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Huir de la guerra siendo mujer y encontrar consuelo en el rugby: "Quería sentirme activa"
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Huir de la guerra siendo mujer y encontrar consuelo en el rugby: "Quería sentirme activa"

Este es la historia de Montaha o Ilham, mujeres desprotegidas a las que el rugby les ha abierto una nueva posibilidad gracias al Hortaleza Club y jugadoras de División de Honor

Foto: Imagen de la experiencia. (Cedida)
Imagen de la experiencia. (Cedida)

Montaha Ghabash huyó de Siria con lo puesto cuando solo tenía 23 años de edad. Dejaba atrás un país donde ya nadie recuerda ni cuándo, ni por qué, ni quién empezó una cruenta guerra civil cuya cifra de muertos, heridos o refugiados ha dejado de ser noticia en los informativos. Un dato. Unicef ha cifrado en 12.000 el número de niños fallecidos o heridos a lo largo de este interminable conflicto armado. El rugby le dio el pasado domingo la oportunidad de evadirse durante unas horas de sus problemas y de sentirse empoderada junto a otras mujeres de distintas nacionalidades. El XV Hortaleza Rugby Club lo hizo posible y la Asociación Barró actuó como cooperador necesario en este entrenamiento conjunto con las jugadoras del equipo de División de Honor y del resto de categorías. Todas las participantes ya hablan de repetirlo, "y sin que tenga que pasar otro año antes del próximo 8-M".

Natural de Damasco y de 30 años de edad, Montaha se vio obligada a salir de su país hace siete años y refugiarse en Líbano junto a su marido, sus tres hijos y varios familiares. Allí estuvo seis años hasta llegar a España hace 15 meses en calidad de refugiada. "No pudimos elegir destino porque la ONU nos reubicó donde pudo en ese momento, pero ahora estamos todos muy felices aquí", espeta. El matrimonio ha contactado también con un abogado para estudiar la posibilidad de traer a Madrid al resto de la familia que se quedó en Líbano. Montaha, como el resto de su familia, todavía no habla muy bien castellano por lo que tiene "muchos" problemas de comunicación con la gente. Pese a todo, se siente "muy arropada" por las personas que ha conocido en España y, además, "orgullosa" de que sus hijos estén "plenamente identificados" con la cultura española.

placeholder Se celebró en Hortaleza. (Cedida)
Se celebró en Hortaleza. (Cedida)

Ya no considera Siria como su hogar. "Allí está ahora todo destrozado", explica. Cuando se le pregunta por la guerra en Ucrania, de la que dice que "solo es el principio de lo que ocurre en mi país", sus ojos vidriosos delatan sus sentimientos de rabia, miedo y tristeza. "Todo eso de ver bombas, personas heridas o edificios derruidos me genera una enorme angustia y ansiedad", acierta a decir. Se anima un poco cuando la charla se centra en rugby. "Confieso que no sabía nada de este deporte aunque sí lo había visto alguna vez por televisión". En cualquier caso, y a pesar de creer que es un deporte "un poco violento", se animó desde el principio a participar junto a sus compañeras en el entrenamiento. Y eso que antes de saltar al campo ya advirtió de que no sabía si iba a ser capaz de participar de forma "activa". Después, ya cambió de opinión porque salió "muy satisfecha" al término de la prueba y sin ningún golpe de su primera experiencia con el rugby.

Otra de las mujeres que participaron en el entrenamiento es Ilham Ouahman. Desde que se lo propusieron, tenía unas "ganas locas" de que, por fin, llegara el domingo. Quería sentirse "activa" y revivir las experiencias que tuvo de niña en el colegio cuando vivía en Asfi, una ciudad costera de Marruecos donde la gente se expresa mayoritariamente en árabe, porque su asignatura "preferida" siempre fue la educación física. Solo pudo estudiar hasta el bachillerato. Se casó muy joven. Su marido vivía en España aunque le iba a visitar con frecuencia a un pequeño pueblo llamado Oedzem donde tuvo que instalarse para convivir con la familia de él. "Fue una época muy complicada", evoca. Se tenía que hacer cargo de toda la casa y de sus dos hijos. Y así durante doce años. Hasta que después de mucho de tiempo de lucha para conseguir los papeles que le permitieran la reagrupación familiar llegó el "feliz" día. Fue el 27 de noviembre de 2020. No se olvida de la fecha. Ni siquiera de la hora en que cogió el avión junto a sus dos hijos de diez y ocho años edad. "Lo recuerdo perfectamente: el vuelo llegó España a la once de la noche".

placeholder Montaha o Ilham disfrutaron de una jornada de rugby. (Cedida)
Montaha o Ilham disfrutaron de una jornada de rugby. (Cedida)

Varias semanas después de aterrizar en Madrid, los servicios sociales la derivaron al proyecto JARA, donde se encuentra "muy feliz". Ya se defiende con bastante soltura con el castellano y ha conocido a gente de distintas nacionalidades a quienes considera de su propia familia. Durante su infancia, jugó a baloncesto y el rugby es algo que le sonaba solo de oídas. "Aunque se conocía poco, en Marruecos había equipos de chicos, pero nada de chicas". En España, ha probado con otros deportes como el vóley, el fútbol o el salto de longitud. Le quedaba el rugby, "un deporte que me apetecía conocer porque se ve muy intenso y donde el juego está muy organizado". No solo por eso. "Es que poder jugar con las chicas del Hortaleza me hizo sentirme de nuevo activa, como cuando era pequeña".

Una de las impulsoras de esta iniciativa es Yasmin Mazroui Jdi, una mujer española de origen marroquí que descubrió en rugby durante sus dos años de estancia en Rennes (Bretaña) y que trabaja como mediadora intercultural e integradora social en la Asociación Barró. "Me encanta trabajar con estas personas a pesar de lo complicado que es, pero al final resulta muy satisfactorio cuando ves que se cumplen los objetivos o que les facilitas las herramientas que esa gente necesita", afirma. Mazroui es consciente de que en la asociación, cuya finalidad es crear un espacio socio educativo de desarrollo personal y comunitario para población en situación de vulnerabilidad, marginación o exclusión social: "No trabajamos con productos, sino con personas". De ahí que tengan que adaptarse a las necesidades de cada persona.

placeholder Contaron con la ayuda de un equipo de División de Honor. (Cedida)
Contaron con la ayuda de un equipo de División de Honor. (Cedida)

Y es que no todos los casos son iguales. La mayoría de la gente a la que presta ayuda son mujeres árabes de países como Marruecos, Egipto o Siria o latinoamericanas porque "en su cultura el hombre es el que busca trabajo y ellas se quedan en casa con los niños" e, incluso, españolas. Mazroui y sus compañeras tratan de ayudar a estas mujeres y también a los hombres para que aprendan lo antes posible nuestro idioma, ya que "es una herramienta fundamental para las personas migrantes", o a formar grupos de deporte o de informática "por aquello de la brecha digital".

Del rugby, a Mazroui le gustan sus valores de solidaridad, respeto y trabajo en equipo porque "a lo mejor desde fuera solo se ve como algo muy agresivo". Su idea es implementar esta práctica deportiva en el trabajo social. "Nos encanta buscar referentes nuevos y no centrarnos en el discurso rallado de fichas o de presentaciones en PowerPoint". Su iniciativa tuvo una muy buena acogida. Alrededor de 20 mujeres se apuntaron al entrenamiento conjunto con las jugadoras del XV Hortaleza. "Esperábamos muchas más, pero es que al ser un evento femenino, muchas de ellas tenían que atender a sus niños porque sus maridos se habían ido a trabajar", se lamenta.

Foto: Un niño, en un puesto de control fronterizo. (EFE/Yevgen Honcharenko)

El lugar escogido para el evento fue el barrio madrileño de Hortaleza que presume, y con razón, de ser una especie de oasis en lo que a instalaciones deportivas se refiere. Un paisaje donde no es difícil toparse con 'runners' de todas las edades, con polideportivos municipales en las que practicar un buen número de disciplinas deportivas y, cómo no, con campos de fútbol. Así que resultó sencillo que el barrio se convirtiera en el caldo de cultivo perfecto para que hace 21 años naciera el XV Hortaleza Rugby. El club, con una masa social de alrededor de 600 jugadores con o sin ficha, defiende cada fin de semana su camiseta negra y exporta los valores propios del deporte que practican como respeto, solidaridad o compañerismo. De ahí su idea de realizar el 6 de marzo, con ocasión del Día Internacional de la Mujer que se celebra dos días más tarde, un entrenamiento conjunto con un grupo de mujeres en situación precaria a nivel económico o social y que en su mayoría latinoamericanas o musulmanas residiendo en Madrid.

En este proyecto han tenido mucho que ver las Khaleesi, un equipo formado por mujeres que superan los 35 años y que en la actualidad juega una competición llamada Mater Series con otros ocho conjuntos. Sara Varela, capitana y una de sus jugadoras, explica que la idea es que esas mujeres sientan de cerca el empoderamiento que tiene el rugby con esa máxima que llevan tatuadas en la mente todas las jugadoras del club de "me caigo y me vuelvo a levantar". El evento es sencillo. Pretende acercar al club a mujeres en situación de discriminación. "Se trata de que pasen una mañana agradable, reírnos un poco y compartir con ellas una forma de vida que muchas de nosotras desconocemos", añade.

placeholder Fue un éxito rotundo. (Cedida)
Fue un éxito rotundo. (Cedida)

La iniciativa no es nueva. Ya se hizo otra con anterioridad "de la que salieron encantadas", pero esta vez el entrenamiento, que duró de 10 de la mañana hasta la una y media, lo han hecho coincidir con la festividad del 8-M. "Es que hablamos de un club que rompe un poco los estereotipos con respecto a que el rugby es mayoritariamente masculino", afirma con orgullo Varela. Y así es. Unas 70 mujeres del club, incluidas las niñas a partir de los seis años, participan de manera activa en el evento y además en esta edición se unieron las mujeres del equipo Mater de Alcorcón. "Nos esforzamos al máximo porque estamos hablando de personas que por motivos culturales o económicos se encuentran solas y tratamos de romper, al menos por unas horas, esas barreras para que ellas se sientan más fuertes, acompañadas y libres", espeta.

Las chicas del equipo de División de Honor son las que llevan un poco las voces cantantes en el entrenamiento para que "todas podamos disfrutarlo conjuntamente", ya que, además, son las que en cierto modo lideran ese sentimiento de "pertenencia" a un colectivo que lucha contra la discriminación. Les enseñan a pasar el balón, saltar una 'touch', placar o hacer empuje en la melé. Al término de la faena llega el momento más esperado para compartir experiencias: el tercer tiempo. "Un momento especialmente significativo para compartir experiencias y reírnos con mujeres que, además, nos traerán platos típicos de sus países de origen que nos hace mucha ilusión por el aprendizaje cultural que representa".

Montaha Ghabash huyó de Siria con lo puesto cuando solo tenía 23 años de edad. Dejaba atrás un país donde ya nadie recuerda ni cuándo, ni por qué, ni quién empezó una cruenta guerra civil cuya cifra de muertos, heridos o refugiados ha dejado de ser noticia en los informativos. Un dato. Unicef ha cifrado en 12.000 el número de niños fallecidos o heridos a lo largo de este interminable conflicto armado. El rugby le dio el pasado domingo la oportunidad de evadirse durante unas horas de sus problemas y de sentirse empoderada junto a otras mujeres de distintas nacionalidades. El XV Hortaleza Rugby Club lo hizo posible y la Asociación Barró actuó como cooperador necesario en este entrenamiento conjunto con las jugadoras del equipo de División de Honor y del resto de categorías. Todas las participantes ya hablan de repetirlo, "y sin que tenga que pasar otro año antes del próximo 8-M".

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