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El doble juego de Sánchez para arrinconar a la izquierda y ganar el 28-M
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El doble juego de Sánchez para arrinconar a la izquierda y ganar el 28-M

Las elecciones marcaron de manera constante el debate en el Senado, en el que Sánchez se mostró ideológicamente más combativo que nunca. A su derecha y a su izquierda

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Senado. (EFE/Kiko Huesca)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Senado. (EFE/Kiko Huesca)
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Un especialista en asuntos electorales comentaba en privado, antes del debate en el Senado, que el PSOE estaba moviéndose en el sentido correcto para intentar taponar la fuga de votos provocada por la antipatía que genera Pedro Sánchez. La paradoja es que, si bien su electorado ve con buenos ojos muchas de las medidas tomadas, esa aceptación no la aprovecha el presidente. El desgaste de Sánchez ha llevado a que las derechas hayan centrado en él su campaña del 28-M, intentando que esa ola nacional arraigue en los territorios y complique las cosas a los socialistas.

El PSOE, para evitar que ese humor le impregne, está tomando medidas adecuadas, aseguraba el experto. Está acercando a Sánchez a la gente mediante una mayor presencia pública (por los mismos motivos Macron recorre Francia en plena crisis de su popularidad), está explicando su proyecto y, sobre todo, está fijando un marco muy definido: el de la defensa de las personas comunes frente a quienes apoyan los intereses de los ricos. Al mismo tiempo, los dirigentes locales intentan centrar la campaña en las cuestiones importantes para los territorios e ignorar lo que provenga de los líos de la Moncloa y de sus socios. Es importante, porque el PP está tratando de fijar el 28-M alrededor de la personalidad de Sánchez y de las disfunciones de un Gobierno con Podemos de socio y con los separatistas de aliados. Los socialistas deben escapar de esta trampa. Lo que vimos ayer en el Senado respondió punto por punto a esta intención.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, interviene en el pleno del Senado. (EFE/Kiko Huesca)

1. Las tres fases habituales

Los debates entre Sánchez y Feijóo suelen tener el mismo esquema: Sánchez utiliza su intervención de partida, que suele ser muy extensa porque el reglamento se lo permite, para desgranar su programa, exponer lo realizado y proponer una idea de futuro. Feijóo aprovecha el poco tiempo que tiene para fijar los ataques en la persona del presidente y en los problemas que su Gobierno causa y Sánchez le contesta con una intervención larguísima en la que le devuelve los golpes personales; y así sucesivamente. El debate de ayer reprodujo también este esquema, y se hizo largo y aburrido, lo que también forma parte de la táctica. Sin embargo, y a pesar de todo, hubo algunas novedades.

2. La batalla ideológica

Sánchez hizo tres cosas en su primera intervención. La primera fue fijar un marco muy definido: la pelea tuvo lugar no en términos de partidos, sino de ideologías. Fue bastante combativo, y mostró su lado más rojo, hasta el punto de que, si su programa es este para las generales, va a dejar sin sitio a Sumar. Evitó mencionar expresamente al PP (lo hizo de refilón, con alguna frase estilo “los agoreros de siempre”) y se centró en definir al enemigo: el número de veces que repitió la palabra neoliberalismo fue muy elevado. A esa visión económica achacó los males españoles presentes: la mala reacción a la anterior crisis, los problemas causados por la ley de vivienda de Aznar, la falta de crecimiento y el aumento de la desigualdad.

Una vez señalado el mal, es sencillo encontrar al actor que lo encarna: el PP es un partido anclado en programas del pasado y que ya resultaron fallidos entonces. Los socialistas están avanzando en una nueva y mejor dirección: Sánchez vino a declarar el fin del neoliberalismo en España.

Sánchez mencionó especialmente a agricultores y ganaderos, a los que llamó “héroes”: sabe que las políticas ecologistas le pueden restar votos

En segunda instancia, Sánchez no solo anunció la construcción de 20.000 viviendas públicas e hizo propaganda de la ley de vivienda, sino que subrayó la imperiosa necesidad de mejorar los servicios públicos y de redistribuir las oportunidades por todo el territorio español y sacó pecho con el escudo de protección social desplegado durante la crisis causada por la guerra. Esto tiene mucho sentido de cara a las elecciones municipales y autonómicas, porque son la clase de asuntos que van a ser muy relevantes en esos comicios, y permite a alcaldes y presidentes de Comunidad poner énfasis en ellos y señalar a las derechas como una fuerza política perjudicial para el mantenimiento del estado del bienestar.

El tercer elemento fue el del cambio climático, que no es sencillo de abordar políticamente, porque la reconversión necesaria para afrontarlo puede restar muchos votos al PSOE, en especial en territorios interiores. El presidente lo sabe, y por eso hizo una mención especial a los agricultores y ganaderos, a los que llegó a llamar “héroes”. Sánchez jugó en ese terreno una doble baza. Por una parte, subrayó los grandes riesgos que va a afrontar España y alertó sobre reformas indispensables que están adoptándose, por ejemplo, para optimizar el uso del agua de cara a sequías futuras, y por la otra señaló los problemas a los que puede llevar el negacionismo climático, lo que le permitió poner a Vox en el foco y equiparar la acción de los populares (unos por acción, otros por omisión) con la de los de Abascal.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en el Senado (EFE/Kiko Huesca)

Ese fue el primer asalto de la pelea: un partido con visión de futuro frente a otro que se ancla en el pasado neoliberal, un partido que quiere repartir oportunidades sociales y territoriales frente a otro que defiende a los ricos, y un Gobierno que afronta decididamente los problemas climáticos frente a otro que los mete debajo de la alfombra. Esa fue la esencia de su discurso.

3. “Su problema es el yo, yo, yo”

Feijóo evitó todo choque definido en esos términos y regresó al marco conocido, el que quiere utilizar en las municipales y autonómicas: Sánchez como problema. En el escaso tiempo del que dispuso (comparativamente hablando), concentró todos los golpes que le cupieron. No habló de socialismo, pero sí repitió el término sanchismo, que es la causa de una inflación más elevada que la europea, del aumento de la deuda y del déficit de nuestro país, de que los españoles estemos pagando más impuestos, de que hayan bajado los salarios reales, de Tito Berni, de Tezanos y de que los trenes no entren en los túneles, entre otros temas. Rehuyó el debate ideológico porque, siguiendo con el marco fijado, ese no es el problema, sino un gobernante que “hoy ataca el neoliberalismo pero que, cuando le interese, será más neoliberal que nadie”. En este ambiente de “crispación, división y mentiras” que el presidente ha creado, “la reforma más importante y de mayor calado es derogar el sanchismo”. “Su problema”, señaló dirigiéndose a Sánchez, “es el yo, yo, yo”.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el pleno del Senado durante su comparecencia este martes. (EFE/Kiko Huesca)

4. La minusvaloración de Feijóo

Cuando la imagen de un político está desgastada y es difícil que mejore en el aprecio público, lo más usual es proceder comparativamente: puede ser malo, pero quien viene a sustituirlo es aún peor. Los socialistas han utilizado este requiebro desde la llegada de Feijóo a Génova, y ayer salió a relucir de nuevo en la contestación de Sánchez. El tercer acto, la contestación, consistió en arrojar dudas sobre la capacidad del dirigente popular. Sánchez le señaló como líder que no está a altura del cargo (como ha hecho Vox a menudo) y le tildó de líder con poca solvencia, con escaso conocimiento de los asuntos, faltón y poseído por la mala fe. Feijóo regresó en su contestación al marco precedente e insistió en las fallas de Sánchez y del sanchismo. Si estos debates tienden a hacerse tediosos, esta parte fue ya excesivamente larga.

Foto: Sánchez, junto a Zelenski, en el Parlamento Europeo. (EFE/Johanna Geron) Opinión
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5. Las dos cartas de Sánchez

El debate nos dejó varias sensaciones: que Sánchez está suelto, que se encuentra cómodo en este tipo de debates, que se siente superior en el cara a cara a Feijóo, y que el líder popular debe salir del marco conocido, el de apostar todo al combate contra el sanchismo, porque el éxito electoral probablemente necesite de algo más, tanto en los comicios del 28-M como en las generales.

Pero también fijó otro terreno, que es relevante. El PSOE competirá electoralmente con las derechas, pero también con los partidos a su izquierda, que no están fuertes en muchos territorios. Todos los votos que les gane contribuirán a consolidar a los socialistas en unos comicios que serán importantes también para fijar la foto de cara a las generales. El marco de la defensa de la gente común frente a los poderosos, que es el tipo de discurso que los socialistas harán valer de aquí al 28-M, es un instrumento para ese propósito. Es el intento de posicionarse en una nueva centralidad que marca diferencias con las derechas, pero también con su izquierda.

Un especialista en asuntos electorales comentaba en privado, antes del debate en el Senado, que el PSOE estaba moviéndose en el sentido correcto para intentar taponar la fuga de votos provocada por la antipatía que genera Pedro Sánchez. La paradoja es que, si bien su electorado ve con buenos ojos muchas de las medidas tomadas, esa aceptación no la aprovecha el presidente. El desgaste de Sánchez ha llevado a que las derechas hayan centrado en él su campaña del 28-M, intentando que esa ola nacional arraigue en los territorios y complique las cosas a los socialistas.

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