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El Emirato que viene: ¿son los talibanes de 2021 los mismos talibanes de 2001?
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División entre las facciones talibanas

El Emirato que viene: ¿son los talibanes de 2021 los mismos talibanes de 2001?

Arranca la nueva era del Emirato talibán. La retórica pública de la organización ha moderado su postura, ¿pero se aplicará en el terreno?

Foto: Talibanes en Jalalabad (Afganistán). EFE
Talibanes en Jalalabad (Afganistán). EFE
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Arranca la nueva era del Emirato talibán. Los insurgentes se han hecho con prácticamente todo el país y controlan el poder en Afganistán tras la vertiginosa caída de Kabul. Entre sus primeros comunicados han estado las promesas de "amnistía general"; a los ojos del mundo, quieren mostrar un nuevo rostro, una cara lavada más amable y menos sangrienta que la de su primera etapa en el poder. Pero, ¿han cambiado? ¿Son los talibanes de 2001 los mismos que los de 2021 que ahora toman el poder?

En las colinas de Bibi Mahru, en Kabul, hay una piscina vacía con un trampolín de unos diez metros de altura. La construyeron los rusos durante su presencia en Afganistán; los talibanes la utilizaron como matadero: manos atadas y un empujón para acabar con los sesos desparramados en las baldosas del fondo de la piscina. Disidentes, activistas, mujeres 'pecadoras' fueron ajusticiadas en la piscina de Bibi Mahru, uno de los símbolos más macabros del primer reinado del terror de los talibanes de 1996 a 2001, cuando la invasión estadounidense los sacó del poder. En esos cinco años, los talibanes dirigieron uno de los regímenes más represivos del mundo, con ejecuciones públicas, lapidaciones, los derechos de las mujeres -ocultas tras un burka- reducidos a la nada y prohibiciones desde la música al fútbol, el cine o cortarse la barba.

Foto: Talibanes en Kandahar (Afganistán). (EFE)

Este 2021, la narrativa de los talibanes intenta alejarse de esas imágenes, prometiendo no pasar a cuchillo a los que hayan colaborado con las fuerzas Occidentales e incluso, en algunos sermones, asegurando que las mujeres tienen "algunos derechos": "El Emirato Islámico de Afganistán [como los talibanes se denominan a sí mismos] tiene la puerta abierta a todos aquellos que hayan trabajado y ayudado a los invasores [las fuerzas Occidentales] o son parte de la corrupta administración de Kabul, y ya ha anunciado una amnistía". (comunicado de los talibanes), "Respetaremos los derechos de la mujer... Nuestra política es que la mujer tenga acceso a la educación y al trabajo, llevando el hiyab" (Suhail Shaheen, portavoz de los talibanes, a la BBC), "Aseguramos a diplomáticos, embajadas, consulados y trabajadores de ONG, ya sean nacionales o internacionales, que el Emirato Islámico de Afganistán les proporcionará un entorno seguro" (comunicado talibán), "En las áreas bajo control del Emirato Islámico, la gente va a llevar una vida normal".

Durante los últimos años y especialmente tras la toma de la capital, la cúpula talibán ha intentado moderar su discurso, aunque siempre dentro de su interpretación más rigorista del islam suní. Los combatientes que conquistaron Kabul en 1996 son ahora los líderes de la organización que viven en Pakistán y el Golfo, donde educan a sus hijos, y negocian en Doha, donde buscan legitimidad internacional para el nuevo emirato. Una suerte de 'señal' al exterior de que han 'aprendido la lección' que llevó a la invasión de 2001 y que casi los abocó a la desaparición en 2003; de que los tiempos han cambiado. El propio enviado especial de EEUU en el país, Zalmay Khalilzad, insistió en varias entrevistas en canales de televisión afganos en que los talibanes habían cambiado y reconocido sus errores pasados, desde la educación de las mujeres a la protección de grupos terroristas.

Pero del dicho al hecho en Afganistán hay un abismo, y algunos detalles internos de la organización apuntan a unos yihadistas mucho más radicales difíciles de controlar por la propia cúpula, también experta en el doble lenguaje y las promesas sin cumplir.

Foto: Vista aérea del aeropuerto de Kabul. (EFE)

"[Durante las últimas décadas], los talibanes han demostrado capacidad de aprendizaje. Dentro del movimiento creció la conciencia de que sus políticas represivas habían resultado en el aislamiento global y la oposición de muchos afganos, incluidos aquellos que inicialmente dieron la bienvenida a los talibanes tras las guerras civiles de 1990. Esto ha resultado no sólo en un ablandamiento de la retórica, sino también de algunas de sus políticas", explica Thomas Ruttig, analista de la Red de Analistas Afganos (AAN, por sus siglas en inglés), aunque advierte que el lenguaje es lo suficientemente ambiguo como para no comprometer demasiado sus postulados.

Legitimidad internacional

Para los talibanes, esa moderación en el discurso y en algunas de sus políticas sería no tanto una moderación real ideológica, sino una herramienta clave para obtener la legitimidad internacional que no lograron en el 96-2001, cuando solo los reconocían Pakistán, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, apunta por su parte Thomas Johnson, investigador de la Universidad de Monterey, California y autor del libro 'Narrativas de los talibanes'. "Entonces, los talibanes buscaban desesperadamente obtener un reconocimiento internacional, pero no sabían cómo hacerlo", sostiene, en conversación con El Confidencial.

Según los expertos consultados, es difícil todavía pronosticar cómo se comportarán los talibanes con la población, y muy especialmente las mujeres, ahora que se han hecho con Kabul. Pero un primer ejemplo puede encontrarse en las provincias más alejadas del control de Kabul que, durante los últimos años, han estado bajo un 'gobierno en la sombra' talibán. En algunos casos, se les ha permitido a las niñas (de corta edad) seguir asistiendo a clase y se han suprimido castigos que antes usaban con holgura como cortar las manos. El cambio más llamativo es quizá su política respecto a las comunicaciones. En su primer emirato, prohibieron la televisión como anti islámica y el uso de teléfonos móviles. Ahora, los talibanes utilizan un amplísimo espectro de redes sociales y juegan -con talento, como demostraron las negociaciones con la Administración Trump- con la propaganda al exterior, en un enfoque más pragmático del siglo XXI.

Foto: Foto: Reuters.

También se ha intentado vender (tanto al público afgano como al internacional), su capacidad de gobernanza, manteniendo algunos servicios públicos y permitiendo la presencia de ONG humanitarias. "Cuando gobernaron Afganistán del 1994 a 2001 fue un absoluto desastre. Pero en la última década se han vuelto mucho más sofisticados en ese área, aprendiendo explícitamente a llevar estructuras administrativas", añade Johnson. Ahora sí, gobernar una provincia no es gobernar un país, y en Afganistán lo difícil viene después de la victoria militar.

Pero, más allá de la retórica y algunos ligeros cambios, la realidad en el terreno demuestra que algunas prácticas siguen siendo brutales y que lo que se permite en una ciudad se prohíbe en la siguiente. Numerosos testimonios hablan de que los talibanes todavía gobiernan a través del miedo, cierran escuelas, no permiten libertades a las mujeres, obligadas siempre a ir acompañadas de un 'guardián', y ejecutan sumariamente a opositores. En las ciudades recién conquistadas, los talibanes han ya comenzado detenciones puerta a puerta y ordenado a las mujeres que se queden en casa. "Dado su continuo comportamiento dominante, intolerancia a la disidencia política y ejemplos de opresión especialmente a mujeres y niñas en las áreas que controlaban, existe una preocupación legítima de que si la presión política [internacional] disminuye, podrían volver a las prácticas anteriores al otoño de 2001", advierte Rutting.

Una generación más radicalizada

Aunque los cambios en las políticas de los talibanes a nivel público fueran reales, la traducción al terreno es difícil. La generación más joven, la que lucha en el terreno y es el grueso de la organización, está mucho más radicalizada y antioccidental, al tiempo que la cada vez mayor horizontalidad de la estructura talibán facilita la independencia (y por tanto, la desobediencia) de las facciones más radicales, en choques internos que aflorarán a la luz una vez acabe la lucha. "Los talibanes por debajo de 25 años son mucho más radicales que [la cúpula] que lleva luchando 30 años", explica Johnson.

placeholder Talibanes en un vehículo por las calles de Kabul (EFE)
Talibanes en un vehículo por las calles de Kabul (EFE)

"Los que están en el campo de batalla son de una nueva generación mucho más radical, muchos han pasado por la cárcel, otros por Guantánamo... Los jóvenes son más radicales y antioccidentales. [...] En tiempos de guerra están unidos, el problema para ellos llegará cuando les toque gobernar, la gestión es más complicada que la guerra para ellos. Hay diferencias internas importantes y los más jóvenes, por ejemplo, son partidarios de contar con yihadistas extranjeros en sus filas y de colaborar con Al Qaeda u otros movimientos islamistas regionales. El abrumador éxito en el campo de batalla que vemos desde hace una semana refuerza a los jóvenes en ese pulso interno", detallaba el escritor y analista afgano Ahmed Rashid en una entrevista en los diarios de Vocento.

Entre esa generación joven más radical está por ejemplo Sirajuddin Haqqani, hijo de un mítico comandante muyahidín en la lucha contra los soviéticos, y líder de la temida red 'haqqani', célebre por su brutalidad y responsable de numerosos atentados terroristas en Kabul.

¿Refugio seguro para los terroristas?

Es difícil saber qué visión se impondrá, incluso en una de las principales 'lecciones' que habrían aprendido los talibanes, según EEUU. La forma en relacionarse con grupos terroristas internacionales de ahora en adelante también va a ser clave. En 2001, haber acogido a Al Qaida tras el 11-S y posicionarse a su favor tan públicamente empujó la justificación de EEUU para la invasión. En 2021, los talibanes se han mostrado más cautos en cuanto a sus relaciones con los grupos terroristas, especialmente si pueden alienar a sus más recientes 'conquistas' diplomáticas: China, Rusia o India. "Los antiguos talibanes, en los 90, eran los mismos que pedían la liberación de los 'hermanos chechenos', o los hermanos uigures de China o incluso los musulmanes de Cachemira. Esta vez, están tratando de asegurar a China, Rusia e India que entienden los problemas de los musulmanes en esos países como un problema interno, que no se van a inmiscuir. Es una estrategia bien pensada y está funcionando", detalla Fatemeh Aman, investigadora sénior del Middle East Institute a El Confidencial.

Pese a estos acercamientos a China o Rusia, hay límites, y los talibanes no van a dar portazo a otros grupos islamistas o terroristas que han encontrado durante años refugio en el Afganistán de los talibanes. "Simplemente van a 'bajar un poco' el nivel de apoyo", sostiene por su parte Andrew Small, analista para Asia del European Council on Foreign Affairs.

Foto: Un soldado afgano en Herat, frente de batalla con los talibanes (EFE)
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Alicia Alamillos

Con Al Qaeda la situación es distinta y los expertos no coinciden. Durante estos años de ostracismo internacional, Al Qaeda y los Talibanes han tenido buenas relaciones (a diferencia de con el Daesh), y muchos apuntan a que tras la retirada de las tropas occidentales y la toma del poder por los talibanes, Afganistán volverá a convertirse en el refugio predilecto de Al Qaeda para lamerse las heridas y recuperar fuerzas, pese a los acuerdos firmados con la Administración Trump en 2020. Otros, sin embargo, sí que creen que se reducirán los lazos. "Creo que los talibanes van a buscar el reconocimiento internacional y son conscientes de que el terrorismo internacional no va a ayudarles en eso. Así que mi hipótesis es que van a alejarse [de los grupos terroristas internacionales]", apunta Johnson.

Arranca la nueva era del Emirato talibán. Los insurgentes se han hecho con prácticamente todo el país y controlan el poder en Afganistán tras la vertiginosa caída de Kabul. Entre sus primeros comunicados han estado las promesas de "amnistía general"; a los ojos del mundo, quieren mostrar un nuevo rostro, una cara lavada más amable y menos sangrienta que la de su primera etapa en el poder. Pero, ¿han cambiado? ¿Son los talibanes de 2001 los mismos que los de 2021 que ahora toman el poder?

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