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'Fantasy Island': terror descerebrado en la isla de los deseos
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'Fantasy Island': terror descerebrado en la isla de los deseos

Lucy Hale protagoniza esta historia de terror juvenil basada en la serie homónima de finales de los 70

Foto: Portia Doubleday y Lucy Hale en un momento de 'Fantasy Island'. (Sony)
Portia Doubleday y Lucy Hale en un momento de 'Fantasy Island'. (Sony)

Si uno gira muy rápido y muchas veces no sólo puede acabar perdiendo la orientación, sino también el sentido. Al final de 'Fantasy Island', el director Jeff Wadlow es tan consciente del galimatías y de lo ilógico de su historia —y eso que uno de los personajes no deja de hablar de las consecuencias naturales y la coherencia— que decide terminar su película con un "¡a la mierda!" en forma del chiste más idiota jamás contado. Si el espectador se abstrae del caos de una trama en la que no hay nadie al volante, al menos encontrará solaz en algún que otro momento que por delirante es mágico. 'Fantasy Island' es la horma del zapato de aquellos que siempre van por delante de la película, de aquellos que juegan a destripar y al "ya lo sabía", porque es un film imprevisible. Pero imprevisible de verdad. Y eso tiene su encanto.

Igual que la paella es marca España, la casquería, las chicas jóvenes gritando y el terror palomitero son el sello de las producciones Blumhouse. En poco más de 10 años ha pasado de financiar cine de género de muy bajo presupuesto a producir cine de género de no tan bajo coste y atreverse con nombres del calibre de Shyamalan, Spike Lee y Jordan Peele. Su fundador, Jason Blum, ha construído un emporio a base de miembros cercenados y fantasmas encolerizados desde que 'Paranormal Activity' (2009) reventó la taquilla (177 millones de euros) con un presupuesto de 13.800. Desde entonces, sagas como 'La Purga', 'Sinister' o 'Feliz día de tu muerte' han definido un estilo de cine de terror de entretenimiento reformulando el género, aligerándolo y recurriendo a rostros televisivos o de reparto para protagonizar unos 'blockbusters' sin más ánimo que el de hacer gritar. Que no es poco.

placeholder Otro momento de 'Fantasy Island', de Jeff Wadlow. (Sony)
Otro momento de 'Fantasy Island', de Jeff Wadlow. (Sony)

Las producciones de Blumhouse consiguen ese difícil equilibrio de resultar a la vez familiares, pero diferentes. El perfecto combinado para hacer una taquilla más que digna. y utilizar la rentabilidad del cine de piloto automático para sacar adelante proyectos de género de autor. En el caso de 'Fantasy Island' nos encontramos ante el primer tipo de película. Basada en una serie de terror sobrenatural del mismo nombre que se estrenó en Estados Unidos en 1977 y se alargó siete temporadas —aunque antes se produjeron dos tv-movies de menor popularidad—, 'Fantasy Island' reutiliza la fantasía de la isla paradisíaca tornada en cárcel mortal.

Ten cuidado con lo que deseas, que se puede cumplir, viene a decir el refrán

Hace dos años, el director Jeff Wadlow estrenó 'Verdad o reto', una escabechina juvenil en la que jugar a la botella se convertía en deporte de riesgo. Una excusa para poner a correr por su vida a un grupo de treintañeros disfrazados de veinteañeros e imaginar las formas más patéticas de hacerlos morir. Wadlow vuelve ahora con este 'survival' en el que un grupo de treintañeros, ya vestidos como treintañeros, aterrizan en una isla del Pacífico en la que el dueño del resort, un hombre misterioso que responde al nombre de Mr. Roarke (Michael Peña), ofrece la posibilidad de convertir en realidad las fantasías de sus huéspedes. Unas fantasías que deben "terminar en su consecuencia lógica", explica Roarke. Ten cuidado con lo que deseas, que se puede cumplir, viene a decir el refrán. Un poco como 'La isla de las tentaciones', pero con más hemoglobina.

placeholder Michael Peña, acechando en las sombras. (Sony)
Michael Peña, acechando en las sombras. (Sony)

Sea culpa de los guionistas —tres, ni más ni menos— o de la escasa consistencia mental de los protagonistas, esas fantasías van desde asistir a una rave hasta arriba de alcohol, drogas, armas y mujeres en bikini —y hombres en fardahuevos, que al menos es un giro sorprendente en este contexto—, hasta recuperar una propuesta matrimonial rechazada y decir, por fin, que sí. Sí, en pleno siglo XXI la mayor fantasía de una adulta aparentemente funcional es decir que sí a una propuesta de matrimonio que antes rechazó. O vengarse de una compañera de instituto que le hizo 'bullying'. Muy poca imaginación hay que tener —tanto los guionistas como los personajes— y muy poco mundo hay que haber visto para que ese sea el mayor anhelo de alguien. Lo de la rave es hasta comprensible. Pero si 'Fantasy Island' empieza atropellada y saltando de una fantasía a otra, lo que viene a continuación te sorprenderá, que diría aquel titular. Porque aquí Wadlow recurre a la nostalgia de alguna saga 'slasher' noventera que le robó el corazón a toda una generación.

placeholder Cartel de 'Fantasy Island'
Cartel de 'Fantasy Island'

Tan perdidos como los personajes están los actores que los interpretan. Jamás un villano de película pasó tanto tiempo con las manos en los bolsillos. Y jamás hubo tan desajuste interpretativo como en 'Fantasy Island', con tres de los protagonistas dejándose llevar por continuos espasmos faciales y otros tres sin apenas mover un músculo en toda la película. Menos mal que siempre quedará Lucy Hale para hacer de 'Fantasy Island' un lugar más ameno, puñetero y desequilibrado.

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Foto: James Marsden se pregunta qué hace en 'Sonic'. (Paramount)

Si uno gira muy rápido y muchas veces no sólo puede acabar perdiendo la orientación, sino también el sentido. Al final de 'Fantasy Island', el director Jeff Wadlow es tan consciente del galimatías y de lo ilógico de su historia —y eso que uno de los personajes no deja de hablar de las consecuencias naturales y la coherencia— que decide terminar su película con un "¡a la mierda!" en forma del chiste más idiota jamás contado. Si el espectador se abstrae del caos de una trama en la que no hay nadie al volante, al menos encontrará solaz en algún que otro momento que por delirante es mágico. 'Fantasy Island' es la horma del zapato de aquellos que siempre van por delante de la película, de aquellos que juegan a destripar y al "ya lo sabía", porque es un film imprevisible. Pero imprevisible de verdad. Y eso tiene su encanto.

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