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Europa se juega casi 400.000 millones si Grecia se declara en bancarrota
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26.000 MILLONES SON ESPAÑOLES

Europa se juega casi 400.000 millones si Grecia se declara en bancarrota

La solución a la crisis griega será larga. Sólo hay una cosa clara. El país debe casi 400.000 millones de euros a sus acreedores. Una cantidad que sólo puede devolverse con criterios políticos

Foto: El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker (dcha), recibe al primer ministro griego, Alexis Tsipras. (EFE)
El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker (dcha), recibe al primer ministro griego, Alexis Tsipras. (EFE)

La salida de Grecia del euro sigue siendo una hipótesis. Pero la banca comienza a echar cuentas -en realidad lo viene haciendo desde el triunfo de Syriza- sobre sus efectos. No sólo para los ciudadanos helenos -que se enfrentarían a años de recesión- sino, también, para los propios acreedores.

El servicio de estudios de Bankinter ha calculado que el riesgo de la Eurozona con Grecia se sitúa en casi 400.000 millones de euros, incluyendo todos los préstamos de la troika y la liquidez que proporciona el BCE a los bancos griegos a través de la ELA (fondos de emergencia) y el llamado Target2 (el sistema mayorista de liquidación que utilizan los bancos centrales para sus operaciones).

En concreto, 131.000 millones procederían de la Facilidad Europea de Estabilidad Financiera (EFSF por sus siglas en inglés), unos 53.000 millones de préstamos bilaterales, 25.000 millones en bonos, unos 85.000 millones de la ELA y 99.000 millones del Target2. En total, 393.000 millones, de los que unos 26.000 millones, como señaló el ministro De Guindos, corresponden a España.

A esa cantidad habría que añadir otros 105.000 millones de euros que debe Atenas a acreedores no europeos. Es decir, una cantidad ingente (cerca de medio billón de euros) para un país cuyo Producto Interior Bruto apenas asciende a 180.000 millones de euros y con menos de 11 millones de habitantes.

La cantidad es tan elevada que, en opinión de Bankinter, “Grecia busca un acuerdo político con criterios políticos” porque sabe que un pacto basado en criterios económicos es “imposible” ya que, sencillamente, “no puede pagar”.

La solución, sin embargo, no llega. Y ayer el Eurogrupo subió algo el tono y recordó en su comunicado oficial que el acuerdo sobre las reformas en Grecia es una “condición previa” para liberar nuevos recursos. En ese comunicado se recuerda que el acuerdo entre Grecia y la Facilidad Europea de Estabilidad Financiera finaliza el próximo 30 de junio. El próximo sábado volverá reunirse el Eurogrupo tras el Consejo Europeo de este viernes.

Un acuerdo 'político', aseguran los economistas de Bankinter, supone evitar que la opinión pública europea (sobre todo la alemana y la de los países centrales del euro) visualice que la UE ha hecho concesiones en forma de quita, el planteamiento inicial de Tsipras en la negociación, que en los tiempos de la oposición siempre habló de reestructurar la deuda.

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No la habrá, al menos formalmente, por el efecto contagio que tendría para otros países con partidos populistas emergentes. Y de ahí, como sostiene Bankinter, que preservar el nominal de la deuda sin intereses y con vencimientos a largo plazo, aunque equivaldría a una quita implícita, “no sería interpretado como una quita formal y permitiría a Grecia reconducir poco a poco su economía, siendo tutelada para cumplir con un mínimo superávit primario”.

Grecia, en todo caso, busca con sus concesiones que las instituciones desbloqueen el pago de 7.200 millones de euros correspondientes al último plazo del rescate, y que son verdaderamente vitales para su economía. Las insuficiencias presupuestarias del Tesoro griego explican que, incluso, el Gobierno pidiera recientemente a otras instituciones públicas -en particular los ayuntamientos- que cedieran al Banco Central de Grecia buena parte de sus reservas para poder hacer frente a los pagos.

La tragedia presupuestaria

Se ha estimado que esta decisión puede suponer unos ingresos de 1.500 millones, lo que le da cierto margen -apenas unas semanas- al Gobierno de Tsipras, que ha visto como caían los ingresos en coherencia con el descenso de la actividad económica desde la llegada al poder de Syriza. Y hay que tener en cuenta que, además de los 1.500 millones de euros que debe devolver al FMI antes del 30 de junio, la siguiente fecha marcada en rojo es la del próximo 20 de julio, cuando debe también ingresar 3.500 millones en el BCE. Si no lo hace, Draghi se verá obligado a endurecer las condiciones de liquidez a la banca helena a través de los colaterales (las garantías que exige para los préstamos).

Tanto si sale Grecia del euro como si la sangre no llega al río -lo que los mercados consideran altamente improbable, como se manifiesta en la curva de tipos-, lo relevante es que unas negociaciones largas tienen importantes efectos colaterales. La Reserva Federal ya ha mostrado su deseo de elevar los tipos de interés en otoño (y el verano ya ha entrado), pero parece obvio que hay circunstancias externas como la crisis griega que pueden influir en el momento en que tome la decisión la presidenta Yellen.

Mientras tanto, toca volatilidad al calor de los acontecimientos en Bruselas, donde la cuestión griega no sólo es un problema de naturaleza económica. Es, también, política porque una salida acabaría con el principio de la irreversibilidad del euro. Es como si un pequeño estado de EEUU quisiera salir del dólar. No sería significativo en términos económicos, pero tendría un efecto evidente sobre el conjunto del país.

Eso es lo que explica que las dos partes vayan a llevar al extremo las negociaciones, pero sin que ninguno de los contendientes caiga al abismo. Es probable, como aseguran aseguraba recientemente Pimco, la gestora de fondos de renta fija, que las negociaciones se alarguen durante todo el verano, lo que permitiría una solución a largo plazo.

La salida de Grecia del euro sigue siendo una hipótesis. Pero la banca comienza a echar cuentas -en realidad lo viene haciendo desde el triunfo de Syriza- sobre sus efectos. No sólo para los ciudadanos helenos -que se enfrentarían a años de recesión- sino, también, para los propios acreedores.

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