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"La guerra talibán no ha acabado": el hijo de 'el León' se atrinchera en la irreductible Panjshir
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Protestas en Kabul y el Panjshir

"La guerra talibán no ha acabado": el hijo de 'el León' se atrinchera en la irreductible Panjshir

Los talibanes se enfrentan a sus primeras protestas mientras los restos del Ejército y señores de la guerra se atrincheran en el valle del Pansjhir

Foto: Protestas en Afganistán (EFE)
Protestas en Afganistán (EFE)

Unos carros de combate custodian la entrada al valle del Panjshir. Allí descansan los restos de Ahmad Shah Massoud, el histórico señor de la guerra que logró defender la región de la invasión soviética y del primer Emirato Islámico (1996-2001) para pasar a la Historia como 'el León del Panjshir'. Y allí se está atrincherando estos días la incipiente resistencia afgana. En esta sinuosa garganta amurallada por escarpadas montañas, los nuevos insurgentes esperan mantener una posición estratégica apenas a un centenar de kilómetros al norte de Kabul desde donde galvanizar a las heterogéneas fuerzas antitalibanas. La ventaja táctica del emplazamiento es inmejorable, ya que solo tiene una entrada en la boca del valle. Allí esperan los tanques.

El Panjshir es actualmente la única provincia que no ha caído bajo control de los talibanes. Con una superficie de apenas 3.600 kilómetros cuadrados (similar a Santa Cruz de Tenerife) y apenas 170.000 habitantes, una accidentada orografía favorece su defensa. En este tajo verde en un país de arena se quiere hacer fuerte la 'Resistencia del Panjshir' o 'Segunda Resistencia', una unión de exmiembros de la Alianza Norte que ya luchó contra los talibanes en los 90, los restos del humillado Ejército afgano y otros grupos nacionalistas que no comulgan con las ideas islamistas radicales de los talibanes.

Dos hombres lideran el movimiento. Amrullah Saleh, exvicepresidente del derrocado Gobierno de Ashraf Ghani, y Ahmad Massoud, el joven hijo del León del Panjshir. El primero -político, espía y miliciano- pone la legitimidad política y la experiencia en combate; el segundo -joven señor de la guerra educado en el extranjero- aporta el simbolismo de una resistencia histórica y un rostro para la comunidad internacional. Un pacto frágil sobre el que ahora que sostiene la única esperanza militar de plantar cara a los talibanes.

¿Cuál es tu bandera?

Mientras tanto, las tímidas protestas contra el Emirato Islámico llegaron a la capital en su segunda jornada el jueves, Día de la Independencia. En una céntrica plaza de Kabul se podía ver a dos jóvenes trepar por un mástil donde ondeaba la ahora omnipresente bandera blanca con la shahada ('No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta') de los talibanes. Una vez en lo alto, la arrancaron para poner en su lugar la bandera nacional negra, roja y verde. La marcha, que recorrió algunas calles capitalinas y los aledaños del palacio presidencial, llegó a congregar a más de 200 personas antes de ser dispersada violentamente por los talibanes.

"Nuestra bandera, nuestro orgullo", cantaban algunos de los que salieron a las calles para celebrar el 102 aniversario de la salida del imperio británico en afganistán, levantando sus puños y agitando banderas. Tres mujeres que participaron captaron la atención de las cámaras antes de que los talibanes comenzaran a disparar al aire, golpear manifestantes y romper coches y motos que acompañaban a los viandantes, según se puede ver en videos publicados en redes sociales.

La resistencia civil se activó después de que al menos tres personas fallecieran el miércoles víctimas de los disparos y golpes de los talibanes contra una manifestación nacionalista el miércoles en Jalalabad, en el este del país. Al día siguiente, desafiantes opositores salieron a las calles en un puñado de ciudades como Jost, al sureste, donde los muyahidines tuvieron que establecer un toque de queda para mantener el orden; o Asadabad, también en el oriente, donde varios manifestantes murieron después de que milicianos talibanes dispararan contra un grupo que ondeaban la bandera nacional provocando una estampida, según testigos citados por Reuters.

Estas tempranas muestras de descontento son un indicio de que hay muchos afganos dispuestos a retar al talibán, pese a que el imaginario colectivo está enfocado en las imágenes de miles de personas intentando huir del país en vuelos internacionales por el congestionado aeropuerto internacional de Kabul. Y no es más que el principio. Los radicales islamistas, veinte años centrados en su supervivencia militar, tendrán el reto de gobernar un país en ruinas, en una sociedad y un mundo profundamente distintos al que dejaron en 2001. Uno de sus desafíos será convencer a los funcionarios clave para que vuelvan a sus puestos de trabajo y evitar un colapso de servicios básicos como el agua y la electricidad, según avisaron las agencias de emergencia.

Los talibanes patrullando las calles han reemplazado a la policía civil y demás cuerpos de seguridad, que han quedado desintegrados. En las ciudades, barbudos armados con fusiles de asalto han levantado puestos de control aleatorios donde administran la 'convivencia' a su antojo. Los testigos hablan desde casos de una amabilidad extrema a inquietantes escenas, con transeúntes son forzados a entregar sus teléfonos móviles y responder a las peligrosas preguntas de los combatientes. El nuevo liderazgo talibán ha prometido a la comunidad internacional que la brutalidad medieval por la que se hicieron tristemente célebres es cosa del pasado. Pero la realidad es que el grupo opera de forma muy descentralizada, con varios liderazgos y visiones internas que hacen difícilmente controlable la acción de sus soldados sobre el terreno.

Además, pese a la amnistía prometida, los talibanes están a la búsqueda y captura de cientos de afganos que colaboraron con las fuerzas estadounidenses y de la OTAN, amenazando con arrestar o ejecutar a sus familias si no se entregan, según documentos confidenciales de la ONU filtrados a la prensa internacional. Las listas negras comienzan a circular.

"La guerra no ha terminado"

"Mi apoyo al valiente y patriótico movimiento de gente de mi país en diferentes lugares para alzar la bandera nacional contra el grupo talibán. Varios fueron martirizados. Saludo a aquellos que llevan la bandera nacional y, con ello, se levantan por la dignidad de la nación y el país"; respondió el jueves por la noche a las protestas el exvicepresidente Saleh y ahora autoproclamado presidente interino.

El martes, el vicepresidente Saleh se autoproclamaba nuevo presidente del país invocando la línea de sucesión constitucional -que contempla este movimiento en caso de "huida, dimisión o muerte" del presidente-. "Estoy en el país y soy el presidente interno legítimo. Estoy en contactando con todos los líderes para obtener su apoyo y consenso", afirmó. Apenas habían pasado 48 horas desde que Ghani huyera el domingo a Emiratos ante la inminente caída de Kabul en manos de los talibanes. El expresidente Hamid Karzai ya iniciaba negociaciones para un traspaso de poder lo más eficiente posible y explorar vías de gobiernos de coalición.

El 15 de agosto, mientras caía la capital, un vídeo mostraba a Saleh, el 'pequeño león' Massoud y al general Bismillah Mohammadi, exministro de Defensa -los tres, étnicamente tayikos y naturales del Panjshir- despegando en helicóptero hacia un destino desconocido. Poco después, algunos informes confirmaban su presencia en el Panjshir, aunque se desconoce su ubicación exacta. Sin embargo, han dejado claro que no están dispuestos a renunciar sin plantar batalla.

"La guerra no ha terminado", sentenció el veterano político afgano en un comunicado publicado en redes sociales.

Muchos creen que sí. Descabezadas y dispersas, las tropas afganas colapsaron sin apenas resistencia ante el rápido avance de los talibanes, que conquistaron más de una treintena de capitales de provincia en apenas dos semanas. Algunos fueron sometidos por las armas, otros sobornados y muchos se cambiaron al bando ganador a mitad del conflicto. Gran parte de su armamento y vehículos, donados por Estados Unidos, han caído en manos de los talibanes. Incluido lo que quede de la fuerza aérea, una flota de 167 aviones y helicópteros de ataque, según cifras del Inspector General para la Reconstrucción de Afganistán de EEUU (SIGAR). Aunque los talibanes necesitarán de la colaboración de personal formado por EEUU para utilizar estos aparatos, una fuerza aérea facilitaría una hipotética toma del Panjshir.

Foto: Un soldado afgano en Kandahar. (EFE)

Sin embargo, las tropas leales han comenzado a reagruparse respondiendo a los llamamientos de varios excomandantes, quienes han anunciado su intención de unirse a Saleh y Massoud. "Después de discusiones detalladas con mis compañeros, todos decidimos unirnos a nuestro exvicepresidente y ahora presidente de la República Islámica de Afganisrtán, Amrullah Saleh, en Panjshir. Pido a todos los aliados que se nos unan. La resistencia 2.0 es un deber", ha compartido en redes un 'comando' afgano. Antes de la reconquista talibán, agencias occidentales habían estimado que podría haber hasta 80.000 hombres en el valle. Se desconoce el número de efectivos militres y su potencia de fuego. Pero, por ahora, es poco probable que supongan una amenaza real para el régimen talibán.

La irreductible Panjshir

La Resistencia del Panjshir es un nostálgico -pero engañoso- viaje al pasado. Cuando 'el León' Ahmad Shah Massoud y el grupo miliciano Alianza Norte lograron repeler primero a los soviéticos y luego a la primera ofensiva talibana, controlaban entonces otros enclaves en el norte del país de mayoría étnica tayika (los talibanes, especialmente en sus inicios, son de mayoría pastún y sus bases estaban en el sur y este del país). También tenían acceso a la frontera con Tayikistán, que permitía el flujo de combatientes, material y suministros. Cientos de miles de personas, huyendo del represivo régimen talibán, buscaron refugio en el valle, multiplicando su población.

En aquel momento, el propio Saleh era combatiente en la Alianza a las órdenes de Massoud. Los talibanes habían torturado a su hermana hasta la muerte en 1996. "Mi visión de los talibanes cambió para siempre por lo que pasó", escribió en una tribuna del Time Magazine el año pasado. Después de su etapa de combatiente y sus relaciones con la CIA, Saleh se convirtió en jefe de la Agencia de Inteligencia afgana primero, y ministro del Gobierno después. El histórico Massoud -también combatiente antisoviético muyahidín- fue asesinado por Al Qaida dos días antes del 11-S. Pero el valle nunca llegó a caer en manos islamistas.

En esta ocasión, sin embargo, los talibanes también son más sofisticados militar y estratégicamente. Con el comienzo de la retirada de las tropas occidentales en mayo, conquistaron a gran velocidad muchas de las provincias del norte, donde hasta entonces apenas habían tenido influencia. Para el 4 de julio, ya dominaban la mayoría de los pasos fronterizos de Afganistán, incluida la frontera con Tayikistán, e importantes vías de transporte, comercio y abastecimiento. Hoy día, el Panjshir es una isla en un mar talibán. Pese a su privilegiada geografía, su defensa a largo plazo parece difícil.

El joven Massoud, educado en el extranjero, publicó recientemente una tribuna en The Washington Post en la que segura que tienen las fuerzas suficientes para combatir al talibán, pero pide apoyo a Estados Unidos y Reino Unido. "Escribo desde el valle de Panjshir, listo para seguir los pasos de mi padre, con los combatientes muyahidines que están preparados para enfrentarse una vez más a los talibanes", escribió pocos días después de que el presidente Joe Biden culpara a las fuerzas afganas de la derrota por rendirse sin luchar. "Tenemos provisiones de municiones y armas que hemos recolectado con paciencia desde la época de mi padre, porque sabíamos que llegaría este día", agregó.

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Foto de archivo de Massoud (Reuters)

Sabe lo que hace al mandar su SOS a la comunidad internacional a través un diario como The Washington Post, ya que para una resistencia efectiva necesitará algo más que montañas para defenderse. Obtener apoyo internacional, sin embargo, es ahora una tarea difícil con los talibanes jugando la 'carta moderada' para hacerse más digeribles ante la comunidad internacional. China y Rusia están abiertos a normalizar su relación con el nuevo régimen si demuestran que son capaces de estabilizar el convulsionado país asiático. Incluso Estados Unidos y la Unión Europea se muestran dispuestos a sentarse a conversar con ellos si dejan su brutalidad contra mujeres y se comprometen a luchar contra el terrorismo.

Por el momento, parece que ya han logrado su primera pequeña victoria. Según fuentes sobre el terreno a la agencia rusa RIA Novosti, la resistencia habría recuperado el distrito de Charikar, en la provincia de Parwan, apenas unos kilómetros al norte de Kabul. La información detalla que cerca de 10.000 de soldados del Ejército afgano, bajo las órdenes del histórico 'mariscal' Abdul Rashid Dostum -quien habría escapado por los pelos de la caída de Mazar i Sharif- están camino al último reducto antitalibán. "Si los señores de la guerra talibanes organizan un asalto" -avisaba desafiante el hijo del León- "se enfrentarán a una firme resistencia por nuestra parte".

Unos carros de combate custodian la entrada al valle del Panjshir. Allí descansan los restos de Ahmad Shah Massoud, el histórico señor de la guerra que logró defender la región de la invasión soviética y del primer Emirato Islámico (1996-2001) para pasar a la Historia como 'el León del Panjshir'. Y allí se está atrincherando estos días la incipiente resistencia afgana. En esta sinuosa garganta amurallada por escarpadas montañas, los nuevos insurgentes esperan mantener una posición estratégica apenas a un centenar de kilómetros al norte de Kabul desde donde galvanizar a las heterogéneas fuerzas antitalibanas. La ventaja táctica del emplazamiento es inmejorable, ya que solo tiene una entrada en la boca del valle. Allí esperan los tanques.

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