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Los turistas ya no quieren pernoctar en Barcelona: la tendencia que llena los hoteles de pueblos de la periferia
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Los turistas ya no quieren pernoctar en Barcelona: la tendencia que llena los hoteles de pueblos de la periferia

La odisea de encontrar alojamiento está provocando que los visitantes opten por pequeños municipios cercanos desde los que moverse hasta la capital catalana

Foto: Dos turistas se fotografían junto a la Sagrada Familia. (Europa Press/David Zorrakino)
Dos turistas se fotografían junto a la Sagrada Familia. (Europa Press/David Zorrakino)

En la Semana Santa de hace 2000 años, Jesús de Nazaret nunca durmió en Jerusalén. Dormía en Betania, un pueblo a las afueras desde el que se desplazaba a diario al templo de la capital judía. E igual que Jesús, esta Semana Santa, miles de turistas que visitan Barcelona pernoctan en hoteles de la periferia de la capital catalana porque los precios en el centro son prohibitivos.

Si Jesús se desplazaba en un pollino, los turistas más modestos apuestan por la red de tren de Rodalies (Cercanías Renfe). A diario, entre las personas que esperan con resignación en las estaciones de la línea R1 se pueden observar viajeros que no están acostumbrados al caos del servicio.

Con caras de confusión, intentando entender los horarios cambiantes de Renfe y los retrasos sin justificación, centenares de turistas esperan un tren que casi nunca llega a la hora que les indica su móvil. La línea R1 de cercanías une Barcelona con la costa de El Maresme. En sus vagones, cada vez es más habitual encontrar grandes maletas con etiquetas de facturación del aeropuerto que se camuflan entre la multitud de usuarios.

Foto: Varios vehículos circulan por la ronda del litoral de Barcelona, dentro de la Zona de Bajas Emisiones (ZBE). (EFE/Quique García)

Centenares de turistas alemanes, franceses, italianos, argentinos y de todos los rincones del mundo usan ahora a diario ese tren al que han llegado por casualidad, o mejor dicho, por necesidad. Con los precios desorbitados y la cantidad de visitantes que hay dentro de Barcelona, encontrar un alojamiento accesible es casi una odisea. Por este motivo, muchos deciden alejarse del bullicio de la ciudad condal y optan por pequeños municipios cercanos desde los que moverse hasta la capital.

En un primer momento, la alternativa más asequible era el Baix Llobregat (poblaciones como L’Hospitalet, Cornellà o Esplugues) por su cercanía al aeropuerto y por la conexión con el centro de la ciudad vía bus y metro. Ahora hasta estas zonas son poco asequibles para los visitantes por la subida drástica de los precios, que les obliga a ir aún más lejos.

Camas individuales a precio de apartamento

Primero fueron los pisos con lavabos compartidos para poder sacar mayor rentabilidad, luego el "acondicionamiento" de trasteros para convertirlos en habitaciones que cumpliesen los requisitos mínimos de las páginas de anuncios. Ahora ni los hostales de la capital catalana son accesibles. Una habitación compartida con una decena de personas y con lavabos comunes cuesta entre 40 y 100 euros la noche en Barcelona.

Un ejemplo, en las páginas para buscar alojamiento se encuentran anuncios que ofertan una cama individual en una litera en una habitación compartida mixta de 24 camas por 76 euros la noche en el centro de la ciudad.

Foto: Jaume Collboni, alcalde de Barcelona. (EFE/Andreu Dalmau)

Para encontrar un hotel con una habitación individual estándar con baño privado, el turista debe pagar cerca de 100 euros para una sola persona. Otra alternativa aún más escandalosa, habitaciones diminutas por 164 euros en las que una familia con dos hijos debe dormir en dos camas individuales. La propia página web te indica que lo más asequible por menos de 200 euros es ir a un hostal y coger cuatro camas por cerca de 150 euros.

En cambio, ya fuera del área metropolitana, la oferta es mucho más asequible para las familias y grupos. Por ejemplo, en Vilassar de Mar, a tan solo 30 minutos en tren de la capital catalana, ofrecen habitaciones cuádruples por 85 euros o en Mataró, una suite privada con baño privado, sala de estar, dormitorio y dos camas individuales en un hotel de cuatro estrellas cuesta 145 euros.

Huir de la capital y volver a las comarcas

"¿Cuánto queda?", pregunta un niño en inglés a sus padres, que le contestan que poco. Son un matrimonio procedente de Reino Unido con dos hijos que han venido a pasar una semana en Barcelona. Cuando se pusieron a mirar dónde alojarse se desesperaron y fue entonces cuando "un familiar nos comentó que había pasado un verano en Pineda de Mar, un pequeño pueblo a 56 kilómetros de Barcelona, con precios asequibles y una línea de tren que en una hora te deja en el centro de la ciudad", comenta James, orgulloso de haberse ahorrado unas libras.

El Maresme se han convertido en una alternativa real gracias a una "conectividad muy buena", que permite acercarse muy fácilmente a Barcelona, tanto en transporte público como privado: cercanías, buses, autobuses nocturnos, VTC, taxi y metro permiten un vaivén de turistas constante durante todo el día.

Hasta ahora, en verano, era común encontrarse a muchos turistas frecuentando la R1, sobre todo en el tren que llega hasta Blanes, la estación de tren más cercana a Lloret de Mar (Girona), paraíso consolidado de alemanes y franceses que se desplazan en busca de playa y fiesta. Pero hoy es cada vez más habitual durante el año encontrarse turistas que optan por alojarse en la costa de El Maresme para ahorrar dinero.

La comarca, vecina del Barcelonés, está viendo como durante la "temporada baja" sus hospedajes se llenan de turistas que buscan alternativas a los altos precios que ofrece la capital catalana. Muchos de estos pueblos, sobre todo Pineda de Mar, Calella, Santa Susana o Malgrat de Mar, están acostumbrados a recibir un volumen enorme de turistas durante los meses de verano y tienen infraestructura suficiente para cubrir los servicios.

Foto:  El presidente del PP en Cataluña, Alejandro Fernández. (EFE/Julio Muñoz)

De la tendencia no solo se benefician los alojamientos, también se ve en la gastronomía o las tiendas. "La gente puede ir a pasar todo el día a la ciudad y volver aquí para dormir", explica la presidenta del Consorcio de Turismo de El Maresme, Carme Pona, "aunque hagan excursiones, suelen comer o cenar en la comarca, por lo que ayudan a crecer a los pueblos, además de visitar Barcelona".

El perfil de turista que históricamente veraneaba en El Maresme siempre ha sido familiar, por la amplia oferta de actividades y porque, a diferencia de Barcelona, "son pueblos seguros", dice Pona. Una de las tendencias que se observa en estos pueblos periféricos en las ofertas en Internet es la internacionalización de los anuncios que ya están enfocados a clientes extranjeros. Ahora los reclamos son: "Cerca de la playa y bien conectado" o "muy cerca de la estación". En los comentarios de los usuarios aparecen cada vez más personas extranjeras que buscan estos municipios como alternativas y prefieren usar el tren para "llegar a las principales estaciones de metro de Barcelona", explica Carlo, procedente de Italia.

A Barcelona le crecen los enanos

Pero es que Barcelona no solo es cara, además tiene restricciones de acceso a los coches que impiden que muchos extranjeros, no habituados a estos estándares, puedan entrar en la ciudad, cosa que, de nuevo, les empuja a refugiarse en la periferia. La conectividad de estos pueblos con el centro de la ciudad en menos de una hora crea el caldo de cultivo perfecto para una ebullición del turismo durante todo el año y la "desestacionalización" del tercer sector económico.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (d), junto al presidente del PP de Cataluña, Alejandro Fernández. (EFE/Quique García)

Según los datos que ofrece el Consorcio sobre el Turismo en la comarca, en 2023, El Maresme recibió alrededor de 2,2 millones de turistas y hubo más de 7.1 millones de pernoctaciones en hoteles, pensiones y campings. De estos más de dos millones, cerca de un millón eran extranjeros, el 47%, principalmente franceses, pero cada vez se observan más nacionalidades. Zonas que eran recurrentes para el turismo nacional y que poco a poco reciben cada vez más visitantes internacionales.

La verdadera pregunta, ¿los turistas se van solo porque Barcelona es cara o porque no caben? Según una encuesta de la percepción del turismo en la ciudad en 2023 encargada por el Ayuntamiento de Barcelona, casi la mitad de las personas encuestadas que viven en un barrio turístico dicen mostrarse saturadas por la presencia de alojamientos de este tipo y el 37,7% conviven en su mismo edificio con alojamientos turísticos. Que Barcelona es una ciudad saturada de turismo no es una novedad, lo que sorprende es que ahora hasta los propios turistas quieran huir de ella.

En la Semana Santa de hace 2000 años, Jesús de Nazaret nunca durmió en Jerusalén. Dormía en Betania, un pueblo a las afueras desde el que se desplazaba a diario al templo de la capital judía. E igual que Jesús, esta Semana Santa, miles de turistas que visitan Barcelona pernoctan en hoteles de la periferia de la capital catalana porque los precios en el centro son prohibitivos.

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