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Vivir en el alambre: la inseguridad laboral devora a una generación
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INFORME DEL PROFESOR ARELLANO

Vivir en el alambre: la inseguridad laboral devora a una generación

La precariedad no solo tiene que ver con el contrato de trabajo. También con las expectativas salariales. Y una "gran masa" de jóvenes no sabe lo que va a ganar en el futuro inmediato, lo que paraliza la toma de decisiones

Foto: Una joven camarera en una céntrica terraza de Barcelona. (EFE/Alejandro García)
Una joven camarera en una céntrica terraza de Barcelona. (EFE/Alejandro García)
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No son funambulistas, pero viven en la cuerda floja. Lo dice, no sin cierta frustración, el profesor Manuel Arellano, uno de los pocos economistas españoles que alguna vez ha sonado para ganar el Premio Nobel: "En la economía española más de la mitad de los trabajadores saben lo que van a ganar el próximo año, y, por lo tanto, su riesgo de renta es insignificante", pero, al mismo tiempo, hay una "masa muy grande" de empleados que vive en el alambre.

O expresado en términos más técnicos y precisos: las fluctuaciones en su renta esperada pueden variar de un año a otro en más del 20%, lo que les hace que vivan en medio de la incertidumbre. En medio del riesgo permanente.

Las fluctuaciones en su renta esperada pueden variar de un año a otro en más del 20%

No es neutral ese porcentaje. Al contrario. Como sostiene Arellano, esta situación tiene efectos muy significativos sobre algunas de sus decisiones más trascendentes que toma un trabajador a lo largo de su vida: formar una familia, comprar una casa o, incluso, cambiar de residencia en busca de un futuro laboral mejor. Está acreditado que las expectativas sobre la renta futura tienen un gran impacto a la hora de decidir cómo se reparte la renta corriente entre el consumo y el ahorro. O lo que es lo mismo, cuando el riesgo es alto, se frena el dinamismo económico. Los nubarrones suelen anticipar el chaparrón, y por eso lo normal es no salir a la intemperie.

De manera intuitiva se puede llegar a la misma conclusión, pero la principal aportación de un trabajo que Arellano acaba de presentar en la Fundación Ramón Areces es que, por primera vez, en un estudio académico se mide el riesgo que paraliza determinadas decisiones económicas a partir del cruce de la información suministrada por la Agencia Tributaria (IRPF) y la Seguridad Social (Muestra Continua de Vidas Laborales). El universo comprende al 4% de la población española, lo que da al estudio una gran representatividad y robustez.

Incertidumbres

¿Y quiénes son los más perjudicados por las incertidumbres? Arellano no lo duda: los jóvenes y las rentas bajas, que no solo están castigados por el ensanchamiento de la desigualdad de rentas, un fenómeno que cada vez preocupa más por las implicaciones que tiene sobre la cohesión social, pero también porque son los más expuestos a lo que el profesor del CEMFI (Centro de Estudios Monetarios y Financieros), dependiente del Banco de España, denomina "riesgo de renta", que no es otra cosa que las incertidumbres que tiene un trabajador sobre sus ingresos futuros.

Lo que ha acreditado Arellano, junto a los profesores Stéphane Bonhomme, Micole De Vera, Laura Hospido y Siqi Wei, es que las incertidumbres económicas, lejos de atenuarse, se han hecho crónicas, lo cual tiene importantes efectos sobre la economía. Hay evidencias de que la desigualdad de riesgo de renta amplifica la desigualdad de ingresos y, lo que es todavía más relevante, castiga más durante las recesiones, que históricamente han tenido un efecto más dañino sobre la población más joven. Y ya hay pocas dudas de que el siglo XXI, por ahora, es el siglo de las recesiones. De la crisis y de los sobresaltos. Paradójicamente, también el del conocimiento. La edad media de transición de la escuela al trabajo ha aumentado en cuatro años para las mujeres y en tres años para los hombres desde finales de la década de 1990. Pero, a pesar de ello, las cosas han empeorado en el plano laboral.

Un trabajo reciente de los profesores Bentolila, Felgueroso, Jansen y Jimeno pone cifras a esta situación. Entre 1983-2019, es decir, un largo periodo de casi cuatro décadas, la tasa de desempleo promedio para los trabajadores de 20 a 24 años fue del 32,7%, mientras que para quienes tenían entre 25 y 29 años fue del 22,3%. En la Unión Europea, en cambio, las medias fueron del 17,8% y del 11,5%, respectivamente. Es decir, aproximadamente la mitad de las tasas en España.

La seguridad contribuye al bienestar. Cuando hay certezas sobre el nivel de ingresos futuros se puede mitigar la desigualdad de renta

La conclusión de los autores del estudio no ofrece dudas. "Los jóvenes españoles", aseguran, "sufren en todos los frentes: tienen bajas tasas de ocupación, altas tasas de empleo temporal con los correspondientes altos niveles de rotación laboral y bajos salarios".

Lo achacan, como han acreditado otros trabajos académicos, al "débil vínculo entre la educación y el mercado laboral", y que se resume en una elevada tasa de abandono escolar que fue especialmente alta durante la expansión que precedió a la Gran Recesión. Ahora bien, España cuenta, al mismo tiempo, con una proporción relativamente alta de graduados universitarios (principalmente en Derecho, Humanidades y Ciencias Sociales) y un bajo porcentaje de graduados en educación secundaria superior, principalmente debido a un déficit en la educación y formación profesional.

Oportunidades de empleo

El segundo frente, aseguran, está relacionado con las instituciones del mercado laboral, que empeoran fuertemente las oportunidades de empleo de los nuevos entrantes. Es decir, de los jóvenes. Un dato lo dice casi todo. Pese a la última reforma laboral, que ha favorecido el empleo indefinido, lo cierto es que en los nueve primeros meses del año se han firmado nada menos que 14,2 millones de contratos, medio millón más que el año pasado por las mismas fechas. O, lo que es lo mismo, cada día los funcionarios del SEPE sellan más de 52.500 contratos de trabajo.

No es de extrañar, por eso, que en el trabajo de Arellano se hable de una realidad que a veces se olvida: "La seguridad contribuye al bienestar". Entre otras razones, porque cuando hay certezas económicas sobre el nivel de ingresos futuros se puede mitigar o exacerbar (en sentido contrario) la propia desigualdad de la renta. Esto quiere decir, ni más ni menos, que se puede ser pobre en relación a alguien, pero la seguridad hace que la percepción subjetiva y objetiva sea distinta, lo que afecta a la toma de decisiones económicas. Expresado en otros términos, "si yo tengo pocos riesgos", como dice de manera gráfica Arellano, "puedo hacer planes de futuro, pero si tengo muchos nadie querrá hacer planes conmigo", lo que dinamita lo que se ha denominado "economía del 'networking".

¿Y qué dicen los datos? Pues que un individuo con una renta de 20.000 euros y un coeficiente de variación del 10% espera posibles desviaciones de sus ingresos en el próximo año respecto de la media de 2.000 euros hacia arriba o hacia abajo. Ahora bien, con significativas diferencias en función del punto de partida. Lo que se deriva de cruzar la información fiscal y la laboral es que el riesgo con el que está obligado a convivir el 10% más pobre es seis veces mayor que el riesgo mediano. Y como se ha dicho, esto golpea especialmente a los jóvenes, que tienen contratos más precarios, aunque desde el punto de vista normativo se consideran indefinidos. Entre cosas, porque la nueva legislación no cambió ni una coma de las causas de despidos, tampoco la cuantía de las indemnizaciones.

Es verdad, como sostiene el estudio, que más de la mitad de la economía española se enfrenta a niveles de riesgo bajos que no varían con el ciclo económico, pero, por el contrario, afectan "desproporcionadamente" a los jóvenes y a las personas en la parte baja de la distribución de la renta. Hay una excepción. Los coeficientes de variación muestran que los empleados públicos que disfrutan de altos niveles de seguridad laboral, aclara el trabajo, se concentran en torno a valores bajos de riesgo. Son, en definitiva, insensibles al cambio de ciclo, al igual que sucede con las rentas más altas.

Riesgo de renta

Con todo, este estado de cosas no sería tan negativo si no fuera por la persistencia en el tiempo de las incertidumbres económicas. Una persona que se encuentre hoy en la mitad inferior de la distribución del riesgo (el 50% más pobre) tiene una "alta probabilidad" de seguir en esa situación durante el próximo año. En palabras de Arellano, "más de la mitad de la economía española está bien protegida frente al riesgo de renta, mientras que el resto está sujeta a altos niveles de riesgo".

Las empresas suelen utilizar el llamado principio LIFO ('last in, first out'), que es que 'el último en entrar es también el primero en salir'

Y entre ellos, como se ha dicho, los jóvenes. Algunos trabajos, como el de Bentolila, Felgueroso, Jansen y Jimeno han observado que durante las recesiones se produce un fuerte deterioro en los resultados iniciales de los graduados, pero lo peor es que en la recuperación posterior las condiciones iniciales para las generaciones posteriores no recuperan sus niveles previos a la crisis.

Es decir, como sostiene el propio Bentolila, no es lo mismo ser joven en 2005 que en 2018, ya que el deterioro de las condiciones laborales y económicas ha sido continuado en el tiempo, aunque no haya recesiones. Por decirlo de una manera directa, no se recuperan los niveles anteriores. Las heridas salariales cicatrizan. Algunas cifras pueden ilustrar lo sucedido.

La remuneración media mensual de un joven con una edad comprendida entre 25 y 29 años ha pasado de 609 euros en 1980 a 574 euros en 2019 en términos constantes (en euros de este este último año), es decir, teniendo en cuenta la inflación, lo que supone una disminución del 5,7%. En paralelo, los días anuales trabajados por empleado se redujeron de 322 a 230, es decir, una disminución del 29%. Dicho en una palabra: menos salarios y menos horas de trabajo.

Foto: Foto: EFE.
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En conjunto, estos números implican que el promedio anual de puestos de trabajo ocupados por trabajador aumentó de 1 a alrededor de 1,7, lo que es coherente con el incremento de la llamada rotación laboral. Las reducciones de salarios y horas trabajadas, es más, son todavía mayores para el grupo de trabajadores de 21 a 24 años. En este caso, los ingresos mensuales reales disminuyeron un 6,2% y el salario diario real creció un 9%, pero es que las jornadas anuales de trabajo se redujeron en un 69%. A la luz de estos números, concluye el estudio, los resultados son "asombrosos".

Más datos lo ponen negro sobre blanco. Un trabajador que ingrese 10 años más tarde que otro trabajador de similares características ganaría hoy un 16% menos en su mejor mes del año y un 5% menos en su mejor día del año. Además, trabajaría tres semanas menos al año. Estas tendencias son mayores en los primeros años de vida laboral de una persona, lo que sugiere, dice el profesor Bentolila, "la presencia de problemas crecientes en la transición de la escuela al trabajo de los jóvenes".

La comparación, por lo tanto, ya no hay que hacerla entre padres e hijos, como habitualmente se hace, sino entre jóvenes con apenas una docena de años de diferencia, lo que se achaca, entre otros motivos, a que las empresas suelen utilizar el llamado principio LIFO ('last in, first out'), que no es otra cosa que 'el último en entrar es también el primero en salir' porque las instituciones laborales tienden a proteger más a los trabajadores de mayor antigüedad cuando el empresario ajusta su fuerza laboral. No sorprende que su impresión sea que el mercado laboral español para jóvenes muestre, en su opinión, un "comportamiento pésimo".

No son funambulistas, pero viven en la cuerda floja. Lo dice, no sin cierta frustración, el profesor Manuel Arellano, uno de los pocos economistas españoles que alguna vez ha sonado para ganar el Premio Nobel: "En la economía española más de la mitad de los trabajadores saben lo que van a ganar el próximo año, y, por lo tanto, su riesgo de renta es insignificante", pero, al mismo tiempo, hay una "masa muy grande" de empleados que vive en el alambre.

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