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"Iban hasta arriba de opio": la experiencia de dos militares españoles con las tropas afganas
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"Iban hasta arriba de opio": la experiencia de dos militares españoles con las tropas afganas

Estos integrantes de las Fuerzas Armadas, que estuvieron desplegados en Afganistán, relatan lo vivido y lamentan que todo su trabajo se haya desvanecido tan rápido

Foto: Legionario español, en Afganistán. (Ministerio de Defensa)
Legionario español, en Afganistán. (Ministerio de Defensa)

Unos pegaron tiros y se la jugaron en valles descarnados sembrados de talibanes; otros no salieron de la base. Algunos fueron abroncados por ciudadanos afganos por darle un paquete de gominolas a una niña. También hubo a quienes las autoridades locales aconsejaron que, si no querían líos, no dieran mucha guerra a los señores del opio. Para los soldados españoles, no hubo un Afganistán. Hubo un Afganistán distinto para cada uno. Y todos han presenciado ahora cómo el país donde se jugaron el tipo se ha desmoronado para caer en manos de los integristas.

“Dentro tengo rabia, estoy todo el día como enfadado y en el grupo de WhatsApp que tenemos varios compañeros creo que nos pasa a todos lo mismo”, relata un joven soldado que fue destinado en Afganistán entre los años 2011 y 2012 dentro de la operativa Aspfor XIX. Prefiere mantener el anonimato, quizá porque explica de forma clara y sin cortapisas lo que vivió allí. Él, además, fue de los que se asomaron al infierno. Estaba desplegado en la zona de Herat en infantería, en primera línea o, como le gusta decir a él, fue uno de los que tuvieron que dar “zapatilla”.

Foto: Un soldado afgano en Kandahar. (EFE)

Sorprende, como cuenta a El Confidencial, que las situaciones más críticas no las viviera contra las milicias talibanas, sino contra los propios efectivos del Ejército afgano que la comunidad internacional estaba formando en aquellos años para que después intentara contener a los fundamentalistas. “Todos los tiroteos que tuvimos con los talibanes fueron a distancia, pero las dos únicas veces que me encañonaron cara a cara fue con los afganos. Decir que eran como el ejército de Pancho Villa es poco”, rememora este soldado ya retirado.

"Las dos únicas veces que me encañonaron fueron los militares afganos. Decir que eran como el ejército de Pancho Villa es poco"

Otro episodio dantesco lo padeció junto a sus compañeros cuando su equipo recibió el encargo de cortar unas calles para que pudiera aterrizar un avión en la pista del aeropuerto de Herat. “Estuvimos 20 tíos contra otros 20 [soldados afganos] encañonándonos y gritándonos mutuamente. Nos habían avisado de que iba a aterrizar un avión, pero ellos no entendían que iba a llegar aunque en ese justo instante no lo estuvieran viendo”, cuenta este hombre para ejemplificar la vulnerabilidad de esas incipientes guarniciones. "El problema que tienen es que van hasta arriba de opio", sentencia.

"Era un desastre"

“El Ejército afgano era un desastre absoluto, los que de verdad sabían combatir eran los señores de la guerra y los talibanes”, aporta el coronel retirado Fernando Lázaro en conversación con este periódico. En el año 2006, fue el jefe del equipo de reconstrucción provincial (PRT) diseñado para Badghis, al noroeste del país. Su paso por allí fue algo más tranquilo. Su misión estaba relacionada con mejorar la situación de la zona y trabajar, en cooperación con las autoridades locales, en el progreso local sustentado en la creación de nuevas infraestructuras.

Foto: Gema de los Ríos, recibiendo el homenaje de la Policía a su marido.

“En nuestra época, no había unidades del Ejército afgano, eso se montó después y los americanos eran los que más preocupados estaban por este tema”, explica este militar retirado, quien subraya que durante su estancia no sufrió una insurgencia muy activa, por lo que con pocos medios pudieron establecer un entorno de colaboración con las fuerzas locales, que eran algo parecido a una policía municipal. “Intentar algo más que eso…”, suspira Lázaro, no era algo sencillo. Como expone, el propio gobernador del lugar les dijo que no quería unidades del Ejército afgano allí: “Meterle mano a la insurgencia suponía ir a los campos de opio y allí no querían ni ellos, porque generaba cierta economía”.

Por eso, se centraron en mejorar las capacidades económicas de la zona. “La Aecid hacía sus proyectos de impacto rápido y también había inversión económica para trabajar en obras de envergadura, como pudo ser el sistema de saneamiento de aguas en la capital de Bagdhis o las carreteras que se arreglaron”.

Poca esperanza

Al margen de todas estas acciones, este coronel ya retirado nunca fue demasiado optimista. “Fuimos allí porque somos profesionales, nos mandaron e intentamos hacerlo lo mejor posible, pero cualquiera que tuviera un cuarto de luces lo veía, aquello era un carajal”, manifiesta Lázaro, a quien no sorprendió el descalabro del país tras la salida americana. “No me ha extrañado nada lo que ha pasado, Afganistán tenía pocos visos de constituirse como un país de mediano corte occidental. Es un país islámico y hablar de democracia es ridículo con el esquema de sociedad que tienen”.

"Vi pasar a una cría descalza y le di una bolsa de chucherías. Después, un afgano le dio un bofetón a la niña y me recriminó a mí el gesto"

“Lo que más duelo me hace, y ya me pasó estando allí, son las mujeres. Una vez, un político local nos acompañó en una patrulla y le pregunté, porque hablaba español, que qué era su mujer para él. Me contestó que tenía un coche, un armario y una mujer… Vamos, que para él era una posesión”, rememora el soldado de infantería, que acto seguido remata con otra anécdota similar: “Estaba yo en la calle con una nevada impresionante y vi pasar a una cría descalza. Le di una bolsa de chucherías y después pasó por allí un afgano que le dio un bofetón para después recriminarme que le hubiera dado las gominolas”.

Cambiar estampas como esta, ahora que cualquier influencia occidental en Afganistán se ha esfumado, parece una utopía. Como también lo era, a la postre, que el Ejército afgano fuera capaz de resistir la ofensiva de los integristas. Muchos esfuerzos, tanto económicos como humanos, parecen haber quedado en nada, algo que irrita, como pone de manifiesto el primero de estos dos militares, a aquellos que se jugaron el tipo en el conocido como ‘cementerio de los imperios’: “A mí no me ha pasado nada, pero que le expliquen esto a quien ha vuelto en silla de ruedas o a quien no ha regresado”.

Unos pegaron tiros y se la jugaron en valles descarnados sembrados de talibanes; otros no salieron de la base. Algunos fueron abroncados por ciudadanos afganos por darle un paquete de gominolas a una niña. También hubo a quienes las autoridades locales aconsejaron que, si no querían líos, no dieran mucha guerra a los señores del opio. Para los soldados españoles, no hubo un Afganistán. Hubo un Afganistán distinto para cada uno. Y todos han presenciado ahora cómo el país donde se jugaron el tipo se ha desmoronado para caer en manos de los integristas.

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