Pedro Sánchez pone en alerta a sus socios parlamentarios con el regreso al viejo PSOE
La revolución en Ferraz, más propia de un congreso federal, incluye un nuevo órgano donde el control se entrega a la Moncloa en detrimento de la ejecutiva. Expectación y recelo entre los socios, que pierden a sus interlocutores
Fallas comunicativas para trasladar la acción del Ejecutivo y, por ende, disfunciones en la coordinación entre Ferraz y la Moncloa. Este fue el principal diagnóstico que el presidente del Gobierno y líder de los socialistas, Pedro Sánchez, realizó en la ejecutiva del partido celebrada tras la debacle electoral en las andaluzas, anticipando la intención de remodelar la cúpula del partido. Ante ello, las decisiones han sido salomónicas. Cambio de caras en las portavocías y creación de un nuevo órgano paralelo a la ejecutiva, donde se fusionan Gobierno y partido. Una suerte de comité estratégico que concentrará el primer círculo de poder. Sánchez gira a un PSOE clásico que recupera a perfiles veteranos como Patxi López, para la portavocía del Congreso, Pilar Alegría, como portavoz del partido, María Jesús Montero como vicesecretaria y Óscar López en el comité estratégico.
El giro al viejo PSOE no entusiasma a sus socios, que lo asocian a una mayor moderación. Con todo, lo que han recibido con más preocupación tanto en el grupo parlamentario del socio minoritario como entre otras formaciones del bloque de investidura, principalmente, ERC, es la salida de Adriana Lastra. La exvicesecretaria general fue la muñidora del bloque que facilitó la investidura de Pedro Sánchez y, tras dejar la portavocía en el Congreso, mantuvo las funciones de coordinación de los grupos parlamentarios, sin dejar de negociar con los socios leyes importantes.
Fuentes de la dirección morada, al margen de los roces que reconocen haber tenido con Lastra, reconocen que "lamentaremos su marcha". Una política de raza, según la definen quienes han mantenido la interlocución con ella. Lo que se cerraba con ella no tenía que pasar más filtros, pues no ejercía de intermediaria, destacan estas mismas fuentes. Algo que ponen en valor otros socios parlamentarios, que califican su salida como "una pena". Desde ERC, por ejemplo, se está a la expectativa de cómo será la interlocución con los socialistas, sin Lastra y con Patxi López al frente de la portavocía del Congreso en sustitución de Héctor Gómez. Expectación y recelo entre los socios, pendientes de los efectos de una profunda remodelación en Ferraz. El último recurso de Sánchez para corregir las fallas que se traducen en una creciente desmovilización de su electorado, como sucedió en Andalucía, y tratar de remontar en las encuestas de cara a 2023.
La primera decisión que trascendió a los protagonistas, y que será ratificada en el comité federal convocado para este sábado, fue la sustitución de los portavoces en el Congreso y Ferraz. Los cargos de Felipe Sicilia y Héctor Gómez serán ocupados por figuras veteranas del PSOE clásico a las que se les atribuye un mayor conocimiento público, según las encuestas, y, como señala un miembro de la dirección, "más garra". Se trata del 'exlehendakari' Patxi López para la portavocía del Congreso y de la titular de Educación, Pilar Alegría, para la de Ferraz. El altavoz del partido también será reforzado con la exportavoz del Gobierno y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, quien se convertirá en número dos como vicesecretaria general, en sustitución de Adriana Lastra.
El discurso económico de la titular de Hacienda y su transversalidad para abordar asuntos más allá de los de su competencia se valoran de forma positiva en el partido para suplir otras de las carencias asumidas en Ferraz: la falta de parapetos del presidente del Gobierno. Sobre todo tras la remodelación del Ejecutivo en la que se dejaron fuera de juego a José Luis Ábalos y Carmen Calvo, que actuaban de pararrayos. Montero se presenta como el escudo económico de Sánchez frente al PP de Alberto Núñez Feijóo, además de ser una cara reconocida (para el 91,5% del electorado, según el CIS) que ayude en sus labores a la ministra portavoz, Isabel Rodríguez, con un grado de conocimiento público limitado (28,6%, según el CIS).
El nuevo comité de dirección, que emula al comité estratégico creado por Felipe González en 1993 para afrontar las elecciones generales de aquel año, asume 'de facto' el control político del partido. Un control que se entrega a la Moncloa en detrimento de la ejecutiva salida del 40 congreso federal del PSOE, que se celebró el pasado mes de octubre. De sus nueve integrantes, además de Sánchez, cinco son ministros (Félix Bolaños, María Jesús Montero, Isabel Rodríguez, Pilar Alegría y Miquel Iceta) y un sexto es el jefe de Gabinete de la presidencia del Gobierno, Óscar López. Lo completan Patxi López; el secretario de Organización, Santos Cerdán, y la portavoz en el Senado, Eva Granados. Lo presidirá Pedro Sánchez.
Nueve nombres que, en caso de perderse el Gobierno en las próximas elecciones generales, estarían llamados a liderar la transición, con María Jesús Montero a la cabeza. De entre ellos, un único superviviente del sanchismo de primera hora, Santos Cerdán, y con referentes del PSOE previo a 2017 que se enfrentaron a Sánchez. Ya fuese directamente en otra candidatura, como la que encabezó Patxi López, con Óscar López de número dos, o en el equipo de Susana Díaz. El nuevo órgano paralelo se justifica por funcionalidad y rigor, pero, sobre todo, se enfocará a preparar la maquinaria electoral. Sus primeras funciones se centrarían en validar el diseño de la campaña, supervisar el comité electoral y las listas, además de llevar el día a día acompasando partido y Gobierno.
La revolución orgánica en el PSOE, extendiéndose a los grupos parlamentarios, es más propia de un congreso que de un comité federal. Una remodelación enfocada a afrontar la carrera de fondo hasta las generales con lo que se considera valores más seguros y con "legitimidad". Conectando al partido con la Moncloa y los territorios, dado que el primer hito del proceso electoral de 2023 serán las municipales y autonómicas del próximo mes de mayo.
Si los socialistas no logran conservar su poder territorial en esta cita, alimentando el efecto Feijóo, las posibilidades de Sánchez para revalidarse en la Moncloa meses después serán escasas. De ahí que se busque cohesionar y unir al partido con una vuelta de tuerca al sanchismo, prácticamente desaparecido en favor del PSOE clásico. La fórmula para tensionar la organización y movilizar a todo el aparato, aprovechando al máximo todas sus estructuras territoriales. No en vano, los socialistas ponen en valor que cuentan con 3.800 agrupaciones y 1.200 sedes distribuidas por todo el país. El recurso a la vieja guardia, sin embargo, cuestiona el repetido mantra de que "hay banquillo" y cantera, como se insistió desde la dirección en el congreso federal de hace apenas nueve meses.
Fallas comunicativas para trasladar la acción del Ejecutivo y, por ende, disfunciones en la coordinación entre Ferraz y la Moncloa. Este fue el principal diagnóstico que el presidente del Gobierno y líder de los socialistas, Pedro Sánchez, realizó en la ejecutiva del partido celebrada tras la debacle electoral en las andaluzas, anticipando la intención de remodelar la cúpula del partido. Ante ello, las decisiones han sido salomónicas. Cambio de caras en las portavocías y creación de un nuevo órgano paralelo a la ejecutiva, donde se fusionan Gobierno y partido. Una suerte de comité estratégico que concentrará el primer círculo de poder. Sánchez gira a un PSOE clásico que recupera a perfiles veteranos como Patxi López, para la portavocía del Congreso, Pilar Alegría, como portavoz del partido, María Jesús Montero como vicesecretaria y Óscar López en el comité estratégico.
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