Es noticia
Real Madrid-Barcelona en Arabia: el futuro ya está aquí y no es tan diferente como creíamos
  1. Deportes
  2. Fútbol
Ángel del Riego

Por

Real Madrid-Barcelona en Arabia: el futuro ya está aquí y no es tan diferente como creíamos

Los blancos y los azulgranas disputan el segundo Clásico de la temporada y se jugarán el primer título del año. En el partido de Liga, los madridistas ganaron en el descuento

Foto: Los directivos posan delante del trofeo. (EFE)
Los directivos posan delante del trofeo. (EFE)

De aquellos momentos en los que el mundo entraba en suspenso cuando se jugaba el Clásico apenas queda el nombre de los equipos; Real Madrid, esos que van de blanco y Fútbol Club Barcelona, los que visten con la tela de una carpa de circo. Desaparecida la tensión política, solo el fútbol sostiene la rivalidad.

El Barcelona lleva años enredado en su propia supervivencia y, como el protagonista de Breaking Bad, esquiva en cada capítulo un destino fatal al que parece abocarle esa sima sobre la que está construido el club. Al ser el Barça un ente sentimental alrededor de una nación a medio hacer está en su naturaleza la putrefacción, ya que se entiende que hay un destino histórico —encarnar a la nación catalana y su proyección Disney— que está muy por encima de las tristes leyes que rigen un país. Quizá para compensar, el equipo barcelonés acabó encontrando su personalidad en un estilo de pase muy puro y que llevó al extremo el que es ahora su entrenador: Xavi Hernández.

Xavi no ha conseguido grandes cosas con este Barcelona. No sabemos si juega bien o si juega mal. Saca los partidos de Liga por la mínima. Cuando ha asomado un adversario europeo en lotananza; alguien que les iguala el físico y les acorrala contra su portería, el equipo se hace minúsculo y, como en los cómics, se convierte en una masa amorfa que se va filtrando por las alcantarillas hasta disolverse por completo. Donde antes había una sinfonía, ahora hay una charanga de pueblo. Se exalta el valor moral de la cantera, pero los futbolistas que salen de allí suelen ser tan efímeros como una polución nocturna.

Aun así, Xavi sigue en sus trece. Estas han sido sus declaraciones: "Hay que quitarle el balón al Real Madrid, que se vea más que nunca nuestro ADN". Esa declaración suya es como el mensaje del rey en Navidad. Exactamente, el mismo ruido de fondo cada año al que ya nadie presta la mínima atención. Pero esto es un Clásico, no olvidemos. Y se juega con reglas eternas. Incluso en el desierto árabe, que desde hace unos años se ha convertido en uno de los hogares del fútbol.

La situación del Barcelona

El Barcelona llega a la final tras un partido sin chicha contra el Osasuna. No así el Madrid, que jugó 120 minutos contra el Atlético de puro disfrute. Fue un partido de culto que hará las delicias de coleccionistas del futuro que busquen en una época anterior lo que era el fútbol de verdad. En ese partido están casi todas las claves del actual Madrid de Ancelotti.

El encuentro comenzó con un gol encajado por el Madrid en un saque de esquina del Atleti. Kepa se quedó paralizado por el rayo paralizante y la defensa del Madrid tuvo un punto de vista óptimo para admirar la belleza del cabezazo del jugador atlético.

placeholder Xavi, durante la rueda de prensa. (EFE)
Xavi, durante la rueda de prensa. (EFE)

El Madrid no se dio por enterado de su propia endeblez defensiva y comenzó a huir hacia la portería de Oblak, subido al potro salvaje que es Valverde. Bellingham le daba ritmo por el centro y allí se encontró con Rodrygo, atareado y sutil, que hilaba toda la frontal. Carvajal percutió por la derecha y Vinícius por la izquierda, y en este último nombre estaba el problema. No era un problema monumental, pero sí hay la impresión de que el brasileño sigue en una noche espesa intentando hacer jugadas para otra dimensión que no es la nuestra. De hecho, cuando fue más Vinícius que nunca, un hombre solo contra la portería, inició la jugada que abrió la puerta al tercer gol madridista. Ese golazo de Carvajal tras una jugada en el que el Madrid percutió el ranchito rojiblanco como en las películas antiguas. Pam, pam y pam. Y al final llega el canterano y la mete por la escuadra. En realidad no fue exactamente por la escuadra, pero lo será cuando Hollywood compre los derechos de la Supercopa. Eso no lo duden.

Entre el primer gol del Atleti y el empate a tres de Carvajal ocurrieron muchas cosas, como por ejemplo, un golazo de Griezmann que lo entronizó como el mejor goleador de la historia del Atlético de Madrid. Ser el jugador atlético más goleador de la historia es como ser el árbol más alto de un desierto, y, aun así, el momento fue bonito y de mucha comunión entre las huestes rojiblancas. No en la grada, porque la grada era madridista. Un madridismo nuevo, universal, que quizás sea una superación del de siempre, el que ya está murmurando que sin Vinícius se juega mejor, como antes se dijo de Zidane, de Raúl, de Cristiano y de Butragueño. Es como aquel contra Franco se vivía mejor y refleja una cierta intolerancia del español con la felicidad, a la que no sabe más que ponerle pegas.

placeholder Ancelotti, en el último entrenamiento antes de la final. (Reuters/Vincent West)
Ancelotti, en el último entrenamiento antes de la final. (Reuters/Vincent West)

La capacidad de Ancelotti

Vinícius no es un pintor del espíritu como Rodrygo, pero también se crio fuera de las academias. No así Bellingham y por eso se espera que, cuando se encuentren y se saluden sobre el campo, se produzca ese tipo de estallidos que iluminan generaciones. Algo que todavía no se ha producido. Pero paciencia.

A pesar del resultado, el partido fue blanco de cabo a rabo. Solo la fragilidad de ese triángulo informal de Kepa, Tchouaméni y Modric hizo que se llegara a la prórroga. Lo de Modric se entiende. Anulada su sustancia material, con el espíritu no le llega para defender. Lo de Kepa se sabe: tiene esa nostalgia prenatal de Casillas por estar bajo el travesaño, pero no su facilidad en los momentos cumbres. Y queda lo de Tchouaméni, el hombre montaña. Un gigante con una inusitada pasión por ser invisible. Grandes cualidades que se otean en la distancia y que hace que siga existiendo fe en su conversión a jugador madridista. Pero su presente es rácano, pequeño. De un vistazo no se le distingue y eso es malo. No interviene, no molesta, no se ofrece. Merodea la jugada y a veces mete el pie. Servil en los ataques, es un obelisco a medio derruir cuando defiende. La comparación con Camavinga, que barre con naturalidad esos balones en la frontal del área que suelen decidir el destino del club, lo deja en mal lugar.

placeholder Bellingham celebra junto a Modric la victoria en Liga. (Europa Press)
Bellingham celebra junto a Modric la victoria en Liga. (Europa Press)

El Madrid llegó a la prórroga y en la prórroga arrasó. Ancelotti ha logrado un compromiso en cada pieza que trasciende lo profesional. Hace de la necesidad, virtud, cualidad de viejo artesano, como Del Bosque, cuyo lema era "todo lo que viene, conviene".

Se lesiona Vinicius, pues el italiano activa a Brahim. Un recurso desde el banquillo que nadie tiene en Europa. ¿No se le ficha a un delantero centro? Pues le crea un hábitat a Joselu que es capaz de marcar un gol cada 90 minutos. De repente, el Madrid cuanta con una plantilla ancha y profunda, algo que era imposible de imaginar en agosto.

La victoria en las semifinales

Cada lesionado ha terminado siendo una solución para el equipo. Rüdiger se ha destapado como un káiser zulú, ese tipo de mutaciones que solo se dan con la camiseta blanca. Junto con Valverde y Carvajal son los insustituibles en la defensa.

Del espíritu y las ganas del equipo hablan muy bien la última jugada de la semifinal contra el Atleti. Ese Brahim que parecía un átomo escupido por el Big Bang, ganándole la carrera a Oblak y poniéndola con dulzura entre los tres palos. Fue un momento maravilloso de gran carga simbólica: ahí está el sino del Atleti contra el Madrid, el correcaminos y el coyote. Seguramente a los niños esparcidos por el mundo que veían el partido, les habrá quedado bastante claro quién es el coyote y quién el correcaminos.

Queda la final contra el Barcelona. En Arabia. Para algunos, un espejismo. Pero los árabes son muy buenos creando espejismos. Una final llena de aficionados árabes del Madrid y de aficionados árabes del Barça. Algo que a algunos les resulta escandaloso porque piensan que los equipos solo representan a la gente de su ciudad, pensamiento muy de mediados del siglo XX, como el keynesianismo o el miedo a la superpoblación.

Un Clásico entre un equipo que hace un juego indescifrable y brillante, pero frágil según le venga la racha. Y otro, con un armazón reconocible de toque y posesión, pero lleno de jugadores sin gracia ni desmesura. Hay un favorito claro, sí, pero es un Madrid-Barça, algo fuera del tiempo y del espacio, que quizás está bien que se juegue en un sitio lo más abstracto posible. En el desierto.

De aquellos momentos en los que el mundo entraba en suspenso cuando se jugaba el Clásico apenas queda el nombre de los equipos; Real Madrid, esos que van de blanco y Fútbol Club Barcelona, los que visten con la tela de una carpa de circo. Desaparecida la tensión política, solo el fútbol sostiene la rivalidad.

Real Madrid
El redactor recomienda