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'Rivales': tenis y tríos amorosos en este grand slam sensual y tragicómico
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'Rivales': tenis y tríos amorosos en este grand slam sensual y tragicómico

La última película de Luca Guadagnino cuenta con un guión de precisión suiza en torno al mundo del tenis y el trío amoroso-competitivo de sus tres protagonistas

Foto: Mike Faist, Zendaya y Josh O'Connor son el trío protagonista de 'Rivales'. (Warner)
Mike Faist, Zendaya y Josh O'Connor son el trío protagonista de 'Rivales'. (Warner)

La final de un grand slam no es un simple partido de tenis, es el punto del espacio-tiempo en el que dos vidas se entrelazan fugazmente para la historia, es la consecuencia de una cadena de decisiones, es la sublimación del esfuerzo -o el talento- humano condensado en cinco sets. Un partido de tenis nunca es sólo un partido de tenis. Es orgullo nacional. Es la adhesión a unos valores. Es preferir, pongamos, la anarquía de Marat Safin al sacrificio de Nadal o a la elegancia de Federer o al despotismo de Djokovic o a la promesa de Alcaraz.

Yo fui siempre de Safin y mucho más cuando perdió aquella final del Open de Australia por jugar, si no todavía borracho, con una resaca elefantiásica. Habiendo sido el número uno del mundo, perdió contra un tal Johansson, un desconocido. La cara hinchada por el desfase y en el banquillo, en vez de su familia habitual, tres chicas jóvenes, guapas y rubias a las que la prensa apodó como las "safinettes". Ese partido de tenis fue todo menos un partido de tenis: fue un chaval de 22 años mandando al garete la disciplina férrea de años de entrenamiento, el gesto de insumisión de un hijo-pupilo hacia su madre-entrenadora, una peineta a todos los valores sacrificiales de la máxima competición, el caos sacudiendo las métricas del deporte. Todo ello condensado en una pelotita amarilla.

"La vida es como un toro", decía Jesulín de Ubrique. O como una pelota de tenis o como un balón de fútbol, depende de la obsesión de cada cual. La cancha de tenis como analogía vital es lo que centra Rivales, la última película de Luca Guadagnino con el guión de precisión suiza de Justin Kuritzkes, marido de Celine Song y que se estrena con matrícula en la escritura de largometrajes. Un guion perfecto en su estructura en varias líneas temporales, en la dosificación de la información, en la comprensión de los vicios y las virtudes humanas a través de tres personajes en continua competición, porque en la vida no hay árbitros ni cronómetros ni bolas de partido.

Rivales explora las dinámicas del poder, del deseo y de la frustración a través de sus tres protagonistas, a los que seguimos a lo largo de casi una década en varios momentos de su carrera deportiva. Lo que podría haber sido un dramón tremebundo sobre la frustración, los sueños malogrados, la ambición y los celos, Kuritzkes y Guadagnino lo han convertido en una comedia en tono y forma, aligerando el peso de la historia que cuentan. Los continuos puntos de giro, sorpresas y contradicciones que obligan al espectador a construir el puzle en torno a los tres personajes convierten a Rivales en un peloteo frenético en el que nunca está escrito quién es el verdadero ganador del partido. La victoria absoluta no existe, y menos en el día a día.

placeholder Zendaya en el papel de Tashi. (Warner)
Zendaya en el papel de Tashi. (Warner)

Divertida, fresquísima, irónica, repleta de energía y profunda y compleja en su exploración del alma, Rivales es un trabajo autoral de orfebrería elevado a la escala de película de estudio, un film con un nosequé del cine clásico interpretado por las estrellas más de moda del momento, como son Zendaya (que este marzo estrenó la segunda parte de Dune), Josh O'Connor (Carlos de Inglaterra en la tercera y cuarta temporada de The Crown y quien estrenó en España el pasado fin de semana La quimera, de Alice Rohrwacher) y Mike Feist (al que vimos en el remake de West Side Story de Spielberg). Queda claro que a Guadagnino le divierte ver cómo sus personajes jóvenes y guapos se enrollan y sufren arrastrados por un erotismo hormonal, por la carnalidad de unos cuerpos hambrientos de deseo, por la belleza de la juventud fluida, deseante, impulsiva y desacomplejada. La escena de los tres protagonistas dentro de un cuartucho de mala muerte es muy representativa de una juventud que ya no carga con la intransigencia de los roles sexuales, aparte de ser un momento de maravillosa comedia.

Art Donaldson (Mike Feist) es un tenista profesional que se prepara para el US Open, pero que lleva una temporada en horas bajas. Multimillonario, rostro de campañas publicitarias, ídolo de masas está casado con Tashi (Zendaya), con la que tiene una hija. Art ha perdido la confianza en sí mismo y necesita una victoria para poder recobrarla. Tashi actúa más como su mánager y entrenadora que como su mujer, y su matrimonio se tambalea. Por ello se inscriben en un torneo menor, un challenger -es la segunda liga del tenis, donde jugadores emergentes consiguen puntos para clasificarse para los grandes torneos-, para que Art consiga una victoria fácil y recobre su garra. En el mismo torneo se inscribe Patrick Zweig (Josh O'Connor), un tenista de talento en bruto pero alérgico a la disciplina, en bancarrota, sin dinero para pagar una noche de hotel y que se arrastra por torneos menores para conseguir algo de dinero y, con suerte, encontrar un hueco en alguna competición mayor. Art y Patrick representan los opuestos: el primero es resultado del empeño, la discilplina y la técnica. El segundo es el talento en bruto, desperdiciado por las adicciones y la falta de compromiso. Ambos se encuentran en la final del Phil's Tire Town Challenge. Lo que nos descubre Guadagnino es toda la historia común que esconden detrás de este partido de segunda división, sin demasiada importancia. Aparentemente.

placeholder Art y Patrick en la adolescencia, antes de ser profesionales. (Warner)
Art y Patrick en la adolescencia, antes de ser profesionales. (Warner)

Resulta extraño que Rivales no haya participado en ninguno de los grandes festivales. Formalmente es una película llena de energía y de sentido lúdico: Guadagnino ofrece hasta un plano subjetivo de la pelota volando por la pista de tenis. Los zooms, las cámaras lentas, las imágenes que contradicen lo dicho por los personajes; Guadagnino propone cambios de ritmo y mantiene una mirada irónica sobre el espectáculo, pero muy empática con los personajes. Compuesta a base de retales del pasado, la historia del trío protagonista explica esa rivalidad visceral que hay sobre la pista, pero que viene a ser la traducción de un amor profundo y doloroso entre ellos. "Un partido de tenis es como una relación", explica el personaje de Zendaya. "Durante 15 segundos no hay otra persona en el mundo que te comprenda tan profundamente como tu rival", describe, más o menos.

Es el personaje de Zendaya el centro del trío amoroso y competitivo de la película. "El tenis lo es todo", repite una y otra vez, mientras ella lo es todo para Art y Patrick. La película bucea en los mecanismos de la ambición, del éxito, en cómo el azar, una mala pisada, un mal -o buen- encuentro, hacen tambalear el camido de vida proyectado. Cómo el ser humano se sobrepone (o no) a las derrotas y de sus cicatrices, hasta qué punto uno aguanta el sacrificio y qué es lo que queda del éxito en la soledad de una habitación de hotel. Zendaya, además, se ha desprendido por fin del papel de icono adultescente y, por fin, interpreta a un personaje maduro, complejo y atravesado por la amargura. En el caso de Guadagnino parece más bien al contrario, empeñado en contagiarse de la efervescencia juvenil de sus actores. Rivales será seguro una de las grandes películas del año.

La final de un grand slam no es un simple partido de tenis, es el punto del espacio-tiempo en el que dos vidas se entrelazan fugazmente para la historia, es la consecuencia de una cadena de decisiones, es la sublimación del esfuerzo -o el talento- humano condensado en cinco sets. Un partido de tenis nunca es sólo un partido de tenis. Es orgullo nacional. Es la adhesión a unos valores. Es preferir, pongamos, la anarquía de Marat Safin al sacrificio de Nadal o a la elegancia de Federer o al despotismo de Djokovic o a la promesa de Alcaraz.

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