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Asmae, la bereber 'vasca' que triunfa en el rugby playa y sueña con ser una 'leona'
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LLEVA DOS AÑOS A GRAN NIVEL

Asmae, la bereber 'vasca' que triunfa en el rugby playa y sueña con ser una 'leona'

"Mis padres no se sorprendieron cuando le dije que iba a jugar a rugby porque saben que soy muy deportista", pero su madre aun le pregunta para qué juega a un deporte tan duro

Foto: Asmae, en plena acción. (Mario Encinas)
Asmae, en plena acción. (Mario Encinas)

Es difícil de adivinar qué sueños puede tener una niña de cinco años que vive en un pequeño pueblo situado al sur de Marruecos. Seguro que durante esas largas horas pensando en casa de sus padres nunca llegó a verse como una jugadora de rugby del Eibar en División de Honor. Tampoco como integrante de la selección española, aunque sea en la modalidad de rugby playa. Para que se cumpla un sueño no basta con cerrar los ojos y esperar que pase lo que uno desea. Es más probable que los deseos se materialicen gracias al esfuerzo y al trabajo a que se somete uno mismo que a base de darle vueltas a la cabeza. Esa niña a la que le gustaba tanto soñar es ahora toda una mujer. Lleva dos años en la máxima categoría del rugby femenino español y ya se ha enfundado este verano la camiseta roja en Moscú en un torneo de rugby playa. ¿Su nombre? Asmae, que en su lengua materna viene a significar algo así como un 'cielo azul con truenos'.

La actual jugadora y vicepresidenta del Aviva Eibar Rugby Taldea nació en el seno de una familia bereber que residía en una pequeña población cercana a Er Rachidia, situada en el sur de Marruecos y que en 1975 tomó ese nombre en honor al rey Hassan II. Con cinco años, llegó a la villa armera junto a su madre y a sus cuatro hermanas para reunirse con su padre, que había salido años antes de su país de origen para buscarse la vida en España. Su historia no se diferencia de las de muchas familias que llegaron desde distintos países de África a la península a principios de los años noventa en busca de mejorar su calidad de vida. En el caso de la familia Ourdi no primaron las razones económicas. "Es que los bereber somos gente nómada que nos gusta movernos por motivos que no tienen por qué estar siempre relacionados con el dinero", explica.

Foto: Las jugadoras de Nueva Zelanda, Francia y Fiji posan con sus medallas en estos Juegos Olímpicos. (EFE) Opinión

Su padre, por ejemplo, vivía cómodo en la ciudad que vio pasar varias veces los coches y las motos del París-Dakar cuando el prestigioso rally atravesaba Marruecos. Fue allí donde conoció a su mujer y donde se casaron. El apego a su tierra y a sus costumbres no impidieron que ambos dejaran atrás a sus respectivas familias para afrontar la aventura de venir a España. Él tenía cinco hermanos y ella seis, con los que todavía mantienen un contacto bastante frecuente. "Allí se vivía bastante bien de la ganadería o dedicándote a otras actividades, pero como migrar en un derecho constitucional, mi padre lo ejerció", dice Asmae.

Vino solo a la península cumplidos los treinta años. "Sabía que aquí había trabajo", recuerda. Lo hizo en patera, dejando atrás la tierra que le vio nacer ubicada no muy lejos del Sáhara, a su mujer y a sus cuatro hijas, de las cuales Asmae era la más pequeña. En su mente siempre anidó la idea de reunirse de nuevo con su familia lo antes posible. Primero, estuvo alrededor de dos años recolectando fruta en Andalucía y, una vez conseguida su regularización en España, se trasladó a Eibar. "No sé cómo aterrizó aquí. Supongo que sería a través de contactos que le informaron de que en este pueblo había muchas más posibilidades de encontrar trabajo que en otras partes de España. Y es que al final uno va donde hay trabajo", añade.

Una vez en Eibar, la familia aumentó. Dos hijos nacieron en Euskadi y no tuvieron el mismo problema que sus hermanas con el idioma cuando llegaron de Marruecos. "Mi idioma materno es el bereber", se apresura a decir. Eso limitó al principio sus relaciones con otras personas fuera del entorno marroquí porque "quieras o no, son con quienes tienen una mayor afinidad". Fue en la ikastola donde aprendió el euskera antes que el castellano porque sus padres apostaron por el modelo D de enseñanza que, en la práctica, supone que el euskera es el idioma vehicular salvo en la asignatura de lengua castellana. El español lo aprendió en la calle. De tal forma que habla con soltura el bereber en casa "para que no se pierda" y con sus amigas indistintamente en cualquiera de los dos idiomas cooficiales en la Comunidad Autónoma Vasca (CAV).

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Una pasión tardía

Asmae tardó en engancharse al rugby. Hay que tener en cuenta que Eibar es un pueblo con una gran tradición futbolística. "Es una cosa de locos", admite entre risas. El equipo de fútbol, recién descendido a Segunda División, acaba de fichar a todo un campeón del mundo como es Fernando Llorente y el revuelo ha sido enorme. Ella misma confiesa que empezó con siete años a jugar al fútbol hasta que una monitora vio que tenía "maneras" de jugadora de rugby y le hizo una prueba. "Lo que ocurre es que a esa edad no ves más allá del fútbol", precisa. Pasó un tiempo sin tener ninguna relación con el balón ovalado. Ya había comenzado incluso a trabajar de cara el público y a practicar otros deportes cuando un buen día se reencontró con su monitora que volvió a proponerle lo mismo. "Esa vez ya le hice caso", admite. De eso han pasado ya siete años y no ha cambiado de opinión, ni parece que a sus 25 años vaya a hacerlo.

"Mis padres no se sorprendieron cuando le dije que iba a jugar a rugby porque saben que soy muy deportista", precisa la vicepresidenta del Aviva Eibar Rugby Taldea . Ahora bien, su madre aun le pregunta hoy en día para qué juega a un deporte tan duro cuando llega a casa con algún golpe. "Al final, es una madre que intenta proteger a su hija para que no le golpeen". Con el paso del tiempo, su fidelidad al equipo de su pueblo se ha hecho inquebrantable. Al comienzo, la idea era crear un grupo "e ir creciendo poco a poco" de cara a formar en el futuro un equipo que resultara más "competitivo".

Después de unos años en la Liga Vasca, "donde éramos muy pocas y jugábamos sin ningún tipo de sistema", fueron creciendo poco a poco hasta que en la pasada temporada ascendieron a División de Honor. En su estreno, no lo hicieron nada mal porque llegaron a disputar las semifinales de la competición. El equipo de Majadahonda les dejó con la miel en los labios. Ese partido fue muy especial para Asmae. "Dimos mucho que hablar en Eibar", recuerda con indisimulada satisfacción. Y no le falta razón, porque antes de partir en autobús hacia Madrid desde la plaza del pueblo, "para sorpresa nuestra" había gente que salió a despedirles. Era vecinos que, en su mayoría, no sabían ni entendían nada de lo que es el rugby. "Por eso fue tan emotivo", agrega.

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La llamada de la Selección

Asmae no oculta su pasión por un deporte que al principio pensaba que se basaba en la agresividad, en la brutalidad "y en gritar mucho". Su idea ha cambiado de forma radical con el paso del tiempo. "Ahora me doy cuenta que se trata de una disciplina donde se conjugan habilidades, creatividad y visión de juego que nada tienen que ver con la agresividad". Ella misma confiesa que cumple con alguna de estas características y que es muy aplicada a la hora de ir al gimnasio o de aprender, "pero también es verdad que eso es algo que he hecho siempre por mí y para mí".

Esa constancia "a la hora de cuidarme y de mimarme" ya ha dado sus frutos en el plano individual. Hace meses disputó y ganó con la selección de Euskadi una competición autonómica y justo este verano le llegó la llamada de la Selección. Se trataba de jugar en Moscú un campeonato de rugby playa, una modalidad poco conocida pero que está en auge y es candidata a estar presente en los próximos Juegos Olímpicos de París. "Fuimos con la mentalidad de aprender y de pasarlo bien, y resulta que quedamos segundas", enfatiza.

Fue una experiencia "muy bonita". Se enfrentaron a selecciones contra las que no había soñado nunca jugar. Se refiere a las rusas y al "espectacular" ambiente del torneo. "Y resulta que yo estaba allí", añade. Llegaron a disputar la semifinal contra la selección local, Rusia, que entrena esta modalidad durante todo el año y cuyas jugadoras ya estaban calentando cuatro horas antes de empezar el partido; "así que imagínate lo buenas que eran". Ahora, Asmae sueña en voz alta con estar con Las Leonas en la selección absoluta. "Estoy abierta a todo, aunque soy un poco viejilla para estas cosas", dice a sus 25 años. Si llega la llamada, "bienvenida sea". En caso contrario, "también estaré encantada porque seguiré haciendo con mi equipo lo que más me gusta que es jugar a rugby".

Es difícil de adivinar qué sueños puede tener una niña de cinco años que vive en un pequeño pueblo situado al sur de Marruecos. Seguro que durante esas largas horas pensando en casa de sus padres nunca llegó a verse como una jugadora de rugby del Eibar en División de Honor. Tampoco como integrante de la selección española, aunque sea en la modalidad de rugby playa. Para que se cumpla un sueño no basta con cerrar los ojos y esperar que pase lo que uno desea. Es más probable que los deseos se materialicen gracias al esfuerzo y al trabajo a que se somete uno mismo que a base de darle vueltas a la cabeza. Esa niña a la que le gustaba tanto soñar es ahora toda una mujer. Lleva dos años en la máxima categoría del rugby femenino español y ya se ha enfundado este verano la camiseta roja en Moscú en un torneo de rugby playa. ¿Su nombre? Asmae, que en su lengua materna viene a significar algo así como un 'cielo azul con truenos'.

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