Las cinco barreras que explican las diferencias electorales más enormes de Valencia
Por qué estos cincos puntos de la ciudad de Valencia, asociados a cinco infraestructuras que sirven de barrera, decanta una tendencia de voto con diferencias tan acusadas. Dime en qué tipo de casas vives y te diré a quién votas
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Entre la Coma, uno de los barrios con menor renta en la periferia de Valencia, y Campoliva, una de las urbanizaciones residenciales con mayor renta, apenas hay una calle de separación. Una distancia estrechísima que, sin embargo, separa dos mundos.
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CV-3103. Calle Chirivella a avenida de las Acacias
La CV-3103 provoca alteraciones estéticas, con bloques degradados a un lado y setos con casas con piscina al otro, pero también un comportamiento electoral diametralmente opuesto: si en el entorno de la calle Chirivella, en la Coma, el bloque de izquierdas acumula en las últimas elecciones generales hasta un 67,3% de los votos mientras que el apoyo al de la derecha se reduce hasta el 29,3%, justo un minuto después, al cruzar y pasear por la avenida de las Acacias, el rojo inflamado se vuelve azul oceánico: 69,2% para el bloque de derechas, 29% para el de la izquierda. Parámetros que, con diferencias mínimas, se mantienen idénticos elección tras elección. También en los niveles de abstención: si en la Coma -un conglomerado diseñado para reubicar a personas que no podían tener acceso a la vivienda- la participación no alcanzó el 38%, en Campolivar se disparó casi hasta el 80%. Si se buscan respuestas a propósito del nivel de implicación de las sociedades en la democracia, muchas veces habrá que mirar el tipo de casas donde viven.
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Por supuesto las áreas de residencia de los votantes no lo explican todo ni suponen un determinismo infalible, pero son indicadores fantásticos para alumbrar urbanismos fallidos; áreas que no se mezclan con el barrio de enfrente. Universos que condenados a mirarse a los ojos, apenas se hablan.
En estos últimos comicios, de nuevo, varios escenarios alertan de esa confrontación acusada entre azul y rojo. En algunos intervienen infraestructuras que desgajan la cohesión territorial, auténticas barreras segregadoras; en otros, sin grandes carreteras de por medio, se trata tan solo del triunfo de un modelo de asentamiento que buscó justo eso: a un lado nosotros, a otro lado ellos. No es que sean trincheras electorales, es que son trincheras sociales que, en consecuencia, condicionan el voto.
Avenida Cardenal Benlloch. De la calle Chile a la calle Yecla
A las espaldas de Mestalla, entre la calle Chile y la calle Yecla, no hay más que 100 metros, los que impone la avenida que las decanta, la de Cardenal Benlloch. En cambio, mientras que en el área de influencia de Chile, repleta de restaurantes de moda y nuevas aperturas, la izquierda logra solo el 32,8% y la derecha el 64,7%, en la de Yecla -más poblada de cafeterías con desayunos económicos en su confluencia con la calle de los Santos Justo y Pastor- los porcentaje prácticamente se invierten: 60,3% para la izquierda, 36,3% para la derecha.
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La sorpresa se desvanece si la cartografía electoral se superpone con el mapa de rentas: en la sección censal en el entorno de la calle Yecla la renta mediana en 2018 era de 8.750 euros, encontrándose en el 1% más pobre de España; en cambio, en la calle de enfrente, en el entorno de la de Chile, la mediana se dispara hasta los 24.150 euros, entre el 7% más rico del país.
Avenida e Francia. De la calle Menorca al interior de la avenida de Francia
En los bordes de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, en la orilla izquierda del Jardín del Turia, el sesgo electoral y económico se repite con crudeza.
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La de Francia, con su torre homónima sirviendo de faro, es una de las arterias residenciales más destacadas de la ciudad. Cruza a efectos prácticos la calle de Menorca que, en su cotidianidad hacia el Cabanyal, sufre una transformación repentina. Mientras que en la zona limítrofe a la avenida de Francia el bloque de derecha consigue un 73,9%, el de izquierdas un 25%. Al ponerse el semáforo en verde y cruzar desde la avenida hasta la calle Menorca al norte, un paso de cebra lo cambia todo: 60,3% para la izquierda, 36,3% para la derecha.
De nuevo el mapeado de renta explica parte de la ecuación: 12.250 euros de renta mediana en la zona roja, 26.950 en la azul.
Avenida del General Avilés. De la calle Conchita Piquer a la calle Mirasol
En el entorno de Beniferri, bien cerca del Nuevo Mestalla (una hipótesis hecha ruinas), la avenida del General Avilés representa un mazacote viario separando dos islas. Si bien en el lado este, recayente a Conchita Piquer, hay mayor colateralidad con un barrio, el de Benicalap, con más inclinación hacia la izquierda, la sección en el entorno de la calle Mirasol acentúa su insularidad: 27,5% para la izquierda, 71% para la derecha En cambio, en la concurrencia con la calle Conchita Piquer, 61,4% para la izquierda, 34% para la derecha.
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Otra vez, aparentemente solo un paso de cebra separa las dos áreas. Otra vez, no solo es eso: 14.350 euros de renta mediana para Conchita Piquer (si bien su situación económica está en pleno ascensor, con más de un 10% de crecimiento en los últimos cinco años); por 23.450 en Mirasol.
Avenida de los Hermanos Maristas. De la calle Severiano Goig a la calle Juan de Ribera Berenguer
En las inmediaciones de otra instalación deportiva, la futura cancha Roig Arena (a punto de acabarse, esta sí), un cuadrilátero perfecto se parte en dos mitades iguales. Les separa la avenida de los Hermanos Maristas y la rotonda que conforma sus bifurcaciones. Es la división de dos tiempos: a un lado, bloques desarrollistas donde la izquierda gana a la derecha (54,3% por 43,6%), en otro, con residenciales flamantes en progreso, donde la derecha da el vuelco (65,2% frente al 32,9% del bloque de izquierdas).
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La separación entre bloques se solapa al cien por cien con el mapa de rentas. Donde se impone la izquierda, hay 9.450 euros de mediana (entre el 2% más pobre de España), donde se impone la derecha (24.850 de renta, entre el 6% más rico). Son dos zonas que se miran, pero representan universos completamente opuestos.
Cuando sobre una ciudad se dan diferencias tan abruptas, con apenas espacio urbano para la distribución de las diferencias, es que hay una alarma encendida dando aviso de escasa diversidad, riesgo de segregación y aislamiento. No es a quién votan, es cómo viven.
Entre la Coma, uno de los barrios con menor renta en la periferia de Valencia, y Campoliva, una de las urbanizaciones residenciales con mayor renta, apenas hay una calle de separación. Una distancia estrechísima que, sin embargo, separa dos mundos.