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"Sánchez se está yendo, se está yendo ya desde hace tiempo"
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entrevista a José Luis álvarez

"Sánchez se está yendo, se está yendo ya desde hace tiempo"

El mayor estudioso de la psicología presidencial, pionero en analizar las emociones de los gobernantes españoles desde la democracia, desmenuza la personalidad del presidente tras su casi dimisión estos días

Foto: José Luís Álvarez
José Luís Álvarez
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"Queréis conocer a alguien, dadle poder. Nos hace más auténticos, nos quita límites, el poder revela cómo es la gente". José Luis Álvarez es un experto en poder y ha sido pionero en el estudio de la psicología de los presidentes del Gobierno. Ha escrito un libro sobre ello, Los presidentes españoles: las claves de su liderazgo y estilo de Gobierno. Y, seguramente, tendrá que lanzar una nueva edición con el último capítulo del mandato de Pedro Sánchez, su insólito retiro de cinco días, hastiado por las informaciones que afectan a su esposa y su casi dimisión.

Profesor en la escuela de negocios INSEAD de Fontainebleau, máster en Sociología y doctorado en comportamiento organizativo en Harvard, Álvarez es de los que piensa que Sánchez ya está barruntando su siguiente destino, un peldaño más alto en la escalera del poder fuera de España.

En abril participó en una conferencia en el Aspen Institute en Madrid, pero la entrevista se realizó esta semana a distancia, pocas horas después de conocer que el presidente se quedaba. Quién mejor que alguien que ha analizado a todos sus predecesores para entender qué le ocurre a Sánchez. Porque el poder desgasta, sí. Pero, también "da bienestar, da felicidad". No es una frase hecha. Él mismo proporciona el dato irrebatible: "los dirigentes de empresa viven un promedio de siete años más que los obreros". Un incentivo más para el jefe del Ejecutivo.

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PREGUNTA. En su libro usted retrata a Pedro Sánchez como un presidente a quien no le erosiona emocionalmente la política, que disfruta mientras resiste y rompe las expectativas. Entonces, ¿cómo se explican sus cinco días de reflexión?

RESPUESTA. Se le puede definir como un líder político eminentemente frío, analítico, no dominado por las emociones, con mucho autocontrol, y eso no quiere decir que en un momento determinado pueda estar dominado por un rapto emocional. Esto no descalifica el juicio general, el promedio sigue siendo de objetividad. Puede pasar que una persona concentre su emocionalidad en un grupo reducido, por ejemplo la familia, pero siga siendo frío en todo lo que tiene que ver con su trabajo. En este trance se han mezclado las dos cosas: su familia y su tarea política. Y, quizás, se ha producido una reacción que no ha sido típica en él. Los juicios psicológicos son muy complejos. ¡Un psicoanalista puede pasar años analizando a alguien! Y a ningún presidente le podemos someter a un test. Lo que tenemos son elucubraciones.

En cualquier caso, yo no veo ni en Sánchez ni en ningún otro presidente anterior, características psicológicas que puedan representar un impedimento para gobernar o que justifiquen descalificaciones personales como las que estamos viviendo estos días: psicópata, maquiavélico, narcisista. Esto último sí lo es, pero es que todos los presidentes son un poco narcisistas. Como le decía Bush padre a algún miembro de su gabinete: si eres tan listo, ¿por qué no eres tú el presidente? Sánchez es narcisista y, seguramente, ha existido un elemento de sobreactuación. Pero en la misma carta ya vemos elementos del político. Sigue con las alusiones a la derecha y la ultraderecha muy estratégicamente, poniendo en un mismo paquete al PP y a Vox. Habla de un gobierno progresista o de que la derecha carece de un proyecto político, cosa que por cierto es correcto. Y todo lo hace de manera deliberada.

P. La carta tiene un objetivo político, no es sólo un presidente que quiere contar cómo se siente.

R. Sí, puede ser un movimiento reactivo, una sobrecompensación. Pero el yo político de Sánchez no desaparece. Sigue estando ahí, mezclado quizás en otra proporción. No es un acto de irracionalidad.

P. Para usted, de hecho, es una persona reflexiva, que medita lo que hace. No es impulsivo.

R. Existe una confusión respecto a Pedro Sánchez. Ha realizado jugadas que mucha gente ha considerado temerarias, objetivamente valientes, con independencia de que estemos de acuerdo o no con sus posiciones políticas. Pero no hay que confundir el arrojo o el hecho de que en su vida la política sea algo esencial, con que sus apuestas hayan sido irracionales.

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P. ¿Pensó en algún momento que podía dimitir?

R. Yo estaba desconcertado, como mucha gente. Hemos escuchado todo el rango de posibilidades. Incluso me he sentido un poco molesto, irritado. porque, como decía antes, ha habido algo de sobrerreacción narcisista. Insisto, no descalificadora, pero narcisista. Hemos estado todos bailando alrededor de su carta. Si yo fuera él, me hubiera divertido. En esto, hay además, otro tema interesante. Él se dedica cinco días a reflexionar. Es un señor que dice: ¡oye, no me puedo equivocar! Me lo voy a pensar muy bien. Incluso se da a sí mismo cinco días. Creo que ha estado pensando sobre todo en cómo reaccionaría Europa y sus posibilidades de carrera pospresidencial. Como los grandes jugadores de ajedrez, cuando el oponente hace un movimiento, aunque ellos saben automáticamente lo que deben hacer, no lo hacen. Esperan, no sea que pueda existir una jugada mejor de la que tenían previamente planteada. No soy el único en decirlo pero yo creo que Sánchez se está yendo, se está yendo ya desde hace tiempo. El juicio final de todo esto se dará en un año o dos, en las próximas elecciones generales.

P. ¿Pero él deslizó el otro día que se volverá a presentar y cortó de raíz la discusión interna sobre su sucesor?

R. Decía Ortega y Gasset que los políticos no están íntimamente comprometidos con lo que dicen. Son como los actores, "representan" pero no mienten. Y cuando cambian, como dijo el mismo Pedro Sánchez, "rectifican". Se volverá a presentar, o no, si puede y le conviene.

P. ¿Cómo puede ser, que las personas que le tratan a diario, su gabinete, sus ministros, la dirección del PSOE, temiera de verdad su marcha, cuando es algo tan poco coherente con su propia trayectoria política de resistencia?

R. Es muy interesante cómo se relacionan los presidentes con su equipo. De alguien que es tan cercano a él como Zapatero, Solchaga decía que trataba a sus ministros como secretarias. Y eso que de Zapatero se contaba que era extremadamente amable con el staff, con los trabajadores de Moncloa. Pero sólo confiaba en dos o tres personas. Que el proceso de decisión de Sánchez no lo supieran sus colaboradores o no conocieran su resolución hasta el final, forma parte de una tradición presidencial. Con Felipe González se decía: se gobierna desde Moncloa, no desde Ferraz. Los presidentes son actores políticos individualistas y solitarios, porque las decisiones sobre su interés superior, pasar a la historia de manera positiva, nadie en sus equipos las puede sentir como propias. Todo consejo que puedan recibir es interesado. Decía De Gaulle que ser un líder es tan solitario que lleva a la infelicidad.

"Hacer bien su sucesión debería ser el legado de Sánchez al partido socialista"

P. Pero, ¿esta crisis no ha podido ser un estadio más del síndrome de la Moncloa?

R. Sí. Es interesante porque Maquiavelo decía que un año después de estar en el poder, éste ya empieza a tener efectos psicológicos en el líder, en el príncipe. Es cierto que el poder, sobre todo cuando es muy exitoso y tan intenso, y los presidentes de gobierno españoles tienen un poder incomparable dentro del país, genera una serie de reacciones muy típicas. Reducen su aprendizaje, preguntan menos cómo lo están haciendo. Objetivan y estereotipan a la gente. Tienden a tratarla peor. Tienen más tolerancia al riesgo de lo normal o del que tenían antes. Esto puede pasar, aunque no necesariamente. Pero hay más probabilidades cuando llevas más tiempo en el poder. En España lo podemos llamar el síndrome de la Moncloa, pero esto es psicología universal sobre las consecuencias de ostentar el poder.

P. Aquí concurren varias de estas características. ¿Le puede pasar factura esta espantada incluso para su futuro internacional?

R. Los fiascos, los interruptus, los episodios dubitativos pasan factura porque muestran debilidad. En el mejor texto sobre un presidente español, el de Sergio del Molino sobre Felipe González, se cuenta el consejo del panameño Torrijos al líder socialista: "si te afliges, te aflojan", si muestras debilidad te atacarán (más). En el fondo la política es muy darwiniana. Puede ser que al presidente le esté pasando lo que los americanos llaman un tipping point (punto de inflexión). Este síndrome de la Moncloa está afectando a Sánchez. A Mariano Rajoy le sorprendieron con la moción de censura. Aznar cambió en su segunda legislatura. Durán i Lleida dijo de él que se volvió loco políticamente. González al final de su mandato se aislaba en la Moncloa con sus bonsáis. Sánchez lleva ya en el cargo desde junio de 2018, seis años. Vendrán más errores.

P. Es que en este caso no se percibe el incentivo. Tal vez la movilización de los progresistas antes de las elecciones catalanas y europeas.

R. Insisto, puede ser una reacción descontrolada, atípica. Pero se ha dado cinco días para pensárselo mejor.

P. También ha resultado sorprendente la exhibición de sus emociones. Esa frase de 'soy un hombre profundamente enamorado'.

R. Quizás ha sido precisamente para compensar la imagen que se tiene de él. De calculador, estratega, maquiavélico. Esa imagen le está empezando a perseguir y le causa un desgaste político.

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P. La deshumanización de su figura, ¿ha podido ser un error de sus adversarios? ¿Le han subestimado?

R. Es un hombre joven, no es excelente en nada, pero es suficientemente bueno en todo. ¿Es un gran orador? No. ¿Tiene carisma? No. ¿Es simpático? No. Y la simpatía es el gran don de la política. No es simpático como lo era González. Ni siquiera es antipático como Aznar, que hizo de la antipatía una característica de su personaje. Pero es suficientemente bueno en todo. Aquí hay otra reflexión: cómo alguien que es suficientemente bueno pero no excepcional es, como yo mantengo, el más profesional de la clase política actual. ¿Por qué su resistencia? ¿Por qué su longevidad en el cargo? Porque es el mejor no en estándares absolutos de excelencia, sino en comparación con el resto. Yo creo que Sánchez es un buen representante de la clase política española actual, su mejor ejemplar. Es el único con una cierta experiencia internacional. ¿Cuál era la alternativa? ¿Pablo Casado? Obviamente no. Demasiado ansioso.

Alberto Núñez Feijóo es interesante, pero está por demostrar su fortaleza, que quiere el poder de verdad, que tenerlo en las noticias diariamente como presidente no será aburrido para la ciudadanía. No es simpático, no es internacional. Tiene sin embargo una cosa interesante. Es un hombre que viene de una clase media baja. El PP podría tener aquí una narrativa. Yo conozco sus orígenes porque mi familia proviene de un pueblo de al lado de la suya. Sus padres tenían un colmado en un apeadero. Ahí hay una historia posible de ampliación de la base electoral del PP. Pero, ¿qué programa tiene? Pienso que el ataque personal a Sánchez, que es un ataque consciente a la cabeza del sistema político, ha sido equivocado porque no se ofrece una alternativa más atractiva, ni personal ni doctrinal. Y están ayudando a la creación del personaje Sánchez.

P. La imagen de moderado que al principio parecía una de las fortalezas de Feijóo ¿se ha ido diluyendo?

R. Sí. Y el problema de Feijóo es que esa imagen de no moderado, él no la representa bien. Es brusco, parece incómodo. No es un gran orador, aunque no es un déficit fatal, tampoco lo era Aznar o Zapatero. Pero es que además la derecha tiene muy complicado construir una alternativa. Este es un tema que a mí me interesa, porque en el fondo las diferencias entre los dos partidos son mínimas. El otro día leí a Javier Gomá que el 90% del presupuesto no varía, gobierne el PP o el PSOE. Ese 90% está controlado por la Unión Europea. Entonces, cuando no hay diferencias sustanciales, la clase política se pelea por menudencias que en lo sustancial son peleas por puestos de trabajo. ¿Qué haces cuando no tienes argumentos políticos muy distintos? Criticar en lo personal. Sucede en Estados Unidos, en Francia, un país donde, por cierto, las críticas a la esposa de Sánchez son pellizcos de monja comparado con las que se han hecho a Brigitte Macron. En Estados Unidos hasta pueden destruir a la familia de un candidato.

Ayuso entusiasma mucho a los convencidos, pero no tiene otro programa que ella misma

P. Estos días se ha desatado en el PSOE un debate sobre el sustituto de Sánchez que no se había eclosionado hasta ahora. Todos los ojos estaban puestos en María Jesús Montero. ¿Qué le parece como virtual candidata?

R. Es que el problema no es Sánchez, es el PSOE, cómo queda el PSOE después de él. Reitero, pueden pasar dos años hasta que se vean los resultados de lo que ha sucedido estos días. Yo creo que el país está preparado para que gobierne una mujer. Pero es curioso porque los dos partidos eliminaron candidatos femeninas, el PSOE a Susana Díaz y el PP a Soraya Sáenz de Santamaría. Montero no presenta ningún inconveniente electoral. Cada uno tiene su estilo. El de ella es quizás muy marcado. Todos los presidentes españoles fueron incapaces de establecer un proceso de sucesión digno de tal nombre, excepto Aznar, pero un "cisne" negrísimo se interpuso, el 11-M. Hacer bien su sucesión debería ser el legado de Sánchez al PSOE.

P. A Adolfo Suárez usted lo ha descrito como una persona sin capital político, el intermediario que utilizó en ese momento Juan Carlos I. Como experto en liderazgo presidencial, ¿ha sido el rey emérito un híperlíder en este país?

R. Lo fue en la Transición. Después funcionó como un buen complemento para las relaciones internacionales. No recuerdo ninguna actuación importante de la Jefatura del Estado, menos el discurso a raíz de los acontecimientos de Cataluña.

"Hay cierto desconcierto con la imagen de Yolanda Díaz: ¿Es de verdad? ¿Es auténtica?"

P. Y, a propósito de este discurso, ¿qué tipo de líder es Felipe VI?
R. En el buen sentido, pienso que a lo que juega es a no ser líder. Porque el liderazgo implica opciones. Uno es líder cuando quiere hacer algo. Y él no puede hacer cosas.

P. ¿Qué opina de Isabel Díaz Ayuso? En el podcast que usted protagonizó en El Confidencial con José Antonio Zarzalejos mantenía que a la gente le gustan los políticos valientes. Pero también le he escuchado que ella es muy madrileña y podría tener dificultades para conectar con el resto de España. ¿Sería más fácil esa conexión para Juanma Moreno?

R. Quizás. Moreno es más neutro, provoca menos rechazo. Muchas veces se ha dicho que el liderazgo político es básicamente tratar de tener menos enemigos. Ayuso es un fenómeno muy interesante, no por ser mujer. Ella ha tenido una maestra que es Esperanza Aguirre, que fue muy popular, muy divertida, pero era en exceso arrogante. Mientras que Ayuso puede al menos buscar popularidad, con sentimiento de clase social. Tiene desparpajo, es atrevida. Por eso el contraste con Feijóo. ¿Eso va a cuadrar en otros territorios? Es especialmente difícil por temas como las diferencias fiscales de Madrid. Hay en la opinión pública de las otras regiones cierta incomodidad con esto, justificada o no. Ayuso entusiasma mucho a los convencidos, pero no tiene otro programa que ella misma. Aunque pretende lo contrario, las políticas fundamentales en Madrid son las mismas que en todos los sitios. Posiciones como la libertad de horarios o la defensa de la tauromaquia no merecen el calificativo de políticas, son spots publicitarios.

Foto: Imagen: EC Diseño.

P. ¿Ha podido ser un error la defensa pública que ha hecho de su pareja, inmersa en un caso de fraude fiscal?

R. El asunto de la mujer de Sánchez le ha venido muy bien a Ayuso. En Estados Unidos, en Inglaterra, en los países escandinavos, las reacciones en un caso de novia (Ayuso) y en otro de marido (Sánchez) serían inaceptables.

"Zapatero es más genuinamente de izquierdas que Sánchez, es más auténtico"

P. Hemos escuchado estos días a Feijóo llamar adolescente a Sánchez. Una crítica muy de Rajoy, condensada en su libro Política para adultos.

R. El título del último libro de Rajoy, Política para adultos es muy revelador. Trata el griterío de la clase política como infantil. La infantilización se da cuando no hay nada realmente serio en qué ocuparse. Pero hay algo interesante ahí. Los buenos políticos no reaccionan al ruido inmediatamente. Responden a lo que les interesa o a lo que es importante. Felipe González participa de esa misma mentalidad. Hay otra explicación a la infantilización, a la polarización y a la agresividad de nuestros políticos: es la pertenencia a la Unión Europea. España y los otros países miembros no son realmente soberanos: las políticas importantes se deciden en Bruselas. Esto tiene el efecto paradójico de crear irresponsabilidad en nuestros políticos: se comportan como niños maleducados, groseros y pendencieros -tú me tiras fango y yo te respondo con más fango-, porque saben que son irrelevantes. Pero cuando ocupan roles de responsabilidad harán lo que tienen que hacer: obedecer a la Unión Europea. Quien tiene el dinero manda.

P. ¿Por qué es tan grande la ruptura de González con el PSOE?

R. Felipe González es de otra generación. Se le está perdiendo el respeto por una razón muy sencilla: no reparte puestos de trabajo. Es de lo estamos hablando. Los presidentes son unos grandes agentes de colocación. Esto sucede, y es el argumento del libro, cuando se pasa de los presidentes emprendedores a los profesionales que viven de la política. González compró la marca PSOE. Aznar refunda el PP. Suárez inventa la UCD. Pujol, uno de los políticos más completos, más brillantes, que ha dado la Península Ibérica, sólo superado por González, creó Convergència, que ha durado varias décadas. Los presidentes siguientes son ya miembros del aparato de los partidos, directivos o burócratas, pero no emprendedores o innovadores.

Foto: El expresidente del Gobierno Felipe González. (EFE/João Relvas) Opinión
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P. ¿Se está desinflando la figura política de Yolanda Díaz? ¿Qué ha pasado en estos meses?

R. Hay una desconexión entre su imagen y el hecho de ser del Partido Comunista. Quizás haya hecho una buena labor como ministra de Trabajo. Pero esa izquierda a la izquierda del PSOE ha apostado por temas identitarios, de género, culturales, que me parecen legítimos pero que no concitan el apoyo de la mayoría de la población. Y ahora hay una reacción. Son dos cosas. Primera, cierto desconcierto con su imagen. ¿Es de verdad? ¿Es auténtica? Y segunda, que se asocia a un temario que quizás está llegando al extremo.

P. Sólo le he escuchado a usted defender públicamente que la situación del PP hubiera sido totalmente distinta si el congreso lo hubiera ganado Soraya Sáenz de Santamaría.

R. Es un tema de género y de militancia. Su problema es que Sáenz de Santamaría vitalmente no era del PP. Pero fue un momento de histerismo de la militancia, tanto del PSOE como del PP, y se buscó la estridencia. Habría cambiado la historia del PP, en mi opinión, para mejor.

P. ¿Cómo puede ser que Zapatero, a pesar del liderazgo de Sánchez en el PSOE en la militancia, le mejore? Quiero decir, su contribución al caudal de votos de las generales fue real.

R. Porque Zapatero tiene un carácter que produce menos rechazo. Sánchez es duro, incluso de rasgos físicos. Zapatero no. Y está más acorde con la sensibilidad de los tiempos. La amabilidad, la cortesía. Aunque objetivamente Sánchez es la continuación estratégica del expresidente, Zapatero tiene una cosa de la que carece Sánchez. Zapatero es más genuinamente de izquierdas. Es más auténtico, al menos lo parece. Sánchez, lo decía Pablo Iglesias, es muy flexible, tanto que más que de izquierdas parece de sí mismo, como toda la clase política.

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