El voto de clase se ha roto: la derecha crece entre los que peor llegan a final de mes
El comportamiento de las clases en una situación económica complicada puede ser muy relevante en estas elecciones. Pero al contrario de lo que se suele creer, las derechas sacan ventaja en esas capas de la población
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El debate del miércoles tuvo un momento inusual, porque el bloque temático dedicado a la economía estuvo monopolizado por "los que lo están pasando mal". Esa divergencia entre los grandes números y los pequeños, entre las buenas cifras macro y las dificultades micro, apareció en distintos momentos en las intervenciones de los líderes. Era lógico desde el punto de vista electoral, dado que Vox y Sumar tenían que movilizar votantes de esos estratos, y la cita era idónea para ello. Sin embargo, la importancia de esta pugna va más allá de la pelea por el tercer y cuarto puesto en las elecciones: el voto de las clases trabajadoras y medias bajas puede contar con una mayor relevancia para estos comicios de la que se percibe.
En España, afirma Carlos Domínguez, de 40dB, la correlación entre clase social y voto siempre ha existido, y continúa vigente: "Cuanto más alta es la clase, más voto hay hacia la derecha; la izquierda sigue siendo la opción preferida entre las clases bajas y medias bajas". Aunque la tendencia sea la esperable, está atravesada por matices sustanciales que modifican el mapa de partida.
En primera instancia, apunta Domínguez, las transferencias de voto se han transversalizado. Y en segundo lugar, la prevalencia de la izquierda entre las clases medias-bajas y las bajas ya no es tan grande. Los partidos nuevos también han introducido cambios: "En la derecha, cuanto más bajamos en el nivel socioeconómico, más disputa Vox el liderazgo al PP; en la izquierda, cuanto más bajo es el nivel socioeconómico, mayor es el voto al PSOE y menor a Sumar".
La vida sin red
El voto de clase, sin embargo, es difícil de definir. En parte por la misma complejidad social, que hace más complicado establecer categorías nítidas; en parte porque las opciones de personas que cuentan con el mismo nivel de ingresos varían dependiendo de su ocupación, de su lugar de residencia (los ejes rural/urbano y centro/periferia alteran el voto) y del género. Y, en última instancia, porque todas estas distinciones chocan con una autopercepción que enreda más el análisis.
Como señala Andrés Medina, de Metroscopia, "cuando preguntábamos a los encuestados si se consideraban de clase media trabajadora, el 85% respondía afirmativamente. Y si todos lo son, es como si no lo fuera ninguno". Paco Camas, de Ipsos, ahonda en esta disonancia: "Hay una diferencia muy significativa entre lo que es la identificación de clase y la situación de clase. Es decir, entre cómo se autoidentifica el elector y cuál es su situación económica actual".
Quizá por ello se está recurriendo a otras categorías para entender cómo funciona la relación entre clase y voto. Medina explica que dividen la población en tres grupos, aquellos que declaran tener una vida económicamente holgada; el de quienes cuadran las cuentas todos los meses, pero tampoco les sobra mucho; y el grupo de gente que tiene dificultades para llegar al día 30 o no llega. Entre estos, hay un 20% de la población "muy pillada".
La mayor diferencia en intención de voto a favor de la derecha se produce en las clases que tienen más dificultades para llegar a fin de mes
Otra de las preguntas que utilizan para definir la posición económica es la que hace referencia al colchón que poseen. Los acomodados, un 25%, afirman que podrían aguantar un año sin ingresos. Entre los que llegan ajustados, que son tanto aquellos que cobran poco como los que ganan algo más, pero tienen gastos que cubrir (derivados de hipotecas, crianza de los hijos, etc.) "hay un 50% que afirma que no aguantaría ni un mes". Ambos factores marcan de manera clara su día a día, porque no se afronta la vida igual cuando se cuenta con un respaldo que si se vive sin red.
Las entrevistas, que ha ido acumulando Metroscopia en el último mes, señalan que "entre los acomodados, la derecha gana a la izquierda por 7 puntos en intención directa de voto, en la clase media, por 5 puntos, y entre las clases pilladas, por 10 puntos". Esta sería una primera tendencia que va contra el teórico reparto de posiciones de clase: la derecha se impone a la izquierda en las clases que llegan peor a fin de mes. La segunda es la diferencia holgada entre los partidos nuevos: "En ese estrato de población, Vox duplica a Sumar".
La importancia del diagnóstico
Según Paco Camas, de Ipsos, "Sumar obtiene su mejor resultado en intención de voto entre las personas que viven sin problemas económicos y el peor entre las personas cuyos ingresos son claramente insuficientes para salir adelante". En el lado contrario está Vox, "una de las referencias principales del voto empobrecido en España. Está compitiendo con el Partido Popular entre quienes afirman que sus ingresos son totalmente insuficientes y que les cuesta muchísimo llegar a final de mes".
El ascenso de Vox tiene que ver, según Medina, con la naturaleza del partido, ya que "cuenta con 'cayetanos' y con operarios"
Esta presencia emergente del partido de Abascal se explica, afirma Carlos Domínguez, "porque coquetea con discursos más sociales, entre el neoliberalismo y el neofascismo, que tienen una mayor penetración entre ese tipo de clases". El ascenso de Vox tiene que ver, según Medina, con la naturaleza del partido, ya que "cuenta con cayetanos y operarios, con Espinosas y Buxadés, y eso le permite ser más transversal". Sin embargo, atribuye el factor decisivo a que es capaz de ofrecer un diagnóstico: "No tienen un proyecto de país para los que van pillados, pero sí un diagnóstico. Esa bandera, en la orfandad obrera, fue de Podemos, pero se la ha robado Vox". Aunque el PP domina en intención de voto en ese estrato social, "el peso específico de los de Abascal es muy alto".
A los de izquierda alternativa les cuesta más llegar a esta población, probablemente "porque sus discursos provienen de ámbitos con mayor formación cultural", según afirma Domínguez. Y esa distancia lleva a que las propuestas se entiendan peor: "El discurso de la izquierda, el del laborismo digital, el que va de la fábrica al rider, y que propone trabajar menos horas, no funciona bien en las clases más apretadas".
El 8% que falta
Sin embargo, el primer impulso de las clases económicamente ajustadas no es votar a la derecha, sino abstenerse. Según Camas, "entre el votante de menor nivel socioeconómico predomina fundamentalmente la abstención, con un nivel estructural elevado". Medina aporta las cifras de sus encuestas: "La abstención entre la clase que vive cómodamente es de un 25%; entre los que llegan con cierta holgura, algo más del 30% y entre los pillados, es justo la mitad, el 50%".
La izquierda no podrá volver a ganar en Madrid hasta que recupere, al menos, un 8% de voto de las clases populares
No es un factor menor. Tras las elecciones municipales y autonómicas, los expertos socialistas llegaron a la conclusión de que no podrían volver a ganar en ciudades como Madrid, a menos que fueran capaces de recuperar un 8% de voto de las clases populares, tradicionalmente de izquierdas, cuya desconfianza de la política les ha llevado a la abstención. Es una población con menor nivel de instrucción y de cualificación laboral, más resignada y que, por tanto, acaba absteniéndose con más frecuencia. "Recuperar esos ocho puntos sería esencial, en especial entre las clases bajas metropolitanas", aseguran, y resultarían clave si se movilizase parte de ellos en estas elecciones.
Sin embargo, no parece que lo estén consiguiendo. El voto de las clases populares, el de quienes tienen dificultades para llegar a fin de mes, está siendo disputado también por la derecha, y de momento lleva ventaja. El PP ha crecido frente al PSOE y Vox se impone a Sumar. Quizá sería precisa una reflexión acerca de los motivos que han llevado a estas poblaciones a alejarse de la política, en primer lugar, y de la izquierda, en segundo, porque en ese cambio residen buena parte de los giros políticos contemporáneos.
El debate del miércoles tuvo un momento inusual, porque el bloque temático dedicado a la economía estuvo monopolizado por "los que lo están pasando mal". Esa divergencia entre los grandes números y los pequeños, entre las buenas cifras macro y las dificultades micro, apareció en distintos momentos en las intervenciones de los líderes. Era lógico desde el punto de vista electoral, dado que Vox y Sumar tenían que movilizar votantes de esos estratos, y la cita era idónea para ello. Sin embargo, la importancia de esta pugna va más allá de la pelea por el tercer y cuarto puesto en las elecciones: el voto de las clases trabajadoras y medias bajas puede contar con una mayor relevancia para estos comicios de la que se percibe.
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