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El movimiento feminista y su propio techo de cristal: por qué ha caído la movilización el 8-M
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DOS MANIFESTACIONES EN MADRID

El movimiento feminista y su propio techo de cristal: por qué ha caído la movilización el 8-M

La división en el colectivo, espoleada por la pugna entre el PSOE y Podemos, pasa factura al feminismo. "Está claro que hay causas externas, pero lo anormal es que haya efervescencia", defiende la politóloga Sílvia Claveria

Foto: Manifestación del 8-M en Madrid en 2020. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
Manifestación del 8-M en Madrid en 2020. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
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La movilización del 8-M de 2018 fue histórica. En Madrid salieron a la calle 170.000 personas -un año después serían 375.000-; en Barcelona, 200.000; en Valencia, 80.000; en Bilbao, 60.000; y en Sevilla, 30.000, según los datos facilitados en su día por las respectivas delegaciones o subdelegaciones de Gobierno. Pero más allá de las imágenes de calles desbordadas, el ambiente previo, la efervescencia, el optimismo que impregnó la protesta hace seis años, aunque fuese mucho lo que había que reivindicar, no se ha vuelto a repetir. Tampoco se han alcanzado esas cifras. Los motivos son diversos, algunos mundanos, como la dificultad de mantener viva la llama de la protesta -sea el feminismo o cualquier otro colectivo-. Otros son más profundos, como la división que acusa el movimiento entre dos corrientes, traducida en el plano político por el pulso entre el PSOE y Podemos por mantener su influencia entre las mujeres.

La mayoría de españolas considera que su situación es peor que la de los hombres. Un 69% afirma que sus salarios son menores que los de sus colegas, un 68% sostiene que juega en desventaja en cuanto a las posibilidades de ascenso en el trabajo, un 68% apunta que para ellas es más difícil el acceso a los puestos de responsabilidad de las empresas y un 72,5% señala que las mujeres tienen las de perder a la hora de poder compaginar la vida familiar y la laboral.

Son datos de la encuesta Percepciones sobre la Igualdad entre Hombres y Mujeres y Estereotipos de Género, elaborada por el CIS y publicada el pasado mes de noviembre. Además, como se puede ver en el gráfico que acompaña a esta información, aunque se haya resentido en los últimos años, a partir de 2017 el volumen de población que se identifica como feminista a la ahora de definir su ideología política crece de forma significativa.

Los datos sostienen que la concienciación sigue viva, pero si se compara la asistencia a la manifestación de 2018 con las de 2023 en Madrid, 170.000 personas frente a 23.000, siete veces menos, la duda es inevitable, ¿qué ha pasado? "Es una pregunta que nos hacemos todas", reflexiona la consultora de igualdad y socióloga especializada en igualdad de género, Helena Ripollés. "Creo que se ha puesto mucho el foco en la división y eso es lo que la gente lee. Luego, la realidad del día a día es que encontramos puntos comunes, que es la base de todo. Además, cuando se legisla al respecto, mucha gente se acomoda. La primera ministra de Igualdad, Bibiana Aído, también recibió muchas críticas como Irene Montero. Luego estuvimos muchos años sin un ministerio dedicado a esto", señala.

Foto: Manifestación del 8-M a su paso por la Gran Vía de Madrid. (Cordon Press)

Está convencida de que la ausencia de representación en las instituciones del Estado favoreció la salida masiva a la calle en 2018. Durante esos años, además, estaba sobre la mesa el escándalo de La Manada.

"Lo anormal fue que fuera tan fuerte e intenso. Es decir, los movimientos sociales o las movilizaciones no pueden tener siempre fuerza porque son acciones muy costosas. Para mí la pregunta, por tanto, sería la inversa", explica Sílvia Claveria, politóloga especialista en estudios de género. No obstante, concede que la división en el movimiento es uno de los factores que ha podido incidir en la desmovilización de las últimas convocatorias. "Está claro que hay causas externas, la competición de los partidos por estos temas, el desinterés de los jóvenes por la política, el cansancio por parte de los hombres, la falta de novedad o que a los medios ya no les interese, pero lo anormal es que haya efervescencia", insiste.

"El feminismo no es un bloque de hormigón", advierte Carmen Martín, de la Comisión 8M, en la línea de lo expresado por Claveria, en la dificultad de mantener la tensión en la calle. "En 2018 y 2019, hubo una huelga", recuerda Martín, lo que ayudó a la movilización. Pilar Estévez, de la Plataforma Feminista Galega, estuvo en una de las primeras reuniones en Zaragoza para organizar ese primer paro general: "Se estaba produciendo una eclosión. En Europa estaba el movimiento más institucionalizado y asentado; no se mantenía esa dinámica de movilización. Creo que el éxito fue que supimos escucharnos". Todas trabajaron con el objetivo común de convocar una huelga general. "No podemos hacer eso todos los años", explica la Comisión.

placeholder Victoria, una mujer trans originaria de Honduras. Imagen de la manifestación oficial de 2022. (A. F.)
Victoria, una mujer trans originaria de Honduras. Imagen de la manifestación oficial de 2022. (A. F.)

Después de la pancarta, llegaron las políticas. Y con ellas las divergencias y divisiones dentro del movimiento. Durante la primera parte de la pasada legislatura, los enfrentamientos entre Carmen Calvo, entonces ministra de Presidencia, e Irene Montero, titular de Igualdad, fueron notables. La primera nunca ocultó sus reparos hacia la ley trans, uno de los proyectos estrella de la segunda.

Luego llegarían las desavenencias por la ley del solo sí es sí y la puesta en libertad o rebaja de penas para decenas de condenados por agresión sexual, o las declaraciones de Pedro Sánchez, en plena campaña del 23-J, cuestionando las políticas de Igualdad de su propio Ejecutivo y confesando que sus amigos se habían sentido "incómodos" ante algunas de las políticas impulsadas por Montero. El PSOE, de hecho, se conjuró para recuperar la cartera, fue una de las condiciones que impuso la formación en el reparto de ministerios con Sumar y ganó. Mientras, la división sigue latiendo en el colectivo.

Foto: Vista general de la manifestación feminista en Madrid, con la fuente de Cibeles en el centro, este 8 de marzo. (EFE)

La filósofa Victoria Sendón de León, próxima al feminismo clásico, no duda en señalar los intentos de instrumentalización del colectivo. A su juicio, fundamentalmente por parte de Podemos y su objetivo de "implosionar el movimiento desde dentro". En 2020 "la división ya era clara", remarca. En la marcha de aquel año, los dos frentes, según recuerda, protagonizaron un agrio encontronazo en Callao. De un lado, las defensoras de la abolición de la prostitución y críticas con la ley trans. "No en contra de los trans, como se quiere hacer ver, sino contrarias a la norma por defender los derechos de los menores", remarca Sendón de León. Y del otro la parte del movimiento que se considera no punitivista.

placeholder Isabel sujetando su pancarta en el Paseo del Prado. Manifestación oficial de 2023. (A. F.)
Isabel sujetando su pancarta en el Paseo del Prado. Manifestación oficial de 2023. (A. F.)

La sensación es que las dos corrientes hace tiempo cruzaron el punto de no retorno. Estévez sostiene que "no se supo canalizar la forma que pudiera evitar esa polarización". En lugar de "calma", hubo "explosión". Tanto, que en 2022, la manifestación se dividió en dos. Por un lado, la marcha oficial que más población aglutinaba. Por otro, el sector que no se sentía identificado con las políticas de la por entonces ministra de Igualdad. "No hay un espacio para el debate sin descalificaciones y entramos en las redes del patriarcado", reconoce, para añadir que las diferencias son válidas, pero sin crispación. "En el feminismo cabemos todas. Y los avances en derechos de las mujeres trans, son avances también para el movimiento", sentencia la Comisión 8-M.

"Hace 10 años, lo de Rubiales nos lo hubiésemos comido con patatas", dice Rosa Cobo

Este resquemor se percibe a pie de calle. Andrea Moreno tiene 25 años. Lleva yendo al 8-M desde la explosión del 2018. Lo hará también este viernes, pero reconoce que "hay menos personas que antes", aunque lo achaca al devenir habitual de los movimientos sociales. No obstante, sí reconoce cierto rechazo y "radicalización". Lo percibe, por ejemplo, hablando con su primo de 16 años que "cuestiona todo lo que se está haciendo en el feminismo". Los efectos reaccionarios son también habituales y no se salen de la norma. "El auge de los discursos contrarios al feminismo no estaban tan presentes hace cinco años", sentencia Ripollés.

placeholder Marcha abolicionista en Atocha, 2023. (A. F.)
Marcha abolicionista en Atocha, 2023. (A. F.)

Rosa Cobo, profesora titular de Sociología del Género en la Universidad de A Coruña y también próxima al feminismo clásico, recuerda que las divisiones y los debates en el movimiento no son una novedad, sino más bien una constante a lo largo de la historia. Pero sobre todo remarca que aunque la movilización en la calle se haya podido resentir, la influencia del colectivo cada vez es mayor y como ejemplo pone el "se acabó" que terminó costándole el cargo al expresidente de la Federación Española de Futbol, Luis Rubiales, por dar un beso en la boca sin su consentimiento a Jenni Hermoso.

Foto: Manifestantes participan en la marcha organizada por la Comisión 8M con motivo del Día de la Mujer, en Madrid. (EFE/Kiko Huesca)

"Lo importante no es lo que ocurre en los debates intrafeministas, lo más importante es lo que ocurre fuera, la capacidad de influir en el curso de los acontecimientos. El se acabó no fue fruto de una gran movilización en la calle, pero sí en redes y eso fue fundamental a la hora de que se considerase una forma de agresión sexual. Es, a mi juicio, el éxito fundamental del feminismo. Hace 10 años, lo de Rubiales nos lo hubiésemos comido con patatas. Habríamos pensado que era un tipo asqueroso, pero se habría quedado en eso", defiende Cobo, reivindicado la fortaleza y el valor del movimiento más allá de la calle.

Puede haber división en el seno del feminismo, este año el movimiento también volverá a salir a la calle dividido en Madrid, pero su influencia, insiste la profesora, es tangible y pone como ejemplo la lucha contra el acceso de los menores a la pornografía o la abolición de la prostitución. Son dos de los guantes que ha recogido la nueva ministra de Igualdad, la socialista Ana Redondo. "Luego saldrán adelante o no, o lo que se apruebe podrá ser más o menos descafeinado, pero ya hemos condicionado el debate", zanja.

La movilización del 8-M de 2018 fue histórica. En Madrid salieron a la calle 170.000 personas -un año después serían 375.000-; en Barcelona, 200.000; en Valencia, 80.000; en Bilbao, 60.000; y en Sevilla, 30.000, según los datos facilitados en su día por las respectivas delegaciones o subdelegaciones de Gobierno. Pero más allá de las imágenes de calles desbordadas, el ambiente previo, la efervescencia, el optimismo que impregnó la protesta hace seis años, aunque fuese mucho lo que había que reivindicar, no se ha vuelto a repetir. Tampoco se han alcanzado esas cifras. Los motivos son diversos, algunos mundanos, como la dificultad de mantener viva la llama de la protesta -sea el feminismo o cualquier otro colectivo-. Otros son más profundos, como la división que acusa el movimiento entre dos corrientes, traducida en el plano político por el pulso entre el PSOE y Podemos por mantener su influencia entre las mujeres.

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