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Lo que pasa cuando China se convierte en el nuevo enfermo del planeta
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EL MENOR CRECIMIENTO EN 40 AÑOS

Lo que pasa cuando China se convierte en el nuevo enfermo del planeta

La economía china encalla. Su crecimiento será el menor en 40 años, aunque con una particularidad. El bajo crecimiento se produce en un contexto de elevado endeudamiento

Foto: Imagen de archivo de una calle en China. (Pexels)
Imagen de archivo de una calle en China. (Pexels)
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Cuando a mediados del siglo XIX el zar Nicolás I dijo que el Imperio otomano era el enfermo de Europa, nunca pudo imaginar que la expresión tendría tanto éxito. Desde entonces, se ha utilizado para describir la situación de Alemania, Reino Unido, España, Italia y, por supuesto, Grecia durante la Gran Recesión. Pero nunca nadie pudo imaginar que un país como China —la fábrica del mundo que durante décadas ha iluminado el crecimiento del planeta— estuviera en la antesala del quirófano.

El gigante asiático sigue creciendo, poco más del 5% este año, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), en parte por el efecto rebote, tras los cierres provocados por la pandemia, pero en los próximos años la tendencia es claramente descendente. El propio Fondo estima que en los próximos años el crecimiento del PIB se irá desacelerando hasta niveles próximos al 3% en 2028.

Puede parecer mucho si se mira con ojos europeos, pero hay que tener en cuenta de dónde viene China, donde lo habitual han sido crecimientos superiores al 10% durante muchos años. Desde 2001, que es cuando entró en la Organización Mundial de Comercio (OMC) y hasta 2019, inmediatamente antes de la irrupción del covid, el crecimiento medio ha sido del 9,2%. Es decir, prácticamente el triple de lo previsto por el FMI para los próximos años.

No es un asunto menor, habida cuenta de la importancia que tiene China para el crecimiento del planeta. El 35% de lo que avance el PIB este año en el conjunto de la economía global vendrá todavía de la fábrica del mundo, lo que significa que si no tira la locomotora china, aunque ahora algunas de sus fábricas están fallando, el mundo se gripa y, en particular, los países exportadores, como Alemania.

No es una exageración su capacidad de influencia. Europa, pese a considerarse el centro del planeta, apenas aportará un 7% de lo que crezca el PIB global este año, menos de la mitad de lo que contribuirá India, que, sin prisa, pero sin pausa, está en vías de sustituir a China como motor de arrastre.

Foto: Semiconductor con chips. (Reuters)

¿Qué le pasa al enfermo? Un chequeo rápido llegaría a la conclusión de que está digiriendo los excesos del pasado, y que tras la comilona viene la cura de adelgazamiento. En particular, porque su metabolismo financiero, como le sucedió a España, no es capaz de asimilar tanto ladrillo, lo que ha provocado unas formidables burbujas inmobiliaria y de crédito, que, por cierto, suelen ir a la par.

Deuda por las nubes

O lo que es lo mismo, los agentes económicos están altamente endeudados. Incluso el Estado, que históricamente ha tenido unos niveles de apalancamiento muy reducidos, acabará el año próximo con una deuda equivalente al 58% del PIB, lo que significa 22 puntos más que en 2018. Y a eso hay que añadir otros 60,6 puntos de PIB que deben los hogares, altamente endeudados por el mercado inmobiliario, y los 117 puntos de PIB que deben las empresas. China, es más, acumula un déficit público estructural, según el FMI, equivalente al 7% de su PIB, y así seguirá al menos hasta 2028, que es el fin de sus proyecciones.

El problema, sin embargo, es que no se trata de una enfermedad perfectamente identificada y auditada, sino que se han filtrado deudas ocultas por el aparato administrativo del Estado, en particular, por los vehículos de financiación instrumentados por los gobiernos locales, lo que hace más compleja la solución. Y la cantidad no es, precisamente, pequeña. La deuda de los vehículos de financiación local supera los 8,25 billones de dólares (unos 7,5 billones de euros), según las estimaciones más recientes.

Con ese dinero, las provincias han financiado, además de casas: carreteras, suelo para urbanizar, infraestructuras variadas y, por supuesto, trenes de alta velocidad. ¿Les suena? China es el país del mundo con más kilómetros de alta velocidad, lo que es coherente con su tamaño, pero muchas de esas líneas no son rentables ni social ni económicamente, habiendo generado enormes endeudamientos. Según algunas estimaciones, las deudas de China Railway crecerán un 60% en los próximos años.

Por el momento, no ha habido impagos, nadie ha incumplido los vencimientos, pero a cambio de cuantiosas refinanciaciones que deben ser avaladas o financiadas con nuevas aportaciones de liquidez del Estado, cuya recaudación se ve mermada, precisamente, a causa del menor crecimiento económico. Hace unos meses, el ex primer ministro Li Keqiang ya advirtió de que las deudas de los gobiernos regionales eran una amenaza para la estabilidad financiera, y las autoridades enviaron delegaciones de las regiones más ricas para colaborar con las de las ciudades más pobres. ¿Qué ha sucedido? Pues que aproximadamente la mitad de las 205 ciudades con datos financieros disponibles infringieron el año pasado esa advertencia.

No ha habido impagos, nadie ha incumplido los vencimientos, pero a cambio de refinanciaciones que deben ser avaladas o financiadas

No está claro el resultado sin provocar tensiones en el reino de Xi Jinping, que se ha asegurado el poder durante al menos cinco años más, pero no está claro que lo pueda ejercer como pretende en un país que desde que salió del aislamiento a partir de mediados de los años setenta solo ha tenido buenas noticias económicas, lo que ha permitido tejer una extraordinaria influencia geopolítica en medio mundo, en ocasiones, a través de inversiones ruinosas que ahora debe mantener.

Bonos basura

Los proyectos de la ruta de la seda, por ejemplo, implican a 78 países, y lo que preocupa ahora es, paradójicamente, que los problemas de China se trasladen a sus socios. Existe el riesgo cierto de que muchos de los proyectos prometidos y financiados por Pekín se queden en la estacada. Un estudio realizado por Moody's, la agencia de calificación crediticia, antes de la pandemia, llegó a estimar que la calificación crediticia mediana de los 78 países es Ba2, lo que significa un nivel de riesgo de bonos basura.

Hay que tener en cuenta, como ha escrito el economista Ignacio de la Torre, que la economía china depende de inversiones en más de un 40%. Aparte del problema de financiar en exceso dichas inversiones con deuda, un tercio de dicha actividad depende del sector inmobiliario, otro tercio de inversiones públicas y otro tercio de inversiones privadas. Pero las inversiones solo se llevan a cabo, sostiene De la Torre, si se pueden financiar y si son rentables. Y la realidad es que por uno y otro motivo están deprimidas, lo que supone una losa para el crecimiento chino y para su mercado de empleo. En parte por esta razón, el desempleo juvenil ha superado ya el 20% (el doble que antes de la pandemia), mientras que la tasa de paro general se mantiene en el 5%.

Esto significa que el nuevo gobernador del banco central chino, Pan Gongsheng, formado en Cambridge y Harvard, tiene mucho trabajo por delante, aunque su capacidad de maniobra es limitada, debido al control que ejercen los funcionarios del Partido Comunista. Tanto trabajo tiene por delante que debe decidir si continúa la estrategia de su antecesor, que ha relajado la política monetaria en aras de reactivar la economía. Es decir, justo el camino contrario que el BCE o la Reserva Federal. Entre otras razones, porque la inflación china (0,2% interanual en mayo) está cerca de la deflación, lo que paradójicamente es una buena noticia para Europa, en la medida en que ayuda a rebajar los precios de las importaciones.

Lo que está en juego ahora es si China alcanzará este año el 5% de crecimiento del PIB estimado por las propias autoridades, y por lo que se conoce hasta ahora no lo tendrá fácil. Indicadores tan relevantes como las ventas minoristas o la producción industrial están por debajo de las expectativas, pese a que la comparación se hace con los datos del año pasado, cuando la economía estaba todavía parcialmente cerrada.

La debilidad de la economía china puede explicar que en la geopolítica de Pekín tenga cada vez mayor importancia la relajación de las tensiones con EEUU. Algo que explica la visita programada de Yanet Yellen, la secretaria del Tesoro, y de Anthony Blinken, el responsable de la política exterior de la Casa Blanca.

Foto: Josep Borrell. (EFE/Dumitru Doru)

Destensar la cuerda

El mensaje es muy claro: no es el momento de tensar la cuerda, porque eso puede afectar a las exportaciones de bienes chinos, como los automóviles, que es un negocio que Pekín quiere explotar principalmente en Europa (sobre todo, vehículos eléctricos) una vez que su mercado interno está fuera de peligro gracias al control absoluto de sus marcas.

Ahora bien, sin excesos. China se ha revuelto contra las restricciones impuestas por EEUU a la exportación de chips avanzados, y en respuesta Pekín ha restringido la exportación de dos metales utilizados en la fabricación de semiconductores y equipos de comunicaciones. En concreto, el galio y el germanio, que estarán sujetos a limitaciones de exportación para "salvaguardar la seguridad y los intereses nacionales".

A la Administración norteamericana también le preocupa la creciente debilidad del renminbi, que hace más atractivas las exportaciones chinas. La moneda ha bajado más del 7% frente al dólar en los últimos 12 meses y casi un 13% frente al euro. China, por si esto fuera poco, se enfrenta también a un rival inesperado no hace demasiados años, como India, que está ganando cuota de mercado porque, entre otras cosas, es menos exigente que los gobernantes de Pekín a la hora de captar inversiones. Demasiados problemas para un país con grandes urgencias derivadas de su pirámide demográfica.

Cuando a mediados del siglo XIX el zar Nicolás I dijo que el Imperio otomano era el enfermo de Europa, nunca pudo imaginar que la expresión tendría tanto éxito. Desde entonces, se ha utilizado para describir la situación de Alemania, Reino Unido, España, Italia y, por supuesto, Grecia durante la Gran Recesión. Pero nunca nadie pudo imaginar que un país como China —la fábrica del mundo que durante décadas ha iluminado el crecimiento del planeta— estuviera en la antesala del quirófano.

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