanes han acelerado su ofensiva, invadiendo y conquistando varios distritos, algunos incluso ante la rendición de las tropas afganas (dejando material cedido o financiado por los estadounidenses en manos de los talibanes).

Especialmente significativos son sus avances en el norte del país, zona geográfica que nunca había sido su bastión (los talibanes, en su mayoría de etnia pastún, son tradicionalmente fuertes en el sur y este del país) y que además les está permitiendo controlar varias rutas de transporte, comercio y abastecimiento de combatientes, incluyendo el principal paso fronterizo con la frontera con Tayikistán o el estratégico distrito de Doshi, por donde pasa la única carretera que une Kabul con el norte de Afganistán. Según los últimos cálculos, los talibanes controlan más de un cuarto de los distritos del país (168 de 407), casi la mitad territorial de Afganistán, en su mayoría áreas rurales, mientras que las tropas afganas y sus cambiantes aliados controlan los núcleos urbanos.

El portavoz de los talibanes, Zabihullah Mujahid, afirmaba a la cadena NBC News que "por ahora" no van a intentar tomar la recién cedida base de Bagram, un golpe estratégico y psicológico que sellaría la narrativa —y que alimentaría a los yihadistas de todo el mundo— de la derrota de EEUU frente a la resistencia muyahidín. "Ahora mismo no es parte de nuestra estrategia capturar bases militares como la de Bagram, pues nuestro plan es capturar pequeñas instalaciones y zonas fuera de las ciudades", detallaba Mujahid.

"La mayoría de los distritos que han sido tomados rodean capitales provinciales, lo que sugiere que los talibanes se están posicionando para tratar de hacerse con esas capitales una vez que las fuerzas extranjeras se hayan retirado totalmente", apuntaba Deborah Lyons, enviada de Naciones Unidas para Afganistán.

"Los van a matar a todos"

Los talibanes han prometido, en un comunicado hace un mes, que no pasarán a cuchillo a los 'infieles' y 'traidores' 'colaboracionistas' ("así nos llaman ellos", explica Din). En el caso de Estados Unidos, las cifras de personas que han colaborado de un modo u otro con el contingente estadounidense son miles, que están esperando a que sus visas sean aceptadas. Biden ha asegurado que "no se dejará a nadie atrás", pero hay más de 18.000 solicitudes pendientes de responder en un proceso que se puede prolongar más de tres años, según detalla a El Confidencial Julie Kornfeld, abogada del International Refugee Assistance Project y que está llevando el caso de varios traductores afganos que trabajaron para las tropas estadounidenses, la mayoría todavía pendientes de resolución y atrapados en Afganistán mientras se acelera el despliegue.

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Civiles afganos se arman Helmand (Afganistán) ante el avance talibán. (EFE)

Jahir Din y otros cerca de cuarenta compañeros se vieron en la misma tesitura en 2013, cuando solicitaron la protección de España, que al principio se resistió para finalmente ceder tras la presión despertada por la publicación de su historia en periódico El Mundo. Después de muchas vueltas, Din ahora trabaja en Canarias.

Jahir empezó a trabajar con las tropas españolas muy joven, apenas todavía un alumno de la universidad, donde estudiaba español. Un militar acudió en una ocasión, invitado por los profesores, a preguntar si alguien quería hacer prácticas trabajando con las tropas españolas. Jahir tomó entonces una decisión que ha marcado completamente su vida y le ha desterrado ya para siempre —salvo que cambien las tornas— de Afganistán. "Algunas veces tomas decisiones que marcan tu vida. Creía que tenía suerte: que iba a trabajar con la OTAN, con las fuerzas internacionales, encima pagaban bien (según los sueldos de Afganistán). Creíamos que cuando acabara sería mejor que entonces. No creía que iba a cambiar todo el rumbo de mi vida. Me arrepiento [de haber colaborado con las tropas españolas] sobre todo por mi familia". Jahir ya ha pagado en sus carnes el drama de Afganistán: su hermano fue asesinado en Faryab, su provincia de origen.

placeholder Soldados del Ejército afgano (ANA) este julio. (EFE)
Soldados del Ejército afgano (ANA) este julio. (EFE)

"Yo no podía volver a mi provincia [donde los talibanes tenían más control]. A un compañero le amenazaron muchas veces, no hizo caso e incendiaron su casa, aunque por suerte él no estaba en su casa esa noche. Vivíamos con miedo, no siempre en un sitio fijo para evitar esto", detalla Din. "[Si no los sacan de Afganistán, a los que han trabajado con EEUU] los talibanes no los van a dejar, los pueden a matar a todos".

"Muchos de los afganos que represento están recibiendo amenazas de muerte, están en peligro. Colaboraron con el gobierno y ahora no se les puede dejar atrás, las opciones que está dando el Gobierno [el programa de visas específico para afganos] no son suficientes y van muy lentos. Hay decenas de miles de traductores y familiares que esperan salir del país", añade Kornfeld. El Congreso de EEUU acaba de aprobar un programa para acelerar la burocracia y los requisitos para estos trabajadores y sus familias, de momento con limitado éxito.

Foto: Los últimos 24 militares destacados en Afganistán, recibidos por sus familiares en la base de Torrejón de Ardoz (Madrid). (EFE)

Y los que no pueden irse a EEUU están empezando a tomar las armas. El Gobierno afgano ha empezado a organizar esta semana lo que ha denominado una 'Movilización Nacional', armando a voluntarios locales. Analistas advierten que la movilización de civiles está favoreciendo principalmente a los cada vez más poderosos señores de la guerra, con una lealtad muy variable hacia el gobierno central, también percibido como corrupto.

La batalla por el aeropuerto de Kabul

El creciente poder de los señores de la guerra tribales calienta aún el caldo de cultivo perfecto para caer de nuevo en una posible guerra civil, similar a la que sufrió el país en la década de 1990, que incluso destruyó Kabul, y dejó el país en bandeja a los talibanes, que prometían (al menos para quien los apoyase) seguridad. La historia puede repetirse. Una guerra en la que Estados Unidos puede estar, de nuevo, en una situación tan incómoda como la de no poder proteger a sus propios diplomáticos y tener que cerrar la embajada.

Según el Departamento de Defensa de EEUU, cerca de 650 soldados quedarán en el país como una fuerza semipermanente varios meses más después del repliegue del resto de tropas. Su objetivo clave: proteger el aeropuerto internacional Hamid Karzai en Kabul (hasta que se pase el testigo a las fuerzas turcas), pieza central en una hipotética evacuación de su personal diplomático. Según filtraciones obtenidas por 'Politico', la embajada de Estados Unidos en Kabul puede peligrar si no se controla el aeropuerto. No es la primera vez que EEUU podría verse sin embajada en Afganistán. En enero de 1989, dos semanas después de que las tropas soviéticas abandonaran el país, EEUU cerraba su embajada prometiendo que "Estados Unidos volverá". No lo hizo hasta enero de 2002, después de que las tropas estadounidenses entraran en el país para derrocar al régimen talibán.

Estados Unidos abandona el país para cerrar un largo y costoso capítulo de su historia, al menos sobre el terreno. EEUU y la OTAN se han comprometido a financiar con 4 mil millones de dólares anuales hasta 2024 para apoyar a las tropas nacionales afganas. Las prioridades internacionales de EEUU están ahora en otro lugar, sobre todo China. Pero el caos en Afganistán que vendrá tendrá también efectos de seguridad en el resto de escenarios.

Montañas de basura y chatarra. En los alrededores de la histórica base militar de Bagram, poco antes de que el último soldado estadounidense arríe la bandera de barras y estrellas en Afganistán, las tropas norteamericanas están dejando un rastro de toneladas de chatarra militar abandonada, todo lo que no pueden ni trasladar de vuelta a casa ni ceder a las tropas afganas y que no debería llegar a manos de los talibanes: tiendas de campaña rajadas, vehículos destrozados a nivel de chatarra de desguace, materiales inutilizados para que apenas se pueden vender al peso… Son los últimos restos del brutal despliegue logístico de la retirada casi contrarreloj de las tropas de EEUU de una guerra que se ha prolongado durante 20 años y que ahora abandonan con la rapidez casi de una huida.

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