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Alcàsser siempre vuelve: Ricart y el yonqui que cambió (para mal) la historia de España
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Crónica negra

Alcàsser siempre vuelve: Ricart y el yonqui que cambió (para mal) la historia de España

Condenado por el triple crimen de Alcàsser y desaparecido tras salir de la cárcel, la reaparición de Miguel Ricart como portero de un narcopiso barcelonés revive los fantasmas más oscuros (y previsibles) de los años noventa

Foto: Miguel Ricart en 'El caso Alcàsser'. (Netflix)
Miguel Ricart en 'El caso Alcàsser'. (Netflix)

Miguel Ricart salió de la cárcel en 2013 por un túnel que le ha llevado ahora a 1992. En concreto, a la misma clase de vida que llevaba en 1992, la de los inframundos yonquis, solo que Ricart ya no tiene 23 años, está mucho más castigado y todo el mundo sabe quién es.

Tras cumplir condena por los asesinatos (enero de 1993) de las niñas de Alcàsser, Ricart salió de prisión por un callejón sin salida: sin dinero, sin red, repudiado por todos y con el apellido más maldito de la crónica negra noventera detrás de Anglés. Hasta el Estado admitió que sus posibilidades de redención eran mínimas. “No tiene pronóstico favorable de reinserción”, dijo el secretario general de Instituciones Penitenciarias, Ángel Yuste.

España, en definitiva, no sabía qué hacer con Ricart en 2013 y sigue sin saber qué hacer con él ahora.

Foto: Ficha policial de Miguel Ricart. (EFE)

Perdido su rastro durante años, quizá por Francia, Ricart, para sorpresa de nadie, ha reaparecido volviendo al último hogar que conoció antes de la cárcel: el narcopiso. Si hace un año fue identificado por la policía yendo a pillar a un narcobloque en Carabanchel, ahora ha sido detenido como portero de un narcopiso, en el Raval barcelonés, donde se vendía cocaína y heroína.

Según los Mossos, Ricart llevaba varias semanas en el narcopiso, se encargaba de dirigir el tráfico humano en su interior y trabajaba para otros (se entiende que para pagarse el vicio).

Los creadores de la serie documental de Netflix sobre Alcàsser, el mayor esfuerzo periodístico sobre el caso, fueron incapaces de localizar a Ricart en 2019, y no por casualidad, quizás estaba ya atrapado en el limbo underground de los narcopisos.

Foto: Imagen de Miguel Ricart tomada en 1996 (Efe)

En las fotos de su nueva detención, adelantadas por La Vanguardia, vemos a un Ricart irreconocible, con los rasgos físicos arquetípicos del yonqui veterano que lleva mucho tute encima.

¿Es una persona peligrosa? ¿O está más superado que otra cosa? Aunque lleve bajo un foco mediático intenso desde 1993, opacado a ratos por Antonio Anglés, no está claro que sepamos aún quién es Miguel Ricart.

El informe

Un año después del crimen de Alcàsser, se realizaron dos exámenes psiquiátricos a Ricart en la cárcel. El detenido repasó su convulsa biografía sin “alteraciones emocionales significativas” y con “notable estabilidad psicológica”, y confesó “dificultades para establecer relaciones afectivas”, según los informes.

Foto: Ricart, en las imágenes mostradas por 'En el punto de mira'. (Mediaset)

Resumen de lo contado por Ricart a los psiquiatras sobre su vida: su madre murió cuando él tenía tres años y su padre fue un alcohólico duro. Comportamiento juvenil desordenado. Marginalidad. Fugas juveniles de casa porque no aguantaba a su padre. Consumo de cocaína y rohipnol. Año y medio como legionario en Málaga. Nacimiento de su hija. Mecánico en un concesionario. Aumento del consumo de cocaína. Separación de su mujer para irse a vivir a la casa de su "proveedor habitual de drogas": Antonio Anglés. Participación en diversos atracos. Desfase absoluto.

¿Participación en el crimen de Alcàsser? Ricart aseguró a los psiquiatras que "su voluntad se encontraba condicionada fuertemente por el temor a Antonio Anglés, que le impedía con sus amenazas actuar de otro modo". Se encontró "arrastrado por una corriente en la que te dejas llevar y no sabes realmente cómo salir".

Conclusiones del informe forense: “No se constataron trastornos mentales que pudieran condicionar una merma en su capacidad de conocer y obrar”. “Comportamientos egocéntricos y poco responsables”.

Los noventa

Salvando las distancias criminales con los pavorosos noventa, lo que ha hecho ahora Ricart es volver a 1992, cuando era el narcoesbirro de Antonio Anglés.

Foto: La imagen con la que abre 'El caso Alcàsser'. (Netflix)

Hablamos de un contexto de familias (muy) disfuncionales, pobreza estructural y macarrismo valenciano prehistórico e imposible de glamourizar, en el que Anglés y Ricart mantuvieron una relación enfermiza y desequilibrada.

Lo investigó Joan Manuel Oleaque, autor del libro definitivo sobre la pesadilla Alcàsser, Desde las tinieblas: "Anglés consideraba a Ricart un pringao, pero necesitaba alguien como él a su lado".

“Ricart le venía muy bien a Anglés. Y él, junto a Anglés, se sentía protagonista. Lo usaba como conductor en los tratos de droga. Ricart le facilitaba las cosas. Uno de sus informes psiquiátricos apunta la ‘característica de la sumisión’. Anglés empezaría a utilizarlo también como ayudante en atracos. ‘Le daba una mierda del botín’ [según un conocido]. Pero Ricart no se veía utilizado, y la valoración que hacía de Anglés era muy elevada”.

"La heroína llenaba los pulmones y el cerebro de Miguel Ricart. A solas, estirado en una butaca del piso de Neusa [madre de Anglés], empezaba a sentirse guay. Tomaba la droga en chinos, inhalando con un tubito de papel de plata el humo del polvo quemado. Le encantaban los chinos, pero no estaba enganchado, pensaba. Antes le molaba más la coca, pero le había acabado resultando demasiado ansiosa. El caballo, en cambio, suavizaba el mundo en torno suyo", según Oleaque.

El crimen de Alcàsser nos cuenta muchas cosas sobre los años noventa, y casi ninguna buena

Los meses previos a Alcàsser, eclipsados por el posterior crimen mediático, ocultan una de las historias más jodidas y truculentas de la democracia. La de un Anglés que, enfebrecido por la droga y la ultraviolencia, montó un cártel del terror en su entorno (familia, pareja, Ricart).

Una espiral de consumo de drogas, de asaltos y hostias, de narcopisos y descampados, que estalló en un Alcàsser antes de Alcàsser: el salvaje secuestro de la pareja de Anglés, adicta a las drogas, torturada durante semanas por Anglés con la complicidad fría de Ricart. ¿Les suena?

Palabra de Oleaque:

"Ni Juan Ignacio Blanco ni Fernando García [ideólogos de la teoría de la conspiración de Alcàsser] ni los periodistas ni el público sabían la verdadera crueldad de la tortura a la cual Antonio Anglés sometió a su examante Nuria. Una tortura que, en muchos puntos, anticipaba la posterior explosión del crimen de Alcàsser: el triple asesinato parecía, de hecho, una progresión con final —con muerte— de la explosión que Antonio había iniciado con Nuria. Ni Blanco ni Fernando ni los periodistas ni el público sabían tampoco lo que Neusa [madre de Anglés] cuenta: que Ricart, con Antonio, estuvo a punto de tirar a Nuria a un pozo".

Foto: Rosa María Mateo, en un telediario cuando el crimen de Alcàsser. (Netflix)

Anglés fue condenado a cárcel por el secuestro y tortura de su amante, escapó en un permiso penitenciario, nadie le buscó y volvió a las andadas que todos conocemos y agriaron el rumbo de los años noventa en España.

Mientras todo eso ocurría, Miguel Ricart miraba.

La sociedad del espectáculo

Para la elaboración del libro, Oleaque entrevistó a un centenar de personas del entorno de Anglés y Ricart. Pese a que Instituciones Penitenciarias estaba por la labor, Ricart no quiso ser entrevistado, y no porque tuviera manía a los periodistas. "Ricart solo quiere hablar con la televisión: es su medio", según Oleaque.

Foto: Imágenes de la serie sobre Alcàsser. (Netflix)

La reflexión da en el centro neurálgico del asunto: Alcàsser no es un crimen, sino un crimen mediático. Y tampoco es un crimen mediático cualquiera, sino el más mediático. Ningún análisis puede escapar a eso.

Durante el juicio por el triple crimen, mientras interrogaba a un hermano de Antonio Anglés con graves carencias mentales, el juez se quejó de que decía una cosa por la mañana en el tribunal y la contraria por la noche en la tele, a lo que el hermano de Anglés respondió con una sentencia que volaría la cabeza a Umberto Eco: "Esto es un juicio, no la televisión".

En efecto, pese a su (diagnosticada) oligofrenia, el hermano de Anglés surfeó en el juicio las trampas de la sociedad del espectáculo con un brío propio de Jean Baudrillard. Alcàsser era un crimen devorado por los medios y con eso había que jugar.

Foto: Joan Oleaque.

Un asesinato engullido por los medios y por su corolario oscuro: la teoría de la conspiración. Ante el estupor general, Fernando García, padre coraje de Miriam, llegó a pedir la absolución de Ricart en el juicio. García pensaba que un mindundi así no podía haber matado a su hija, que tenía que haber fuerzas más poderosas detrás, lo que excitó a las teles, que dieron cuerda a la conspiración.

El crimen de Alcàsser, en definitiva, nos dice muchas cosas sobre los años noventa, pero casi ninguna buena.

Foto: Ficha policial de Antonio Anglés.

Por fortuna para la salud mental del país, la conspiración claudicó en el juicio ante la fuerza de la primera confesión de Ricart: después de ser detenido, realizó una descripción elaborada y gélida del crimen (luego se desdijo, pero su confesión es considerada abrumadoramente el relato canónico del triple asesinato).

En el 30 aniversario del crimen, la reaparición pública de Ricart evidencia que Alcàsser siempre vuelve, y casi nunca para bien. 1) Parecía imposible que se superaran los salvajes niveles de degradación televisiva del día que aparecieron los cuerpos de las niñas, pero se superaron con creces en los programas sobre la conspiración. 2) El Estado ha dado por imposible la reinserción de Ricart. 3) Ricart ha pasado de escudero drogata del psicópata Anglés a portero de narcopiso.

Resumiendo: Alcàsser es una ciénaga de la que uno no puede escapar, como mucho, retrasar tu hundimiento en el fango.

Miguel Ricart salió de la cárcel en 2013 por un túnel que le ha llevado ahora a 1992. En concreto, a la misma clase de vida que llevaba en 1992, la de los inframundos yonquis, solo que Ricart ya no tiene 23 años, está mucho más castigado y todo el mundo sabe quién es.

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