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La contundente encuesta de Ipsos que revela lo que pasa en nuestra sociedad
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'TRINCHERA CULTURAL'

La contundente encuesta de Ipsos que revela lo que pasa en nuestra sociedad

Son apenas cinco preguntas, pero sirven para definir de manera clara, entre preocupante y brutal, cuál es el humor social que ha instalado entre los ciudadanos. Lo que están diciendo debe tenerse muy en cuenta

Foto: Manifestación contra la reforma de las pensiones en París. (EFE/Christophe Petit Tesson)
Manifestación contra la reforma de las pensiones en París. (EFE/Christophe Petit Tesson)

Ipsos realiza habitualmente una encuesta, de nombre Broken System Index, en 28 países. Sirve para medir el pulso de la sociedad y el grado de aceptación y de aquiescencia con el sistema (con cómo funcionan las cosas) en cada Estado. Sus preguntas son espinosas porque tratan de recoger el humor social subterráneo, y eso no se consigue inquiriendo sobre cuestiones concretas y definidas, como si estás preocupado por el paro o por el cambio climático. Son preguntas directas que, en la última oleada, de septiembre a noviembre de 2022, han emitido unos resultados entre preocupantes y brutales.

La primera pregunta es si la economía del país está amañada para favorecer a los ricos y poderosos. El consenso es general, con una media global de un 64% de encuestados que respondieron afirmativamente. En Estados como Hungría y Rumanía el porcentaje alcanzó el 78 y 75%, respectivamente, y marcan el nivel más alto. En Holanda, Alemania y Suecia, que están en el escalón más bajo, el porcentaje es del 55% para los dos primeros y el 45% para los suecos. España está en el estrato inferior, con un 57%, frente al 66% de EEUU. Salvo en un país, en los 27 restantes hay más de un 50% de los ciudadanos que tienen la sensación de que su sistema económico no funciona para ellos, y no lo hace porque está diseñado para favorecer a los que más tienen.

Si la respuesta que se recibe está tejida desde un "no les importamos", la separación entre ciudadanos y dirigentes se vuelve abismal

En la segunda categoría, "A los partidos tradicionales y a los políticos no les importa la gente como yo", los porcentajes son similares. Rumanía y Turquía (79% y 70%) encabezan la clasificación, frente al 44% de Suecia y el 45% de Países Bajos. España está en un 61%, EEUU en un 64%, y Francia y Gran Bretaña en un 65%. Esta categoría es especialmente relevante, en la medida en que la política, que contiene el entramado institucional que define el Gobierno de un país, es también un mecanismo de salvaguarda. Cuando las cosas no funcionan, la gente interpela en primera instancia a los políticos, acude a los gobernantes y a los opositores para demandar soluciones. Si la respuesta que se recibe, o que se cree recibir, está tejida desde un "no les importamos", la separación entre ciudadanos y dirigentes se vuelve abismal.

La cuarta pregunta está relacionada con la anterior: "Los expertos de este país no entienden la vida de la gente como yo". Perú (70%) y Turquía (69%) encabezan la clasificación y Países Bajos (45%) y Suecia (42%) tienen el porcentaje más bajo. España está en un 59%, al lado de EEUU y Gran Bretaña, con un 61%. Los expertos tienen un índice de aceptación un pelín superior al de los políticos, pero están en un nivel de descrédito similar. Este alejamiento es importante, en la medida en que se trata de una esfera a la que se podría acudir en busca de un remedio. Dado que asesoran a los políticos, podrían empujarlos en la buena dirección si se extravían en intereses partidistas o si no prestan atención a los problemas reales. Durante mucho tiempo hemos escuchado que esos técnicos deberían tener mucho más peso en las medidas que se toman, pero lo que la encuesta subraya es que están muy alejados de la gente y que, por tanto, sus formulaciones teóricas se asientan en un mundo tan poco real y efectivo como el de los políticos.

placeholder Biden, Scholz, Macron, Sánchez y Sunak, durante la cumbre del G20 2022 en Bali. (EFE/Steffen Hebestreit)
Biden, Scholz, Macron, Sánchez y Sunak, durante la cumbre del G20 2022 en Bali. (EFE/Steffen Hebestreit)

Los líderes y las reglas

Las dos preguntas restantes conforman un bloque diferente. Si las anteriores contienen un retrato del momento, estas apuntan hacia las teóricas soluciones, y lo hacen inquiriendo sobre el mecanismo típico de confrontación con el sistema que ha emergido en los últimos tiempos. La cuestión que figura en tercer lugar es si hace falta un líder fuerte que recupere el país de las manos de los ricos y poderosos. La media global afirmativa es de un 59%. En España es un 55%, en Gran Bretaña un 67%, en EEUU un 63%, en Francia 57%, en Italia un 50% y en Alemania un 37%. El punto más elevado lo marcan Rumanía (74%) e Indonesia (70%).

Esa falta de dirección política sólida que las sociedades perciben no implica que quieran romper con el sistema

La otra cuestión de este bloque, que es la última de la encuesta, es si hace falta un líder fuerte que arregle la situación del país, aunque para ello tenga que saltarse las reglas. El matiz es muy relevante, dado que apunta a un cambio de normas, a no respetar los límites, a hacer lo necesario, aunque implique transformaciones profundas. Aquí la aceptación es mucho menor. La media global es del 45%. España es el cuarto país por la cola, un 33%. En Alemania el porcentaje es de un 29%, en Francia un 36%, en EEUU un 40%, en Italia un 47% y en Reino Unido un 50%.

La diferencia entre la tercera y la quinta pregunta marca un aspecto muy importante, en la medida en que esa falta de dirección política y sólida que se percibe no implica que se quiera romper con el sistema. Por más que el porcentaje de ciudadanos que aspiran a cambios definitivos sea elevado, está muy por debajo de las cifras en las que se mueven el resto de preguntas. Hay un deseo de liderazgo, pero eso no implica que sea uno antisistema. Al menos de momento, porque si las sociedades continúan deteriorándose, es probable que el humor social cambie.

Foto: Xi Jinping. (Reuters/Athit Perawongmetha) Opinión

Los tres ejes

Si se analizan los datos en su conjunto, es fácil concluir que las sociedades se desenvuelven en un clima especial: creen que la economía no funciona porque está planificada para que favorezca a quienes tienen dinero y poder, y que quienes dirigen sus países se han alejado de los ciudadanos porque no los entienden y porque no se preocupan por ellos. Hay que repetirlo; el momento social se articula desde tres ejes: el sistema económico está amañado, no les importamos, no nos entienden.

Esta es una esfera que está pasando por debajo del radar, que apela a un tipo de potencia política diferente, muy ligada a la vida cotidiana de la mayoría de la gente. Es aquí donde se va a hacer política los próximos años: quien sepa dar respuesta a las tres preguntas tendrá muchísimo ganado. Sin embargo, esta esfera está siendo ignorada por los medios de comunicación, por los partidos, las instituciones y por los expertos, a menudo interesadamente.

La encuesta desdice esa lectura: lo que la gente quiere realmente es que el sistema funcione para ellos, pero no lo hace

Cuando estas brechas se han manifestado, se han despreciado como producto de una sociedad que está virando hacia el populismo, es decir, contra la democracia, y cuya explicación última son las costumbres anticuadas, cuando no directamente fascistas, de unos ciudadanos que no son capaces de encajar los cambios necesarios a los que debían enfrentarse. Esta interpretación, cabe subrayarlo, vino tanto desde la izquierda cultural como desde la derecha tecnocrática.

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Sin embargo, la encuesta desdice esa lectura. Si bien es cierto que las sociedades demandan liderazgos, son mayoritarias aquellas que no quieren transformaciones radicales en el sistema. Más propiamente, quieren que el sistema funcione para ellos, y no lo hace.

Algo más profundo

Quizá quienes mejor han analizado esta brecha han sido unos cuantos politólogos y sociólogos franceses. Los anglosajones han producido material muy interesante, pero quizá han estado demasiado pendientes de por qué Trump pudo ganar las elecciones y por qué la derecha tiene un voto tan elevado, y continúan realizando análisis desde esas categorías. Jérôme Sainte-Marie, con su análisis de los dos bloques sociales que se están conformando, Jérôme Fourquet con su estudio sobre los hábitos y costumbres de la sociedad francesa y Christophe Guilluy con su visión de un nuevo tipo de clases populares, entre otros, muestran poderosas intuiciones respecto de lo que está transformándose subterráneamente, y de qué tipo de sociedad, también en lo político y en lo ideológico, está emergiendo. Lo interesante de estos autores es que, antes de proponer cualquier solución o de señalar responsables, tratan de describir lo que está ocurriendo. Tratan de entender y reflejar una sociedad, que es justo lo que necesitamos.

Creo que, como afirma Guilluy en Les dépossédés, su último libro, los acontecimientos políticos de los últimos años "son en realidad solo epifenómenos, síntomas microscópicos de una revuelta existencial"; que todo esto de los populismos y las democracias y demás tiene que ver con algo más profundo, ligado a los tres ejes que la encuesta subraya. Y es muy probable que "a diferencia de los movimientos sociales de los siglos XIX y XX, no estén impulsados por una lucha por la adquisición de nuevos derechos, sino por el deseo de preservar el estatus social y cultural de una mayoría ordinaria que ayer se llamaba la clase media occidental. No se basa en la ideología de un mundo que está por venir, sino en el deseo de no desaparecer, de estar en este mundo de hoy. Contiene intereses de clase, los de los más modestos, pero va más allá de ellos… al aportarles una dimensión existencial, la de querer preservar un sentido para esta sociedad".

Ipsos realiza habitualmente una encuesta, de nombre Broken System Index, en 28 países. Sirve para medir el pulso de la sociedad y el grado de aceptación y de aquiescencia con el sistema (con cómo funcionan las cosas) en cada Estado. Sus preguntas son espinosas porque tratan de recoger el humor social subterráneo, y eso no se consigue inquiriendo sobre cuestiones concretas y definidas, como si estás preocupado por el paro o por el cambio climático. Son preguntas directas que, en la última oleada, de septiembre a noviembre de 2022, han emitido unos resultados entre preocupantes y brutales.

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