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Mario Conde, a Rojo: "Yo volveré a ser multimillonario y tú un gris funcionario"
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MEMORIAS DE JOSé LUIS MALO DE MOLINA

Mario Conde, a Rojo: "Yo volveré a ser multimillonario y tú un gris funcionario"

Más de 20 años ha estado José Luis Malo de Molina al frente del servicio de Estudios del Banco España. Su larga trayectoria la cuenta ahora en unas memorias sin desperdicio

Foto: El expresidente de Banesto Mario Conde. (EFE)
El expresidente de Banesto Mario Conde. (EFE)
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Cuenta en sus memorias José Luis Malo de Molina —durante más de dos décadas, director del servicio de Estudios del Banco de España— una escena brutal que refleja lo despiadada que puede ser la condición humana en medio de la batalla por la supervivencia.

El 28 de diciembre de 1993, el día de la intervención de Banesto, el gobernador, Luis Ángel Rojo, había citado a primera hora de la mañana a Mario Conde para que le diera una última respuesta sobre si tenía alguna salida para el banco. Conde no la tenía, tras dejarlo en la estacada JP Morgan, pero salió de la reunión con el convencimiento de que el Banco de España no se atrevería a intervenir la entidad. Demasiado grande para caer, que se decía en la anterior crisis. Nada más incierto. Rojo, ante los rumores que había ya en los mercados, con la bolsa abierta, aceleró la intervención y convocó de nuevo ese mismo día en su despacho a Conde para comunicarle su destitución y la entrada de Alfredo Sáenz como nuevo responsable de la entidad.

placeholder El exgobernador del Banco de España Luis Ángel Rojo. (EFE)
El exgobernador del Banco de España Luis Ángel Rojo. (EFE)

El gobernador, a las cinco de la tarde, entregó a Conde una voluminosa documentación en la que se le notificó la decisión del consejo ejecutivo del banco. Acabado el breve encuentro, acompañó a Conde, por pura cortesía, al ascensor privado del viejo caserón de Cibeles, y fue entonces cuando el banquero descarrilado le espetó con aires altaneros, como relata Malo de Molina: “Bueno, a pesar de esto, yo volveré a ser multimillonario y tú seguirás siendo un gris funcionario”. Rojo, tiempo después, dándole vueltas a aquel exabrupto, siempre pensó que lo único que quería dejar claro el exconvicto era que disponía de un formidable patrimonio fuera de España.

Apenas medio año después, el Banco de España iba a estar, de nuevo, en el epicentro de la opinión pública. El 5 de mayo de 1994, se tomó la decisión de detener a Mariano Rubio, ya exgobernador, por su implicación en el caso Ibercorp, aquel escándalo que supuso el fin de la 'beautiful people', la vieja alianza entre el Gobierno socialista y la élite empresarial.

Visita de cortesía

Lo que pretendía el Gobierno con la detención, en realidad, era tapar la alarma social creada por la fuga de Luis Roldán, ex director general de la Guardia Civil, y eso explica que el arresto se hiciera a la luz del día ante las cámaras de televisión, que exhibieron en el telediario la impactante imagen del hombre que lo había sido todo en el Banco de España, ahora esposado y con cara de ser víctima de una emboscada organizada por sus amigos. La casualidad quiso que cuando entró la policía en casa de Mariano Rubio, no encontrara allí al propio gobernador Rojo, que le había hecho una visita de amistad y había salido pocos minutos antes del domicilio. Nadie se enteró.

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La imagen hubiera sido terrible, y refleja hasta qué punto la última legislatura de González fue volcánica, con el Banco de España en el centro de la erupción. Todo esto es lo que cuenta Malo de Molina en sus memorias, que no son, en ningún caso, un relato de lo que hay detrás del poder económico, sino más bien una descripción pormenorizada de lo que le tocó vivir durante dos décadas cruciales para la economía española. Y, sobre todo, los vasos comunicantes que se establecen entre el poder político, los banqueros, la prensa y las cúpulas empresariales, siempre dispuestas a instrumentar las políticas monetarias en su favor. Desde luego, hasta que el estatuto de autonomía del Banco de España salió adelante e hizo posible su independencia, aunque no del todo.

Malo de Molina, bien conectado con Draghi, como él mismo recuerda, narra con detalle los pactos entre PSOE y PP para colocar a sus allegados: Ramallo, Ernest Lluch, Eguiagaray, Gámir, Caruana, Miguel Martín… O Linde, amigo y hasta subalterno de De Guindos. El propio autor cuenta que Rojo, durante su etapa como director del servicio de Estudios, llegó a estar tan decepcionado con el banco al que había dedicado infinidad de horas —el servicio de estudios es casi una obra suya— que él mismo se dejó un hueco en Fedea, que acababa de nacer, para recalar allí cuando presentase su dimisión. Por medio se cruzó una oferta de Pedro Toledo para trabajar en el Vizcaya, que aceptó, pero finalmente las cosas se recondujeron y acabó siendo subgobernador por sus buenas relaciones con Felipe González, que lo consideraba su maestro en economía.

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No era fácil ser independiente en aquellos años (tampoco ahora), en medio de tanta intromisión política y, sobre todo, al albur de la explosión del viejo sistema monetario europeo, que hizo caer hasta la libra esterlina, pasto de especuladores fieles a su ADN: los mercados no hacen prisioneros cuando huelen sangre. Paradójicamente, sin embargo, el colapso de la serpiente monetaria aceleró los trabajos para avanzar en la unión monetaria. Nació el comité Delors, pero, otra de las paradojas de la política nacional, el representante español, Miguel Boyer, se opuso al euro porque, en su opinión, estaba mal diseñado.

La denuncia de Boyer

Tensiones, muchas tensiones, como narra Malo de Molina. Entre otros motivos, porque Alemania, tras la reunificación, había impuesto unos tipos de interés excesivamente bajos para financiarse barato que necesariamente habrían de inflar la burbuja en países con elevado crecimiento de la actividad, como España. La asimetría que denunciaba Boyer.

Como recuerda en ‘Los años cruciales del Banco de España (1992-2018)’, el poderoso Hans Tietemeyer, gobernador del Bundesbank, fue quien obligó a la convergencia en tipos de interés hasta el 3%, lo que era una bomba de relojería para España, que venía de tipos nominales cercanos al 8%, con elevada inflación, alto crecimiento durante la primera legislatura de Aznar y poca cultura de la estabilidad fiscal.

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Ese fue el año cero de la burbuja, y el exdirector del servicio de Estudios lo pudo observar desde la sala de mandos del banco central. Otra cosa es que le hicieran caso.

De hecho, es probable que Malo de Molina sangre por la herida cuando escribe que nadie hizo caso a las advertencias del Banco de España, que en su informe anual de 2005 ya advertía de la enorme pérdida de competitividad de la economía española, que se manifestaba con claridad a la luz del abultado déficit de la balanza de pagos (casi el 10% del PIB). Y en este sentido, el exdirector del servicio de Estudios recuerda que él mismo escribió en marzo de 2003, en la revista ‘Economistas’: “La mayor vulnerabilidad de las familias procede de la evolución del precio de la vivienda, que acumula un aumento del 62% entre 1998 y 2002”.

Provisiones anticíclicas

En octubre de 2004, recuerda Malo, ya se advirtió, en la misma línea, de que la vivienda estaba sobrevalorada en un 20%. Poco o nada se hizo desde el lado de la política fiscal, mientras que desde el lado del regulador lo que se hizo fue poner en marcha las llamadas provisiones anticíclicas para cubrir eventuales pérdidas, que fueron claramente insuficientes. Malo de Molina, en todo caso, salva al exgobernador Caruana, de quien dice que siempre actuó con “profesionalidad e independencia”.

"No extraña que los errores en el diagnóstico de la economía precrisis condujeran a una respuesta de política económica desacertada"

Distinto es el juicio sobre la etapa de Fernández Ordóñez, no sobre su persona, sino sobre la institución. Como recuerda Malo de Molina, “fue el periodo en el que el prestigio del Banco de España sufrió la erosión más aguda, hasta el punto de convertirse en uno de los blancos preferidos”. Y ahora un dardo. Malo recuerda que antes de ser nombrado gobernador, en 2005, y como miembro de la comisión ejecutiva del BdE, Fernández Ordóñez defendió que no había motivos para esperar una desaceleración de la economía. No hay razones para que se detenga el alto crecimiento de la economía, llegó a decir ante los jefes del banco central. En definitiva, una visión “edulcorada” de la situación económica, como sostiene Malo de Molina, que pasaba por alto el déficit casi crónico de la balanza de pagos, escondido tras la engañosa idea de que en una unión monetaria, con una moneda común, la financiación exterior estaría siempre asegurada. “Fernández Ordóñez resta dramatismo al endeudamiento familiar”, rezaba un titular de 'ABC' de 2006.

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La conclusión de Malo de Molina es clara: “No es de extrañar que los errores en el diagnóstico de la situación que vivía la economía española antes de la crisis condujeran a una respuesta de política económica desacertada”. Es más, recuerda Malo de Molina, “Fernández Ordóñez siempre sostuvo que el estatuto jurídico de las cajas era un asunto que estaba bajo las facultades del legislador”. Es decir, el Banco de España tenía que decir sobre su solvencia, pero nada sobre su gobernanza, como si fueran compartimientos estancos. De aquellos polvos, estos lodos.

José Luis Malo de Molina. 'Los años cruciales del Banco de España (1992-2018). Una visión desde el interior'. Marcial Pons Historia. 2021.

Cuenta en sus memorias José Luis Malo de Molina —durante más de dos décadas, director del servicio de Estudios del Banco de España— una escena brutal que refleja lo despiadada que puede ser la condición humana en medio de la batalla por la supervivencia.

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