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Este Mundial no es una competición, sino un aviso: la lección que nos deja
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'TRINCHERA CULTURAL'

Este Mundial no es una competición, sino un aviso: la lección que nos deja

Dinero, poder, influencia, política, valores y geopolítica: los ingredientes que ha reunido el campeonato global por excelencia son notables. Y sus lecturas, reveladoras del futuro que nos espera

Foto: Inauguración del estadio Al Wakrah en Doha. (EFE/Noushad Thekkayil)
Inauguración del estadio Al Wakrah en Doha. (EFE/Noushad Thekkayil)

La imagen se convirtió en un símbolo: la selección alemana se tapó la boca en la foto oficial previa a su primer partido en el Mundial, en protesta por la censura de la FIFA, que les había impedido portar una cinta con el lema "One love". La tensión de los alemanes con la organización que dirige el fútbol mundial estuvo presente a lo largo de toda la primera fase.

La reacción germana formaba parte de la hostilidad que suscitó en diferentes estados occidentales la celebración del Mundial en Qatar, un país en el que el respeto a los derechos humanos adolece de muchas lagunas y cuyas condiciones laborales causaron un buen número de muertos en la construcción de los estadios. Hubo quejas frecuentes, se criticó al régimen catarí, pero todo quedó en el terreno simbólico. Había bastante de hipocresía en esas reprobaciones, porque si los valores eran tan importantes, lo lógico hubiera sido retirar a las selecciones del Mundial; negarse a participar habría sido una posición mucho más contundente. Nadie lo hizo, porque los intereses están por encima de los valores.

Alemania acaba de firmar un acuerdo a largo plazo con Qatar para comprar gas licuado: para eso los valores no han sido un obstáculo

O quizá los valores forman parte también de los intereses: Alemania acaba de firmar un acuerdo a largo plazo con Qatar para comprar gas licuado. Europa estaba interesada en que Doha aumentase el suministro de energía al continente, y los cataríes habían priorizado un acuerdo con China. Finalmente, también se firmó un contrato con Alemania, y para eso la falta de derechos humanos no fue un obstáculo. Es normal, hay prioridades, y así funcionan las relaciones internacionales. Es curioso, como nota marginal y azarosa, que Alemania haya sido eliminada del Mundial por un gol de Japón que nunca debió subir al marcador, pero que el VAR de la FIFA no anuló.

Sin embargo, y más allá de hipocresías, intereses y demás, el Mundial nos ha revelado un aspecto importante, con gran carga simbólica, y que define bien el momento histórico.

La gran brecha

El documental de Netflix Los entresijos de la FIFA detalla la investigación sobre corrupción, con los consiguientes arrestos, que fue llevada a cabo por el FBI, y que afectó a la cúpula directiva de la organización. Más allá de los maletines que circulaban de un lado a otro, del papel de Francia en la elección de Qatar como sede del Mundial y demás aspectos relevantes en la trama, aparecen otros de corte más sutil, pero importantes a la hora de entender la época.

Joseph Blatter, entonces presidente de la FIFA, decidió que se eligieran al mismo tiempo las sedes de los dos siguientes campeonatos, que debían jugarse en 2018 y 2022. Entre los motivos que llevaron al cambio en el procedimiento estaba, en lugar dominante, la convicción de que los derechos audiovisuales podrían venderse mucho mejor si se hacía un paquete con ambos torneos.

En esas decisiones ayudó que la FIFA, que siempre ha sido un negocio, se inclinase mucho más todavía hacia la vertiente crematística

Entre los aspirantes a albergar el de 2018 había dos contendientes principales. Inglaterra, un país con notables dotaciones futbolísticas, con infraestructuras y con gran tradición balompédica, ya que inventaron el juego, y Rusia, que era un potente aspirante, pero cuyas infraestructuras para el campeonato estaban bastante por debajo de las inglesas. Los rusos salieron vencedores de esa pugna, lo que tenía cierto sentido interno, ya que favorecía a Blatter en su deseo de reforzar su posición en la organización, y también de cara al exterior, porque era un país que nunca había albergado un Mundial. Visto desde la perspectiva actual, con Rusia y Gran Bretaña completamente enfrentadas (y ya lo estaban entonces), la elección tuvo que escocer en Londres.

La resolución del Mundial 2022 fue todavía más polémica. Los dos principales contendientes eran EEUU, un país que tenía todo lo necesario para albergar con éxito la competición, y Catar, que debía realizar fuertes inversiones para estar a la altura de la exigencia del campeonato y que carecía de tradición futbolística. Pensado en términos abstractos, no había ninguna duda. Y menos dadas las temperaturas de Catar, que obligaban a cambiar el calendario y trasladar la competición a fechas muy poco convenientes. Catar ganó, y después llegó la investigación de los tejemanejes de la FIFA por parte del FBI estadounidense.

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En esas decisiones ayudó que la FIFA, que siempre ha sido un negocio, se inclinase mucho más todavía hacia la vertiente crematística. La FIFA era una organización global al margen de los Estados, cuyos dirigentes se creían impunes, y que hacían incluso gala de ello, según se describe en el documental de Netflix. Blatter puso en marcha en la organización una suerte de capitalismo suizo en el que la generación de beneficios era lo más importante. Por esa brecha se colaron disfunciones varias, como suele ocurrir, corrupción masiva incluida.

El otro mapa global

Esa apuesta también favoreció un cambio de eje. Hacían falta votos que decidieran las elecciones, y la esfera occidental no fue capaz de aglutinarlos. Como bien me señalaba Miguel Otero, la UEFA estaba absolutamente en contra de la elección de Qatar, pero la institución futbolística europea cada vez tiene menos peso en la FIFA. Los países africanos, latinoamericanos y asiáticos poseen una importancia creciente y eso fue lo que inclinó la balanza. Los países con capital e influencia en esos ámbitos hicieron valer sus intereses por encima de otras propuestas que, en los aspectos técnicos, eran muy superiores. O dicho de otro modo, países ricos de otras partes del mundo habían entendido cuáles eran las reglas del juego y habían decidido sacar todo el partido.

Este Mundial es mucho más que un campeonato: es la constatación de cómo han cambiado las cosas y un aviso sobre el futuro

Este mapa global es interesante porque es muy parecido al geopolítico. EEUU quiere mantenerse como el país hegemónico durante mucho más tiempo, y ha de hacer frente no solo a China, sino a toda esa serie de estados que conforman los BRICS+, que tienen intereses divergentes respecto de los occidentales. Es un desafío serio que se está jugando en términos hostiles: China, Rusia, India, Brasil, Sudáfrica, Arabia Saudí, Pakistán, Indonesia, Irán, Turquía o Qatar están moviéndose desde sus intereses nacionales, y aspiran a tener una influencia internacional mucho mayor. Sus argumentos parten de la convicción de que EEUU y Europa son potencias en declive, que han estado explotando los recursos de sus países durante mucho tiempo y que ha llegado la hora de que se conviertan en un actor más, entre otros, dentro de un orden mundial reorganizado. Para eso, y en un entorno en el que prima lo crematístico, como en la FIFA, están haciendo valer sus bazas. Este Mundial es mucho más que un campeonato: es la constatación de cómo han cambiado las cosas y un aviso sobre el futuro.

La lección del caso FIFA

Desde esa perspectiva, cabe comprender bien que toda la retórica occidental sobre los derechos humanos, cuando no se actúa en consecuencia, es interpretada desde esos estados como falsa moralidad, como un cúmulo de órdenes dictadas desde países que están en declive y que se siguen creyendo superiores. Pero, al mismo tiempo, dado que las bases de nuestro sistema están cada vez más cimentadas en los intereses crematísticos, es factible para todos estos países ir creciendo a partir de las interrelaciones económicas. Como cada vez tienen más peso en la economía mundial, y poseen, en conjunto, demografía, mano de obra abundante, energía, industria (porque relocalizamos allí), capital creciente y tecnología —que aporta China— son ya actores muy relevantes.

Mientras tanto, nuestro sistema, el occidental, cada vez está más orientado hacia la máxima generación de beneficios y apenas considera otros aspectos. Es un asunto que está en el centro de los problemas estratégicos: ¿debemos cambiar las bases de nuestro sistema económico para situarnos mejor en el futuro o debemos seguir por un camino que ha sido y es provechoso fundamentalmente para las grandes empresas y sus inversores? La relación actual entre EEUU y China, las dos potencias principales, está tejida desde ese dilema. Y también la europea. Quizá la lección de la FIFA sea pertinente y nos haga reparar en ese refrán que reza "la avaricia rompe el saco".

La imagen se convirtió en un símbolo: la selección alemana se tapó la boca en la foto oficial previa a su primer partido en el Mundial, en protesta por la censura de la FIFA, que les había impedido portar una cinta con el lema "One love". La tensión de los alemanes con la organización que dirige el fútbol mundial estuvo presente a lo largo de toda la primera fase.

Mundial de Qatar 2022 Corrupción en la FIFA
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