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'Asteroid City': la comedia de ciencia ficción del alienígena Wes Anderson
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'Asteroid City': la comedia de ciencia ficción del alienígena Wes Anderson

El director texano estrena una fantasía cincuentera a caballo entre la ciencia ficción y la comedia ¿romántica? rodada en Chinchón y plagada de estrellas de Hollywood

Foto: Scarlett Johansson, en un momento de 'Asteroid City', de Wes Anderson. (Universal)
Scarlett Johansson, en un momento de 'Asteroid City', de Wes Anderson. (Universal)

No es Wes Anderson devoción de la que escribe, por su exceso de formalismo, por la frialdad de sus personajes o por la sensación de repetición de una fórmula con la que el director no sale de su zona de confort, pero Asteroid City, su última película —que además compitió por la Palma de Oro en el último Cannes—, se siente más cálida de lo habitual, una vuelta a la América de los cincuenta que tanto ha marcado el estilo del cineasta dentro y fuera de la pantalla. Asteroid City es una vuelta a los paisajes de la época dorada de la animación estadounidense, a los desiertos de El loco mundo de Tex Avery, a las líneas de horizonte y las mesas montañosas de Monument Valley (Arizona) de El coyote y el correcaminos o del Desierto de Chihuahua, en Texas, de donde es oriundo Anderson.

Curiosamente, el cineasta ha recreado su arcadia cincuentera en medio de la Meseta Central, a las afueras de Chinchón. Rodada con película Kodak 35 mm en color y blanco y negro, casi exclusivamente con luz natural para conseguir una textura a la vez cálida y como de ensueño, con colores pastel que en seguida remiten a la era Eisenhower de bonanza económica, auge de la publicidad y la aparición del invento más influyente del siglo XX: la televisión. El cineasta texano vuelve a colaborar con su director de fotografía de confianza, Robert Yeoman, con quien ha trabajado en todos sus filmes de acción real desde su ópera prima, Bottlerocket (Ladrón que roba a ladrón, 1996).

Anderson vuelve a confeccionar una filigrana al estilo de las tiras cómicas: sus secuencias son como viñetas, una sensación que subrayan los continuos travelling laterales con los que el director retrata un paisaje abigarrado de personajes que habitan esta especie de motel de bungalós de madera en medio del desierto. Estamos en 1955, en Asteroid City, una ciudad de 87 habitantes. Es el mismo lugar donde se encontró un asteroide del espacio exterior, también donde cada cierto tiempo ocurre un extraño fenómeno astronómico y donde tiene lugar la convención Junior Supergaze, para niños amantes de la ciencia.

Es fácil encontrar ecos de Moonrise Kingdom (2012) en esta historia en la que dos mundos confluyen en el perímetro confinado del resort: el infantil y el adulto. La cinta pivota alrededor de Augie Steenbeck (irreconocible Jason Schwartzman, otro habitual del universo Anderson), un fotógrafo padre de tres niñas pequeñas y un adolescente, en crisis tras la muerte de su esposa. Por otro lado, su hijo Woodrow Steenbeck (Jake Ryan) acude a la convención, donde conocerá a Dinah Campbell (Grace Edwards), otra friki de la ciencia, hija de una superestrella del cine al estilo de Ava Gardner interpretada por Scarlett Johansson.

placeholder Scarlett Johansson es una de las protagonistes de 'Asteroid City'. (Universal)
Scarlett Johansson es una de las protagonistes de 'Asteroid City'. (Universal)

Pero Anderson no se queda ahí, sino que plantea al espectador el juego de la representación, la pregunta de qué es el arte. Asteroid City comienza en blanco y negro y formato cuatro tercios, como si nos encontrásemos frente a un programa de televisión de los años cincuenta. En él, Bryan Cranston interpreta a un presentador, con voz profunda y prosa engolada, que da paso a una obra de teatro televisado —como Estudio 1 en España— escrita por un tal Conrad Earp (Edward Norton, también habitual de las cintas del texano), para la que está haciendo una prueba un actor que es, efectivamente, Jason Schwarzman.

Rápidamente, el aspecto de ratio cambia, se expande hasta un panorámico 2:40, con colores que parecen pintados con acuarela, en un paisaje real que parece pintado y con actores reales que se comportan como personajes de cómic. Nos encontramos ante una película que es a la vez una obra de teatro y a la vez una supuesta realidad dentro de la ficción.

placeholder Otro momento de 'Asteroid City'. (Universal)
Otro momento de 'Asteroid City'. (Universal)

Más allá del artefacto, Asteroid City es una película en la que Anderson se muestra más cercano a sus personajes, más emocional. A diferencia de La crónica francesa, en la que también experimenta con las fórmulas del relato, en esta ocasión sí consigue trascender el formalismo para evocar una nostalgia a través de unos personajes también nostálgicos, unos por la pérdida de un ser querido, otros por la incapacidad de conectar profundamente con los demás o por la angustia de intentar ser un buen padre. Anderson también logra un equilibrio entre la comedia y el drama, entre lo infantil y lo adulto, entre lo artificioso y lo humano... y lo extraterrestre. Porque nos encontramos ante una película de ciencia ficción, pero también ante una comedia romántica, una cinta de aventuras, un episodio de los Looney Tunes.

Alrededor de la familia protagonista orbitan otros personajes satélite: Tom Hanks, en el papel del abuelo multimillonario de los hijos de Stenbeck —siempre pensó que su yerno no era suficiente para su hija—, Maya Hawke como June, la profesora de ciencias de los chavales, o Liev Schreiber como J.J. Kellogg, el último cowboy, el héroe americano que se resiste al cambio, a la modernidad, a vestir con algo que no sea ropa vaquera. También la científica a la que pone cuerpo Tilda Swinton o Jeffrey Wright como el general del Ejército que controla que la información clasificada no salga de la convención. Son personajes que, a través de la comedia, alivian el peso dramático de una película con cierta melancolía. También el montaje y los movimientos de cámara actúan como recursos cómicos, y el momento diseñado con stop motion que evoca a Marvin the Martian, de Chuck Jones, añade un plus de entrañabilidad.

Quizás en algunos momentos las dos vías que transita Asteroid City puedan sentirse desarticuladas, pero prima la honestidad que transmite sobre las obsesiones y las angustias de un creador con una impronta tan marcada en la que no cabe la templanza. Por fin, parece que Anderson se abre a los espectadores y deja que nos acerquemos, aunque sea un poco, a él.

No es Wes Anderson devoción de la que escribe, por su exceso de formalismo, por la frialdad de sus personajes o por la sensación de repetición de una fórmula con la que el director no sale de su zona de confort, pero Asteroid City, su última película —que además compitió por la Palma de Oro en el último Cannes—, se siente más cálida de lo habitual, una vuelta a la América de los cincuenta que tanto ha marcado el estilo del cineasta dentro y fuera de la pantalla. Asteroid City es una vuelta a los paisajes de la época dorada de la animación estadounidense, a los desiertos de El loco mundo de Tex Avery, a las líneas de horizonte y las mesas montañosas de Monument Valley (Arizona) de El coyote y el correcaminos o del Desierto de Chihuahua, en Texas, de donde es oriundo Anderson.

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