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Los bajos salarios y las pensiones lastran el consumo de las familias
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EL COMERCIO MINORISTA CRECE MENOS DE LA MITAD

Los bajos salarios y las pensiones lastran el consumo de las familias

El consumo de los hogares se ralentiza pese a la fuerte creación de puestos de trabajo. Esto tiene que ver, en parte, con el comportamiento de los salarios y de las pensiones

Foto: Detalle de varias monedas de euro. (EFE)
Detalle de varias monedas de euro. (EFE)

La moderación salarial y las pensiones comienzan a pasar factura al consumo privado. O lo que es lo mismo, la creación de empleo —611.146 nuevos cotizantes en 2017— ha pasado a ser prácticamente el único componente del consumo privado que tira con fuerza del gasto de las familias. El relevo lo tomará el sector exterior, que tendrá que compensar —gracias al crecimiento del comercio mundial y a las ganancias de competitividad por la devaluación interna— la desaceleración del consumo de las familias.

Tanto los salarios (1,4%) como las pensiones (0,25%) crecieron el año pasado por debajo de lo que lo hizo la inflación en media anual (2%). Es decir, perdieron poder adquisitivo. El resultado es que el consumo privado crecerá en torno al 2%, tanto en 2018 como en 2019, por debajo de lo que se incremente el PIB, según las estimaciones de BBVA Research. El avance de la renta disponible real de las familias, igualmente, se moderará por el menor dinamismo de la creación de empleo.

Esto, de hecho, es lo que sucedió en el último trimestre de 2017, que registró una desaceleración en el crecimiento del empleo, hasta el 2,6%, dos décimas menos que en el trimestre anterior.

placeholder Índice de comercio minorista.
Índice de comercio minorista.

Los datos más recientes estiman que el consumo minorista creció el año pasado muy por debajo de 2016. En concreto, un 1,4%, frente al 3,6% anterior en términos anuales. Se trata del menor avance desde el año 2014, cuando la economía española comenzó a sacudirse cinco largos años de recesión, lo que da idea de la ralentización en el crecimiento.

Y es que, como sostiene el servicio de estudios de Bankia, el freno de las ventas en el tramo final del ejercicio “fue generalizado”, destacando negativamente las ventas de bienes relacionados con la salud y el ocio y las efectuadas en los establecimientos de menor tamaño.

Por modo de distribución, el deterioro del comercio minorista en diciembre fue generalizado, salvo en el caso de las grandes superficies, que repuntaron tres décimas, hasta el 1,7%. En cambio, recuerda Bankia Research, retrocedieron las ventas en las pequeñas cadenas (-0,3%) y, sobre todo, en las empresas con un sola ubicación (-2,4%), lo que supone el peor dato desde agosto de 2013. Por el lado positivo, destacan las grandes cadenas, que crecen un 4,2%, apenas dos décimas menos que en el mes anterior, que fue el mejor registro desde el verano de 2016.

Esta desaceleración del consumo privado —que coincide con un deterioro del ahorro— ya había sido advertida por los institutos de coyuntura, pero no en la dimensión actual. Un dato lo corrobora. La variación mensual del índice general del comercio minorista (ICM) a precios constantes, y una vez eliminados los efectos estacionales y de calendario, mostró un descenso del 0,6% en diciembre, lo que supone 1,8 puntos menos que en el mes anterior. Es decir, que a medida que fue avanzando el año, el consumo privado fue a peor.

Presiones competitivas

Aun así, el consumo de los hogares continúa creciendo, pero ahora se fundamenta en buena medida en la financiación, toda vez que las condiciones exigidas por las entidades financieras se han relajado. La información la suministra la 'Encuesta de préstamos bancarios', y muestra que, en el último trimestre de 2017, los criterios de aprobación de préstamos se relajaron principalmente en los segmentos de la financiación a los hogares, tanto en la destinada a la adquisición de vivienda como en la concedida para consumo y otros fines.

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Según el Banco de España, esta evolución se habría producido como consecuencia del aumento de las presiones competitivas y de la mejora tanto de las perspectivas económicas generales como de la solvencia percibida de los prestatarios.

El comportamiento de los salarios y de las pensiones es determinante para el consumo de los hogares. No hay que olvidar que la renta bruta de las familias ascendió en 2016 —último año con datos cerrados— hasta los 700.113 millones de euros (el 62% del PIB), y, de esa cantidad, nada menos que 534.971 millones tienen que ver con la remuneración de los asalariados. Es decir, con la evolución de los sueldos.

Igualmente, otros 245.828 millones dependen de las transferencias sociales del Estado, principalmente en pensiones y pagos por desempleo, mientras que 200.954 millones corresponden a las rentas de propiedad (alquileres o intereses). Del total, hay que restar los impuestos y las rentas pagadas. Por lo tanto, el consumo depende no solo del empleo, sino de la obtención de todo tipo de rentas.

Otro factor está influyendo de forma significativa en la ralentización del consumo privado. Como mostraba el último informe de coyuntura del BBVA Research, el principal responsable de la desaceleración del gasto en 2017 fue la desaparición paulatina de la demanda latente de bienes duraderos a lo largo del primer semestre. Según sus datos, tras repuntar cerca del 30% en 2016, después de años de retroceso, la financiación al consumo continuó aumentando en 2017, pero a tasas más contenidas, “lo que no impidió el incremento de la ratio de endeudamiento por tercer año consecutivo”, matizan sus economistas.

La moderación salarial y las pensiones comienzan a pasar factura al consumo privado. O lo que es lo mismo, la creación de empleo —611.146 nuevos cotizantes en 2017— ha pasado a ser prácticamente el único componente del consumo privado que tira con fuerza del gasto de las familias. El relevo lo tomará el sector exterior, que tendrá que compensar —gracias al crecimiento del comercio mundial y a las ganancias de competitividad por la devaluación interna— la desaceleración del consumo de las familias.

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