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Una ejecución política: Díaz hizo mucho más que ajustar cuentas personales con Iglesias
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Una ejecución política: Díaz hizo mucho más que ajustar cuentas personales con Iglesias

Los puñales volaron en el programa televisivo: la vicepresidenta señaló repetidamente al líder de Podemos como responsable de los males de la izquierda. Pero también envió mensajes de futuro

Foto: Yolanda Díaz en 'Lo de Évole'.
Yolanda Díaz en 'Lo de Évole'.
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La escenografía dibujaba el ánimo. Contrastaban los colores apagados y el espacio estrecho en que se desarrolló la entrevista, más propio de un interrogatorio, con la agitación festiva del Magariños. No solo el escenario era más oscuro: Díaz estuvo más rígida y seria, incluso enfadada, de lo que suele mostrar. Pasó de la energía positiva de la presentación de Sumar a la contundencia en el programa de Évole, a veces con un tono afectivo agresivo que cada vez es más frecuente en ella.

El momento político marcó la entrevista, que estuvo dedicada en su mayor parte a los motivos de la falta de unidad de la izquierda. Las críticas, veladas y no veladas, a Pablo Iglesias acapararon poco cariñosamente el programa: volaron los puñales. En un instante en que las negociaciones continúan abiertas, la atribución de la responsabilidad a Podemos de todo lo que va mal no las facilita; más bien tiende a romperlas.

El propósito es construir una nueva opción de izquierdas, no vengarse de Iglesias, aun cuando las dos cosas puedan ir a la par

El fragmento más significativo del programa fue aquel en el que Évole contrapuso la intervención de Díaz en el Magariños con una anterior de Iglesias, en su regreso tras la baja de paternidad. En ambas se formularon conceptos muy similares: hablaban de lo difícil que resulta ponerse de acuerdo con otras tradiciones políticas, pero que, si se aspiraba a cambiar este país y se estaba de acuerdo en el 90% del programa, la obligación era caminar juntos. Fue un pasaje relevante por lo que implica de cambio de posición: lo que Iglesias exigía le es ahora exigido por Díaz. Pero también porque en aquel momento, el líder de Podemos gritaba unidad, pero quería decir que quienes discrepaban estaban obligados a aceptar su liderazgo. Díaz dio a entender lo mismo en el programa de Évole. Con aquella intervención, Iglesias cerró filas. Es muy probable que Díaz haya hecho lo mismo y le esté señalando el camino de salida; que le esté diciendo que su futuro es jugar el mismo papel que hoy juega Más País. Es decir, que vaya a las elecciones por su cuenta.

Todo esto puede parecer un mero ajuste de cuentas con Iglesias, pero es mucho más que eso. Puede haber elementos personales, sin duda, pero el trasfondo es fundamentalmente político. El propósito es construir una nueva opción de izquierdas, no vengarse de Iglesias, aun cuando las dos cosas puedan ir a la par. Y la construcción de esa nueva fuerza es la que apareció en el programa de Évole. En ese orden, hubo dos elementos significativos.

Contra la testosterona

El primer elemento político fue la insistencia en el tono, que es muy relevante en la oferta de Díaz. Ha construido una imagen basada en el diálogo y en el consenso, en decir las cosas en tono menor y en la ausencia de estridencias. Iglesias, por el contrario, es altivo, más firme y, en ocasiones, agresivo.

El tono no es una cuestión menor en la política contemporánea, que presta especial atención a las pasiones. En España hay dos partidos centrales, que tienen opciones de liderar los gobiernos, PP y PSOE. Cada uno de ellos es acompañado por otra formación que ofrece un plus sentimental respecto de las formaciones dominantes: Vox propone más energía, testosterona y vigor, mientras que Sumar apuesta por los cuidados y por la política de afectos.

Yolanda Díaz se puso firme con un rival político que quiere cortar sus alas y encerrarla en una jaula morada

Díaz quiso mostrar en el programa que no solo promueve un liderazgo afectivo, sino que sabe hacer frente a la política testosterónica, y que para que la primera triunfe, la segunda debe desaparecer. Se puso firme con un rival que quiere cortar sus alas y encerrarla en una jaula morada.

Pararle los pies al macho alfa es una propuesta política de Sumar, y no solo respecto de Iglesias. Forma parte de una lucha contra las actitudes machistas presentes en nuestra sociedad (Díaz señaló que también Sánchez es machista) que es una de las propuestas políticas fundamentales de Sumar. Dado que tratan de movilizar el voto femenino y el joven, ofrecer la cabeza de Iglesias como prototipo de hombre de izquierdas, que "son un peñazo", es una jugada política y electoral de cara al futuro.

La construcción de una nueva izquierda

El segundo elemento político que mostró expresamente Díaz tiene que ver con cómo solventar un problema serio para Sumar. Es una formación ambiciosa que ha nacido insistiendo en que ofrecerá un "proyecto de país" y que su pretensión es forjar una opción transversal que genere aceptación en distintas partes de la sociedad y que provoque una ilusión renovada.

Para ese objetivo, Díaz ha utilizado instrumentos que pueden denominarse populistas (a lo Macron, a lo Cinque Stelle o a lo Podemos primera etapa): el diseño de Sumar, la apelación a la sociedad civil, los procesos de escucha y los grupos de trabajo sectoriales parten de esa superación del marco que ofrecen los partidos. Díaz lo afirmó expresamente: "Sé lo que quieren negociar los partidos, cuánto dinero, cuántas listas, cuántos liberados". Ella desea alejarse de esa forma de actuar.

No son solo los partidos, empezando por Podemos, lo que puede impedir que Sumar florezca. Tiene que generar ilusión, transmitir la idea de que es algo distinto, conseguir que la esperanza vuelva a estar presente. El primer Podemos la generó en la izquierda, pero una década después, aquella energía se ha apagado por efecto de los personalismos, las peleas internas, las purgas y los enroques de los dirigentes. Después de un periodo de efervescencia, todo se volvió turbio, hostil y táctico. Esas son las cartas que Díaz ha heredado.

Díaz parece decidida a alejarse de Iglesias: que anunciara primarias en Sumar muestra su voluntad de prescindir de Podemos

La promesa de una política diferente, por tanto, pasa por romper con esa actitud apagada. Debe convencer a una sociedad y a unos militantes agotados de que algo vuelve a ser posible. Es una tarea complicada, y más en la medida en que la apuesta explícita de muchos de los que participan en ese espacio es convertirse en un complemento del PSOE, de manera que puedan repetir Gobierno, impedir la llegada de la ultraderecha y empujar al nuevo Ejecutivo hacia políticas más progresistas. Domina el humor resignado.

Si Sumar quiere representar algo distinto, debe apartar sentimientos latentes, como la resignación, la hostilidad interna, el tacticismo y las energías negativas. Y el punto de partida para Díaz, como demostró en la entrevista, es apartarse de Iglesias, porque encarna todo eso: marcar distancias con él y con su forma de hacer política es una manera de recomenzar y de generar nuevas ilusiones. Se va lo que ha impedido crecer a la izquierda, llega una nueva era.

Y parece decidida a ello: el hecho de que anunciase primarias en Sumar muestra su voluntad de prescindir de Podemos. Unas primarias con los de Irene Montero dentro, después de unos probables malos resultados para la izquierda en el 28-M, pueden ser catastróficas: vuelta a las peleas internas, a las tensiones y a la agresividad. Sin Podemos, la imagen de ese proceso participativo puede ser mucho más positiva.

Enemigos internos y externos

Lo peculiar es que este movimiento ya lo hemos conocido. Cuando Podemos nació, dibujó una diana externa, la casta, y una interna, la vieja izquierda. El PCE e IU eran proyectos agotados, que habían renunciado a ganarse la voluntad de la gente, que vivían muy cómodos en una esquina, que solo se preocupaban por los cargos y que habían perdido la conexión con la sociedad. Era un espectro político que se negaba a evolucionar: se habían hecho viejos y se negaban a reconocerlo.

En el nacimiento de Sumar, esa diana interna se repite de una nueva manera. Lo que Iglesias hizo a IU, Díaz se lo está haciendo a Podemos: los de Iglesias representan el pasado, esa forma antigua, testosterónica y machista de hacer política. Han perdido el vínculo con la sociedad y es hora de que dejen paso. La forma de proponer Sumar como algo nuevo e ilusionante por la simple contraposición con los partidos existentes fue un movimiento típico del primer Podemos que Díaz está utilizando ahora. Sumar es lo positivo, lo afectivo y lo esperanzador y, en el momento en que se desprenda de aquello que permitiría volar a las fuerzas progresistas, su recorrido será notable.

Pero eso no es una apuesta política en sí misma: si Sumar fija un enemigo externo y lucha contra la ultraderecha (en lugar de contra la casta), y otro interno, Podemos (en lugar de las izquierdas obreristas), puede convertirse en lo mismo que venía a sustituir. Una formación de futuro exige mucho más: tiene que priorizar las ideas sobre los enemigos. Nada de eso apareció en el programa de Évole.

La escenografía dibujaba el ánimo. Contrastaban los colores apagados y el espacio estrecho en que se desarrolló la entrevista, más propio de un interrogatorio, con la agitación festiva del Magariños. No solo el escenario era más oscuro: Díaz estuvo más rígida y seria, incluso enfadada, de lo que suele mostrar. Pasó de la energía positiva de la presentación de Sumar a la contundencia en el programa de Évole, a veces con un tono afectivo agresivo que cada vez es más frecuente en ella.

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