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¿Qué le pasa a Alemania? La locomotora europea da señales de agotamiento
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Cae la confianza empresarial

¿Qué le pasa a Alemania? La locomotora europea da señales de agotamiento

El Brexit y la guerra comercial amenazan con darle la puntilla y arrastrar ya a terreno negativo al país con mayor Producto Interior Bruto (PIB) del continente

Foto: Foto de archivo de la canciller alemana, Angela Merkel, en la inauguración de una línea de producción de vehículos en Alemania. (Reuters)
Foto de archivo de la canciller alemana, Angela Merkel, en la inauguración de una línea de producción de vehículos en Alemania. (Reuters)

La economía alemana está perdiendo impulso. La gran mayoría de indicadores apuntan a que la locomotora de Europa se está enfriando. Y bastante más rápido de lo que los expertos preveían. El Brexit y la guerra comercial amenazan con darle la puntilla y arrastrar ya a terreno negativo al país con mayor Producto Interior Bruto (PIB) del continente. Pero las incertidumbres no acaban aquí. El marcado envejecimiento de la población, la falta de personal cualificado y las dificultades para saltar al tren de la digitalización son auténticos nubarrones en el horizonte a largo plazo.

El indicador del Instituto Ifo ha sido el último aldabonazo. Su índice de confianza empresarial, un valor ampliamente seguido, cayó en julio hasta los 95,7 puntos. Es el cuarto descenso consecutivo, aunque la tendencia bajista se inició hace casi un año, y el peor registro desde abril de 2013. La percepción de los empresarios sobre la situación actual es mala y sus perspectivas a corto son aún más pesimistas. "La economía alemana atraviesa aguas turbulentas", resumió al presentar estos datos el presidente del instituto Ifo, Clemens Fuest.

Foto: Martin Selmayr, mano derecha de Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea. (Reuters)

Pero la preocupación por el estado de forma de la economía alemana ya estaba allí. El Fondo Monetario Internacional (FMI), al actualizar este julio sus previsiones, rebajó por tercera vez consecutiva su pronóstico de crecimiento para Alemania, hasta el 0,7 por ciento. Serían seis décimas menos que el año pasado y el menor incremento del PIB desde 2015. En Europa solo Italia, el eterno hombre enfermo del continente, crecería más despacio. Las perspectivas para el segundo trimestre son peores. El Bundesbank —el banco central de Alemania— apuntó en su último boletín mensual que la economía alemana se contrajo ligeramente. El dato oficial se publicará el 14 de agosto.

Alertas del FMI y el Bundesbank

Para el FMI, el Bundesbank y los principales centros de estudios económicos de Alemania, las causas coyunturales de esta debilidad son evidentes. La primera es la guerra comercial desatada por los Estados Unidos, auténtico veneno para una economía como la alemana, muy dependiente del sector exterior. El país "ha sido golpeado por la reciente ralentización de la demanda global", diagnosticaba en su último informe el FMI. El enfriamiento del comercio internacional ha lastrado a fabricantes y exportadores y disuadido la inversión hasta que escampe la incertidumbre. La imposición de aranceles al acero y el aluminio o, peor aún para Alemania, a los coches, su primer sector productivo, sería un torpedo en la línea de flotación.

Luego está el Brexit, un problema que durante tres años ha puesto en duda el futuro de los intensos flujos de bienes y servicios entre Reino Unido y Alemania. Con la llegada de Boris Johnson al 10 de Downing Street se han multiplicado las probabilidades de una salida sin acuerdo, el peor escenario económico para Alemania. La canciller Angela Merkel ha tratado en todo momento de que la "relación futura" entre ambos países sea "lo más estrecha posible", pensando sin duda en su industria.

Evitar el 'shock' económico a corto plazo de un Brexit duro no lo es todo. La clave, han explicado en Berlín, es mantener la unidad dentro de la UE

Pero en su escala de prioridades, evitar el 'shock' económico a corto plazo de un Brexit duro no lo es todo. La clave, han explicado en Berlín, es mantener la unidad dentro de la UE. Y eso consiste, entre otras cuestiones, en no hacer concesiones a Londres en elementos nucleares del bloque (como las cuatro libertades de movimiento dentro de la zona Schengen), para que no parezca que fuera se puede estar mejor que dentro. A ver si por salvar el mercado de sesenta millones de británicos que se están yendo de la UE, se acaba resquebrajando el mercado único europeo de los 500 millones de ciudadanos que sí se quedan en el club.

Evidentemente, Alemania parte de una situación muy sólida. El consumo interno es fuerte, espoleado por el progresivo aumento de los salarios en los últimos años y la envidiable situación de su mercado laboral. La tasa de desempleo se encuentra en mínimos históricos, en el 4,9 por ciento este junio, y el volumen de población empleada lleva una década batiendo récords y se encuentra ya por encima de los 42 millones de personas. Además, el país mantiene un abultado superávit comercial y sus cuentas públicas están bastante saneadas. Llevan cinco ejercicios sin incurrir en déficit y han conseguido rebajar la deuda estatal por debajo del equivalente al 60 por ciento del PIB.

placeholder El presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, durante la cumbre del G20 en Japón. (Reuters)
El presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, durante la cumbre del G20 en Japón. (Reuters)

Pero la debilidad está empezando a hacerse palpable. En las últimas semanas, varios gigantes del DAX 30, como Daimler —el fabricante de Mercedes-Benz— y a la química BASF, han recortado sus previsiones de beneficios para el conjunto del año. Otras, como la farmacéutica Bayer, el grupo Volkswagen y la acerera Thyssenkrupp, han anunciado planes de ahorro y de reducción de personal. En este contexto, aunque por un problemático legado que va mucho más allá de lo coyuntural, el Deutsche Bank, la mayor entidad financiera del país, prevé recortar 18.000 empleos en todo el mundo.

El BCE toma nota, pero no Berlín

En este contexto de debilidad del principal motor de la eurozona se entiende mejor la última comparecencia del presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, en la que declaró que la autoridad monetaria está dispuesta a actuar —quizá este mismo septiembre— ante el enfriamiento de la actividad económica. Hablaba del conjunto del bloque, sin señalar con el dedo. Pero si la locomotora no tira, los efectos se sienten inmediatamente en todo el convoy del euro. Draghi indicó, no obstante, que los instrumentos a su disposición son limitados y que si la coyuntura empeora, deberían ser los propios países quienes tiren de su caja de herramientas. "Si hubiera un empeoramiento significativo de la economía de la eurozona es incuestionable que se convierte en esencial la política fiscal, una política fiscal significativa, especialmente en algunos países pero también en el conjunto de la zona euro", argumentó Draghi.

Foto: El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi. (EFE)

Pese a este evidente toque de atención, Berlín no parece dispuesto a mover ficha. El ministro de Finanzas, Olaf Scholz, aseguró en una entrevista en 'Bloomberg' a finales de julio que Alemania "no se encuentra en una situación en la que sea necesario o prudente actuar" como si estuviese en crisis. "Porque no lo estamos", zanjó el socialdemócrata. A su juicio, "no sería una buena idea" que el Gobierno alemán empezase a preparar un paquete de estímulos, un revulsivo financiero aprovechando su superávit presupuestario. Argumentó que eso atizaría la inflación en lugar de estimular el crecimiento. Estamos ante "una crisis provocada por el hombre", subrayó Scholz achacando exclusivamente el parón alemán a la guerra comercial y el Brexit.

Nubarrones en el horizonte

Pero hay quienes advierten que los problemas en Alemania no están más que empezando. Que tras los nubarrones coyunturales se ocultan una serie de problemas estructurales que no van a tardar en salir a flote. Varios expertos han advertido ya que el modelo productivo —dominado por una producción industrial que supone el 20 por ciento del PIB, casi el doble que el de otras economías avanzadas— está en jaque por la digitalización. El salto tecnológico está pillando a muchas empresas con el pie cambiado, de algunas grandes multinacionales a miles de pymes familiares de referencia a nivel mundial. Esto se percibe en las carencias de su red de internet. Pero va mucho más allá.

Ninguna de las quince mayores tecnológicas del mundo es alemana. SAP, un fabricante de software para empresas, es la única compañía digital en el DAX 30. La cuarta mayor economía del mundo no tiene fabricantes de móviles ni de equipos de telecomunicaciones líderes. Ahora, con gran esfuerzo público, está intentando abrirse camino en la manufactura de baterías para el coche eléctrico. Según un estudio de la consultora CB Insights, Alemania solo cuenta con cinco "unicornios" ('startup' valorada en más de 1.000 millones de dólares) en el ámbito digital, frente a los 118 de Estados Unidos o los 59 de China.

placeholder La canciller alemana Angela Merkel. (EFE)
La canciller alemana Angela Merkel. (EFE)

Las dificultades se perciben incluso en el sector del automóvil, icono de la industria alemana y primer sector exportador del país. Entre los diez coches eléctricos más vendidos en 2018 no había ningún alemán, ámbito en el que han irrumpido nuevos jugadores como Tesla y competidores chinos. Pero los problemas afectan al conjunto del sector. En los tres primeros meses de este año las ventas cayeron para Daimler y Volkswagen. El grupo Schaeffler, el mayor proveedor de componentes, acaba de revisar a la baja sus previsiones para este ejercicio.

La cuarta mayor economía del mundo no tiene fabricantes de móviles ni de equipos de telecomunicaciones líderes

Otro lastre es el déficit de personal cualificado. Según el Instituto para la Investigación del Mercado de Trabajo y el Empleo (IAB) en el primer trimestre había 1,38 millones de puestos de trabajo vacantes, una cifra récord. Este centro estima además que Alemania, para cubrir sus necesidades, precisaría de 260.000 inmigrantes cualificados al año desde ahora y hasta 2060. Esta cifra, por lo menos en la actualidad, es inalcanzable. Las trabas burocráticas, los problemas con el idioma alemán y las dificultades para convalidar títulos ya han zancadilleado el acceso al mercado laboral de muchos jóvenes europeos que llegaron con la crisis y de otros tantos refugiados que han entrado en el país en los últimos cuatro años.

La situación se va además a agravar a partir de 2020, con la jubilación de la numerosa generación nacida durante el milagro económico alemán. Según la Oficina Federal de Estadística (Destatis), Alemania pasará de los actuales 82 millones de habitantes a unos 76 en 2050. Y los ciudadanos de más de 60 años se van a disparar en diez puntos porcentuales, hasta el 37,6 por ciento. Esto implica reducir drásticamente el número de cotizantes a la vez que se dispara el volumen de pensionistas, presionando las cuentas públicas. Scholz, quien no veía la necesidad de estímulos, sí que reconoció al menos el pasado enero que, para las finanzas de su país "los años de las vacas gordas se han acabado".

La economía alemana está perdiendo impulso. La gran mayoría de indicadores apuntan a que la locomotora de Europa se está enfriando. Y bastante más rápido de lo que los expertos preveían. El Brexit y la guerra comercial amenazan con darle la puntilla y arrastrar ya a terreno negativo al país con mayor Producto Interior Bruto (PIB) del continente. Pero las incertidumbres no acaban aquí. El marcado envejecimiento de la población, la falta de personal cualificado y las dificultades para saltar al tren de la digitalización son auténticos nubarrones en el horizonte a largo plazo.

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