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Por qué en España se tarda cada vez más en llegar al trabajo (y en Alemania o Grecia, menos)
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LA MALDICIÓN DEL 'COMMUTING'

Por qué en España se tarda cada vez más en llegar al trabajo (y en Alemania o Grecia, menos)

Empleamos más de media hora al día en llegar a nuestro puesto de trabajo, y la cifra ha aumentado durante las últimas décadas. Una ineficiencia que perjudica a todos, pero que nadie arregla

Foto: Foto: Reuters/Paul Hanna.
Foto: Reuters/Paul Hanna.

“Soy profesor universitario. Cada curso tengo una carga docente distinta, así que puede ser que solo tenga un grupo o dos, como este último. Cuando eso ocurre, me encuentro con que en transporte público tardo una media de dos horas o más, dependiendo del estado de la carretera, en coger cercanías, metro y el autobús, que tarda una hora hasta Las Rozas, más la vuelta. Todo para impartir una clase que dura una hora y tres cuartos. Es decir, que invierto unas cuatro horas desplazándome para trabajar menos de dos”.

Si cree que tarda más que nunca en llegar a su puesto de trabajo, vaya en coche o en transporte público, está en lo cierto. Un grupo de investigadores de la Universidad de Zaragoza liderados por José Ignacio Giménez-Nadal ha publicado una investigación que muestra que el tiempo medio de desplazamiento en 15 países europeos ha aumentado sin parar a lo largo de los últimos 30 años, salvo en unas contadas excepciones. En España, por ejemplo, si la media durante los años noventa era de 31,67 minutos al día, en la última década ha sido de 34,55. Alrededor de tres minutos diarios que al año suman 759 anuales, más de 12 horas y media.

Una quinta parte de los europeos tarda más de 90 minutos en llegar al trabajo

“Si se supone que las infraestructuras son mejores que antes, que hay más carreteras y autovías y los coches son más rápidos, ¿por qué la cifra ha aumentado desde los años noventa?”, se pregunta Giménez-Nadal, profesor de la Facultad de Economía y Empresa de la universidad zaragozana. La mayoría de desplazamientos siguen produciéndose en automóvil: un 50% de los participantes en la 'Encuesta europea de condiciones de trabajo' lo utiliza diariamente, por un 16% que recurre al transporte público y un 12% que lo hace en bicicleta. Una quinta parte de los trabajadores tarda más de 90 minutos en llegar a su trabajo.

“Por un lado, está el tema de la urbanización de las ciudades, que a medida que crecen desplazan los centros productivos a las afueras, por ejemplo, a un polígono industrial, así que es más probable que tengas que coger el coche”, desarrolla. “Al final, para intentar reducir la polución sacas los centros productivos fuera de las ciudades, lo cual te obliga a desplazarte”. Un ejemplo zaragozano: antes, un trabajador de la fábrica de Ambar tenía que ir al centro de la ciudad, mucho menos extensa, pero el traslado de parte de la producción a un polígono por motivos logísticos ha provocado el aumento de estos tiempos de desplazamiento.

El problema de esta ineficiencia es que perjudica a todos. A los propios trabajadores, que llegan a sus puestos más cansados o estresados y que tienen que dedicar su tiempo libre a estos desplazamientos, pero también a la propia empresa, que ve cómo su productividad desciende debido a la menor motivación de sus empleados, y a la sociedad en su conjunto, que tiene que pagar las externalidades de un sistema que provoca que millones de personas recorran cada día decenas de kilómetros para desempeñar un trabajo que podrían llevar a cabo mucho más cerca.

La especificidad de los trabajos

“Cómo olvidar unas prácticas en Alcobendas para las que tardaba dos horas ida, dos horas vuelta. Fueron seis meses solo, pero vaya seis meses. Yo sabía en lo que me metía, pero me daba igual, tenía clarísimo que quería trabajar ahí”.

Para entender este aumento de la duración en los desplazamientos, hay que fijarse en factores como la evolución del mercado laboral, el inmobiliario o los roles de género. Por ejemplo, la especialización de trabajos y puestos ha provocado que algunos empleos se localicen en lugares muy determinados o en unas pocas empresas. “Todo está concentrado en las mismas zonas productivas, donde, además, toda la gente va a la vez”, prosigue Giménez-Nadal. Cuanto más específica es la formación, más se tarda en acceder a la oficina: las personas con educación universitaria tardan más en llegar a sus puestos. Cuatro minutos más en España, siete en Italia y nueve en Grecia.

"Si el paro es alto, cogerás un trabajo aunque sea lejos porque no te queda otra"

Los condicionantes económicos son clave a la hora de elegir dónde trabajar o no: al final, nadie quiere vivir muy lejos de su puesto de trabajo, pero el margen de decisión depende mucho de tu situación personal y económica. “Tú tienes que elegir un trabajo, si la tasa de desempleo es baja y tu desplazamiento te supone moverte mucho, a lo mejor te decantas por otro, pero si hay mucha gente desempleada tienes que coger lo que hay porque no te queda otra, el comportamiento depende mucho de las condiciones económicas de cada país”, recuerda.

Por eso los autónomos suelen tardar mucho menos en llegar a sus puestos: 25 minutos en algunos países como Austria, Bélgica y Países Bajos, 22 en Luxemburgo, 19 en Francia y 18 en Alemania. “Los empleados hacen menos ‘autocommuting’ porque eligen mejor su lugar de trabajo o el sitio donde quieren hacer el servicio, ya que el desplazamiento es un coste tanto en tiempo como en dinero”, recuerda el profesor.

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Foto: Reuters/Kai Pfaffenbach.

Otro detalle interesante es que los hombres tardan más que las mujeres en llegar al trabajo. No es casualidad ni refleja una mayor desventaja para los hombres, sino más bien su privilegio. “Hay una visión entre gente más mayor de que el hombre se tiene que dedicar a trabajar, y la mujer, a encargarse de las tareas del hogar y del cuidado de los hijos”, explica Giménez-Nadal. “Entonces, imagínate que uno de los niños se pone malo y hay que ir a buscarlo al colegio. ¿Quién va a ir? Muchas veces, la madre. Así que a la hora de elegir, quizás ellas sacrifican algunas cosas para tener un trabajo más cerca de su casa”.

¿Qué ocurre en Austria, Alemania, Grecia y Portugal?

La investigación también identifica entre los 15 países analizados cuatro donde la duración de los desplazamientos al trabajo se ha reducido desde los años noventa. Dos de ellos, centroeuropeos, como Austria (de 37,9 minutos a 35,8) y Alemania (de 49,2 a 44,2); y otros dos, del sur, como Grecia (de 37,8 a 31,8) y Portugal (de 36 a 25,8, nada menos que nueve minutos). Dos modelos productivos y económicos que, no obstante, señalan en la misma dirección: algo se ha hecho bien, pero falta saber qué.

El cambio de costumbres ha hecho aceptables estos largos desplazamientos

“Probablemente se deba a una cuestión de infraestructuras o de planificación espacial, porque estos resultados dependen de cómo plantees tus zonas productivas”, responde el profesor. “El trabajo sirve para poner de manifiesto las diferencias, pero aún no hemos llegado a qué han hecho que otros no. Puede ser una cuestión de leyes, como que haya alguna medida para incentivar el uso de la bicicleta, que se construyan más carriles bici o algún tipo de ayudas”.

Del campo a la ciudad

“Yo vivo en un pueblo de Segovia y doy clase en la capital. Vivir en un pueblo es una elección, porque me gusta más el estilo de vida. Como no conduzco, elegí uno con cierta comunicación y hago cada día 45 minutos ida y vuelta de bus. Para una madrileña, no hay drama”.

A lo largo de las últimas décadas también se ha producido un cambio de costumbres que ha hecho aceptable la duración de ciertos desplazamientos que hace décadas, antes de la gran migración del campo a la ciudad o incluso antes del ‘boom’ de las ciudades dormitorio, cuando los barrios eran más autosuficientes, habría sido impensable. Como explicaba Fernando Rubiera, profesor de Economía Urbana de la Universidad de Oviedo, Madrid expulsa a la población a un radio de entre 45 minutos y una hora alrededor, que es el tiempo que es aceptable dedicar a los desplazamientos.

placeholder Personas haciendo el 'commuting' diario. (EFE/Mariscal)
Personas haciendo el 'commuting' diario. (EFE/Mariscal)

Sin embargo, es solo algo aplicable a las grandes ciudades. Para el profesor, que trabaja en Zaragoza, tardar tanto tiempo en llegar a su puesto de trabajo es “impensable”. Hay una amplísima brecha entre el tiempo que se tarda entre una gran urbe y una ciudad de tamaño medio como aquella; el progresivo crecimiento de las grandes ciudades y el estancamiento o incluso declive de las de mediano tamaño es otro factor que puede apuntar a este aumento de las duraciones. “Yo tardo 20 minutos en llegar al trabajo, una hora para mí es demasiado”.

Debido a las tensiones del mercado inmobiliario, sin embargo, es habitual que en estas grandes ciudades se acepte el canon temporal de la hora como lo aceptable a cambio de una vivienda más asequible. Otro factor importante es la gran cantidad de propietarios que existen en España en comparación con otros países, que dificulta la posibilidad de cambiar de domicilio con cada nuevo trabajo. Hace apenas 10 años, la tasa de propietarios en España casi llegaba al 80%, mientras que en algunos de los países anteriormente citados es mucho más baja, como Alemania (51,4%) o Austria (55%), aunque no tanto en otros como Grecia (73,3%) o Portugal (74,7%).

Cuantos más cambios de trabajo, menos probable es que te mudes

Al mismo tiempo, la inestabilidad de un mercado laboral en el que los trabajos han dejado de ser para toda la vida también influye en esta dificultad para adaptarse rápidamente a los nuevos destinos. Si la duración de los contratos se ha reducido, es mucho menos probable que alguien se mude para trabajar más cerca de su casa.

¿Tiene solución?

“Cuando empecé a trabajar en Madrid, casi todas las oficinas estaban en el norte y yo vivía en el sureste. Una vez me cambiaron a una oficina donde llegué a pasar cuatro horas al día en transportes. Un horror. Mi pareja lo tuvo que hacer durante dos años y lo llevaba fatal, porque tenía una jefa horrible que no toleraba si llegabas cinco minutos tarde. Esto le afectó mucho, porque el estrés y la ansiedad eran diarios y terminó con problemas de colon irritable. No había mucha alternativa, porque era la época más dura de la crisis”.

Como recuerdan los autores, los desplazamientos diarios para llegar al trabajo suponen el 25% de las emisiones diarias de CO2, además del daño que supone para profesionales y empresas. A pesar de su ineficiencia, es un asunto en el que resulta difícil intervenir, ya que salvo medidas concretas como el teletrabajo no es fácil cambiar el diseño de las ciudades, que tiende a dividirse cada vez más en zonas destinadas a la vivienda y a diferentes sectores industriales.

Foto: Ilustración: Raúl Arias.

“Espero que se reduzca, por el bien de los trabajadores, a nivel físico y mental, y del medio ambiente”, concluye el profesor, que recuerda que posibles alternativas como el ‘car sharing’ están poco desarrolladas en España. “Con la concienciación que hay sobre medio ambiente y movilidad sostenible, se van a reducir estos trayectos, ideas como la ciudad de los 15 minutos son interesantes porque influyen a la hora de diseñar planes urbanísticos o mejores infraestructuras. Antes, por ejemplo, no había tranvías en Zaragoza y tardaba media hora en llegar en autobús, pero ahora solo son 15 minutos”. El profesor es optimista: el sistema es tan perjudicial para todos que hay que buscarle una solución.

“Soy profesor universitario. Cada curso tengo una carga docente distinta, así que puede ser que solo tenga un grupo o dos, como este último. Cuando eso ocurre, me encuentro con que en transporte público tardo una media de dos horas o más, dependiendo del estado de la carretera, en coger cercanías, metro y el autobús, que tarda una hora hasta Las Rozas, más la vuelta. Todo para impartir una clase que dura una hora y tres cuartos. Es decir, que invierto unas cuatro horas desplazándome para trabajar menos de dos”.

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