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El disco de rock que retrata el espíritu de 2022
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'TRINCHERA CULTURAL'

El disco de rock que retrata el espíritu de 2022

La música popular siempre habla de su tiempo, de un modo u otro. Pero hay bandas que poseen una antena especial para identificar las aspiraciones, deseos y malestares de su época. Biznaga pertenece a esa categoría

Foto: Biznaga. (Carmen Morago)
Biznaga. (Carmen Morago)

La música popular siempre habla de su tiempo, de un modo u otro. En las canciones suele reflejarse la época, sus sentimientos, aspiraciones, deseos y temores, a menudo de forma involuntaria y subterránea, incluso cuando el propósito explícito sea simplemente el de entretener. Lo que une y separa a Georgie Dann de Rosalía, o a Alejandro Sanz de C. Tangana, nos dice mucho de los tiempos.

Pero también hay artistas y bandas que son capaces de captar el humor social de una manera más explícita, de recoger intencionadamente el espíritu que flota en la época. El rock fue especialmente interesante en este sentido, porque algunos de sus compositores autores poseían una antena muy sensible para captar los detalles de su tiempo. Hay muchos ejemplos pero, por citar un par de ellos nacionales, se podría nombrar a los Leño de 'Corre, Corre' o a los Kortatu de su debut, unos con una visión más callejera, los otros desde una sociedad más politizada.

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Aquí y ahora

'Bremen no existe', el cuarto disco de Biznaga, pertenece a esa clase de álbumes: un puñado de canciones directas, con guitarras disparadas y melodías contundentes, que recogen el humor social de un contexto y de un tiempo. Es un disco contemporáneo, es decir, no podría haber sido compuesto en ningún otro momento más que en este. Suena a aquí y ahora, y reconstruye el viento de la época con unos cuantos acordes. Y lo consigue porque se fijan más en los contextos que en los personajes, como si los primeros produjeran los segundos.

El vínculo entre un pasado decepcionado y un futuro inexistente es el humor social dominante y los Biznaga lo llevan a su terreno

Hay una tensión que aparece insistentemente en el disco, la que engarza el pasado y el porvenir: "El presente es un continuo sampleado/ remixes de un pasado recurrente/ y un futuro postergado". Las diversas generaciones atrapadas en ese bucle son el centro del álbum, pero los Biznaga tienen una edad concreta, y es natural que se fijen en la suya: "Ahora que tenemos treinta y tantos/Que no nos une el amor, sino el espanto/La euforia es el disfraz de la desafección/ Y dura lo que dura un vídeo de TikTok". Ese arranque del disco, con cita a Borges incluida, y que puede describir tanto una relación sentimental como una alianza grupal o una posición política, contiene una buena definición de la época.

Y lo es porque el vínculo entre un pasado decepcionado y un futuro inexistente es el humor social dominante en nuestro tiempo. Los Biznaga lo llevan a su terreno, ofrecen una perspectiva a pie de calle, sintonizan perfectamente ese escenario, pero no quedan cegados por la resignación, la venganza o la triangulación sentimental. Ese himno que es 'Contra mi generación', un "beso robado y una canción de amor" dirigida contra los suyos, es perfecto a la hora de reflejar las contradicciones.

La pena del siglo

'Bremen no existe' oscila entre el retrato desasosegante y la energía que hace posible pensar que "lo que no pudimos hacer/aún es posible tal vez". 'Domingo especialmente triste' y su pena del siglo y el nihilismo de 'Todas las pandemias de mañana' (en lugar de todas las fiestas del mañana velvetiano), inciden en el primer aspecto. Pero quizá sea 'La escuela nocturna' el tema que mejor refleja el espacio ambiguo en el que nos desenvolvemos.

Las estrellas del rock difundían la imagen de que una noche suya valía más que varios meses del común de los mortales

'La escuela nocturna' posee una energía especial y su estribillo ("Porque La noche es nuestra/y el día de los demás") exige ser coreado en los conciertos. Pero la letra carece de toda euforia, va a contrapié, al igual que la estructura sonora de la canción, que mitiga la furia con un aire espectral. Y es significativo porque habla de la noche, un tema recurrente en la música popular, y más en el rock, que siempre lo ha dibujado como un espacio de disfrute y goce: era un momento mágico en el que se apagaban las obligaciones y las presiones y se encendía una vida más real. Era el tiempo de los amantes, del "sábado a la noche, ya cobré", del placer y de la subversión.

Las estrellas del rock, como muchas de la música popular, y ocurre con las nuevas generaciones de otros géneros, difundían intencionadamente la imagen de que una noche suya valía más que varios meses del común de los mortales. En el caso de Biznaga, el retrato es muy diferente. Esa "vamos hacia el fin de la noche, una noche más" no tiene mucho de liberador: no es el momento en que brillan intensamente las luces de neón, sino en el de una oscuridad en la que desaparecemos.

La luz que no se apaga

El otro lado, el de la rabia y la energía, el de apretar los dientes y seguir adelante, aparece en el aire juvenil y callejero de 'Madrid nos pertenece', en la sensación de estafa de 'Espíritu del 92' o en 'Una historia de fantasmas', la pieza de cierre, cuya hábil estructura sonora concede una pegada especial a su espléndida letra sobre el pasado reprimido.

La filosofía en el salón/Es intempestiva a partir de las 2:00/Como dijo Derrida, como dijo Foucault/"Llama al camello", "Manda ubicación"

'Bremen no existe' también incluye 'Filósofxs intempestivxs', uno de los mejores retratos de la generación del 15 M que dio el salto a la política, una sátira demasiado real: "Te arreglan el mundo de madrugada/ C.Tangana de fondo; latas y gramos de farla/ Y desde la comodidad de su sofá, muy pedo ya/ Citando a tal, citando a cuál, se citan a sí mismos". El estribillo aprieta las tuercas un poco más: "La filosofía en el salón/ Es intempestiva a partir de las 2:00/ Como dijo Derrida, como dijo Foucault/ 'Llama al camello', 'Manda ubicación'". Pero circunscribir esto a una crítica al activismo podemita sería quedarse corto. Si se sustituyen las referencias a Derrida y Foucault por Applebaum, 'The Economist' y Krastev, el resultado sería el mismo. O a Rand y Friedman, dependiendo de en qué sofá reparásemos.

Pero esto es un disco de rock, no un conjunto de letras. Es postpunk de guitarras eléctricas martilleantes, de canciones poderosas y de rabia concentrada, que funciona, como los grandes discos, como un todo. Nada de temas sobrantes o de trucos como concentrar las mejores canciones al inicio. Dado que se sitúa en un estilo determinado, que no le gusta a todo el mundo, no pretendo que este texto sea una simple recomendación del álbum. Se trata más bien de constatar el talento de un grupo en su madurez, cuyo anterior disco, 'Gran pantalla', ya era espectacular (como lo era su análisis de la tecnología), y que ha dado un paso más con 'Bremen no existe'.

El disco estará a la venta el 22 de abril (Montgrí), pero varias de sus canciones ya han sido difundidas. Y la semana próxima inician la gira, el 7 de abril en la fiesta del 50º aniversario de Radio 3 y el 8 de abril en Santiago de Compostela.

La música popular siempre habla de su tiempo, de un modo u otro. En las canciones suele reflejarse la época, sus sentimientos, aspiraciones, deseos y temores, a menudo de forma involuntaria y subterránea, incluso cuando el propósito explícito sea simplemente el de entretener. Lo que une y separa a Georgie Dann de Rosalía, o a Alejandro Sanz de C. Tangana, nos dice mucho de los tiempos.

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