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Mike Oldfield vuelve a sonar en directo en el Palau de la Música de Barcelona
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50 ANIVERSARIO DE UN CLÁSICO

Mike Oldfield vuelve a sonar en directo en el Palau de la Música de Barcelona

Nunca le gustaron demasiado pese a que sus grabaciones en vivo demuestran que valían la pena. Más allá del pop ochentero de sus temas cantados, el músico adaptaba sus piezas

Foto: Foto: Palau de la Música
Foto: Palau de la Música

Los que consideramos a Mike Oldfield un genio y le perdonamos los discos fatales y hasta los chundachunda ibicencos recibimos hace poco una noticia mala y buena: se acabó. Su última obra, un Tubular Bells 4 inconcluso, son apenas ocho minutos que (¡fortuna!) se alejan del ordenador y se agarran a la guitarra, como pasó con Return to Ommadawn, pero serán (¡fatalidad!) su último destello. A sus 70 años ya no se siente, según dicen los expertos en oldfielología, lo bastante virtuoso.

De los directos, claro, nos olvidamos. Nunca le gustaron demasiado pese a que sus grabaciones en vivo demuestran que valían la pena. Más allá del pop ochentero de sus temas cantados, Oldfield adaptaba y casi recomponía sus piezas instrumentales largas para que sonaran bien en grandes escenarios de rock. Sin embargo, dejó de exponerse en cuanto pudo. Con Tubular Bells 3 se le vio con el pelo teñido a lo pollito e indicios de inspiración agotada. Su gira Then and Now del 99 fue la última propiamente dicha. Después ha tocado a cuenta gotas, por ejemplo en Bilbao con The Music of Spheres en 2008 o en la inauguración de los Juegos Olímpicos de 2012 en Londres.

Foto: La gira interminable de Bob Dylan: más de 30 años por el mundo y sin parar. (REUTERS / Rob Galbraith)

Copón. Me pasó con Zappa, me pasó con Queen, me pasó con Elvis, y no me pasó con Led Zeppelin porque quisieron sacar la pasta a los rezagados y nostálgicos: nací tarde para ver en vivo algunas de las bandas que más me gustan. Que esto me iba a pasar con Oldfield lo tenía asumido hasta que me di cuenta de que, aquí, la ausencia del artista no implica que no se pueda ir a sus conciertos. Como pasa con Philip Glass o Stravinski, Oldfield es un compositor y los auditorios están para vivirlo. Este martes, me acerqué al Palau de la Música de Barcelona. En cartel: Mike Oldfield. Invitada especial: Maggie Reilly.

¿Y el resto? Una banda catalana llamada Opus One, que es el nombre del embrión del Tubular Bells de 1973. Con el Palau rebosando hasta las molduras, entre vestidos largos y chaquetas elegantes, camisetas añosas con el tubo retorcido. Salieron los músicos, vestidos ellos de uniforme gris y blanco, y ellas con vestido blanco, y tocaron la primera y segunda parte del Tubular Bells con perfección de sinfónica. Luego, tras una pausa, salió la mismísima Maggie Reilly (la voz traviesa y dulce de Moonlight Shadow, To France, Family Man, etc.) y cantó como si fueran a cerrar Kiss FM.

Fue bestial. Opus One es un proyecto del profesor de Musicología de la Autónoma de Barcelona Xavier Alern, que ha decidido celebrar el 50 aniversario del primer éxito de Mike Oldfield con este regalo. Se presentaron con un concierto para YouTube en el sincrotrón de la UAB, y ahora han empezado a girar por algunas ciudades. No son la única agrupación española que está reviviendo a Oldfield en auditorios. Tubular Tribute, del guitarrista asturiano Rubén Álvarez, es otra oportunidad de oro para disfrutar en vivo de las obras del artista.

No penséis en esas bandas tributo que hacen cisco tu disco. Tubular Bells, Ommadawn o Platinum no suenan como sucedáneos si cambias al guitarrista, al bajista o a toda la banda. Al fin y al cabo, Oldfield no solo cambiaba habitualmente a sus músicos para el directo, sino que hacía lo mismo para grabar los discos. Para entendernos, estos conciertos de bandas españolas recuerdan más a la Royal Philarmonic Orchestra con Brahms que a cuatro gañanes con peluca destrozando a los Beatles en el escenario de las fiestas patronales de La Puercanica de Abajo.

placeholder Foto: Palau de la Música/Mario Wurzburger.
Foto: Palau de la Música/Mario Wurzburger.

En Opus One cada miembro es virtuoso de su instrumento. Te sientas y oyes esa mezcla armónica y sorprendente de grand piano, reed and pipe organ, glockenspiel, bass guitar, etc., como si te hubieran dejado entrar un rato en la cabeza de ese muchachito de 19 años que hace medio siglo aprovechó las horas libres en el estudio que acababa de montar Richard Branson para pegarle una patada a la historia del rock y otra, hacia el estrellato, a una pequeña empresa llamada Virgin.

Hay dos tipos de personas: las que creen que Tubular Bells es el pianito inquietante de El exorcista, y las que han dejado pasar el disco mil veces más allá del minuto seis y han penetrado en el laberinto. En el Palau, los Opus One clavaron la primera parte, pero la segunda (incluido el escollo del troglodita voceador) fue particularmente emocionante. En la butaca de terciopelo viejo, uno se tanteaba las rodillas para constatar si realmente estaba sentado en el año 2023 o se había extraviado por el túnel del tiempo a una década musicalmente insuperable.

La idea del Oldfield bisoño, según he sabido por el libro de Héctor Campos Castillo, no era evocar las vomitonas de niña endemoniada, sino llevar a la música el desorden descacharrante de los programas de los Monty Python para la televisión. Tubular Bells fue un espaldarazo, y el resto de su carrera, desde el ascenso con Ommadawn hasta a su caída balear, pasando por sus éxitos poperos y la efímera resurrección final con el regreso a los orígenes, está muy bien explicado en el libro de Campos (Mike Oldfield: la música de los sueños). Aunque el autor es tan fan que le perdona hasta The Millenium Bell, pelillos a la mar.

¿Envidia por no haber estado en el Palau? Opus One tiene previsto actuar con otros dos cantantes míticos de Oldfield, Anita Hegerland y Barry Palmer, en ciudades como Gerona y Sevilla. Y tengo pocas dudas de que la gira se ampliará en cuanto los gestores culturales huelan el éxito del martes en el Palau.

Los que consideramos a Mike Oldfield un genio y le perdonamos los discos fatales y hasta los chundachunda ibicencos recibimos hace poco una noticia mala y buena: se acabó. Su última obra, un Tubular Bells 4 inconcluso, son apenas ocho minutos que (¡fortuna!) se alejan del ordenador y se agarran a la guitarra, como pasó con Return to Ommadawn, pero serán (¡fatalidad!) su último destello. A sus 70 años ya no se siente, según dicen los expertos en oldfielología, lo bastante virtuoso.

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