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Los hogares afrontan una cuesta de enero de tres meses sin colchón para combatir el IPC
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ESTE AÑO DURARÁ HASTA MARZO

Los hogares afrontan una cuesta de enero de tres meses sin colchón para combatir el IPC

La inflación se come el ahorro embalsado tras la pandemia y hace un butrón en las economías familiares, que encaran la habitual subida de precios con menos capacidad de compra

Foto: Una pescadería, en Bilbao. (EFE/Luis Tejido)
Una pescadería, en Bilbao. (EFE/Luis Tejido)
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Los primeros bebés han llegado con un pan (sin IVA) bajo el brazo. Cada 1 de enero, la imagen de los recién nacidos compite con los gráficos de las actualizaciones de precios en los anodinos informativos de inicio del año. La rebaja del impuesto sobre el valor añadido a los alimentos básicos es una de las pocas buenas noticias que deja el comienzo de 2023 para los bolsillos de los españoles. Todo sube, como ha ocurrido siempre, pero esta vez es distinto: tras un año y medio de crisis inflacionista, llueve sobre mojado, y las medidas paliativas del Gobierno se antojan insuficientes para reparar las maltrechas economías familiares. La cuesta de enero será más dura, pero también más larga. Este año, durará hasta marzo.

El vaticinio es de Raymond Torres, director de Coyuntura Económica de la fundación de las antiguas cajas de ahorros (Funcas). "La inflación va aflojando en términos energéticos y generales, pero otra cosa es la inflación subyacente, que va con retraso respecto a la general", argumenta. El alivio del índice de precios de consumo (IPC), que se ha vuelto a moderar un punto en diciembre y ya es el más bajo de la eurozona (5,8%), está muy condicionado por el abaratamiento de la energía; el coste real que se percibe en la calle es otra historia. La cesta de la compra sigue dando disgustos, y el encarecimiento de la vida consolida su tendencia ascendente mes a mes si se descuenta el efecto de los elementos más volátiles: ya está en el 6,9%, seis décimas más que en noviembre.

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Como cada año, la resaca ha empezado el 1 de enero, pero, a diferencia de los anteriores, no acabará al menos hasta marzo. El propio Ejecutivo se ha marcado esta fecha para revisar la rebaja del impuesto sobre el valor añadido, que se bonifica por completo para los productos básicos que ya lo tenían hiperreducido (además del pan, la leche, los huevos o la fruta) y se recorta del 10% al 5% para la pasta y el aceite de oliva. Si la inflación subyacente cayese por debajo del 5,5%, la medida expiraría el 30 de abril, dos meses antes de lo inicialmente previsto. Es el escenario soñado por todos, pero sujeto a una extraordinaria incertidumbre. Solo hay una certeza que corroboran las previsiones económicas de los principales los organismos: el primer trimestre de este año será el más duro desde que empezó la crisis.

El argumento que manejan los expertos es el mismo que ya se podía escuchar en las calles el pasado verano: la gente está gastando por encima de sus posibilidades en las primeras vacaciones de verdad tras la pandemia, y cuando estas acaben llegará el golpe. Entonces no ocurrió nada: el otoño se ha salvado y terminará con un modesto incremento del PIB, según las revisiones al alza de instituciones como el Banco de España. Alejado el fantasma de una recesión técnica —dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo—, la segunda prueba de fuego llega este invierno. Con una gran diferencia: todo el margen que había entonces ahora se ha esfumado.

Foto: Trabajadores en la planta de Seat de Martorell. (Reuters/Albert Gea)

El concepto clave es el ahorro embalsado. Durante la pandemia, las familias llenaron su hucha gracias al menor consumo como consecuencia de las restricciones. Ese capital se fue consumiendo a medida que se reabría la economía, en un proceso acelerado como consecuencia de la inflación, y que tuvo un mayor impacto en las clases más bajas. El propio Banco de España ya advertía a la vuelta del verano de que el menor músculo financiero de los hogares con pocos recursos y su propensión a destinar una mayor parte de su renta a los productos que más se encarecen estaban limitando su capacidad de consumo. Ahora, ese fenómeno empieza a llegar a las clases medias, que además han visto cómo una de las medidas que más les beneficiaba en su vida diaria, la subvención de 20 céntimos por cada litro de combustible, ha llegado a su fin.

Los analistas de CaixaBank Research calculan que la retirada de la ayuda sumará cinco décimas al IPC en enero, que la rebaja del IVA —solo restará cuatro— será incapaz de compensar. El centro de estudios de la entidad financiera estima que la medida amortiguará en 1,6 puntos el encarecimiento de los alimentos. Triste consuelo cuando estos han subido más de un 15% en el último año y el cheque de 200 euros anunciado por el presidente Pedro Sánchez no se podrá solicitar hasta el 15 de febrero (se desconoce cuánto tardará la Agencia Tributaria en hacer el ingreso).

En ese contexto, el cerdito todavía no ha estallado —y, si la inflación sigue moderándose y no se producen sorpresas negativas en el transcurso de la guerra, no lo hará, vaticina Torres—, pero se está quedando en los huesos. Un dato: la tasa de ahorro de los hogares se situó en el 5,7% en el tercer trimestre, frente al 8,4% del segundo, según el Banco de España. Ya está, de hecho, por debajo de la media histórica. El director de Coyuntura de Funcas advierte: "La caída del ahorro embalsado es irreversible". Tanto, que el stock de activos financieros de las familias ya está por debajo de los niveles prepandemia en términos reales: son 224.000 millones de euros más que en 2019, pero en realidad valen menos por culpa de la inflación, según este informe de CaixaBank Research.

Cuando el colchón ya no existe, más vale no caerse desde un décimo piso. Sin embargo, hay muchos a los que todavía no les ha entrado el vértigo, porque están acostumbrados a lidiar con él durante esta época del año. La cuesta de enero no es un concepto nuevo, y el incremento del coste de la vida que llega tras las campanadas ni siquiera constituye la principal explicación a este fenómeno. Según un estudio de la consultora Deloitte, cada español se gastará una media de 634 euros esta Navidad, tres más que el año pasado. Nuestro país lidera la clasificación europea, muy por encima de otros como Alemania y Países Bajos, donde las rentas de las familias son muy superiores. En un contexto donde cada vez menos ciudadanos reciben sus ingresos en 14 pagas, esto abre un butrón que resulta muy difícil de tapar. Sobre todo cuando los precios suben a velocidad de crucero.

Foto: Foto: EC Diseño.

Albert Vinyals, experto en psicología del consumo de la Universidad Autónoma de Barcelona, lleva años estudiando este fenómeno. Al final, se trata de una cuestión cultural, relata: "En un país tan gregario como el nuestro, nos reunimos más en Navidad y gastamos más, sobre todo en regalos". Sin embargo, la crisis inflacionista ya está cambiando los patrones de consumo, en un anticipo del estado real de la situación y de lo que nos espera durante los próximos meses. El inicio de las fiestas —Black Friday incluido— ha sido discreto, y tanto las ventas de las grandes empresas como las del comercio minorista se han moderado. Este último dato, conocido el jueves, resulta especialmente negativo: cayó en noviembre un 0,6% respecto al mismo mes del año pasado.

Las familias están gastando más en alimentación y menos en regalos de lo que solían. Un comportamiento sorprendentemente racional para estas fechas que demuestra hasta qué punto los apuros de las rentas bajas se están empezando a trasladar al conjunto de la población como consecuencia de las presiones sobre los precios. A partir de este domingo, la tendencia solo se acelerará, coincidiendo con el inicio de la pendiente que inaugura el año. "La cuesta de enero va a ser más bestia, porque hay más inflación que otros años. No tiene nada que ver con lo que pasó en septiembre", vaticina Vinyals. Y Torres añade: "Las medidas del Gobierno paliarán los efectos en los hogares vulnerables, pero no impedirán el freno acusado en el consumo, que este año se prolongará más de lo normal".

La Semana Santa podría constituir el punto de inflexión, según apunta el director de Coyuntura de Funcas. Hasta entonces, la economía española afrontará un inicio de año complicado. Poco importa si al final el PIB cae, sube o se mantiene plano. Es una cuestión de décimas, que apenas se notará en un mercado laboral que todavía goza de una notable vitalidad. El dato que realmente preocupa a las familias españolas —y al Gobierno, como demuestra el paquete de medidas del escudo social— es el del encarecimiento de la vida. Y este 1 de enero, como es habitual, no deja buenas noticias.

Todo lo que subirá

El año se estrenará con una actualización generalizada de los precios regulados. En el caso de la tarifa de último recurso del gas (TUR), se revalorizará un 8,67%, una cifra que podría haber sido superior si el Gobierno no hubiese establecido un tope máximo a estos incrementos. La luz, en cambio, seguirá dependiendo de la cotización diaria del mercado eléctrico, que estos días registra mínimos de los últimos dos años. Una buena noticia para los clientes de la tarifa regulada, mientras que algunos del mercado libre verán actualizados sus contratos que caducaban el 31 de diciembre, y a partir de ahora tendrán que financiar la compensación del tope al gas.

Los perceptores del IMV o pensiones no contributivas serán los únicos que afronten la cuesta en mejores condiciones que el año pasado

El tradicional incremento de las autopistas de peaje, en cambio, será menor que el que correspondería. El Gobierno solo las subirá un 4%, pese a que la inflación media de 2022 ascendió al 8,4%. Como es lógico, el Ejecutivo tendrá que compensar la diferencia a las empresas concesionarias, pero a algunos colectivos les saldrán más baratas en términos reales que el año pasado. Es el caso de los jubilados con pensiones contributivas, gracias a la revalorización del 8,5% que marca la ley conforme al IPC, así como de los beneficiarios de una pensión no contributiva o del ingreso mínimo vital, que se revalorizarán un 15%.

En un escenario de caída generalizada del poder adquisitivo, estos son los únicos que afrontarán la cuesta de enero en mejores condiciones que en 2022, a la espera de lo que ocurra con las negociaciones sobre el salario mínimo. Si las recomendaciones de los expertos del Ministerio de Trabajo se cumplen, los perceptores podrían ver reducida su capacidad de compra por primera vez desde que Sánchez llegó a la Moncloa.

Foto: La vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. (EFE/Chema Moya)

No serán los únicos. Los funcionarios ganarán solo un 2,5% más este año, que podría subir hasta un 3,5% en función de cómo evolucione la inflación, y la mayoría de los trabajadores todavía no ha experimentado una revalorización salarial suficiente para compensar el encarecimiento de la vida. Tan solo un tercio de los convenios colectivos firmados en 2022 recogen subidas superiores al 3%, y los que sí están ligados al IPC han tenido mala suerte: el dato de diciembre, que en algunos casos se toma como referencia para las actualizaciones, ha sido casi tres puntos inferior a la media anual de 2022.

Otra mala noticia para los trabajadores españoles, que empiezan a ser los únicos paganos de un pacto de rentas implícito que las empresas ya se están empezando a saltar a través de un incremento de sus márgenes. Algunos sectores regulados, como las telecomunicaciones, aprovecharán la llegada del nuevo año para actualizar sus tarifas: un 6,8% en el caso de Movistar y un 6,5% en el de Vodafone, por ejemplo. Correos no se quedará atrás e incrementará un 4% el precio de las tarjetas postales, y tampoco se puede descartar que ciertas compañías repercutan parte de los nuevos impuestos (banca, energéticas o plásticos no reutilizables) a los consumidores.

Las subidas de tipos para frenar la inflación están sirviendo para disparar un gasto esencial para las familias: las hipotecas

Pero lo que más preocupa a las familias son las hipotecas. El incremento del euríbor, el índice que se utiliza como referencia para calcular los intereses, ha experimentado una notable revalorización durante 2022, y ya supera el 3%, en máximos de 14 años. Hace 12 meses estaba en negativo. Las alzas de tipos impulsadas por el Banco Central Europeo para frenar la inflación están sirviendo, paradójicamente, para disparar un gasto esencial para numerosos hogares. La presidenta del organismo, Christine Lagarde, ya ha anunciado que el precio del dinero seguirá subiendo. El éxito de la política monetaria será, sin duda, otra de las claves para que la cuesta de enero no se prolongue más allá de marzo.

Foto: El euríbor echa el freno, pero no evita el hachazo mensual. (iStock)

De momento, las previsiones más recientes del Banco de España sitúan la inflación media para el año que viene en un 4,9%, 3,5 puntos inferior a la registrada este año y seis décimas por debajo de lo estimado en octubre. Javier Ibáñez de Aldecoa, economista de CaixaBank Research, cree que incluso el precio de los alimentos ya ha tocado techo. Pero advierte: "Las tensiones no desaparecerán muy rápidamente, sino que será un proceso gradual que se extenderá durante buena parte de 2023". Siempre, matiza Torres, que los mercados energéticos no se vuelvan a poner patas arriba como consecuencia de la guerra en Ucrania.

Puede que la cuesta finalice en marzo, pero las familias españolas todavía tendrán que pedalear mucho antes de afrontar el descenso. Lo peor es que solo el presidente ruso, Vladímir Putin, tiene la potestad de decidir si el viento sopla a favor, de cara o de costado.

Los primeros bebés han llegado con un pan (sin IVA) bajo el brazo. Cada 1 de enero, la imagen de los recién nacidos compite con los gráficos de las actualizaciones de precios en los anodinos informativos de inicio del año. La rebaja del impuesto sobre el valor añadido a los alimentos básicos es una de las pocas buenas noticias que deja el comienzo de 2023 para los bolsillos de los españoles. Todo sube, como ha ocurrido siempre, pero esta vez es distinto: tras un año y medio de crisis inflacionista, llueve sobre mojado, y las medidas paliativas del Gobierno se antojan insuficientes para reparar las maltrechas economías familiares. La cuesta de enero será más dura, pero también más larga. Este año, durará hasta marzo.

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