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Los jóvenes españoles lo hacen todo cuatro años después que sus padres: "Llegas tarde a todo"
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Los jóvenes españoles lo hacen todo cuatro años después que sus padres: "Llegas tarde a todo"

Entre 1992 y 2022, la edad del primer hijo ha aumentado cuatro años; la emancipación, al menos dos; la del matrimonio, siete; y se empieza a trabajar más tarde. Es "insostenible"

Foto: Ilustración: Emma Esser.
Ilustración: Emma Esser.
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Cuando Eduardo y Rocío tuvieron a su primera hija a los 32 años, en 2000, ya se consideraban padres tardíos. Hoy, un par décadas más tarde, tal vez habrían sido los primeros de su grupo de amigos en inaugurar la paternidad, como sugiere la propia Rocío, trabajadora en banca: "Mis compañeros están teniéndolos a los 36". El retraso en la paternidad es el signo más claro de que lo hacemos todo más tarde, que la juventud se ha alargado y que eso está teniendo efectos en la economía, la sociedad e incluso la política.

Hoy, ambos tienen 56 años y dos hijos: Héctor, de 21, y Azucena, de 23, con los que viven en el centro de Madrid. Tienen claro que ellos lo harán todo mucho más tarde. En parte, obligados por motivos económicos que retrasan su independencia. Pero también porque los hábitos de vida han cambiado: "Me fastidia cuando demonizan a los jóvenes: también estudian mucho, trabajan, se forman", responde Eduardo. "Quieren vivir bien, pero creo que tienen un sentimiento de la buena vida aristotélica: vivir una vida que merezca la pena ser vivida. No me parece egoísta".

¿Cuánto más tardamos en hacer las cosas que en 1992, cuando Eduardo y Rocío tenían 25? Alrededor de cuatro años. Es lo que ha aumentado la edad media a la que las mujeres tienen su primer hijo, de los 27,5 años a los 31,57, el principal indicador temporal en la vida de una persona. Tanto hombres como mujeres se emancipan dos años más tarde, y en otras condiciones. La edad a la que nos casamos ha aumentado mucho más, unos siete años. La buena noticia es que la esperanza de vida también se ha disparado en unos seis años desde principios de los noventa.

Eso ha provocado la sensación entre muchos jóvenes de llegar tarde a todo, de que los hitos vitales que deberían ir cumpliendo se retrasan. Un salto de cuatro años en apenas una generación es una brecha gigantesca "insostenible", como señala Alberto del Rey, catedrático de Sociología y Comunicación de la Universidad de Salamanca. "Si trabajas con valores medios, ya solo un año de retraso es una auténtica barbaridad". Para el demógrafo, la clave se encuentra en la emancipación, que ya era tardía a principios de los 90 por el modelo familiar español, y cuyo retraso está relacionado con el desplome de la natalidad española.

"Se comparan con sus padres, pero se ha alargado todo mucho más y vivimos mejor"

"Mi abuela me lo recuerda siempre: yo a tu edad ya tenía un hijo", explica Azucena, la hija mayor del matrimonio, que estudió Psicología y ahora cursa un máster. "Aparte de eso, sí sentimos esa presión: piensas que vas a cumplir la mayoría de edad, a empezar una carrera e irte de casa, y luego ves que no es así. Eso te hace pensar que llegarás tarde a todo". Del Rey matiza sus palabras: "Muchas veces se piensa porque se compara con todo lo que tenían sus padres a su edad, y parece que llegan tarde, pero no es así: se ha alargado todo mucho más y vivimos en mejores condiciones, tenemos una infancia más larga, una juventud más larga y una vejez más larga".

Su hermano pequeño no se siente exactamente así, pero sí sus amigos más mayores. Matiza: "También existe un cambio cultural en los jóvenes de no aceptar tan fácilmente la vida de casarte, comprarte una casa y quedarte ahí, sino de disfrutar la juventud, viajar y hacer cosas antes de buscarte algo un poco estable". Del Rey ve este retraso como algo no necesariamente negativo: "Tiene que ver con la construcción social de nuestras vidas: no está bien visto casarse y tener hijos si no tienes unas buenas condiciones. La gente se extraña si hoy tienes un hijo a los 23. Hemos construido una visión del paso de la edad joven a la adulta en la que hay que cumplir una serie de requisitos que cada vez son más difíciles".

Muchos más años de estudios

Rocío empezó a trabajar nada más salir de la carrera de Interiorismo, en 1992. "Nunca me faltó trabajo", recuerda. Tiene la sensación, viendo a sus hijos, de que hoy tendría que haber seguido formándose. "Ahora hay más competencia", explica. "Están más preparados, tienen idiomas, másteres muy caros". Su hijo Héctor, por ejemplo, tiene claro que cuando termine Biología cursará un máster: "Mi idea es hacerlo e ir viendo". Azucena está en ello, pero lamenta que necesite un máster de capacitación para poder ejercer como psicóloga: "Piensas que en cuatro años vas a terminar, pero luego necesitas un máster para trabajar, luego otro para especializarte...".

Aunque no hay datos exactos de edad de finalización de estudios, lo que sí sabemos son tres cosas: hoy mucha más gente tiene estudios superiores y posuniversitarios que hace 30 años, las diplomaturas han desaparecido y, en general, pasamos más tiempo formándonos antes de entrar a nuestro primer trabajo estable, lo que supone el primer gran retraso vital de la generación Z. La mayoría (51,2%) de los que ahora tienen más de 60 años terminaron sus estudios antes de los 18. Hoy, solo un 28,6% de treintañeros lo ha hecho a esa edad.

"Antes solo con Bachillerato podías conseguir fácilmente un trabajo", explica Del Rey. "Ahora con la carrera no te sirve, tienes que hacer un máster o una especialización, cosas que ahora las familias se pueden permitir y antes no podían". Los requisitos laborales son mucho más elevados porque la economía española se ha transformado y "antes no había tantos puestos de trabajo que exigiesen tanta formación".

¿Cuándo te vas?

España es el cuarto país de Europa donde los jóvenes se independizan más tarde, tras Croacia, Eslovaquia y Grecia. Los primeros datos de Eurostat solo se remontan al 2000, pero muestran que en apenas un par de décadas la emancipación se ha retrasado dos años. Héctor lo tiene claro: "Los alquileres están tan caros que si quieres irte solo es complicado, lo normal es hacerlo con tu pareja y tarde, cuando encuentras un trabajo estable y donde te pagan bien", valora. "Mis amigos independizados lo han hecho con el dinero de sus padres, pero si no puedes trabajar hasta que tienes el máster, es complicado marchase de casa", añade su hermana.

Lo que no reflejan las cifras son las condiciones en las que se produce esta emancipación. Para la generación de Eduardo y Rocío, era casi impensable abandonar el hogar familiar para compartir piso, salvo por motivos de estudios. Para la generación Z, es mucho más habitual. "Quizá la diferencia es que mucha gente ahora se va con los amigos o gente conocida y cambia de compañeros de piso a menudo porque suben los precios. Antes creo que era diferente, te ibas con tu pareja o una amiga a un sitio concreto", valora Azucena.

El matrimonio admite que tuvo suerte al independizarse, porque recibieron ayuda de la familia de Eduardo, que les compró su primera aunque modesta casa (de cincuenta metros cuadrados) en Las Rozas. Al mismo tiempo, admiten que para sus hijos no será igual: "Yo, lo que sé seguro es que a ellos no podría pagarles una casa".

El matrimonio tiene truco

Eduardo define su matrimonio con Rocío como "old school". Como era tan frecuente entonces y tan poco ahora, ambos abandonaron el hogar de sus familias para pasar por el altar e irse a vivir juntos. Eso explica que, hace 30 años, la edad media de matrimonio estuviese tan cerca de la de emancipación: muchas parejas pasaban directamente de vivir con sus padres a hacerlo con sus parejas, boda mediante.

Hoy, el proceso es muy distinto. Es más común vivir unos años juntos antes de casarse, un paso que a menudo se suele dar por razones meramente prácticas. Del matrimonio a la emancipación y, más tarde, a la boda. "El matrimonio se ha complejizado", explica del Rey. "Antes había tres cosas que iban muy seguidas, la emancipación, el matrimonio y el primer hijo: la gente salía de casa para casarse y tener hijos, algo que solía ocurrir dentro del primer año".

Además, hay mucha más gente que no se llega a casar, y lo hacen más en entornos rurales que en las ciudades. "De nuestros amigos más jóvenes, de 50 años más o menos, ninguno se casó, y del resto, alguno lo hizo a posteriori", recuerda la pareja. "El matrimonio era el principal regulador de los nacimientos, hoy te puedes casar y no necesariamente tener un hijo al momento", añade Del Rey.

"Ahora no piensas solo en que tu hijo coma, sino también en que vaya a determinada universidad"

El dilema del primer hijo

El meollo es la edad a la que se tiene el primer hijo, que ha aumentado desde los 27,5 años hasta los 31,57. Aunque no se reparte de manera equitativa en toda la sociedad (las mujeres sin estudios, de un nivel socioeconómico más bajo o de entornos rurales tienen hijos antes), la tendencia general es la del retraso de la maternidad, en parte por una acumulación de todos los pasos previos, pero también por otros factores como la incorporación de la mujer al mercado laboral o una mayor exigencia a la hora de tener hijos, como también se refleja en el número de descendientes.

"Ahora no piensas en tener un hijo y que puedas alimentarlo como antes, sino que pueda estudiar en determinada universidad, por ejemplo; quieres más cosas para él que cuestan dinero, lo que hace que mucha gente se quede con un solo hijo", valora Rocío. En su caso fueron dos, y aunque algunos amigos llegaron a tener tres, no conocen a nadie más joven que haya pasado de la parejita, la tasa de reemplazo generacional: "La gente quiere vivir mejor y se vive mejor con un hijo que con tres".

La entrada de la mujer en el mercado laboral influye en la edad a la que se tiene el primer hijo, que, a su vez, influye en la posibilidad de tener un segundo. Como recuerda Del Rey, "si uno se emancipa tarde, tarda tiempo en conseguir pareja y no tiene buenas condiciones, desincentiva mucho que tengas un segundo", explica. "Un hijo cambia mucho la vida de las personas, incluso físicamente: no hay muchos que tengan su primer hijo después de los 35 que repitan".

Los divorcios también se dan a una edad más tardía, algo lógico si nos casamos más tarde. Pero las separaciones influyen en la natalidad más de lo que podríamos pensar. Como recuerda Del Rey, "las parejas duran menos y cuanto menos duran las parejas, más difícil es que tengan hijos". Por lo general se suele tener descendencia con la primera pareja estable. No es habitual hacerlo en el segundo o tercer matrimonio. "Para tener hijos es necesario tener estabilidad, y si las parejas duran menos, eso también influye en la edad y el número de hijos que se tienen".

No te preocupes: vivirás más

La buena noticia es que los españoles ahora tenemos una esperanza de vida muy superior y, por lo general, llegamos a ancianos en mucha mejor condición física y psicológica. Por eso, la jubilación ya no es el descanso del guerrero de aquellos cuerpos castigados por el trabajo en el campo o la industria, sino un momento para disfrutar con más tiempo del mismo tipo de ocio que ya se practica y permitirse nuevos lujos una vez estén criados los hijos.

"Rocío tiene la clásica idea de retirarse con vistas al mar, esa vieja idea de la tranquilidad, pero nos gusta disfrutar de la vida cultural de la ciudad: salir a cenar o a conciertos", explica Eduardo, que esta semana ha ido con su hijo al concierto de Biznaga. "Tenemos la idea de viajar más, salir a Europa, América, sobre todo cuando los chicos requieran menos de nuestro apoyo económico". Rocío no piensa en jubilarse para quedarse en casa, como hizo la generación de sus padres.

"Hoy te jubilas y lo haces en muchas mejores condiciones físicas. ¿Viajar por América? Los jubilados de antes ni se lo planteaban"

"Hoy te jubilas y lo haces en muchas mejores condiciones: en el pasado, a los sesenta años muchos estaban hechos polvo, se oía mucho ese comentario de 'a ver si llego a la jubilación'", concluye Del Rey. "Ahora lo que se piensa es en qué se va a emplear el tiempo, porque tienen condiciones materiales y físicas para hacer muchas más cosas. ¿Viajar por América? Antes ni se lo planteaban". Esas son las buenas noticias: puede ser que no te independices hasta los cuarenta, pero quizá te espere una jubilación dorada en el Caribe.

Cuando Eduardo y Rocío tuvieron a su primera hija a los 32 años, en 2000, ya se consideraban padres tardíos. Hoy, un par décadas más tarde, tal vez habrían sido los primeros de su grupo de amigos en inaugurar la paternidad, como sugiere la propia Rocío, trabajadora en banca: "Mis compañeros están teniéndolos a los 36". El retraso en la paternidad es el signo más claro de que lo hacemos todo más tarde, que la juventud se ha alargado y que eso está teniendo efectos en la economía, la sociedad e incluso la política.

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