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Este año pinta mejor para la economía española, pero el IPC llama a la cautela en 2024
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la quiebra de SVB puede cambiarlo todo

Este año pinta mejor para la economía española, pero el IPC llama a la cautela en 2024

Los principales organismos revisan al alza las previsiones para 2023, pero son más prudentes de cara al año que viene. La inflación subyacente se cronifica y aplana la recuperación

Foto: Cadena de producción de Seat en Martorell (Barcelona). (Reuters/Albert Gea)
Cadena de producción de Seat en Martorell (Barcelona). (Reuters/Albert Gea)

Hubo un tiempo en que los organismos hacían sus previsiones descontando más subidas de tipos de interés para luchar contra la inflación. La incertidumbre sobre la espiral de precios condicionaba las estimaciones, que empezaban a mejorar a medida que la crisis energética remitía. 2023 iba a ser mejor de lo esperado, los tambores de recesión ya no hacían ruido y las dudas se desplazaban a 2024, cuando habrá que afrontar un nuevo invierno sin el suministro ruso. Ese tiempo es el que se refleja en las revisiones al alza del crecimiento para España que se suceden desde principios de año. Pero la economía va tan deprisa que todos los augurios pueden quedar obsoletos si las turbulencias financieras acaban contagiando a la actividad productiva.

La quiebra del banco californiano SVB amenaza con cambiarlo todo. En su último informe, publicado este viernes, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) advertía del impacto del incremento de los tipos en el sector financiero, "incluidos algunos bancos regionales de Estados Unidos". Sin embargo, esa referencia genérica no significa que el organismo con sede en París hubiese tenido en cuenta la mayor bancarrota de una entidad desde la Gran Recesión para hacer sus cálculos: ya estaban escritos. Tampoco el Banco Central Europeo (BCE), que publicó sus previsiones esta semana. El regulador ha dejado la puerta abierta a modular su política monetaria si fuera necesario para atajar la crisis, lo que tendría efectos sobre el devenir de la economía. Las cábalas proliferan, pero lo único cierto es la positiva corriente de fondo que expresan todos los expertos. Esto es lo que nos espera para los próximos dos años... siempre que el cisne negro se quede en patito feo.

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La temida recesión es ya un escenario descartado por las principales instituciones y casas de análisis. No solo en España, donde no pasó de efímera profecía otoñal, sino en el conjunto del continente. La misma eurozona para la que a la vuelta del verano se preveía un 2023 prácticamente plano, con al menos un par de trimestres en negativo, crecerá en torno a un punto durante este año. Las suaves temperaturas del invierno, unidas a unas políticas efectivas de ahorro y aprovisionamiento y a la reducida demanda china por la política de covid cero, han mantenido a raya el precio del gas. Como resultado, la producción industrial aguanta y, con ella, la dinámica positiva. Más allá de algún bache puntual en los países más expuestos, la economía de la moneda única repuntará el doble de lo que el BCE preveía hace tan solo tres meses. Hasta Alemania, dice la OCDE, crecerá un 0,3%; en sus anteriores previsiones, emitidas en noviembre, estimaba una contracción equivalente.

En ese contexto, la economía que más crece ahora mismo, la española, "continúa resistiendo mejor de lo que se preveía" —en palabras del centro de estudios del BBVA— y acelera el ritmo, con un repunte que se situará entre las tres y las cinco décimas durante el primer trimestre. "El principal factor que explica la mejor evolución del PIB es la capacidad de la economía europea para evitar escenarios de restricciones en el uso de energía y la disminución en el coste para generarla", añaden los expertos del banco. Aunque nuestro país depende menos del gas ruso que otros de sus colegas europeos, es muy sensible al alza de los precios energéticos en los mercados internacionales.

Es cierto que todos los organismos siguen mostrando una foto más prudente que la del Gobierno, que diseñó los presupuestos de 2023 con un escenario de crecimiento del 2,1% hasta ahora muy apartado del resto. Pero la imagen que arrojan BBVA Research, la OCDE o la propia Comisión Europea, los últimos en revisar sus augurios, cada vez se parece más a la del Ejecutivo. Las estimaciones al alza se acumulan gracias a un consumo que aguanta mejor de lo previsto y a la recuperación del mercado laboral, que retoma el aliento tras un discreto final de 2022: cerró el mejor febrero desde mediados de la década pasada. El llamado efecto carry-over, que arrastra a este año el impacto positivo de la revisión al alza que el Instituto Nacional de Estadística (INE) hizo del anterior, también ayuda. Aquí lo explica Javier Jorrín.

Foto: La vicepresidenta económica, Nadia Calviño. (EFE)

La prueba de fuego llegará esta semana, cuando se conocerá la segunda lectura de la contabilidad nacional del cuarto trimestre y el Banco de España lanzará sus nuevas previsiones. Mientras tanto, todas las pistas son favorables. El instituto de estudios de BBVA, que fue el primero en hablar de una recesión a principios de curso, ya vaticina un crecimiento del 1,6% para este año, cuatro décimas más que en diciembre. En octubre daba un 1%, ocho décimas menos que en verano. Esta oscilación es solo un ejemplo de la U que trazan las estimaciones de los principales organismos en los últimos meses. El pesimismo que trajo el otoño, donde se manejaba un rango de entre el 0,5% y el 1%, se ha ido corrigiendo hasta regresar al mismo sitio en el que estábamos en verano: un crecimiento superior al 1,5%.

No es poco, pero hay que tener en cuenta que España es el único país entre los grandes del euro que todavía no ha recuperado el PIB prepandemia. Tras la última revisión del INE, se encuentra solo a 9 décimas de igualar los niveles del cuarto trimestre de 2019. Es posible que lo consiga hacia el estío, cuando la ralentización de los últimos meses se disipe y la economía vuelva a tomar velocidad de crucero.

Sin embargo, todas las buenas noticias que se esperan para este 2023 se tornan incertidumbre de cara a 2024. Nadie lo ha señalado mejor que la OCDE, que habla de una "recuperación frágil" de la economía mundial que puede descarrilar en cualquier momento. El club de los países más ricos del mundo traduce este mensaje en su estimación de crecimiento para España: mientras que revisa cuatro décimas al alza la de este año, mantiene intacta la del que viene. Nuestro país crecerá lo mismo en los dos ejercicios del bienio, lo que demuestra que la recuperación se aplana, en lugar del in crescendo que todos proyectaban hace unos meses. BBVA se muestra más optimista (2,6%), pero mete un mordisco de ocho décimas. No es el único: en diciembre también lo hizo el Banco de España.

La inflación cala, el PIB se seca

El argumento que subyace a esta cautela para 2024 es la subida de los tipos de interés. Hasta esta semana, el Banco Central Europeo se mantenía en una posición muy decidida para continuar las alzas del precio del dinero hasta que la inflación llegue a los objetivos del 2%. Como es conocido, esto provoca un enfriamiento de la actividad económica. Y ahí está el círculo vicioso que pone palos en la rueda para el año que viene: los precios, auguran los expertos, seguirán elevados y, por tanto, las políticas monetarias restrictivas que impiden una aceleración del repunte. "La persistencia de la inflación y la expectativa de mayores tipos de interés empeoran el escenario de crecimiento para el siguiente año", concluye el centro de estudios de BBVA.

Foto: Fábrica de automóviles del grupo Stellantis en Cassino (Italia).

Es cierto que la OCDE mejora la previsión del índice de precios de consumo (IPC) para 2023 y 2024, así en España como en la eurozona, pero se trata solo de un espejismo. La inflación subyacente, que es la que realmente preocupa a los bancos centrales, no solo continuará por encima del índice general, sino que alcanzará en nuestro país los mayores niveles entre los grandes del euro: un 5% este año —dos décimas más que en la anterior estimación— y un 3,7% el que viene. Ya se puede abaratar la energía, que lo que comenzó como un fenómeno importado ha calado hasta los huesos de la economía nacional. Para quitar la humedad, no hay nada como el drenaje del BCE. El problema es que, si no se hace con tiento, el crecimiento se puede quedar más seco que el balance del SVB.

Hubo un tiempo en que los organismos hacían sus previsiones descontando más subidas de tipos de interés para luchar contra la inflación. La incertidumbre sobre la espiral de precios condicionaba las estimaciones, que empezaban a mejorar a medida que la crisis energética remitía. 2023 iba a ser mejor de lo esperado, los tambores de recesión ya no hacían ruido y las dudas se desplazaban a 2024, cuando habrá que afrontar un nuevo invierno sin el suministro ruso. Ese tiempo es el que se refleja en las revisiones al alza del crecimiento para España que se suceden desde principios de año. Pero la economía va tan deprisa que todos los augurios pueden quedar obsoletos si las turbulencias financieras acaban contagiando a la actividad productiva.

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