El Madrid nunca rechaza una invitación a una buena bacanal y la del Betis es la mejor
Los goles dejaron de caer solo porque el árbitro pitó el final. Un descontrol sensacional en el que el Madrid se llevó el triunfo porque Joaquín pega con arte, pero Asensio pega como un tanque
Al Villamarín este año se entra provisto de todo tipo de protecciones o no se va. Si algún iluminado se atreve a entrar al recinto verdiblanco sin un plastiquete enfundado, se expone a sí mismo a contagiarse con cualquier tipo de enfermedad, desde la demencia a la esquizofrenia. Quique Setién es de la escuela de Paco Jémez sin que todavía haya tenido que afrontar un fracaso. Un lugar de culto, un templo del fútbol profanado por paganos, eso es en lo que se ha transformado el otrora conocido por infortunio como Ruiz de Lopera.
No siempre fue así, un centro sagrado, ya vivió locuras, como los doce que se llevó Bonello para jugar la Eurocopa del 84, y puede que sea ese espíritu el que evoque Setién, solo que invitar al Madrid a una bacanal y esperar que se comporte es como dejar entrar a tu 'cuñao' a la cena de Nochebuena y esperar que no salte con lo de 'uy, estos catalanes, eh'. Es irreal. Si lo haces, atente a las consecuencias, porque el Madrid no le dice nunca que no a una noche de desenfreno, al final, quieras que no, lleva muchos años metiéndose en locuras peores que las de esta noche y tiene el hígado acostumbrado, a puntito de paté, pero resistiendo siempre, que para eso es quien más gana.
La cosa es que el Madrid nos hizo creer a todos el miércoles que estaba decidido a dejarse de tonterías, a sentar por fin la cabeza, porque en el examen de conciencia que había realizado con su terapeuta se había dado cuenta de que si seguía por el camino hacia el que se dirigía durante los meses anteriores, habría acabado en cualquier callejón dejado de la mano de cualquier dios, envuelto en sus desechos, sin ni siquiera una Champions que llevarse a la boca. Al Paris le enseñó su mejor cara, la del primo reformado que sorprende a todos con su compostura en un evento social de la familia. Luego, el Betis le ofreció una copichuela, dijo la retaíla de siempre de 'una y nos vamos' y una cosa llevó a la otra y acabó doblado en la barra del after, pero con la cabeza erguida, sabedor de que sí, se le había ido la mano, pero los tres puntos se los llevaba, que era para lo que había salido.
A Zidane, un señor que no pierde los estribos ni sobre un caballo desbocado, le convenció lo que vio en el último cuarto de hora contra el PSG. Era un esquema relativamente similar al primer Madrid galáctico, el que no lo tenía a él todavía. Dos extremos puros, Figo y Solari, dos pivotes, Helguera y Makélélé, y dos delanteros, Raúl y Morientes. No descubrió la Atlántida, pero le hizo tilín. Repitió a Asensio y Lucas por las bandas y puso a sus dos centrocampistas menos imaginativos, Kovacic y Casemiro, en el centro de operaciones. Ahí nadie iba al volante. Fabián golpeó el gong y empezó la fiesta, en la que el alma, como era de esperar, iba a ser Joaquín.
Le preguntaba Ricardo Sierra al final del encuentro si tenía los años que decía tener, que parece que tiene muchos menos. "Tengo 36 años, más quisiera tener 10 menos. No hay ningún secreto, es trabajar cada día, no perder la ilusión. Jugar a este nivel siempre es muy complicado y más en la Liga española, que es exigente. La ilusión está intacta, sigo disfrutando, me apoyan cada día. Seguiré hasta que sea complicado irme de un cono y me iré para casa". Se fue de muchos conos, que era lo que parecía la defensa del Madrid cuando la encaraba. Puso el plátano para el remate de Mandi y se la regaló a Júnior, que ni se creía que pudiera marcarle un gol al Madrid, y claro, no lo hizo él, lo hizo Nacho, que por lo visto sí que tiene días muy malos.
Al Madrid si le invitas a una farra con la intención de tumbarle, tienes que darle algo fuerte. Joaquín tiene todo el arte del mundo y hace creer hasta al más insensible, pero los blancos disponen de tantas alternativas que si no sobrevive por una cosa, lo puede hacer por otra. Durante toda la temporada ha dejado de utilizar todas sus herramientas, pero tiene más que nadie. La principal es Cristiano, que también parece revivido de entre los muertos, con diez goles en seis partidos, y la secundaria no es Bale, ni mucho menos. Tampoco Benzema, que solo tuvo tres minutos y aun así marcó, novedad. Es Asensio, capaz de hacer de Isco, de Modric y de Cristiano si hace falta, si se lo piden. Cómo necesita esa exigencia sobre sus hombros. El único que acabó sobrio en la jarana, aunque hay que destacar el momento de lucidez de Carvajal para romper a casi toda la defensa verdiblanca para asistir al balear.
Ni ese tanto de Cristiano, el 2-4, le ponía tranquilidad al ambiente cargado del Villamarín. Sergio León, otro que hizo gol al poco de entrar, mantuvo la tensión hasta el final, cuando Karim hizo lo suyo. Ramos se iba contento, por fin marcaba en territorio comanche. Zidane también, habían ganado. El aficionado también, se había divertido. No hay consecuencias de la fiesta. Pero el Madrid sigue recayendo...
Ficha técnica
3 - Real Betis: Adán; Mandi, Bartra, Amat (Javi García, m.75); Barragán, Boudebouz (Tello, m.81), Fabián, Guardado (Sergio León, m.81), Junior; Joaquín y Loren.
5 - Real Madrid: Keylor Navas; Carvajal, Sergio Ramos, Nacho, Marcelo (Theo Hernández, m.29); Lucas Vázquez, Casemiro, Kovacic, Marco Asensio; Bale (Isco, m.73), Cristiano Ronaldo (Benzema, m.89).
Goles: 0-1, M.11: Marco Asensio. 1-1, M.33: Mandi. 2-1, M.37: Nacho, en propia meta. 2-2, M.50: Sergio Ramos. 2-3, M.59: Marco Asensio. 2-4, M.65: Ronaldo. 3-4, M.85: Sergio León. 3-5, M.91: Benzema.
Árbitro: Jesús Gil Manzano (Comité Extremeño). Amonestó a los locales Barragán (m.44), Junior (m.49) y Loren (m.61), y a los visitantes Carvajal (m.5), Kovacic (m.46), Sergio Ramos (m.55), Bale (m.57) y Casemiro (m.81).
Incidencias: Partido de la vigésima cuarta jornada de LaLiga Santander, disputado en el Benito Villamarín ante 53.486 espectadores. Césped en perfecto estado. Se guardó un minuto de silencio en memoria de Luis Cid Carriega, extécnico del Betis, y del periodista y escritor sevillano Nicolás Salas, fallecidos esta semana.
Al Villamarín este año se entra provisto de todo tipo de protecciones o no se va. Si algún iluminado se atreve a entrar al recinto verdiblanco sin un plastiquete enfundado, se expone a sí mismo a contagiarse con cualquier tipo de enfermedad, desde la demencia a la esquizofrenia. Quique Setién es de la escuela de Paco Jémez sin que todavía haya tenido que afrontar un fracaso. Un lugar de culto, un templo del fútbol profanado por paganos, eso es en lo que se ha transformado el otrora conocido por infortunio como Ruiz de Lopera.