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Sánchez y Feijóo harán política de tierra quemada en una legislatura de máxima confrontación
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Vox, el pegamento de la futura coalición

Sánchez y Feijóo harán política de tierra quemada en una legislatura de máxima confrontación

El debate se desarrolló en un tono menos bronco del que se intuía por las protestas en la calle, pero la falta de interlocución entre el PSOE y PP se perpetúa sin ningún viso de solución

Foto: Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, en la sesión de investidura del candidato socialista, este miércoles en el Congreso. (Reuters/Susana Vera)
Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, en la sesión de investidura del candidato socialista, este miércoles en el Congreso. (Reuters/Susana Vera)
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Quienes piensen que el PP y el PSOE, los dos grandes partidos de Estado, en algún momento deben volver a entenderse, se pueden ir despidiendo. La primera jornada de la sesión de investidura de Pedro Sánchez dejó claro que no hay ninguna posibilidad de que mejore la comunicación con Alberto Núñez Feijóo. El debate se desarrolló en un ambiente menos bronco del que se esperaba, a pesar de las protestas convocadas frente al Congreso y la sucesión de manifestaciones de los últimos días. Pero la legislatura arranca con un deterioro grave del clima político por el impacto de la ley de amnistía. Y no hay perspectiva de solución.

Con la elección de Sánchez este jueves en la Cámara y la formación del nuevo Gobierno, parece que las elecciones generales han quedado atrás. Pero el ciclo electoral no ha acabado. En unos meses, se celebrarán las elecciones gallegas, vascas y europeas. El ambiente continuará igual de cargado, monopolizado además por todo lo que rodea a la amnistía. El proceso legislativo para su aprobación, los recursos al Tribunal Constitucional y su aplicación por parte de los jueces caso a caso perpetuarán el frentismo.

No existe ni un solo espacio para que mejore la interlocución. Tanto la Moncloa como Génova lo ven imposible. Sánchez dedicó sus primeros 40 minutos de intervención en transmitir que su coalición de gobierno levanta un "muro" frente a la "derecha reaccionaria" y "retrógrada" de PP y Vox. Y Feijóo aprovechó su cara a cara con el candidato para advertirle de que "cuando el independentismo le falle, cuando le supere la legislatura, y ocurrirá, no me busque".

No habrá ni un solo pacto entre los dos partidos. El líder de Génova se ha quejado siempre de que no recibió un mensaje de felicitación del presidente por su victoria —insuficiente— en la noche del 23-J. El líder del PSOE ni siquiera se dignó en replicarle en su debate de investidura truncado. Fuentes socialistas admiten que la relación entre Sánchez y el dirigente del PP es "inexistente" y descartan que cambie algo cuando haya nuevo Ejecutivo. Ni siquiera por rubor institucional. "Ellos tampoco ponen de su parte", afirman en la Moncloa, y el horizonte de más elecciones "no ayuda".

La confrontación seguirá, sin que nadie busque una salida. Los dos partidos son muy conscientes de ello. "Comunicación puede existir, lo que no va a haber son pactos", conceden en el PP. Sánchez tuvo una primera intervención, que encaró relajado, con una mención expresa a las concentraciones en contra de la amnistía, porque, destacan en su equipo, "no es un presidente aislado de la realidad". Pero el mensaje en el que profundizó fue el mismo que utilizó en la campaña: se trata de contener el avance de la ola de ultraderecha que recorre Europa y el mundo.

Amnistía para combatir a Vox

El resultado del 23-J para él fue claro. "Las circunstancias son las que son y toca hacer de la necesidad virtud", destacó, en referencia a que la amnistía es el precio que hay que pagar para la continuidad del Gobierno de coalición. Por el "interés general", para "consolidar los avances" logrados en los últimos cuatro años. "En nombre de España y en defensa de la concordia entre españoles", añadió.

Foto: Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados esta mañana. (Reuters/Susana Vera)

El aspirante a la presidencia encontró en el freno a Vox el mejor pegamento para la amalgama de partidos que componen su mayoría (Sumar, Junts, ERC, PNV, Bildu, BNG y Coalición Canaria). Hay una disyuntiva, explicó, "que va más allá de la izquierda o la derecha". "En momentos de cambio intenso, se libra una contienda ideológica entre una opción reaccionaria y otra progresista", aseveró.

Y con esto atizó a Feijóo. El presidente del PP centró su intervención en las críticas al entierro judicial del procés y en los acuerdos con los independentistas. "Esta investidura nace de un fraude. Lo que se trae hoy a esta Cámara no se votó en las urnas", replicó. Esta línea discursiva convence a todas las sensibilidades del PP. Ni quienes se reconocen más moderados defienden un acercamiento en estas circunstancias.

Foto: Míriam Nogueras pasa por delante de Pedro Sánchez durante la primera jornada del debate de investidura. (EFE/Daniel González)

Aunque el intercambio de acusaciones entre Sánchez y Feijóo fue igual de duro que de costumbre, el tono de ambos ayudó a no espesar la sesión. El futuro jefe del Ejecutivo se mostró más nervioso en el turno de tarde, en el debate con Junts y ERC. El partido de Carles Puigdemont se molestó por la ausencia de referencias a Cataluña en su discurso. E incluso propició una reunión con el secretario de Organización, Santos Cerdán, para trasladarle su malestar. El debate con la portavoz de Junts, Míriam Nogueras, fue el que más hizo sufrir a Sánchez, con el recordatorio de su exigencia de referéndum. Les tuvo que repetir que "su compromiso es cumplir los acuerdos". "Daremos pasos para resolver definitivamente este conflicto", subrayó.

Destellos de descompresión

Todos los actores cumplieron su papel casi a la perfección. Ni sorprendió que los diputados de Vox abandonaran el hemiciclo después de la primera intervención de Santiago Abascal para sumarse a las manifestaciones en la calle. Menos larga se hizo la sesión. El día dejó destellos fugaces de descompresión. No exentos de carga política, pero que contribuyeron a aflojar el ambiente. Feijóo saliendo en auxilio de las dos ministras de Podemos, Ione Belarra e Irene Montero, pidiéndoles que peleen estos días por conservar un ministerio. "Sí se puede", les transmitió. O Sánchez, en la tribuna, muerto de la risa, por la "original teoría" de Feijóo de que no es presidente porque no quiere.

El pleno estuvo a punto de irse al traste porque las cámaras del Congreso pillaron a Isabel Díaz Ayuso en la tribuna de invitados soltando un espontáneo "qué hijo de puta", después de que el dirigente socialista asegurara quee echaron a Pablo Casado del PP por denunciar el "caso de corrupción" de su hermano —que fue archivado—. El gabinete de la presidenta madrileña defendió inicialmente que dijo "me gusta la fruta". Luego ya transigió. La corrección se abordó en todos los corrillos del patio de la carrera de San Jerónimo. Y también destensó. Y lo mismo sucedió con la atribución errónea que Feijóo hizo a unos versos de Machado, que pertenecen en realidad a una canción de Ismael Serrano. Durante horas se especuló sobre quién de sus colaboradores pudo incurrir en ese fallo.

Foto: Santiago Abascal, durante la sesión de investidura. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

Pero que nadie se lleve a error. La legislatura que comienza es de máxima tensión. Los bloques están absolutamente enfrentados y ningún partido se moverá de su sitio. Sánchez tendrá dificultades para entenderse con sus socios y el PP sufrirá por su relación con Vox. Da igual. El presidente y Feijóo continuarán igual de alejados.

Quienes piensen que el PP y el PSOE, los dos grandes partidos de Estado, en algún momento deben volver a entenderse, se pueden ir despidiendo. La primera jornada de la sesión de investidura de Pedro Sánchez dejó claro que no hay ninguna posibilidad de que mejore la comunicación con Alberto Núñez Feijóo. El debate se desarrolló en un ambiente menos bronco del que se esperaba, a pesar de las protestas convocadas frente al Congreso y la sucesión de manifestaciones de los últimos días. Pero la legislatura arranca con un deterioro grave del clima político por el impacto de la ley de amnistía. Y no hay perspectiva de solución.

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