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La alianza energética entre Argelia y Alemania reajusta el rol de España como 'hub' europeo
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TEBBOUNE SÍ RECIBIÓ A HABECK

La alianza energética entre Argelia y Alemania reajusta el rol de España como 'hub' europeo

Sonatrach firma el primer acuerdo de su historia para enviar gas a Alemania a cambio de inversiones en renovables. Italia se refuerza como puerta de entrada del suministro argelino

Foto: El presidente de Argelia, Abdelmadjid Tebboune, saluda al vicecanciller alemán, Robert Habeck. (Reuters)
El presidente de Argelia, Abdelmadjid Tebboune, saluda al vicecanciller alemán, Robert Habeck. (Reuters)
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Solo 72 horas antes de que el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, suspendiese su visita a Argel al enterarse de que Abdelmadjid Tebboune no lo recibiría, el mandatario argelino se estrechaba la mano con otro destacado dirigente europeo. La foto que acompaña este artículo, tomada en el palacio presidencial, tiene una gran carga simbólica. Además de Tebboune, el otro protagonista es el superministro alemán de Economía y Protección Climática, Robert Habeck, a la sazón colíder de los Verdes.

Tras el cierre del grifo ruso, la locomotora europea está dispuesta a conseguir suministros energéticos de donde sea. Argelia, que hasta ahora amamantaba principalmente a Italia y España a través de sendos tubos, es ya una pieza más en la política de diversificación emprendida por Berlín. La instantánea fue disparada durante una visita histórica, que alumbró el primer acuerdo de abastecimiento de gas entre ambos países: el gigante público argelino Sonatrach —con quien la española Naturgy comparte la propiedad del Medgaz, el conducto que une la nación magrebí y Almería— se comprometía a enviar hidrocarburo a VNG, una energética privada alemana que, indirectamente, también está participada por el sector público.

Las cantidades no han trascendido, y todos los expertos consultados coinciden en que no serán de gran envergadura. Sin embargo, esta llamativa noticia no es más que uno de los puntos de una alianza energética mucho más amplia, que incluye inversiones en renovables de las compañías alemanas en Argelia. Se trata de la primera piedra de una entente que tiene en el horizonte otra fuente de energía: el hidrógeno renovable. En ambos casos, existe un tercer actor que se verá beneficiado por el acuerdo, y que ya está jugando un papel muy proactivo en la región. Es la Italia de Giorgia Meloni, por donde deberán pasar los bombeos de Argel hacia la primera economía europea.

Roma está jugando sus cartas. A finales de enero, el país albergó una cumbre con las principales naciones africanas en la que presentó el llamado Piano Mattei, un partenariado energético —y no solo— que pretende generar prosperidad en la región. Entre los objetivos finales del proyecto, Francesco Sassi, experto en geopolítica energética del instituto RIE de Bolonia, destaca uno: "Existe un fuerte interés por contribuir a controlar la inmigración a través del desarrollo". La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, estuvo presente en la cita, y mostró su deseo de que la estrategia se complemente con un programa más ambicioso a escala comunitaria: el Global Gateway, que contempla inversores de 150.000 millones de euros en África. Todos los expertos consultados saludan el plan de Italia, pero destacan que estas acciones se deberían llevar a cabo de forma coordinada con los demás Estados miembros, como parte de una única política europea hacia la región.

Foto: José Manuel Albares, ministro de Exteriores. (EFE/EPA/Yoan Valat)

De momento, el Gobierno transalpino ha comprometido 5.000 millones de euros, una cantidad exigua, pero que demuestra la voluntad de Roma por invertir en el continente africano. Argelia, con quien Meloni ya acordó el año pasado construir un segundo gasoducto para unir ambos países, es el socio preferente. Mientras tanto, España trata de restablecer la normalidad de las relaciones bilaterales con la república magrebí, maltrechas desde que Madrid reconociese la propuesta marroquí de una autonomía para el Sáhara, en lo que supuso un giro histórico de su posición diplomática en la región.

En las relaciones internacionales, si no ocupas un espacio, otros lo harán. Y eso es lo que está consiguiendo Meloni, consolidando una dicotomía cada vez más palpable en el Mediterráneo occidental: de un lado, Argelia e Italia; del otro, España y Marruecos. El problema para nuestro país es que la vía más directa para suministrar energía desde el norte de África hasta la Europa central es la primera, y el Gobierno italiano la está explotando.

Berlín necesita gas

El reciente acuerdo entre Argel y Berlín beneficiará directamente a la tercera economía del euro, por donde pasará el gas, pero el que firmaron el año pasado Alemania y Marruecos, que también contempla inversiones en renovables, resulta más incierto para el provecho de España. Hasta que tecnologías como el hidrógeno verde no maduren en el Magreb, nuestro país no podrá convertirse en la ansiada vía de entrada del suministro norteafricano al continente.

Y para eso, destaca Sassi, se necesitan enormes inversiones, "decenas y decenas de veces mayores" de las que se están acometiendo, además de esperar a que los proyectos se desarrollen durante años. No es vano, recuerda el experto, los flujos de capital para nuevas instalaciones renovables empezaron a llegar a Marruecos hace una década, y apenas se han logrado resultados. En Argelia este proceso no ha tenido lugar, ya que hasta ahora el país y sus socios habían puesto todos los huevos en la misma cesta de oro: el gas natural.

A diferencia de la república popular, la vecina monarquía alauita no tiene grandes yacimientos de hidrocarburos, y este es el factor determinante que ha acelerado los planes alemanes en el país de Tebboune. La locomotora europea, especialmente sensible al suministro energético para abastecer a su maltrecha industria, ha aprobado recientemente la construcción de 10 gigavatios (GW) de ciclos combinados, en aras de la descarbonización. El plan todavía debe recibir el visto bueno de la Comisión Europea, que incluyó el gas natural como una energía de transición en la polémica taxonomía aprobada hace dos años. Pero Berlín tiene que moverse rápido, y necesita gas ahora, como necesitará hidrógeno la próxima década, cuando esas centrales se adapten.

Foto: La primera ministra italiana, Giorgia Meloni. (EFE/Fabio Frustaci)

Además de las regasificadoras que ha construido en el mar Báltico para recibir gas natural licuado (GNL) por barco, el Gobierno de Scholz quiere asegurarse el suministro por tubo, consciente de que fiarlo todo a los buques metaneros tampoco es una garantía. De ahí la importancia del acuerdo, aunque las cantidades que se enviarán vayan a ser reducidas.

Como recuerda Alberto Rizzi, investigador del European Council of Foreign Relations en Roma, la infraestructura italiana actual ya está al límite de su capacidad, por lo que no puede transportar demasiado gas extra hacia el norte. "Esto no quiere decir que el acuerdo no sea significativo. Lo es porque señala la voluntad de diversificación de fuentes de gas. Alemania no quiere ligarse solo al GNL por vía marítima, sino también a gasoductos que garanticen más seguridad, como hemos visto con la crisis de Suez", asegura por teléfono, en referencia a los ataques de los rebeldes hutíes de Yemen en el mar Rojo, que han afectado a algunos metaneros cataríes con destino a Europa.

El experto en infraestructuras energéticas señala que la noticia beneficia a Italia, al situarla, de nuevo, en el centro de todas las operaciones: "Refuerza la posición italiana como puente energético entre el norte de África y el norte de Europa, no solo del gas, sino del hidrógeno en el futuro". Mientras en el primer caso no existe competencia alguna con España, condenada por su limitada capacidad de interconexión con el continente a través de los Pirineos, en el segundo ambos países se tratan de posicionar como hub europeo de las energías renovables, siempre con el patrocinio de una Alemania que juega a varias bandas y el apoyo de las instituciones comunitarias, ansiosas por acelerar la transición energética y lograr una mayor seguridad de suministro.

España ha perdido su relación energética privilegiada con Argelia en paralelo a la crisis diplomática por el giro sobre el Sáhara

La península ibérica contará con el H2Med, que unirá Barcelona y Marsella en 2030, y ya figura en la lista provisional de proyectos de interés común europeo (PCI, por sus siglas en inglés), lo que le permitirá recibir financiación comunitaria. A través de este conducto, pensado para transportar gases renovables, podrá surtir a la Europa industrial del hidrógeno verde producido en España, pero eventualmente también del que genere Marruecos.

De hecho, el gasoducto del Magreb, que ahora mismo bombea hidrocarburo de norte a sur, fue incluido en la última actualización de la iniciativa European Hydrogen Backbone, impulsada por los operadores energéticos de los Veintisiete para diseñar la futura red europea.

​La apuesta italiana

La península itálica, por su parte, se ha posicionado a través del SoutH2Corridor, un tubo de más de 3.000 kilómetros de longitud que unirá el norte de África con Alemania, para transportar gas natural antes de 2030. Sin embargo, está especialmente pensado para enviar hidrógeno verde a través de los Alpes. Como el H2Med, también ha sido reconocido como PCI. Sassi recuerda que la tercera economía del euro se halla en unas condiciones mucho más precarias que España para convertirse en un gran productor, por lo que la idea es que ese conducto sirva, principalmente, para bombear el gas renovable desde Argelia. Pero para ello, añade el experto, el país deberá reforzar su red interna, sobrecargada en los puntos críticos, y su cooperación con Túnez, una nación tan inestable como imprescindible en el recorrido de la energía desde el Magreb hacia el sur de Europa.

Todas las fuentes consultadas coinciden en que la lógica de la competición —muy útil para algunos discursos políticos en Italia y siempre del gusto de los periodistas, así en Roma como en Madrid— debería ser desterrada en favor de la cooperación necesaria para garantizar los intereses del conjunto del continente. Pero lo cierto es que, aunque la tercera y la cuarta economía del euro están llamadas a complementarse, España ha perdido su relación energética privilegiada con Argelia en paralelo a la crisis por el Sáhara. Zine Ghebouli, investigador argelino asociado al European Council of Foreign Relations, recuerda que el país magrebí no puede dar la espalda a Madrid, pero tiene el ojo puesto en otro sitio: "El socio primario en cualquier cooperación energética de Argelia es Italia".

El experto cree que las relaciones bilaterales están mejorando, pese a la frustrada visita de Albares, y recuerda que Sonatrach siempre ha cumplido sus contratos, incluso durante lo peor de la crisis por el Sáhara, cuando la república norteafricana llegó a dejar vacante su representación diplomática en España. Más allá de las tensiones, lo cierto es que la prioridad energética de nuestro país tampoco pasa por Argelia: el Gobierno está más interesado en explotar la red de regasificadoras y el potencial renovable que en recibir ingentes cantidades de hidrocarburo magrebí por tubo, como ocurría en el pasado. Un último dato de Enagás, el gestor del sistema nacional: en 2023, Argelia solo aportó el 29% del gas natural importado por España, ocho puntos por delante de Estados Unidos y casi 14 puntos menos que en 2021, el último año de relativa normalidad antes de la crisis energética y el aumento de las tensiones entre ambas naciones.

Solo 72 horas antes de que el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, suspendiese su visita a Argel al enterarse de que Abdelmadjid Tebboune no lo recibiría, el mandatario argelino se estrechaba la mano con otro destacado dirigente europeo. La foto que acompaña este artículo, tomada en el palacio presidencial, tiene una gran carga simbólica. Además de Tebboune, el otro protagonista es el superministro alemán de Economía y Protección Climática, Robert Habeck, a la sazón colíder de los Verdes.

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