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El último taxista de un pueblo de la sierra madrileña que se resiste a la gran ciudad
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El último taxista de un pueblo de la sierra madrileña que se resiste a la gran ciudad

Cuando el padre de Manuel García (41 años) le entregó el testigo de su licencia de taxi, una anomalía en Guadalix, se planteó si podría subsistir con una media de entre 5 y 15 viajes semanales: "No quiero abandonar a mis vecinos"

Foto: Una calle el municipio de Guadalix de la Sierra. (Europa Press/Rafael Bastante)
Una calle el municipio de Guadalix de la Sierra. (Europa Press/Rafael Bastante)

Guadalix está a unos 60 kilómetros del centro neurálgico de Madrid. Pero, a diferencia del ruido de motor que inunda la Gran Vía, en este pueblo de 6.000 habitantes los coches se oyen mucho menos. El de Manuel García es una excepción. A sus 41 años, acaba de convertirse en el último taxista del lugar: hace seis meses que su padre le pasó el testigo. Se jubiló a los 70 años, y a Manuel se le presentó entonces un dilema: "Claro que sopesé irme a la gran ciudad", reconoce.

Los viajes que puede llegar a hacer en una semana dependen mucho de la época, así que sus ingresos son regularmente escasos. "Termino ganando lo mismo que un barrendero o un pescador en el pueblo, pero de momento me compensa", admite. Nació allí y es vecino de toda la vida, así que mientras que sus recursos se lo permitan, prefiere dar servicio en casa. Por una parte, porque es "más cómodo". Pero también porque le permite llevar y traer a mucha gente mayor que "tiene pocas opciones más" para ir al hospital, a hacer la compra o a cualquier otro recado.

Foto: Madarcos, en la Sierra Norte de Madrid, con 47 habitantes y uno de los beneficiarios de estas ayudas. (Rafael García)

Desde los 90 y hasta hace unos años, Guadalix experimentó un crecimiento exponencial de su población. De tener menos de 1.000 habitantes en prácticamente todo el siglo pasado, terminó por sextuplicar su censo en apenas tres décadas. Eso ha atraído a más residentes, algunos motivados por la relativa proximidad de Madrid. Pero los más jóvenes tienen capacidad de usar sus propios vehículos o, cuando buscan transportarse en coche a la capital, terminan "pidiendo taxis por la aplicación o llamando a un VTC".

Es decir, que irían a parar en buena medida a los vehículos que lleguen desde Madrid u otras localidades más grandes y se piden desde la app. No son clientes "fieles" al taxi, teniendo en cuenta que tienen otras vías o recurren a plataformas competitivas como Uber. "A mí me quedan los mayores y los trayectos cortos. Sale menos rentable, sí, pero tiene otras ventajas".

Foto: "Para llegar has tenido que pasar por aquí, bajar por aquí, girar por aquí...". (A.F.)

Ahora su objetivo es "reinventar" su taxi para readaptarlo mejor a personas con algún tipo de discapacidad. Cree haber asumido el rol que le ocupa y agradece que así sea, pues la gente que viaja con él suele ser en muchos casos conocidos o, generalmente, muy agradecida. "Muchos días recibo llamadas directamente a mi móvil y es una voz conocida que pide que le lleves al centro de salud, o a ir a la compra cuando no pueden solos. Llevo poco y ya se convierte en algo cotidiano", resalta.

Como de momento con poco le cunde, prefiere quedarse en una vida que considera más pacífica. Pero si llega el día en el que sus planes cambien o definitivamente deba encontrar algo "más rentable", contempla ir a buscarse la vida a Madrid. Para proteger a los municipios pequeños, más incluso que Guadalix, y abastecer a los vecinos allá donde no siempre llega con frecuencia el transporte público, existen algunas alternativas.

SierraCar, el taxi de los pueblos diminutos

A finales de 2020, en plena pandemia, se estrenó el servicio de taxi a demanda en la Sierra Norte. La Comunidad de Madrid impulsó una nueva manera de conectar a una treintena de pueblos de la zona mediante una subvención que haría que los ciudadanos pagaran cuatro euros como máximo por cada viaje. El Gobierno regional pondría el resto. De esta manera, como en el taxi de Manuel —Guadalix no forma parte del proyecto—, los vecinos podrían ir y venir entre municipios relativamente próximos para realizar compras, ir al médico o simplemente moverse un poco.

Actualmente, son 42 localidades las incluidas y unos 50 núcleos en total, pues con el tiempo la ayuda se extendió a otras áreas. Juan Carlos Pérez opera bajo este servicio en un pueblo de 300 habitantes. Es el único taxista de Redueña, aunque solo desde hace unos años. Es natural de la zona, pero pronto se marchó a trabajar a Madrid con su vehículo y ahora también coordina algunos VTC en la capital. Como Manuel, quiso buscar una vida tranquila y en 2022 se instaló en su municipio natal como conductor. Está suscrito a Sierra Car, la aplicación que gestiona la Mancomunidad de Servicios Valle Norte del Lozoya y desde la que se coordinan estos vehículos baratos.

placeholder Juan Carlos Pérez, único taxista de Redueña. (Cedida)
Juan Carlos Pérez, único taxista de Redueña. (Cedida)

"Soy taxista, pero no aguanto tanto tráfico", admite Juan Carlos, que también "ha perdido dinero" y "no podría subsistir" solo con lo que gana en Redueña, donde suele hacer entre cinco y 15 viajes semanales. "Llegó un momento en el que pude complementarlo con otras cosas", señala, y fue entonces cuando decidió volver. Con Sierra Car viaja diariamente entre pueblos como Braojos, Buitrago del Lozoya, Gascones, Horcajo de la Sierra-Aoslos, Pinuécar-Gandullas, Robregordo, La Serna del Monte, Somosierra, Villavieja del Lozoya o Madarcos.

De esta última localidad, con tan solo 72 censados, es alcaldesa Eva María Gallego. Un cargo que compagina con la dirección de la mancomunidad que gestiona el servicio de taxis a demanda. Cuenta que en su día, para buscar soluciones alternativas de movilidad entre pueblos, se hicieron viajes a Malta u otras zonas del norte para observar sus fórmulas. Años después tienen su propio sistema, que recogió a 23.633 personas en 2023 y unas 45.000 desde su puesta en marcha. "SierraCar es un éxito", valora Gallego, que prefiere utilizar palabras como revitalización en lugar de despoblación para referirse a lugares como Madarcos.

"Con medidas como esta estamos garantizando que la losa de vivir en un pueblo pequeño se haga más fina", considera. Pone el ejemplo de su hija, a la que asegura ver más convencida de vivir en este núcleo, "ahora que puede hacer algo tan sencillo como ir a hacer los deberes a casa de su amiga, que vive en el pueblo de al lado, sin depender de nadie". La Comunidad de Madrid, que desde 2020 financia este proyecto -la ayuda se revisa cada año-, aprobó a hace unos meses la continuidad del servicio con 600.000 euros más.

Foto: Una calle vacía de La Hiruela, en la Comunidad de Madrid. (Cedida por el Ayuntamiento)

Fuentes de la Consejería de Transportes, Infraestructura y Vivienda concretan que el APC Sierra Norte (Área de Prestación Conjunta) se implementó por primera vez con 11 taxistas que hoy suben a 27. También apuntan a que esta última inversión ampliará la prestación para que llegue no solo a la Sierra Norte, sino también a otros 35 núcleos del suroeste y sureste de la región. La idea es llegar a 75 municipios en total y beneficiar a más de 106.000 personas en los próximos años, según la Administración.

Una noticia que la presidenta de la mancomunidad celebra, pero recuerda que aún existen limitaciones: estar empadronado, no superar los 500 kilómetros mensuales o pagar el doble —ocho euros— si un trayecto supera los 40 kilómetros. Por eso, y teniendo en cuenta que al llevar pocos años en marcha "habrá que analizar antes qué coste se está teniendo", es capaz de vislumbrar un futuro en el que este servicio de taxis a demanda entre pueblos funcione como el metro de Madrid: "Que nadie te pregunte de dónde vienes ni adónde vas".

Guadalix está a unos 60 kilómetros del centro neurálgico de Madrid. Pero, a diferencia del ruido de motor que inunda la Gran Vía, en este pueblo de 6.000 habitantes los coches se oyen mucho menos. El de Manuel García es una excepción. A sus 41 años, acaba de convertirse en el último taxista del lugar: hace seis meses que su padre le pasó el testigo. Se jubiló a los 70 años, y a Manuel se le presentó entonces un dilema: "Claro que sopesé irme a la gran ciudad", reconoce.

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