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Historia de un palo de golf: cómo y cuánto ha crecido España en ocho siglos
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ESPAÑA, EN CIFRAS

Historia de un palo de golf: cómo y cuánto ha crecido España en ocho siglos

Algunos datos más reflejan los cambios trascendentales que se han producido en los últimos 170 años, prácticamente desde que el país entró en la modernidad

Foto: Detalle de una pelota y un palo de golf. (EFE/Francisco Guasco)
Detalle de una pelota y un palo de golf. (EFE/Francisco Guasco)
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Lo expresan gráficamente los autores del estudio, los economistas Leandro Prados de la Escosura y Blanca Sánchez-Alonso. La imagen de un palo de golf es lo que mejor representa la historia de la economía española en los últimos siglos. Es decir, un periodo de larguísimo estancamiento, prácticamente desde el siglo XIII —han leído bien— hasta el comienzo de nuestra Revolución Industrial, más tardía que en los principales países del resto de Europa, que es cuando la horizontalidad del palo de golf tumbado se quiebra hacia arriba mostrando siglo y medio de rápido crecimiento, aunque con altibajos.

El estudio ha sido publicado por Información Comercial Española, editada por el Ministerio de Industria, una veterana publicación que cumple 125 años, y lo que muestra es que a mediados del siglo XIX se produce el cambio estructural de la economía a partir de dos dinámicas distintas, pero interrelacionadas: la expansión demográfica y los avances en productividad, que dan como resultado un impresionante aumento de la renta per cápita. Como resultado de ello, el PIB de España se multiplicó por 55 entre 1850 y 2022, lo que supone una tasa media acumulativa de crecimiento del 2,3% anual. Se ponía así fin a alrededor de seis siglos, desde 1277, de encefalograma plano de la economía española.

Lo que sucedió a partir de mediados del siglo XIX fue que la participación de la agricultura se contrajo, especialmente en la década de 1920 y entre 1950 y 1980, mientras que la participación de la industria se expandió hasta alcanzar el 30% del PIB en torno a 1960. En una segunda etapa, a partir de 1980, el declive relativo continuó en la agricultura y también afectó al sector industrial, mientras que el sector servicios, cuya participación en el PIB y el empleo se había mantenido relativamente estable hasta mediados del siglo XX, se aceleró, llegando a representar en la actualidad alrededor de tres cuartas partes tanto del PIB como del empleo, conforme al patrón seguido por las economías avanzadas.

PIB per cápita

Algunos datos más reflejan los cambios trascendentales que se han producido en los últimos 170 años, prácticamente desde que el país entró en la modernidad. Mientras que la población se triplicó en ese periodo, el PIB real per cápita se multiplicó por 17 desde 1850 (a un ritmo anual del 1,6%). Por tanto, el producto per cápita impulsó la expansión del PIB. Ahora bien, con periodos claramente diferenciados. El PIB per cápita duplicó su nivel inicial en los primeros 100 años, creciendo a un ritmo del 0,7% anual. Luego, su ritmo se aceleró hasta el 5,3% anual durante la edad dorada, que va desde finales de los años cincuenta, tras dos décadas de desplome de la actividad y de empobrecimiento general del país, hasta el fin del franquismo, de modo que en 1975 la renta per cápita era 3,6 veces superior a la de 1950.

¿Qué pasó a continuación? Pues que aunque la economía se desaceleró, hasta el 2,5% anual entre 1975 y 2007, el PIB per cápita en este último año duplicó con creces su nivel de 1975. Tras sufrir el impacto de la Gran Recesión y la pandemia, en 2022, el PIB per cápita ha logrado superar ligeramente el nivel de 2007.

¿Significa esto que la economía española ha crecido en siglo y medio de forma constante? La respuesta es no. El crecimiento, lejos de ser continuado en el tiempo, ha tenido fuertes altibajos. Lo que se ha llamado la edad de oro, tras la debacle producida por la Guerra Civil, se inició a finales de los años cincuenta y se frenó bruscamente a mediados de los setenta tras el primer gran choque petrolífero. En esa etapa, el PIB creció casi cinco veces más rápidamente que en los 100 años anteriores, y casi el doble que entre 1975 y 2007. A partir de 2008, el nivel del PIB ha permanecido estable como consecuencia de la Gran Recesión y de la pandemia, con una primera consecuencia: la convergencia con Europa no solo se ha detenido, sino que ha retrocedido.

El PIB de España se multiplicó por 55 entre 1850 y 2022, lo que supone una tasa media acumulativa de crecimiento del 2,3% anual

Esas transformaciones, como sostienen Prados de la Escosura y Sánchez-Alonso, de la Universidad Carlos III y de CEU-San Pablo, respectivamente, han provocado enormes cambios en la composición del PIB. Por ejemplo, desde el lado de la demanda, la proporción del consumo total, tanto privado como público, ha ido disminuyendo lentamente desde un nivel elevado, y solo cayó por debajo del 80% del PIB a finales de los años cincuenta, para descender y representar tres cuartas partes en la primera década de este siglo.

El estado de bienestar

Lo que esconden las cifras es una caída sostenida del consumo privado en términos relativos, compensada por un aumento del consumo público que se intensificó a partir de la década de 1980, a medida que el estado de bienestar se expandía y el modelo territorial centralizado daba paso a un país articulado en torno a las comunidades autónomas. Es decir, la estructura territorial del Estado ha influido de forma determinante en la expansión del gasto público.

La inversión, por su parte, ha fluctuado en torno al 5% del PIB a lo largo del siglo XIX, excepto entre mediados de las décadas de 1850 y 1860, cuando casi se duplicó, debido principalmente al auge de la construcción del ferrocarril. A partir del último cambio de siglo, se produjo un aumento sostenido que llevó la inversión a un máximo del 30% del PIB durante 2007, aunque cayó por debajo de una quinta parte del PIB tras la Gran Recesión.

¿Qué ha pasado con la renta per cápita? Durante los últimos 170 años, la renta media por persona en términos reales ha aumentado notablemente en España, impulsada por incrementos de la productividad del trabajo, derivados, a su vez, de un uso más intensivo y eficiente del capital físico y humano por trabajador.

Los autores del estudio encuentran las razones en la exposición a la competencia internacional de la economía española, que ha constituido un estímulo y aparece asociada al aumento de la inversión y a la convergencia con los países más desarrollados. Además, aunque no existe una asociación lineal entre crecimiento económico y reducción de la desigualdad de la renta, las fases más dinámicas de los últimos 100 años han ido acompañadas de una disminución de las diferencias económicas en la sociedad, por lo que el crecimiento moderno puede asociarse a una mejora del bienestar material de su población, sostienen.

Aunque la economía se desaceleró, hasta el 2,5% anual entre 1975 y 2007, el PIB per cápita en este último año duplicó su nivel de 1975

La siguiente pregunta que se hacen los autores del estudio es clave. ¿Hasta qué punto una mayor cantidad de bienes y servicios repercutió en las condiciones de vida de los españoles? En su opinión, las reformas iniciadas a principios de los años cincuenta culminaron en una ambiciosa reforma institucional, lo que se ha llamado Plan de Estabilización de 1959, que introdujo políticas a favor del mercado y a la movilidad de factores, que permitieron un crecimiento sostenido y más rápido durante los años sesenta y principios de los setenta. Sin embargo, aclaran, las reformas estructurales de 1959 apenas afectaron al sistema fiscal y a los mercados laboral y financiero.

¿Qué consecuencias tuvo? El resultado fue que la posición relativa de España en términos de PIB per cápita respecto de los principales países occidentales evolucionó en forma de U. Se rezagó hasta 1950 y recuperó terreno después hasta principios de la década de dos mil, excepto durante los años 1976-1985, pero volviéndose a quedar atrás a partir del inicio del nuevo siglo.

Trabajo y capital

En la actualidad, la posición de España respecto a EEUU, Alemania y Francia es similar a la que mantenía a mediados del siglo XIX, y solo se ha reducido la diferencia con Gran Bretaña. Si el marco temporal de la comparación se limita al último medio siglo y se expresa el PIB per cápita de España en términos de la media (ponderada por población) de los países hoy pertenecientes a la OCDE, la Unión Europea y la eurozona, respectivamente, se observan dos fases diferenciadas de acercamiento: una hasta 1975 y otra durante 1986-1992, mientras que a partir de 2001, España experimenta un evidente retraso. Esto supone que, en 2020, España habría retornado a su posición relativa de 1975.

¿Cómo se han distribuido los frutos del crecimiento económico moderno en España? Lo que hacen los autores del estudio es comparar la evolución de la participación de las rentas de la propiedad (que incluye la remuneración del capital y de los recursos naturales) en el PIB y el coeficiente de Gini, es decir, la distribución funcional y personal, respectivamente. Lo que observan es una evolución paralela hasta principios de la década de 1950, cuando comienzan a divergir, y mientras que la participación de la propiedad en el PIB muestra una tendencia al alza, el índice de Gini desciende y, posteriormente, se estabiliza.

La posición de España respecto de EEUU, Alemania y Francia es similar a la de mediados del s. XIX, solo se ha reducido con Gran Bretaña

¿Cómo se explica esta discrepancia? La razón es la siguiente. A medida que la economía se desarrolla y la mano de obra se desplaza desde las áreas rurales a las urbanas, y de la agricultura y los servicios tradicionales a la industria y los servicios modernos, aumenta el número de trabajadores cualificados, por lo que también lo hará la dispersión de las rentas del trabajo; no obstante, en una etapa posterior, la mayoría de los trabajadores serán cualificados y, por tanto, se reducirá la dispersión de sus rentas. La extensión de la Seguridad Social es un elemento adicional en la reducción de la dispersión de las rentas del trabajo.

Aun así, el crecimiento desde mediados de los años cincuenta habría conducido, por una parte, a un incremento de las rentas del capital en el PIB, al aumentar la capitalización de la economía, pero, por otra, a una menor dispersión de las rentas del trabajo, al ser más cualificada la mano de obra, que se convirtió en el motor de la distribución de la renta. Esto ayuda a entender la reducción del coeficiente de Gini, en la que también interviene la redistribución, ya que Gini refleja la desigualdad de la renta disponible, es decir, después de impuestos y transferencias, a diferencia de la participación de la propiedad en el PIB.

Desde mediados de la década de 1950 se inició un marcado descenso de la desigualdad, que se intensificó a principios de la década de 1970. A partir de 1973, la desigualdad se estabilizó y ha fluctuado desde entonces en un estrecho margen, entre 0,31 y 0,35 del índice de Gini. Este índice establece que el cero sería la igualdad perfecta y el 1 la desigualdad total, ya que una sola persona tendría toda la riqueza. En perspectiva comparada, España evolucionó de manera semejante a los países de la OCDE durante el último siglo y medio, con un nivel intermedio de desigualdad, si bien, dentro de la Unión Europea, pertenece hoy en día al cuartil superior en términos de desigualdad.

Lo expresan gráficamente los autores del estudio, los economistas Leandro Prados de la Escosura y Blanca Sánchez-Alonso. La imagen de un palo de golf es lo que mejor representa la historia de la economía española en los últimos siglos. Es decir, un periodo de larguísimo estancamiento, prácticamente desde el siglo XIII —han leído bien— hasta el comienzo de nuestra Revolución Industrial, más tardía que en los principales países del resto de Europa, que es cuando la horizontalidad del palo de golf tumbado se quiebra hacia arriba mostrando siglo y medio de rápido crecimiento, aunque con altibajos.

Productividad Distribución de la riqueza Renta per cápita
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