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España se vuelca en los servicios y el empleo industrial cae a mínimos históricos
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YA SOLO REPRESENTA EL 13% DEL EMPLEO TOTAL

España se vuelca en los servicios y el empleo industrial cae a mínimos históricos

La lenta transformación de España en una economía de servicios sigue adelante. El principal afectado es el empleo industrial, que ha caído a niveles históricamente bajos. Ya solo representa el 13% del total

Foto: España se vuelca en los servicios. (Pexels)
España se vuelca en los servicios. (Pexels)
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El empleo industrial se apaga. Y lo hace arrinconado por el sector servicios, que, año tras año, está ganando peso en la economía nacional, hasta el punto de que el porcentaje de trabajadores que hoy está ocupado en la industria ha descendido a mínimos históricos. De hecho, habría que remontarse a los años sesenta —inmediatamente después del Plan de Estabilización de 1959— para encontrar un resultado tan adverso desde el punto de vista de la industria. Hoy, apenas el 13,3% del empleo es de carácter industrial, lejos del 16,3% que se alcanzó en el primer trimestre de 2008, al inicio de la Gran Recesión, pero a años luz del 26,9% registrado en el tercer trimestre de 1976, al comienzo de otra gran crisis económica derivada del primer choque petrolífero.

Los datos proceden de la EPA (Encuesta de Población Activa), y lo que ponen de manifiesto es la profunda transformación que ha sufrido en el último medio siglo la economía española, en línea con lo que ha sucedido en los países de su entorno, aunque de forma más intensa respecto de Alemania o Francia.

Lo relevante, sin embargo, es que este patrón de crecimiento tiene importantes consecuencias desde el punto de vista socioeconómico y laboral. Entre otras razones, porque el empleo industrial conlleva salarios más elevados que el resto de sectores, exige mayor cualificación profesional y es más proclive al empleo indefinido y de mayor calidad que el que generan los servicios. El porcentaje de trabajadores industriales con empleo temporal apenas llega al 9,4%, prácticamente la mitad que en el conjunto de los sectores productivos. Sin contar, lo que supone en términos de autonomía y soberanía estratégica frente a las crecientes amenazas geopolíticas.

La Encuesta Anual de Coste Laboral, por ejemplo, muestra que mientras que el salario medio en la industria se sitúa (año 2022) en 29.076 euros, en los servicios baja hasta los 24.782, lo que significa casi un 15% menos. Igualmente, la tasa de temporalidad es menor y la participación en las inversiones de las empresas en I+D+i es sensiblemente mayor al de su peso en el conjunto de la actividad económica. Mientras que las empresas del sector servicios concentran el 52,1% del gasto en inversión y desarrollo, la Industria, que pesa cuatro veces menos en el PIB de España que los servicios, representa el 46,2%.

Economías de escala

La crisis industrial tiene razones exógenas, en particular, la competencia de países emergentes, pero también vinculadas a la propia estructura del sector, enormemente fragmentado, lo que le impide —además de invertir menos en cualificación de los trabajadores— aprovechar las economías de escala y contar con un tejido productivo con mayor capacidad de crecimiento vía exportaciones.

Esta realidad se pone de relieve en las estadísticas del INE que muestran que de las 194.000 empresas que componen el sector industrial, un porcentaje hegemónico (el 83,5%), tiene menos de 10 ocupados, mientras que otro 13,4% posee entre 10 y 49. En su conjunto, estas empresas con menos de 50 ocupados dan empleo al 39% de las plantillas de la industria y su facturación representa el 21% del total. Por el contrario, las empresas de 250 o más ocupados, que apenas suponen el 0,6% del total, ocupan casi el 40% de las plantillas y facturan el 58% de la cifra de negocios del sector.

Aun así, y esta es una de las características de la industria frente al sector servicios, su productividad media —definida como el valor añadido generado por persona ocupada— se sitúa en 63.054 euros. Principalmente, por la aportación de las industrias del refino y las coquerías (473.736 euros), el tabaco (163.507) y la fabricación de productos farmacéuticos (116.138). Por su parte, las menos productivas son la confección de prendas de vestir (24.500 euros por ocupado), industria del cuero y del calzado (29.996) y fabricación de muebles (34.966).

Este proceso de terciarización del patrón de crecimiento se observa con nitidez si se compara la industria con el comportamiento del sector financiero. Según un estudio del Consejo General de Economistas y de la Cámara de España, entre 1980 y 2018 el sistema financiero es el que presenta el mayor incremento del valor añadido bruto (VAB), con un incremento de nada menos que del 161%.

La importancia de la productividad es clave para un sector volcado a las exportaciones. No en vano, casi la tercera parte de las ventas de las empresas de la industria (el 31%) se realizó fuera de España. El sector del automóvil es el que más vende en el exterior, seguido de otro material de transporte.

Industria y riqueza regional

El hecho de que la industria pierda peso en la estructura productiva no es intrascendente desde el punto de vista de la riqueza regional. Muy al contrario, las comunidades autónomas más volcadas al sector secundario son, lógicamente, las más castigadas. Este es el caso de Cataluña, cuya cifra de negocios representa el 21,7% del total de España. Es decir, prácticamente el doble que la Comunidad de Madrid, que apenas supone el 12%, o Andalucía, que pese a ser la región más poblada de España solo representa el 11,9% de la cifra de negocios de las empresas industriales. Regiones históricamente muy volcadas a la industria son hoy residuales en el conjunto nacional. Este es el caso de Asturias (2,4%), principalmente a causa de la retirada del sector público. Hoy, según la EPA, apenas 33.200 trabajadores de la industria están en plantilla de alguna empresa pública.

La industria, en todo caso, se está transformando en coherencia con los avances tecnológicos, lo que genera un nuevo perfil de actividad. Según un estudio de CCOO Industria y la Fundación Primero de Mayo, un sector como el eólico, inexistente no hace demasiados años, da ya empleo a más de 32.000 profesionales, trabajando en toda la cadena de valor del sector, desde la fabricación hasta las actividades de I+D. El empleo total (directo e inducido) derivado de actividades relacionadas con la industria eólica a nivel global sobrepasa las 100.00 personas. Ahora bien, su transformación depende de cambios en el sistema formativo a la luz de lo que se ha llamado Industria 4.0. Y en este sentido, hay que recordar que se trata de un sector más envejecido que otros. El 18% de los ocupados tiene más de 55 años.

Los datos de coyuntura más recientes no auguran nada bueno para una recuperación inmediata de la industria. El Indicador del Clima Industrial (ICI) de noviembre, corregido de variaciones estacionales, muestra una caída de 9,6 puntos. Eso quiere decir que este indicador clave encadena ya 17 meses en terreno negativo, con un descenso próximo a los veinte puntos desde el máximo alcanzado en febrero de 2022. Los técnicos del ministerio de Industria estiman que la tendencia descendente se prolonga, lo que ha llevado al indicador en los últimos tres meses a caer por debajo de su media a largo plazo.

Los datos incluso más recientes de los PMI de la industria manufacturera, que recogen las previsiones de ventas, muestran que tanto la producción como los nuevos pedidos cayeron fuertemente en medio de informes de una demanda moderada del mercado. El índice general se mantiene muy por debajo del nivel de ausencia de cambios (50 puntos) al situarse en 46,2, frente a 46,3 registrado en noviembre. De esta manera, sostienen los analistas de S&P Global, el índice marcó una “intensa reducción” y señaló el noveno deterioro mensual consecutivo. Para el futuro, las cosas no pintan mejor. Los indicadores clave, como son los nuevos pedidos y los pedidos pendientes, han disminuido a un ritmo más rápido que en el mes anterior. Las perspectivas para principios de 2024 “parecen bastante deslucidas”, aseguran.

El empleo industrial se apaga. Y lo hace arrinconado por el sector servicios, que, año tras año, está ganando peso en la economía nacional, hasta el punto de que el porcentaje de trabajadores que hoy está ocupado en la industria ha descendido a mínimos históricos. De hecho, habría que remontarse a los años sesenta —inmediatamente después del Plan de Estabilización de 1959— para encontrar un resultado tan adverso desde el punto de vista de la industria. Hoy, apenas el 13,3% del empleo es de carácter industrial, lejos del 16,3% que se alcanzó en el primer trimestre de 2008, al inicio de la Gran Recesión, pero a años luz del 26,9% registrado en el tercer trimestre de 1976, al comienzo de otra gran crisis económica derivada del primer choque petrolífero.

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