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Peones y ladrones entre la vida y la muerte: la historia detrás de los 'tombaroli'
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Peones y ladrones entre la vida y la muerte: la historia detrás de los 'tombaroli'

El concepto de 'tombaroli' marca a aquellos que buscan y excavan tumbas antiguas para extraer objetos preciosos o de interés arqueológico que pueda haber en ellas

Foto: Escena de la película La Quimera, de Alice Rohrwacher, en la que el grupo de tombaroli buscan tumbas bajo la tierra
Escena de la película La Quimera, de Alice Rohrwacher, en la que el grupo de tombaroli buscan tumbas bajo la tierra

Estamos en algún momento de los años 80, en una pequeña ciudad de la Toscana italiana, a orillas del mar Tirreno. A ella llega Arthur, un joven británico, persiguiendo su don, perseguido por los 'carabinieris' que acaban de dejarle todo lo libre que su quimera le permite: Arthur está siempre bajo el mismo, en el reflejo de un cuerpo que se gira bajo el suelo, ese es su espejo: lo que oculta la tierra. Arthur es 'tombarolo'.

Un nombre que también es una proyección de su raíz. 'Tombaroli', en plural, marca a aquellos que buscan y excavan tumbas antiguas para extraer objetos preciosos o de interés arqueológico que pueda haber en ellas, aquellos ajuares funerarios que en otras civilizaciones sostenían la intención de acompañar a los fallecidos en su camino al otro lado. Surgió en el siglo XIX, cuando las excavaciones no autorizadas de tumbas etruscas comenzaron a ser frecuentes en as zonas del Lacio y la Toscana, y desde entonces denomina a ladrones de tumbas.

Foto: Fuente: Wikimedia

Con la ficción como espejo, la directora Alice Rohrwacher se ha acercado a esta figura en su última película, excavando en las historias que desde pequeña escuchó, en las que, como la vida y la muerte, siempre parecía haber algo de verdad y algo de mentira, en la comunión que la historia marca entre pasado y presente: ¿Por qué lo hacían? Pero, sobre todo, ¿qué es exactamente lo que hacían las personas como el personaje de Arthur?

El pasatiempo de los aristócratas

Para encontrar una respuesta podemos acudir a las últimas décadas del siglo XX, como hace Rohrwacher. También a las últimas décadas, pero del siglo XIX, cuando comienzan los registros, o mucho, mucho más atrás. Al fin y al cabo, abrir tumbas no es un gesto nuevo. Sin embargo, antes resultaba un fenómeno esporádico, de valor criminal, que no cultural.

Es decir, durante muchos siglos no hubo ninguna orientación sociocultural compartida que viera la práctica de las excavaciones como un ejercicio con posibles resultados económicos, aún menos histórico-artísticos. Sin embargo, quien profanaba las tumbas era considerado por todos un ladrón, pero porque lo que hacía significaba un sacrilegio. ¿Qué ha cambiado desde aquellos tiempos?

No fue hasta principios del siglo XIX que se convirtió en hábito (un hobby), pero entre aristócratas y grandes terratenientes. Eran los únicos que podían permitirse tal actividad, precisamente porque las tierras en las que emergían restos pasados eran de su propiedad. Durante casi un siglo, aquellos señores fueron los únicos en involucrarse y con orgullo en excavaciones ilegales, incluso si eran trabajadores quienes descubrían "el tesoro". Entre los más famosos ladrones de tumbas, de hecho, perduran nombres como el de Luciano Bonaparte, sí, el hermano del emperador, al que también llamaron el "Príncipe tombarolo".

El mercado y sus peones

Líder de una pandilla que hace lo mismo, pero un siglo después, el protagonista de La Quimera de Rohrwacher camina con la cabeza gacha y dos palos de madera en la mano que le transfieren una especie de superpoder. Es de esta forma como localiza la entrada a otros tiempos que quedaron bajo tierra. Pero su don y su grupo ya están al servicio de otros, los nuevos viejos terratenientes.

"El ladrón de tumbas es una gota en el océano", cantan en la película mientras entregan sus hallazgos a cambio de dinero. El negocio acaba o, en realidad, empieza entonces. En muchos casos, los ladrones de tumbas no son más que "pequeños engranajes", peones que madrugan (o no duermen en la noche) para un mercado del arte mucho más grande: aficionados y coleccionistas, instituciones y museos.

Fue en las primeras décadas del siglo XX, cuando esta circunferencia del mercado arqueológico se fue constituyendo, cuando muchas personas se dieron cuenta de que podía ser una forma de conseguir dinero. Dejó de ser un pasatiempo para volverse trabajo y práctica criminal al mismo tiempo. "La muerte es algo que nuestra sociedad nos obliga a afrontar individualmente, como mucho en el seno de una familia. Yo, en cambio, comparándome con el pasado, vi una idea de muerte integrada en la vida y en la comunidad (…). Lo más importante es, como dentro de un caleidoscopio, ser capaz de rastrear", explicaba Rohrwacher en una entrevista reciente.

Las pistas que deja la naturaleza

Ese sentido de comunidad ha significado también el trasfondo de esta práctica en su doble sentido desde entonces, pues a la vez que se persigue es una habilidad transmitida. Leonardo Scagliozzi (Nardino), 'ex-tombarolo', explicaba hace unos años en Il megafono que él siguió a su abuelo. "Estamos en la década de 1930, entre dos conflictos mundiales. El profesor Joseph Mertens y su equipo de académicos belgas aún no habían llevado a cabo sus investigaciones y excavaciones en el yacimiento de Herdonia, localizado en la actual región de Apulia, pero el abuelo de Nardino ya había sido muy previsor", apuntan desde el medio.

La hierba que crece encima de un espacio hueco se seca más rápidamente y crece menos. También sobre las tumbas crecen las higueras silvestres o las zarzas

En palabras de Nardino: "En aquellos tiempos, los campos se araban con caballos, por lo que el arado no era muy profundo. Cuando llovía, algunos terrones conservaban un color más claro que el del suelo circundante y a mi abuelo le resultaba muy fácil entender en qué zona operar. Con un palo de madera pudo comprobar si a unos pocos metros de profundidad había arcilla o material cerámico".

Las tumbas ocultas pueden identificarse por cambios en el color de la hierba y otras variaciones en los patrones de la vegetación. Esto se debe a que la hierba que crece encima de un espacio hueco se seca más rápidamente y crece menos. No obstante, existen más pistas que la naturaleza deja a los 'tombaroli' como las higueras silvestres o las zarzas, que a menudo crecen directamente encima de las tumbas, porque a las raíces de estas plantas les gusta descansar en paredes enterradas, incluso se pueden guiar por las huellas de zorros y topos, animales a los que les gusta aprovechar las cámaras funerarias subterráneas para hacer sus madrigueras.

placeholder Campos de urnas y cabañas de acceso a las tumbas del yacimiento de Monterozzi, en Lacio (Italia). (Wikimedia)
Campos de urnas y cabañas de acceso a las tumbas del yacimiento de Monterozzi, en Lacio (Italia). (Wikimedia)

Por su meticulosa actividad, considerada entonces meritoria, el abuelo de Nardino también recibió una placa en el Museo de Nápoles, donde se le concedió el título de "Caballero de las Tumbas". Hoy, las autoridades señalan que los 'tombaroli' representan una amenaza para el patrimonio cultural de Italia no solo porque sus hallazgos desaparecen en el extranjero, sino también porque sus métodos de excavación son a menudo brutales y dañinos.

Mientras tanto, Nardino insiste en que "para evitar que los hallazgos encontrados acabaran y acaben en manos extranjeras, se podrían pagar premios simbólicos por el descubrimiento a esos saqueadores de tumbas, como los llaman, en lugar de a los traficantes" (que rara vez se entienden como tal). Añade que, en ese caso, "ahora todavía tendríamos un gran tesoro conservado en nuestra tierra, pero he sido testigo de situaciones poco claras por parte de las mismas autoridades responsables de la conservación de los bienes".

Estamos en algún momento de los años 80, en una pequeña ciudad de la Toscana italiana, a orillas del mar Tirreno. A ella llega Arthur, un joven británico, persiguiendo su don, perseguido por los 'carabinieris' que acaban de dejarle todo lo libre que su quimera le permite: Arthur está siempre bajo el mismo, en el reflejo de un cuerpo que se gira bajo el suelo, ese es su espejo: lo que oculta la tierra. Arthur es 'tombarolo'.

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