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Sánchez forzó la caída de Màxim Huerta tras la presión de otros ministros y de su equipo
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LAS 11 HORAS DE DESASOSIEGO, AGOBIO Y ALIVIO EN EL GOBIERNO Y EL PSOE

Sánchez forzó la caída de Màxim Huerta tras la presión de otros ministros y de su equipo

Dirigentes del partido pidieron al presidente una actuación enérgica para dar la vuelta a la primera crisis de su flamante Ejecutivo. La reflexión unánime era que no tenía alternativa

Foto: Màxim Huerta, al salir de la comparecencia de anuncio de su dimisión como ministro de Cultura y Deporte, este 13 de junio. (Reuters)
Màxim Huerta, al salir de la comparecencia de anuncio de su dimisión como ministro de Cultura y Deporte, este 13 de junio. (Reuters)

Once horas. Solo 11 horas. Es el tiempo que duró la primera, la primerísima crisis, de Pedro Sánchez en la presidencia del Gobierno, la que acabó con Màxim Huerta fuera de su Gabinete. Fulminado. Abatido como ministro de Cultura y Deporte por la "jauría", según su expresión, apenas seis días después de prometer su cargo. Sin que hubiera tenido margen siquiera para montar un mínimo organigrama o protagonizar actos. Nada. Ya es el ministro más efímero de la democracia. El jefe del Ejecutivo pudo salvar el envite, virar en poco tiempo tras ser consciente de que en su partido y en su equipo se sentía que no había escapatoria, que Huerta tenía que caer. Irremediablemente. Debía sacrificarlo. Una respuesta adoptada con celeridad, le decían, podía "reforzarle". Y Sánchez actuó. Dejó caer a su fichaje estrella y una hora después anunciaba el nombre del sucesor, José Guirao.

Once horas de desasosiego, presión, desenlace abrupto y alivio. Y de información. Porque esas 11 horas de agobio y vértigo en La Moncloa y en el PSOE arrancan con la noticia que El Confidencial publicó a las ocho de la mañana de este 13 de junio de 2018. Huerta había defraudado a Hacienda un total de 218.322 euros en tres ejercicios fiscales. Dos demoledoras sentencias del Tribunal Superior de Justicia de Madrid de 2017 le acusaban de no haber actuado de "buena fe", "negligentemente", "con el resultado de eludir el cumplimiento de sus obligaciones tributarias en perjuicio del erario público". El periodista y escritor había montado una mercantil para facturar sus servicios como presentador de 'El programa de Ana Rosa'. Hacienda le obligó a pagar 365.938 euros. No hubo delito, pero sí se acreditó un fraude.

En cuanto el día empieza a rodar, Huerta habla con Sánchez para explicarle que está "al corriente" de sus obligaciones con el fisco, que aquello pasó "hace 10 años" y que todo estaba resuelto. El presidente se limita a pedirle que salga a aclarar la situación y a contar su versión en los medios. El ministro se coordina con la Secretaría de Estado de Comunicación y entra en directo en Onda Cero y en la Cadena SER. Despliega una misma línea argumental: creó una sociedad unipersonal porque se lo aconsejó su gestor, hizo lo que era "tan común en la profesión" en aquel momento, luego hubo un "cambio de criterio" fiscal, pagó "lo correspondiente y asunto cerrado". "No hubo mala fe y no oculté nada".

A primera hora de la mañana, Huerta va a Moncloa para ver a Sánchez, y le dice que está "al corriente" con Hacienda. El líder le pide que lo aclare


Huerta reconoce ante los micrófonos que no había prevenido al presidente cuando le telefoneó para ofrecerle la cartera de Cultura y Deporte. Era una cuestión del pasado y asumió sus "responsabilidades", justifica. Explicó que no pensaba en dimitir, que trabajaba con normalidad.

Foto: Màxim Huerta, en la sede del Ministerio de Cultura y Deporte, tras anunciar su dimisión, este 13 de junio. (Reuters)

La primera versión oficial

En La Moncloa se busca aparentar serenidad. En el corazón del equipo de Sánchez trasladan que las explicaciones del ministro son "totalmente solventes" y bastan. El presidente está "tranquilo", no ha sido presa del "pánico", continúa con su agenda institucional, con una reunión con sindidatos y patronal, y no hay más. "No está encima de la mesa ni se ha planteado" la destitución de Huerta, aunque todo dependerá del flujo de los acontecimentos, explican fuentes del Gobierno. La pretensión es intentar cerrar la crisis cuanto antes. Darla por superada. Y a otra cosa.

El escándalo crece según pasan las horas. Aumenta el hostigamiento de la oposición y resucitan unas palabras de Sánchez de 2015, de las que está preso

Pero eso es un espejismo. Al presidente le llega durante toda la mañana el mensaje casi unánime de otros miembros del Gobierno, de ministros y de miembros de su equipo que le indican que la situación es "insostenible". PP y Podemos ya han pedido la dimisión o el cese, y Ciudadanos, la comparecencia del titular de Cultura, lo que augura la prolongación del calvario. El siguiente paso anunciado es la reprobación en el pleno, que el Ejecutivo tiene perdida. Ese no es un dato menor: el PSOE había utilizado ese instrumento parlamentario simbólico, aunque no efectivo, contra el Gobierno del PP. La situación se torna, por momentos, más complicada.

Màxim Huerta dimite "pensando en la cultura y en la transparencia"

Más tarde, sobre la hora de la comida, la hemeroteca castiga al líder socialista. Los diarios y las redes sociales rescatan unas declaraciones suyas en 2015, cuando estalla el caso de Juan Carlos Monedero, entonces número tres de Podemos, que había utilizado la figura de una mercantil también para tributar menos. En aquel momento, Sánchez prometió que si un miembro de su ejecutiva fuera descubierto haciendo esa misma trampa, al día siguiente estaría fuera de su equipo. Ahora no se trata de su dirección política, sino del Gobierno de España.

Los interlocutores de Sánchez, según explican varios horas después, le trasladan la necesidad de cortar de raíz la primera crisis y aceptar la dimisión de Huerta. Se trata, inciden, de dar la vuelta a la adversidad y aprovechar para evidenciar "ejemplaridad" y una actuación muy rápida e implacable. Algo así como convertir la debilidad en fortaleza, según la estrategia de comunicación política.

Foto: El secretario de Estado de Hacienda, Carlos Ocaña, en mayo de 2011. (EFE)

A primera hora de la tarde, el presidente del Gobierno ya ha girado. Huerta sabe que no puede seguir, empieza a preparar a la hora de la comida su dimisión y el texto que leería en público, acude a La Moncloa y antes de las cinco, Sánchez está ya en la tarea de buscar sustituto para una cartera ya gafada, aunque en lo personal para él es un contratiempo y un serio disgusto, tras haber apostado por Huerta y haberle empujado al escaparate público.

Antes de las cinco, el presidente acepta buscar sustituto para una cartera ya gafada, pero en lo personal es un contratiempo y un serio disgusto

Se quiere una gestión rápida del relevo y que se cierre la jornada con un nuevo ministro. Pasados unos minutos de las cinco, La Moncloa anuncia una comparecencia de Huerta en su ministerio para las 18:00. Se retrasa hasta las siete, por problemas con la señal que Moncloa montó en el ministerio para que los medios pudieran seguir la intervención de Huerta. El ministro anuncia su dimisión (que vende como una decisión "autónoma") y carga con dureza contra la "jauría" que se ha lanzado contra él —los medios— para quien la "inocencia" no vale nada. Insiste en que no hizo nada que fuera "ilegal" en aquel momento, desliza que Hacienda le persiguió porque desplegó una "caza de brujas" contra los críticos con el Ejecutivo del PP, no se concede un mínimo de autocrítica y afirma que se marcha para no "romper" el discurso regenerador de Sánchez y no dañar su proyecto. "Ir y quedarse y con quedar, partirse —se despide, citando a Lope de Vega—. Me voy para no partirme yo, para que el ruido de toda esa jauría no parta el proyecto que es en lo que creo, este proyecto ilusionante que ha ilusionado a tantas personas en este país".

Màxim Huerta dice haber sufrido "una caza de brujas"

Sánchez ni siquiera dedica un mensaje de aliento y de apoyo a su ya exministro. Ninguno en todo el día ni tampoco al final de la escapada. Saluda en Twitter a su sucesor, José Guirao, exdirector del Museo Reina Sofía y de La Casa Encendida de Madrid, nombre que aflora sobre las 20:00. Un perfil completamente distinto, de gestor cultural solvente, nada mediático. Huerta ya es pasado. El PSOE respira con alivio.

Días de vino y rosas

"No cabía otra". No había "alternativa". La mejor salida era dar un golpe en la mesa y quedar "reforzado" en su autoridad. La reflexión, de un mando de la cúpula socialista, era compartida por muchos de sus compañeros. Por no decir todos. Huerta no encontró aliados en un día crítico para Sánchez. El estupor y el pesar se habían apoderado de dirigentes, diputados y ministros después de una semana de optimismo, de celebración por un Gobierno de nivel y solvente. Huerta había sido la guinda que el presidente quiso situar en su Ejecutivo y, de hecho, se guardó su nombre con celo para que fuese el último en descubrirse. Lo anunció en su comparecencia solemne en La Moncloa una semana atrás. La situación, por tanto, podía arruinar su discurso y el relato del cambio de época y la diferencia con el PP. El propio Sánchez había presumido de que su Gobierno, nacido a raíz de una moción de censura contra la corrupción del PP, llevaría a gala la "ejemplaridad", que tendría la ambición de parecerse a la sociedad, de convertirse en su espejo.

Para muchos cuadros, "no cabía otra", no solo por el fraude fiscal de Huerta, sino también porque había ocultado sus problemas con Hacienda a Sánchez

En La Moncloa aún se sentía la satisfacción por la repercusión positiva que había tenido la decisión rápida del presidente de acoger a los 630 migrantes del Aquarius. Una imagen de calado no solo para España, sino para el resto del mundo, que podía quedar opacada por este episodio. “Cada vez que un ministro hable sobre el Gobierno del PP, habrá alguien que se refiera a Huerta y su declaración de la renta”, explicaba un dirigente del PSOE. El termómetro podía hallarse en la falta de respaldo público del titular de Cultura. La ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, tuvo que escapar de varias preguntas en su primera entrevista en la SER a primera hora de la mañana. Y nadie quería salir públicamente en el Gobierno y en el PSOE a manifestarle su apoyo. Solo lo hizo, y tímidamente, la titular de Trabajo, Magdalena Valerio, obligada a la hora de su comparecencia en La Moncloa, posterior a una reunión con los agentes sociales, a seguir la doctrina oficial y aparentar que todo era agua pasada.

Valerio defiende que Màxim Huerta litigara con Hacienda y ve el caso resuelto

No lo era. "Recibimos miles de opiniones de compañeros y todas iban en el mismo sentido", reconocían en el círculo del presidente. Dirigentes de primer nivel no solo reprochaban a Huerta su problema con Hacienda, sino el hecho de que no hubiera advertido a Sánchez. Otros miembros muy cercanos al presidente optaron, significativamente, por no "meterse" en harina, con la intención de no mostrar respaldo a quien creían que debía caer.

Foto: El exministro de Cultura Màxim Huerta. (Raúl Arias)
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Junto a Iván Redondo

"Quizá jurídicamente sea muy injusto, pero estéticamente no era aceptable, y políticamente no era vendible. No quise llamar a Pedro porque no me vi con autoridad moral. Pero es que a Màxim no lo conocía de nada. La gente de la cultura lo recibió mal, y si hubiera sido una pieza clave del Gobierno, me habría molestado más en leerme la sentencia y defenderle, pero no era así", advertía una ministra a este diario. Otra reconocía el efecto "perturbador", corrosivo, de la noticia y la necesidad de "ser creíble" para mantener la "coherencia". En el PSOE sí hay consciencia de que el propio partido ha creado "un precedente" peligroso, por haber promovido la reprobación de ministros del PP "a quien procedía y a quien no". Y ese bumerán ahora puede volverse contra el Ejecutivo de Sánchez. Ya en 2014, al poco de aterrizar el madrileño a la cúpula del PSOE, estalló el caso de las tarjetas black: expulsó a todos los implicados, pese al enfado de la vieja guardia. El listón se puso muy alto, sí, admitían distintas fuentes, y la caída fulminante de Huerta no deja de ser un aviso para navegantes.

El PSOE respira aliviado tras la marcha de Huerta y celebra la celeridad en la respuesta del líder, que sale "reforzado", frente a la inacción de Rajoy

Entre los pocos que acompañaron a Sánchez en su primer día de crisis seria en La Moncloa, estaba su flamante director de Gabinete, Iván Redondo, experto en la gestión de coyunturas difíciles como la que tuvo que encarar su anterior jefe, José Antonio Monago, que estuvo a punto de tener que dimitir cuando era presidente de Extremadura y hasta en su partido, el PP, se cuestionaban sus viajes privados a Canarias con dinero público.

Màxim Huerta dimite y el Ejecutivo nombra a José Guirao

Ahora, Sánchez buscará remontar el vuelo cerrando el capítulo de Huerta lo antes posible. El presidente ha escapado sin someterse a preguntas de los medios, como prefiere en momentos críticos. De hecho, no responde cuestiones de los periodistas desde que presentó su moción de censura contra Mariano Rajoy, y solo atendió dos. Tras la dimisión de Huerta, el PSOE se volcará en explicar la diferencia entre la celeridad de la actuación de su líder y la inacción y pasividad del expresidente Rajoy. Ese es ahora el mensaje político salvada la primera crisis en una semana de vida de su Ejecutivo después de 11 horas vertiginosas.

Solo seis días en el cargo y tres actos públicos: Màxim Huerta es ya el ministro más breve de la democracia

El miércoles 6 de junio de 2018, a las 19 horas, Pedro Sánchez daba a conocer el nombre de su ministro de Cultura y Deporte: el escritor, periodista y 'showman' Màxim Huerta (Utiel, Valencia, 1971). Un galáctico para su Gobierno. Al día siguiente, jueves 7, prometía su cargo y tomaba posesión de él. El miércoles 13, de nuevo a las siete de la tarde, Huerta se despedía de su cartera. Había durado seis días como titular de Cultura. Se convirtió en el ministro más efímero y mínimo de la democracia. Màxim el Breve

En estos seis días, solo le dio tiempo a tres actos públicos, además de asistir a su primer y último Consejo de Ministras y Ministros (el viernes). El mismo jueves, 7 de junio, se despidió con el Rey de la selección española de fútbol antes de su viaje a Rusia. El sábado, visitó la Feria del Libro de Madrid, y el domingo voló hasta París para estar presente en la final del torneo Roland Garros de tenis, que ganó Rafa Nadal. El miércoles, punto final en una comparecencia sin preguntas en la sede del ministerio y en la que se declaró víctima de una "jauría". 

Huerta no ha tenido tiempo ni de reorganizar su ministerio, resucitado después de casi siete años del PP en el poder. No pudo ni nombrar al nuevo secretario de Estado para el Deporte (sería seguramente una mujer, dijo él), porque no ha llegado ni a su segundo Consejo de Ministros. Tan solo pudo designar a su director de Gabinete, Daniel Espín. Ahora le sustituirá el andaluz José Guirao, exdirector del Museo Reina Sofía y de La Casa Encendida de Madrid y hasta ahora director general de la Fundación Montemadrid. El traspaso de carteras se hace hoy a las 12:30 horas.

Once horas. Solo 11 horas. Es el tiempo que duró la primera, la primerísima crisis, de Pedro Sánchez en la presidencia del Gobierno, la que acabó con Màxim Huerta fuera de su Gabinete. Fulminado. Abatido como ministro de Cultura y Deporte por la "jauría", según su expresión, apenas seis días después de prometer su cargo. Sin que hubiera tenido margen siquiera para montar un mínimo organigrama o protagonizar actos. Nada. Ya es el ministro más efímero de la democracia. El jefe del Ejecutivo pudo salvar el envite, virar en poco tiempo tras ser consciente de que en su partido y en su equipo se sentía que no había escapatoria, que Huerta tenía que caer. Irremediablemente. Debía sacrificarlo. Una respuesta adoptada con celeridad, le decían, podía "reforzarle". Y Sánchez actuó. Dejó caer a su fichaje estrella y una hora después anunciaba el nombre del sucesor, José Guirao.

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