Si hace solo unos meses le hubieran dicho a cualquier español que la luz sería este otoño más barata que el anterior, su reacción transitaría entre la sorpresa y la carcajada. Pero lo increíble ya está pasando.
La crisis inflacionista, que resucitó en los ciudadanos europeos un fantasma inédito durante décadas, todavía golpea a las familias con una fuerza similar a la que ha caracterizado el último año, pero se va alejando de los récords que empezó a coleccionar desde el inicio de la guerra de Ucrania.
La inflación se moderó en octubre por tercer mes consecutivo. Es decir, sigue subiendo, pero cada vez menos. Y, sobre todo, es distinta. El de la luz constituye solo un ejemplo de hasta qué punto la espiral de precios de la energía ya no es la única responsable —ni siquiera la principal— de que las familias españolas sean cada vez más pobres. Toda la economía ha sucumbido, con los alimentos, el transporte y los hoteles y restaurantes a la cabeza. Así le afecta a usted.