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El BCE se guarda un as para poder frenar las primas de riesgo y evitar otra crisis del euro
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ANTE LAS PRIMAS DE RIESGO

El BCE se guarda un as para poder frenar las primas de riesgo y evitar otra crisis del euro

El endurecimiento monetario viene acompañado de una estrategia disponible para intentar que las primas de riesgo periféricas, entre ellas la española, no colapsen

Foto: Christine Lagarde, presidenta del BCE. (Getty/Thomas Lohnes)
Christine Lagarde, presidenta del BCE. (Getty/Thomas Lohnes)
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El recuerdo de la crisis del euro sigue muy presente en Fráncfort. Han pasado 10 años desde que el proyecto común entró en peligro, y el Banco Central Europeo (BCE) ha mostrado que lo tiene en mente mientras dibuja una hoja de ruta (‘forward guidance’) con la que tratar de frenar la escalada histórica de la inflación.

La institución, y su presidenta, Christine Lagarde, han puesto encima de la mesa nuevas versiones de ‘whatever it takes’ (lo que sea necesario), cita que popularizó Mario Draghi en 2012 y que supuso un punto de inflexión para empezar a dejar atrás la crisis de la eurozona con las primas de riesgo fuera de control y dudas sobre el sistema financiero. Precisamente, ahora Draghi dirige Italia, que sufre la retirada de los estímulos monetarios. El bono italiano escaló este jueves al 3,5%, mientras que el español subió al 2,5%, el francés, al 2%, y el alemán, al 1,4%.

El ‘rally’ de los tipos de interés es generalizado en el mercado. Y también en las primas de riesgo. Tanto periféricas como de segmentos de deuda de mayor riesgo emitida por empresas y bancos. Lo mismo sucede con el euríbor, que ya está en el 0,6%, después de entrar en positivo en abril por primera vez en seis años, y el mercado lo ve en el 1,2% en diciembre de 2022 y en el 2,1% en 2023.

Foto: Christine Lagarde, presidenta del BCE. (EFE/Ronald Wittek)

Lagarde ha insistido en que la autoridad monetaria usará todas las herramientas a su alcance, dentro de su mandato, para conseguir que la inflación vuelva a entornos del 2% a medio plazo. Pero ahora está muy lejos, “indeseablemente elevada”, como ha reconocido, con un pronóstico revisado al alza del 6,8% este año y del 3,5% el próximo.

El principal foco del BCE es tratar de atajar el aumento de la inflación. Hace unos meses, desde Fráncfort se defendía que era un aumento temporal, pero la guerra cambió las perspectivas y las palomas se convirtieron en halcones. La postura del BCE ha sido totalmente ‘hawkish’ (postura en favor de endurecer la política monetaria), desplegando opciones para luchar contra el crecimiento de los precios: subidas de tipos en julio y septiembre, fin de las compras netas y se acaban también las condiciones especiales del TLTRO III (préstamos a la banca con hasta el -1%).

Pero el ‘whatever it takes’ también se ha aplicado a la fragmentación financiera. Es decir, al riesgo de que las primas de riesgo colapsen y que España, Italia, Portugal o Grecia tengan muchos más problemas para financiarse que el centro y norte de Europa, así como los emisores privados periféricos. Las primas ya han aumentado estos meses. La española se ha consolidado por encima de los 100 puntos básicos y la italiana, por encima de los 200 puntos básicos.

En su primera rueda de prensa del confinamiento, en marzo de 2020, el BCE decepcionó y Lagarde dijo que en su mandato no estaba luchar contra la fragmentación financiera. Fue su primera declaración ante una crisis grave y el propio BCE tuvo que corregirla. A partir de ahí, siempre ha sido una prioridad en sus discursos y ahora, ante una nueva crisis por la inflación y la incertidumbre que provoca la guerra de Ucrania, ha otorgado una importancia capital a esta amenaza.

Así, en este nuevo ‘forward guidance’ de endurecimiento monetario, hay hueco para combatir la fragmentación financiera. Se trata de un as que se ha guardado el Consejo de Gobierno del BCE con los vencimientos del programa especial contra la pandemia (PEPP), con el que adquirió bonos por casi 1,7 billones (millones de millones) de euros.

El comunicado reitera, como en mensajes anteriores, que las reinversiones continuarán, al menos, hasta finales de 2024. La novedad es que habrá flexibilidad en el “tiempo, clases de activos y jurisdicciones”, dice el BCE. Se podrían incluir bonos griegos. El banco central usará este as “en caso de que se renueve la fragmentación del mercado relacionada con la pandemia”.

De esta forma, el BCE podrá usar los vencimientos de bonos alemanes para comprar deuda española o italiana, por ejemplo, y así contener las primas de riesgo. Ya que no inyectará liquidez extra, como ha hecho en los dos últimos años, para centrarse en contener la inflación. Aunque añade el matiz de que las compras netas dentro del marco del PEPP podrían volver si hay nuevas perturbaciones negativas relacionadas con la pandemia.

Foto: Christine Lagarde, presidenta del BCE. (EFE/Ronald Wittek)

Lo que está claro es que el BCE se enfrenta a un escenario complicado. Su mandato es mantener la inflación cerca del 2% en el medio plazo, y ahora está muy lejos de este punto. La autoridad monetaria ha vuelto a revisar al alza las previsiones, del 5,1% al 6,8% de media en la eurozona en 2022, y del 2,1% hasta el 3,5% para 2023, mientras que para 2024 sube del 1,9% al 2,1%. El ‘shock’ energético es el que más explica el aumento de la inflación, pero ya empieza a retroalimentarse. El banco central ha revisado también al alza las proyecciones del IPC subyacente, sin energía ni alimentos perecederos, desde el 2,6% al 3,3% este año y desde el 1,8% hasta el 2,8% el próximo ejercicio.

El contexto de inflación e incertidumbre por la guerra de Ucrania contribuye a un deterioro de las perspectivas económicas. El BCE también ha revisado, en este caso a la baja, las previsiones de crecimiento, con un mordisco importante, al reducir la estimación de este año desde el 3,7% al 2,8%, y en 2023 desde el 2,8% hasta el 2,1%.

El BCE está ante un ‘trade off’ en toda regla, que es como se conoce en economía a objetivos contrapuestos. Por una parte, la inflación, que ha priorizado, al endurecer su política monetaria. Y, por otra, la fragmentación financiera y el deterioro macro. Ahora mismo, señala Konstantin Veit, gestor de Pimco, el escenario central es que el BCE suba 50 puntos básicos el tipo de interés en septiembre, tras 25 puntos básicos en julio.

Si se cumple el pronóstico, el tipo de interés se irá al 0,75% en septiembre. Mientras que se espera que haya varias subidas en el tipo de facilidad de depósito, que continúa en el -0,5%, penalizando la liquidez de la banca. Pero el sector espera que suba con fuerza y, por ello, ha decidido mantener a vencimiento su deuda generada por los LTRO, que en el caso de entidades españolas son 290.000 millones.

“En última instancia, la credibilidad del BCE está en juego. El banco central ya está recibiendo críticas por no haber empezado a normalizar la política monetaria mucho antes. Esto es fácil de decir con el beneficio de la retrospectiva, por supuesto”, arguye Wolfgang Bauer, gestor de M&G, que apunta a la importancia del fin de las compras netas: “Sin las compras netas, los mercados operan sin una red de seguridad, lo que podría dar lugar a periodos de mayor volatilidad en el futuro”.

En este sentido, aunque el BCE haya dejado la puerta abierta a retomar el PEPP, Bauer cree que “serían necesarios un deterioro importante de los fundamentos económicos y una corrección precipitada del mercado para volver a incluir las compras de activos en la agenda”.

El recuerdo de la crisis del euro sigue muy presente en Fráncfort. Han pasado 10 años desde que el proyecto común entró en peligro, y el Banco Central Europeo (BCE) ha mostrado que lo tiene en mente mientras dibuja una hoja de ruta (‘forward guidance’) con la que tratar de frenar la escalada histórica de la inflación.

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