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El 'pinchazo' del experimento de la renta mínima de Barcelona: redujo el empleo en 10 puntos
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Fue un desincentivo a la actividad

El 'pinchazo' del experimento de la renta mínima de Barcelona: redujo el empleo en 10 puntos

Durante dos años el ayuntamiento de Barcelona realizó un experimento de una renta mínima en barrios desfavorecidos que resultó exitosa para reducir la pobreza pero que generó desicentivos negativos en el mercado laboral

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La principal herencia de la globalización desbocada en los países desarrollados ha sido el crecimiento de la desigualdad y de la pobreza laboral, que ha dejado a millones de familias al margen del crecimiento económico. Para luchar contra esta situación los países han ampliado los sistemas de protección social y han puesto en marcha programas de rentas mínimas y básicas. Para ello es imprescindible realizar experimentos que permitan medir cuál es el impacto real de estas políticas sobre el comportamiento de los beneficiarios. Uno de los experimentos más ambiciosos puestos en marcha en España fue el del Ayuntamiento de Barcelona, que durante dos años dio una renta básica a 1.000 familias de los barrios más pobres de la ciudad que cobraron, en su gran mayoría, una ayuda equivalente al salario mínimo interprofesional (SMI), esto es muy superior al ingreso mínimo vital (IMV).

Los resultados, publicados recientemente, muestran los buenos resultados de esta política a la hora de reducir los niveles de pobreza. Sin embargo, este avance parece lógico si se tiene en cuenta que se trata de una transferencia directa a los hogares. Sin embargo, esta renta básica ha generado un claro desincentivo al empleo que pone sobre la mesa el riesgo de que esta ayuda pudiese generar una trampa de la pobreza, esto es, personas que salen del mercado laboral voluntariamente para vivir de la renta pública de modo que siempre tengan una situación financiera muy precaria.

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El experimento, bautizado BMincome, fue evaluado por cinco instituciones diferentes (Ivàlua, ICTA, IGOP, The Young Foundation y Novact), de modo que existe una información muy valiosa sobre el impacto de la ayuda en la situación económica de las familias y sus comportamientos. Además, las ayudas no fueron homogéneas, sino que en algunos casos se vincularon a la formación, participación en actividades sociales o a la puesta en marcha de una “moneda ciudadana electrónica bautizada REC (Recurs Econòmic Ciutadà).

El experimento logró reducir los niveles de pobreza de estos barrios desfavorecidos. Por ejemplo, el riesgo de sufrir privación material se redujo en 8 puntos porcentuales y la probabilidad de ir a la cama con hambre, en 13 puntos. Además, esta ayuda permitió a muchas familias acceder a bienes que hasta entonces no podían adquirir como ropa nueva, equipamiento básico del hogar, como muebles, lavadoras, etc.

El desincentivo a trabajar es mayor en hogares con una alta transferencia esperada

Sin embargo, en paralelo a este avance en la lucha contra la pobreza, la renta básica de Barcelona se topó con un importante desincentivo al empleo. En concreto, el informe del ayuntamiento señala que “recibir el SMI reduce la participación en el mercado laboral de la persona titular en comparación con los demás, siendo la probabilidad de trabajar 13 puntos porcentuales más baja en el grupo de tratamiento que en el de control”. Este desincentivo de 13 puntos es muy significativo. Sirva como comparación que la brecha de participación en el mercado laboral entre hombres y mujeres es de 10 puntos. El desincentivo a trabajar es incluso superior en los hogares que tienen una alta transferencia esperada, esto es, aquellos que consideran que su ayuda está garantizada y es elevada.

Foto: La presidenta de la AIReF, Cristina Herrero. (EFE)

Se trata, por tanto, de una caída muy relevante de la actividad entre los beneficiarios de esta ayuda, que salen del mercado laboral ante la expectativa de conseguir unos ingresos recurrentes procedentes del sector público. La salida del mercado laboral fue mayor entre los hogares en los que la ayuda estaba vinculada a un programa de formación, con una brecha que alcanza los 17 puntos. Por el contrario, en los hogares sin esta política de cualificación, la caída de la participación fue de 10 puntos. Esta diferencia puede explicarse por qué las personas que tenían una formación no disponían de tiempo suficiente para tener un trabajo, o bien que priorizaron la mejora de sus cualidades sobre el empleo. En cualquier caso, el desincentivo al trabajo invita a buscar fórmulas alternativas que eviten la salida de personas del mercado laboral al recibir una renta básica.

BMincome tiene también un efecto negativo sobre la calidad del trabajo

Hay otro resultado laboral relevante de este experimento que señala Ivàlua: “BMincome tiene también un efecto negativo sobre la calidad del trabajo. BMincome reduce en 4,4 puntos porcentuales la probabilidad de tener un empleo a tiempo completo con un contrato indefinido”. Además, la renta “no tiene efectos significativos en la probabilidad de emprender”. La mayor parte de los beneficiarios que están activos en el mercado laboral quieren un empleo asalariado.

Estos datos son muy relevantes, ya que contradicen la hipótesis de que contar con una renta mínima permite a los ciudadanos buscar mejores trabajos y rechazar los que sean más precarios. Tampoco fomentan el emprendimiento pese a que los beneficiarios cuentan con una ‘red de seguridad’ en las ayudas públicas. Esto significa que existen otros problemas que influyen en la calidad del empleo y que una renta garantizada difícilmente puede atajar, como la precariedad laboral o la formación y voluntad de las familias para buscar vías para progresar.

Foto: Los pueblos más ricos de España. (Foto: Pixabay)

Estos resultados permitirán afinar en el futuro las ayudas públicas para evitar que una prestación pública acabe provocando una salida masiva de trabajadores del mercado laboral. Porque una renta mínima pública que no consiga este objetivo está condenada a generar trampas de la pobreza. Es importante señalar que otras rentas mínimas, como la del País Vasco, en la que está inspirado el ingreso mínimo vital del Estado, no ha generado efectos negativos sobre la tasa de actividad o han sido muy limitados, de modo que existen vías alternativas para mejorar el diseño de esta protección social. Además, cuanto más cuantiosa sea la ayuda, mayor será el riesgo de que genere incentivos a abandonar el mercado laboral, cuestión también que deben analizar en detalle los gobiernos.

La principal herencia de la globalización desbocada en los países desarrollados ha sido el crecimiento de la desigualdad y de la pobreza laboral, que ha dejado a millones de familias al margen del crecimiento económico. Para luchar contra esta situación los países han ampliado los sistemas de protección social y han puesto en marcha programas de rentas mínimas y básicas. Para ello es imprescindible realizar experimentos que permitan medir cuál es el impacto real de estas políticas sobre el comportamiento de los beneficiarios. Uno de los experimentos más ambiciosos puestos en marcha en España fue el del Ayuntamiento de Barcelona, que durante dos años dio una renta básica a 1.000 familias de los barrios más pobres de la ciudad que cobraron, en su gran mayoría, una ayuda equivalente al salario mínimo interprofesional (SMI), esto es muy superior al ingreso mínimo vital (IMV).

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