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El horizonte de las derechas: siete meses clave para la batalla contra Sánchez
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El horizonte de las derechas: siete meses clave para la batalla contra Sánchez

En el intento de PP y Vox de dejar sin aire al recién investido presidente se superponen tres planos: el nacional, el comunitario y el internacional. Las elecciones europeas son la siguiente parada en este camino

Foto: El PP protesta en Madrid contra la amnistía. (Europa Press/Jesús Hellín)
El PP protesta en Madrid contra la amnistía. (Europa Press/Jesús Hellín)
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En el fragor del ruido ambiente, con las partidas políticas que se han abierto tras la investidura, conviene prestar atención a movimientos futuros que se han anticipado en estos días. Las tensiones que se han vivido auguran convulsiones. El nuevo Gobierno nace con muchas dudas, también acerca de su duración. Incluso uno de los socios, Aitor Esteban, adelantaba que lo normal será que no llegue a los cuatro años. El complicado encaje de tantas fuerzas y tan dispares introduce interrogantes sobre su eficacia. El PP espera aprovechar esa debilidad y ha dejado claro que presionará para que el final de legislatura llegue más pronto que tarde.

La hoja de ruta popular tiene una primera parada, el enfrentamiento con la ley de amnistía, y una segunda, las elecciones europeas. Un buen resultado del PP en junio del próximo año, combinado con uno malo de los socialistas, permitiría mostrar que el Ejecutivo tiene las costuras rotas y ratificaría en las urnas el discurso de Alberto Núñez Feijóo, ese que afirma que una mayoría de españoles está en contra de las políticas de Pedro Sánchez. El objetivo de Génova es mostrar la fotografía de un presidente social y electoralmente desgastado. Creyeron haberla tomado tras las elecciones municipales, pero no fue así; ahora esperan conseguirla en las europeas.

La presión en las calles de estos días, los descontentos institucionales y las declaraciones en los medios de comunicación no constituyen únicamente un retrato de parte de la realidad española, sino que conforman un clima que podría consolidarse en las elecciones europeas. El horizonte deseado por el PP es que los comicios continentales se conviertan en una suerte de plebiscito acerca de la conveniencia de que este Gobierno siga adelante.

El enredo europeo

Para conseguir ese objetivo, Génova se apoyará en esa parte sustancial de las instituciones que ha manifestado su desacuerdo con la medida de gracia, además de proseguir con las manifestaciones de rigor. Insistirá también a los organismos europeos para que presionen al Ejecutivo de Sánchez. La amnistía es casus belli.

Sin embargo, las cosas en Europa no son nada sencillas, ya que están atravesadas por incentivos contradictorios. La buena sintonía de Sánchez con la UE ayudará a sostener al nuevo Gobierno. Recibió felicitaciones del canciller alemán, Olaf Scholz; de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea; y de Charles Michel, presidente del Consejo Europeo (incluso Antony Blinken, secretario de Estado en el gobierno Joe Biden, se ha sumado desde EEUU). Además, la otra opción, un Ejecutivo del PP con Vox, le resulta particularmente antipática a las instituciones continentales por la presencia de los de Santiago Abascal, por lo que no son esperables demasiados favores a las derechas desde Bruselas.

Un Gobierno PP-Vox es antipático para Bruselas, por lo que no son esperables demasiados favores desde la UE

Pero, por otra parte, en las elecciones de junio de 2024 también se jugarán los equilibrios de poder dentro de la Unión Europea. Los populares europeos, que gobiernan en la actualidad, necesitan que el PP obtenga una representación sustancial, lo que anima no solo a conceder un apoyo mediático a los de Feijóo, sino a que algunas declaraciones hostiles al nuevo gobierno puedan aparecer con el paso de los meses. El PPE (Partido Popular Europeo) se juega mucho en junio, también en términos internos.

Y el asunto se complica más porque aparece el tercer actor, en España y en la UE: Vox. Parar a la extrema derecha ha sido la baza principal de Sánchez en la investidura y Bruselas está de acuerdo con ello, porque es lo que más teme. El equilibrio de poder europeo está constituido hasta la fecha por los acuerdos entre el Partido Popular Europeo y los socialistas y liberales; todos ellos insistían, hasta hace algún tiempo, en la necesidad de restar espacio al ECR, el grupo al que pertenece la formación de Abascal. Pero eso puede cambiar si las fuerzas de la derecha populista obtienen en junio un buen resultado y los socialistas decaen.

En ese momento, las tentaciones de articular un nuevo núcleo mediante los acuerdos entre el PPE y el ECR resurgirían con fuerza, con todas las implicaciones políticas y geopolíticas, que son muchas, que conlleva. Vox tiene que hacer su parte europea en las elecciones para que el grupo al que pertenece cobre más fuerza. El ECR cree que este es el momento de dar un paso adelante, y espera un refuerzo de los votantes españoles.

De modo que junio será un momento decisivo para Vox. Por una parte, las europeas serán las elecciones que muestren su poder actual: si se han estancado, si vuelven a crecer o si retroceden, con las consecuencias que eso aparejaría para su futuro. En un tipo de comicios que les favorecen, han de demostrar de forma clara que los resultados del 23-J fueron coyunturalmente negativos.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, durante la sesión de investidura de Pedro Sánchez. (Europa Press/Eduardo Parra)

Las europeas serán, en esta ocasión, algo más que esas elecciones consideradas menores por el votante español. Los grandes partidos nacionales tienen enormes incentivos para volcarse en ellas: Vox necesita crecer; Sumar debe demostrar cuál es su espacio real; y Podemos, que todavía tiene sitio en la política española. Y todo ello sin contar con las variables nacionalistas, también de notable relevancia.

Sin embargo, el interés se centrará en la confrontación entre el PSOE y las derechas. Estas coincidirán en la hostilidad contra Sánchez y divergirán en mensajes y formas. Es probable que Génova ponga más peso en lo institucional que en la calle, y que en Bambú se aproveche la segunda, además de mantener una oposición más rotunda en las instituciones. En todo caso, a partir de aquí presenciaremos estrategias distintas con las que PP y Vox, en su propia competición electoral, tratarán de marcar perfil. La advertencia de Abascal el día de la investidura desde la tribuna, en la que apuntaba una posible la falta de colaboración con los populares en los gobiernos autonómicos y municipales, no se pronunció tan en vano como se ha tomado. Es una carta real.

Esta pelea en el ámbito de la derecha devuelve a Génova el dilema de qué hacer con Vox. Con un giro de tuerca. Feijóo necesita ganar los siguientes comicios no solo para combatir a Sánchez y minar a Vox, sino para consolidar su liderazgo interno. Un mal resultado sería interpretado en términos de debilidad y eso abriría demasiados interrogantes para su futuro. Todo el mundo sabe que hay gente esperando por si las cosas no van como el PP desea. Hasta ahora, Feijóo ha adoptado un tono duro y ha regresado al 'antisanchismo' frontal para capitalizar el descontento con la amnistía y para mostrarse como el partido firme de la derecha. Es probable que ese tono ya no se abandone hasta las europeas, tanto para minar a Sánchez como para frenar a Vox. El resultado de junio de 2024 marcará los tiempos futuros y ambos partidos son plenamente conscientes. Van a ser tiempos intensos.

Pero el asunto tiene una vuelta de tuerca más. No se trata solamente de si el bloque de la derecha conseguirá mostrar a un Sánchez débil, si Feijóo verá reforzado o minado su liderazgo y si Vox avanzará o retrocederá. Tampoco se trata únicamente de las fuerzas que conformarán el Parlamento Europeo y de cómo influirán en el futuro de la UE. También hay un aspecto ideológico de fondo.

La batalla ideológica

Sánchez comenzó su discurso de investidura hablando del cambio climático, de "una globalización imparable que tiene riesgos si no se gobierna multilateralmente", de la digitalización, de la cuarta revolución industrial y del papel de la inteligencia artificial. Insistió subrayando que su proyecto se desarrollará en clave verde y digital y que priorizará la innovación y la digitalización. No son palabras que sirvan para dar color al discurso, son el centro del actual proyecto europeo, y quien lo combate con mayor convicción es Vox. Esta es una ventaja o desventaja, según se utilice, que los de Abascal tienen sobre el PP.

Y lo es porque cuando Sánchez señaló en la investidura que había una batalla ideológica internacional, decía la verdad. Los términos en los que Blinken ha felicitado al presidente Sánchez demuestran no solo la sintonía con EEUU, sino con una opción política, la representada por Biden. Las dos grandes fuerzas ideológicas del momento también han posado su mirada sobre España (y este fin de semana, en Argentina).

Eso explica por qué Bruselas estaba a favor del gobierno de Sánchez y por qué Financial Times y The Guardian publicaron editoriales para defender la amnistía; pero también por qué Tucker Carlson, la estrella mediática de la derecha republicana trumpista (si es que hay ya otra) vino a España o por qué Anne Applebaum se pronunció contra la amnistía. Que personas de ideologías tan dispares como Tucker y Applebaum señalasen, desde la derecha, su hostilidad hacia Sánchez es también significativo, porque ambos representan posiciones políticas muy diferentes dentro del conservadurismo. Son una buena metáfora de cómo este se encuentra dividido, igual que en España (o en Argentina, con Milei y Bullrich). Sobre cómo se resuelve esa tensión entre las distintas derechas, también los resultados de las europeas serán representativos.

En el fragor del ruido ambiente, con las partidas políticas que se han abierto tras la investidura, conviene prestar atención a movimientos futuros que se han anticipado en estos días. Las tensiones que se han vivido auguran convulsiones. El nuevo Gobierno nace con muchas dudas, también acerca de su duración. Incluso uno de los socios, Aitor Esteban, adelantaba que lo normal será que no llegue a los cuatro años. El complicado encaje de tantas fuerzas y tan dispares introduce interrogantes sobre su eficacia. El PP espera aprovechar esa debilidad y ha dejado claro que presionará para que el final de legislatura llegue más pronto que tarde.

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